COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE GÁLATA LUDOVISI
CONTEXTO HISTÓRICO
Fruto de la simbiosis de lo griego y lo oriental, el helenismo o período helenístico nace como consecuencia de la difusión de la cultura clásica fuera de sus fronteras históricas, empresa que tiene origen en las campañas de Alejandro Magno y se consolida con su fallecimiento (323 a. C) y la consiguiente lucha de poder que surge entre sus generales, también conocidos como diáconos, por los territorios que el caudillo macedonio consiguió unificar en un efímero imperio.
El declive de las ciudades-estado griegas tras la Batalla del Peloponeso se consolidó con el surgimiento de nuevos centros urbanos, algunos de ellos en Asia Menor, que, con el griego como lengua vehicular, iniciarían nuevas dinámicas socio-económicas resultado del sincretismo entre distintas sociedades, compitiendo entre sí por sostener el liderazgo como dignos herederos de la cultura clásica.
Algunos de estos centros sería la Alejandría de los ptolomeos, la Antioquía de los seleucidas y el Pérgamo de los atálidas, lugar este último donde se produjo la obra que nos proponemos analizar.
La consolidación de Pérgamo como reino helenístico se sitúa 280 a. C de la mano de Filetero. Sería durante el reinado de Átalo I Soter (241-197 a. C), uno de sus sucesores, cuando, dentro de un programa propagandístico público, se realizaron cinco obras para la acrópolis de la ciudad, concretamente, para el templo de Atenea, formando un conjunto escultórico cuyo objetivo era conmemorar la victoria atálida sobre los pueblos celtas no romanizados o gálatas (su origen se sitúa en Europa Occidental), quienes eran una constante molestia con sus saqueos y ataques.
ANÁLISIS FORMAL
El «suicidio del gálata» es la pieza central de una composición mayor y piramidal, aunque la obra es más conocida individualmente como «Gálata Ludovisi«, debido a que la copia romana perteneció a la colección del cardenal Ludovico Ludovisi (1595-1632).
En ella podemos ver una imagen exenta, de bulto redondo, que rompe la frontalidad y está llena de contrastes: hombre y mujer, erguido y yaciente, tensión y abandono; el guerrero reclama con el asesinato de la mujer (normalmente identificada como su esposa) y su suicidio el último resquicio de poder, la capacidad de decidir sobre la muerte o evitar un destino peor tras la derrota, como la esclavitud a manos de sus enemigos.
La influencia de Escopas y Lisipo está presente en todas las escuelas helenísticas, el autor con la obra de estos en mente consigue plasmar y combinar un tratamiento anatómico y psicológico con otro etnográfico. El guerrero es caracterizado a través de su armamento, volumen corporal e, incluso, vello facial.
Sus pómulos son altos y marcados, su cabello largo y crespo, su cuerpo demasiado corpulento para ser armónico, mientras su bigote es pequeño. Todos ellos son rasgos asociados al bárbaro como antagonista del hombre y guerrero griego.
Asimismo, la representación del enemigo honorable presenta características propias de la Escuela Helenística de Pérgamo, caracterizada por tratar temas patéticos, donde los argumentos religiosos clásicos dan paso a otros naturalistas, dramáticos y teatrales, un tanto barrocos, donde los sentimientos violentos tienen cabida.
El guerrero fija su mirada desafiante en el enemigo. De pie, sobre su escudo y espada, con las piernas separadas, gira sobre sí mismo en un claro componente helicoidal para apuñalarse en la arteria carótida, mostrándose sobre su cuello un principio de hemorragia. Bajo su brazo izquierdo se halla una mujer, ataviada con túnica y manto, desplomándose por una herida mortal.
Su rostro se muestra impávido, sin emociones, es el verdadero contraste con el guerrero, ella se representa cayendo a los pies del enemigo sin vida, es la primera en morir.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
La representaciones de temas propagandísticos no pretenden ser inocuas, hacen del arte un vehículo para transmitir un mensaje igual o más importante que la propia imagen; honrar a un enemigo feroz caído también es un medio de celebrar la gesta de quien pudo superarle en ingenio y fuerza, derrotándole.
La desnudez del gálata (a excepción de la capa) puede plasmar algo más que una tradición estética por la que héroes y dioses eran esculpidos desnudos.
Puede ser una referencia etnográfica más, una distinción entre el guerrero griego y el bárbaro; no fueron pocos los autores clásicos, como Tito Livio, que recogían la costumbre bárbara de batallar desnudos ante la sorpresa y estupor de sus adversarios.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
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