COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA GIRALDA
CONTEXTO HISTÓRICO
La torre campanario de la Catedral de Sevilla, más conocida como Giralda, es una edificación que ha sufrido múltiples cambios a lo largo de su historia, fruto de las manos por las que ha pasado y, sobre todo, de su utilización como símbolo de dos religiones diferentes.
La Giralda se inicia en período de dominación Almohade, más concretamente en el año 1184, bajo supervisión del arquitecto Ahmed Ben Basso y como parte de la nueva mezquita que se iba a levantar en la ciudad, y que venía a sustituir a la anterior que se ubicaba donde hoy podemos ver la Iglesia Colegial del Divino Salvador.
Catorce años después se coronó la torre, de 82 metros, con 4 esferas doradas mandadas a colocar por el emir Abu Yaacub al-Mansur, para conmemorar su victoria frente a Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos.
Con la Reconquista por parte de Fernando III, ya en el siglo XIII, el templo y el alminar se consagraron al culto cristiano sufriendo algunos pequeños cambios sin importancia.
No obstante, en el verano de 1356, un terremoto con epicentro en el Cabo de San Vicente provocó que las 4 esferas doradas que remataban la Giralda se derrumbaran, coronándose el cuerpo posteriormente de forma más austera y ya con una cruz cristiana como protagonista.
No sería hasta el siglo XVI, con la mastodóntica Catedral de Sevilla ya erigida, cuando se acometería la obra que cambiaría por completo el aspecto y la concepción de la torre: el último cuerpo de Hernán Ruiz II, que la elevaría hasta una altura final de 95 metros.
PRECEDENTES DE LA GIRALDA
La antigua torre alminar que se inició en los últimos años del siglo XII siguió modelos estilísticos islámicos que estaban teniendo éxito en la época.
Un ejemplo muy claro y que seguro fue tenido en cuenta por los arquitectos que levantaron la majestuosa torre sevillana, fue el alminar de la Mezquita de Kutubía en Marrakech, de dimensiones muy similares a las que tenía la Giralda antes de su renovación en el renacimiento.
Pero el trabajo que hizo Hernán Ruiz II en el siglo XVI también tuvo algunos antecedentes dignos de mención. De hecho, el mismo arquitecto fue probando soluciones en encargos similares de la región andaluza que le servirían para preparar su obra maestra en Sevilla.
Un ejemplo muy claro de ello es la torre de la Iglesia de San Lorenzo de Córdoba, donde Hernán Ruiz «el Joven» ensaya la transformación de un alminar a formas renacentistas. Incluye un cuerpo de campanas con semejanzas al que encontramos a la Giralda, y justo encima otro que, si bien no es circular, si que introduce movimiento con un giro de su base, para acabar rematando con un pequeño templete orbicular.
ANÁLISIS DE LA OBRA
Como hemos analizado en el contexto histórico, la Giralda pasó por diferentes épocas constructivas que afectaron a su morfología y que la han ido transformando hasta alcanzar la visión que hoy tenemos de ella.
La torre que hoy podemos apreciar consta de un cuerpo principal de planta cuadrada que llega hasta la altura del campanario y que ha permanecido prácticamente inalterado desde el inicio de la construcción, con el único añadido de las balconadas, que corresponden al siglo XVI.
En este cuerpo predomina la visión del ladrillo, apenas interrumpido en la mitad inferior por la apertura de vanos en cada uno de los pisos, hasta que llegamos a la parte superior, donde la decoración a base de paños de sebka nos prepara para lo que nos vamos a encontrar en los tramos siguientes.
Ya en los cuerpos superiores, trabajados por Hernán Ruiz II, es donde vamos a encontrar una mayor carga decorativa, en estilo renacentista, pero con el gran mérito de no desentonar con el resto del conjunto.
Comienza el arquitecto afincado en Andalucía con un cuerpo de campanas que prosigue con la estructura cuadrada que le llega desde la base del alminar. Introduce formas renacentistas como arcos u óculos que se conjugan con los últimos resquicios islámicos que veremos en la torre: capiteles de ascendencia califal.
El cuerpo queda coronado por la terraza de las azucenas, que recibe su nombre por los cuatro jarrones que se ubican en las esquinas. Justo encima encontramos un pequeño cuerpo, el del reloj, que queda eclipsado por la terraza que le antecede.
Sirve como basamento para el cuerpo de las estrellas, que destaca por sus esbeltos arcos de medio punto y las famosas inscripciones en latín que figuran en los frisos de estos. Si las unimos y traducimos, forman la siguiente frase: «La torre más fuerte es el nombre del Señor«, en clara alusión al triunfo del cristianismo sobre la fe islámica. Cuatro columnas dóricas de ladrillo en las esquinas empiezan a antecedernos el cambio a formas circulares que veremos a continuación.
Pasamos ya al cuerpo de las carambolas, que recibe su nombre por los remates que lo coronan, y que es el primero que revierte su forma hacia una estructura circular. Pilastras adosadas con capiteles jónicos contribuyen a dar una mayor sensación de movimiento al colectivo.
Con esto llegamos al último de los cuerpos, también circular y rematado en esfera, que sirve como base a la escultura que remata todo el conjunto y que ha acabado por darle nombre: el Giraldillo.
Se trata de una obra que curiosamente tiene una funcionalidad, la de veleta, pero que se ha acabado convirtiendo en icono, no solo del monumento, sino de toda la ciudad. La figura, diseñada por Luis de Vargas y fundida en bronce en el año 1566 por Bartolomé Morel, representa de forma alegórica y con la apariencia de una diosa romana el triunfo de la Fe cristiana.
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