COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE FINIS GLORIAE MUNDI
CONTEXTO HISTÓRICO
En el contexto del Siglo Oro, Sevilla fue uno de los principales escenarios de los grandes contrastes sociales, de pobreza y la decadencia, a raíz de la denominada Crisis del siglo XVII. A esto se añadía la evidente implantación de la cultura de la Contrarreforma, que controlaría la espiritualidad y renovaría la piedad y las devociones, viéndose reflejada en la mentalidad del momento a través de los actos y escritos dentro de la sociedad. En tales circunstancias, el periodo el barroco andaluz es un interesante marco por el que observar la manera de concebir la muerte y transmitir el mensaje religioso subyacente a través de la vanitas, así como la reproducción y difusión de su iconografía, de la que se valían para transmitir una serie de mensajes alegóricos y tópicos alusivos a la fragilidad y la brevedad de la vida, al tiempo y a la inevitabilidad de la muerte.
Juan de Valdés Leal (1622 – 1690), considerado como una de las grandes figuras de la pintura barroca sevillana, realizó en 1672 los dos ejemplos por antonomasia del pensamiento profundamente religioso de la España del Barroco en los famosos Jeroglíficos de las Postrimerías de la iglesia del Hospital de la Caridad. En 1667 había ingresado como hermano de la Santa Caridad de Sevilla, y por aquel entonces Don Miguel de Mañara era el Hermano Mayor de la institución. Mañara, con la intención de instruir a los demás miembros de la hermandad para que asegurasen la salvación de sus almas, creó un discurso en torno a la salvación, el desprecio hacia lo material en esta vida y la muerte, recordando que “el hombre es polvo y en polvo se convertirá́”: el Discurso de la verdad, todo un compendio moral que insta a la práctica de las obras de la misericordia y la caridad para conseguir la salvación y la Gloria Eterna.
De este modo, el pensamiento religioso de Mañara es traducido claramente en la iconografía de estos Jeroglíficos de las Postrimerías. Advierte así sobre la llegada de la muerte, que se lleva consigo todas las glorias y placeres del ser humano que de nada sirven en el otro mundo; y para lograr la Gloria Eterna con la llegada del Juicio Final es necesario practicar las obras de la caridad, junto con la oración y la penitencia. Invitando a meditar sobre los Novísimos: vida y muerte, juicio, infierno o gloria.
Los Jeroglíficos de las Postrimerías, realizados entre 1671 y 1672, son las dos primeras pinturas que iniciarían el programa de la iglesia del Hospital de la Caridad que encargaría Miguel de Mañara en torno a la reflexión sobre la muerte y la inutilidad de las vanidades mundanas ante esta. Se trata de las pinturas conocidas como In ictu oculi y Finis gloriae mundi, alegorías tan impactantes que pueden considerarse sin duda como las más terribles vanitas que se han realizado nunca en la historia del arte occidental.

ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
Finis Gloriae Mundi, que se conserva expuesta en el muro de la epístola, bajo el coro, es el segundo jeroglífico que completa el significado de las Postrimerías. En la obra aparece el interior de una cripta y enfrenta al espectador, en un primer plano, a la terrible visión de tres cadáveres descompuestos y corroídos. Mañara supo que una visión tan directa de la muerte causaría una enorme impresión en el espectador, para así alejarle de las vanidades del mundo. Así lo indica en un párrafo de su Discurso de la Verdad, que bien podría haber servido de inspiración a Valdés Leal para realizar la obra:
Y si consideraras los viles gusanos que han de comer ese cuerpo, y cuan feo y abominable ha de estar en la sepultura, y cómo esos ojos que están leyendo estas letras han de ser comidos de la tierra, y esas manos han de ser comidas y secas, y las sedas, y galas que hoy tuviste, se convertirán en una mortaja podrida: los ámbares en hedor, tu hermosura y gentileza en gusanos […]. Mira una bóveda: entra en ella con la consideración, y ponte a mirar a tus padres o a tu mujer (si la has perdido) o los amigos que conocías: mira qué silencio. No se oye ruido; sólo el roer de las carcomas y gusanos tan solamente se percibe. Y el estruendo de pajes y lacayos ¿dónde están? Acá se queda todo: repara las alhajas del palacio de los muertos, algunas telarañas son. ¿Y la mitra y la corona? También acá la dejaron. […] Llega hasta el osario que está lleno de huesos de difuntos, distingue en ellos al rico del pobre, al sabio del necio, al chico del grande, todos son huesos, todas calaveras, todos guardan una igual figura. La señora, que ocupaba las telas, y brocados en sus estrados, cuya cabeza, era adornada de diamantes, acompaña las calaveras de los mendigos. Las cabezas que vestían penachos de plumas en las fiestas y saraos de las Cortes acompañan las calaveras, que traían caperuzas en los campos. ¡O justicia de Dios, como igualas con la muerte la desigualdad de la vida!.
En: Mañara Vicentelo de Leca, M. : Discurso de la verdad: dedicado á la Alta Imperial Magestad de Dios. Reimpresso en Sevilla: por Juan de la Puerta, 1725.
En primer plano, aparecen dos de los cuerpos que esperan el momento del Juicio Final: el cadáver de un obispo en un ataúd; y, a su lado, el cadáver de un caballero de la Orden de Calatrava envuelto en su capa, que podría ser el propio Mañara. En la parte inferior figura la inscripción Finis Gloriae Mundi alusiva a que la muerte es “El fin de las glorias mundanas”.



En la parte superior de la pintura surge la mano llagada de Cristo resucitado que sujeta una balanza: se trata del juicio del alma. En el plato izquierdo de la balanza con la leyenda “Ni más” aparecen una manzana, presentando el pecado original; un cerdo, como símbolo de la gula; un pavo real, como la soberbia; y el perro que gruñe, como la ira. Son los símbolos de los pecados capitales que provocan la condenación del alma. En el plato derecho, con la inscripción “Ni menos”, los símbolos de la virtud, la oración, la penitencia y la caridad, así como un corazón con el anagrama de Jesús (JHS).
La interpretación de los dos platos con las inscripciones puede definirse como “Ni más pecados son necesarios para la condenación, ni menos virtudes hacen falta para obtener la salvación”. Es el propio ser humano quien inclina la balanza hacia el lado de la gloria o del infierno según sea su comportamiento en la vida terrenal mientras debe tener en cuenta que la muerte acecha y que será juzgado. Al fondo, finalmente, en la penumbra de la cripta, aparecen una lechuza y un murciélago, animales que refuerzan la alusión al mundo de la muerte por ser seres que habitan en las sombras y la oscuridad.

Estas dos vanitas debían situarse en la penumbra del sotocoro de la Iglesia del Hospital de la Caridad para ser vistas con gran sentido teatral, pues de este modo se destacaba la advertencia moral de las pinturas al entrar.

Finis Gloriae Mundi permite observar la relevancia de la vanitas dentro del ámbito barroco, pudiendo reconocer así la riqueza y diversidad de un género que forma parte de uno de los periodos más destacados para el patrimonio artístico de nuestro país. Esta es en gran medida una estética barroca, pero también se basa en una larga tradición occidental en torno a la representación de la muerte. En la vanitas, el barroco confluye con un pensamiento que ya se daba en la Edad Media: el rechazo radical a lo mundano y todo lo que representa. Mañara podría haber encargado ser retratado como un cadáver en descomposición en el jeroglífico de Valdés Leal para recordar así, a los que entran en la iglesia, su propia mortalidad.
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ LÓPEZ, J.: Programas iconográficos de la pintura barroca sevillana del siglo XVII. Sevilla, 2002.
MARTÍN HERNÁNDEZ, F.: Miguel Mañara. Sevilla: Universidad de Sevilla, 1981.
SEBASTIÁN LÓPEZ, S.: Contrarreforma y barroco: lecturas iconográficas e iconológicas. Madrid, 1989.
VALDIVIESO, E.: Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro. Madrid, 2002.