Gismonda de Alphonse Mucha

Ficha técnica

Título: Cartel para la obra teatral de Gismonda de Sara Berhnhardt
Autor: Alphonse Mucha
Cronología: 1894
Estilo: art noveau
Materiales: litografía en papel
Ubicación: Colección particular
Dimensiones: 216 x754 cm
Escrito por: Núria Cardona

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE GISMONDA

Alphonse Mucha puede considerarse uno de los padres del cartelismo moderno, un pionero que llevó el arte a las calles y que con sus obras cambió la manera de diseñar carteles. Ocurrió en diciembre de 1894, cuando le llegó el encargo de realizar un cartel para una de las grandes estrellas del teatro parisino, Sara Berhnardt. La actriz presentaba a principios de enero la obra Gismonda en el famoso Theatre de la Renaissance y necesitaba darle la publicidad que merecía el gran estreno de la actriz más famosa de Francia.


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Debido a las vacaciones navideñas, la editorial no tenía a sus habituales ilustradores disponibles, así es que el destino quiso que solo pudiera contar con Alphose Mucha, un artista de origen checo afincado en París desde hacía años que se dedicaba principalmente a la ilustración, y que andaba por allí en un proyecto diferente. La presión fue enorme para Mucha, ya que en la época el teatro tenía un peso esencial en la sociedad y Bernhardt era su musa. Pero el artista superó el reto con creces. Fue original en todo: en el planteamiento estético y en la utilización de la incipiente técnica litográfica.

Por un lado cambió el tamaño en el que se podía imprimir los carteles, las dimensiones venían determinadas por el calibre de las piedras de impresión, pero la novedad fue imprimir el cartel en dos secciones más estrechas que al juntarse formaban una gran figura alargada. De esta manera el cartel tenía una altura de más de 2 metros, exactamente
216 x 74,2 cm, creando así un gran impacto en las calles parisinas.

Gismonda
Impresión en dos placas que al juntarlas se creaba un cartel de más de dos metros.

Por otro lado, la estética supuso también una novedad. La actriz aparecía como elemento compositivo primordial, a tamaño real, esbelta y con la cabeza enmarcada en un círculo con su nombre. La vistió de reina bizantina con un espléndido vestido, un tocado de orquídeas y portando una rama de palma, tal y como aparecía en el último acto de la obra. Mucha representó la belleza y la dignidad de su personalidad en el escenario en lugar de representar sus rasgos de manera realista o un pasaje de la historia, otorgándole así un fuerte misticismo.


Cartel de la obra teatral ‘Gismonda’ 
(1894)

A la actriz le fascinó el diseño, se veía totalmente reflejada en él, bella y poderosa, y el cartel se convirtió de inmediato en un objeto de deseo, siendo arrancado de las paredes de las calles donde estaba expuesto. No había duda, Alphonse Mucha abría un nuevo camino en el diseño de carteles. El estilo de Toulouse Lautrec que había dominado la escena francesa hasta entonces, daba paso a una nueva estética que fue conocida en su tiempo como estilo Mucha, y estudiada en la Historia del Arte como art nouveau.

Gismonda
Sara Bernhartd fotografiada por Nadar, en 1902, cartacterizada como Theodora .

Sara Bernhardt firmó un contrato con el artista checo para que siguiera siendo el diseñador, no solo de los carteles de sus obras, si no también de parte de sus escenografías, joyas y vestuarios. La unión de estas dos personalidades generó un ímpetu creativo que aún hoy en día nos embauca con su estética sensual e imponente; nadie como Mucha pudo haber captado tan bien la fuerza animal de la Bernhardt.

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Carteles de diferentes obras que realizó Mucha para la actriz a finales del siglo XIX.

Su fama se extendió rápidamente, incluso en los EE.UU con las giras de la gran actriz. Fue reclamado como ilustrador de libros y diseñador de carteles para grandes marcas comerciales. A partir de entonces el estilo basado en las formas sinuosas, elegantes e inspiradas en la naturaleza se asentó como la estética imperante.

Los diseños de Mucha se basaron en el juego de la línea curva, la ondulación de los rasgos femeninos, de sus gestos y posturas, en los que el protagonismo de la mujer es absoluto,y el hombre, de aparecer, siempre lo hace en un segundo plano.

Dos diseños para la famosa marca de champange realizados en 1899.

Sus influencias fueron variadas. Fue una persona con profundas creencias católicas, muy espiritual, que además se interesó por temas ocultistas. Estuvo ligado a la hermandad masónica, y sintió atracción por temas tradicionales eslavos, ya que era profundamente nacionalista, ideología en auge a finales de siglo XIX. 

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Alegoria de las cuatro estaciones de Alphonse Mucha (1896)

ART NOUVEAU

Las ilustraciones y diseños de Alphonse Mucha se definen por sí mismas como art nouveau, estilo que se extendió por toda Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En cada país donde calaron sus propuestas recibió una nomenclatura diferente, pero todas con el mismo sentido: la renovación del arte. En España fue conocido como modernismo, en Alemania como jugendstil  o secesión en el imperio austrohúngaro.

A pesar de los diferentes nombres, la base del estilo fue la misma en todos los lugares: la intención de crear un arte nuevo, un arte renovado, libre y moderno que representara el progreso de una nueva sociedad y rompiera con la tradición academicista. Su estética se inspiró principalmente en la naturaleza, junto con las novedades aportadas por la revolución industrial y las nuevas tecnologías como la fotografía y el cine.

La construcción de la Torre Eiffel fue un hito en la modernización de París, construída para la Exposición Universal de 1899

Las características del art noveau fueron diversas , destacando la inspiración en la naturaleza al utilizar principalmente elementos vegetales por sus formas redondeadas y curvas. Su trazo orgánico que se entrelazan siempre fue motivo central en el caso de los diseños de Mucha, principalmente los cabellos de las mujeres que parecen enredaderas invadiendo la composición. Per los fondos y los tocados de sus protagonistas están inmersos en una fantasía de flores, hojas y tallos, apareciendo también pequeños animales o incluso, insectos como escarabajos o libélulas.

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Decoraciones vegetales de Eugéne Grasset (1896)

Como en Mucha, la figura femenina idealizada fue una de las temáticas principales del modernismo. Aparecían con sofisticados peinados, o melenas cayendo en cascada, tocados y joyas de fantasía y vestidas con atuendos originales. Eran recreaciones pero inspiradas en culturas legendarias como la griega o la bizantina, siempre buscando lo exótico y diferente para causar impacto y dar un aire de sofisticación. En este sentido las estampas japonesas del estilo ukiyo-e siguieron ejerciendo influencia. Este estilo que impactó tanto en occidente desde mediados del siglo XIX, empleaba tambien como temas centrales la naturaleza y la mujer; utilizando lineas sinuosas y figuras flotantes que creaban mundos casi de ensueño.

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Estampa japonesa, La cortesana Toyuaro. Isoda Koryusai (1784-1788)

El arte pretendía mostrar lo sensual a través de la feminidad con la pretensión de complacer los sentidos, creando en algunas ocasiones imágenes de marcado erotismo.

Mucha utilizaba modelos que fotografiaba en su estudio, buscando posturas sugerentes. Esmeralda, 1900

El modernismo, como heredero del movimiento Arts&Crafts, puso en valor las artes aplicadas, el diseño y la artesanía, basado todo ello, en la naturaleza. El diseño de joyas, de mobiliario, de azulejos, de papeles pintados, de rejas, etc, era tenido en cuenta al proyectar grandes obras, especialmente arquitectónicas, ya que se buscaba la obra de arte total.

La asociación de Mucha con el joyero Fouquet generó pequeñas obras de arte como las que llevaban las mujeres de los carteles del artista checo.

El art nouveau fue el reflejo de una sociedad burguesa que quiso finiquitar los tiempos de la rancia nobleza reflejada en el agotado estilo academicista con propuesta repetidas hasta el desgaste y alejadas de una nueva Europa en proceso de renovación.

Con el art nouveau la fantasía creativa se diparó dejando de lado los cánones clásicos que encorsetaban las nuevas ideas. Por otro lado, se produjo una puesta en valor de las tradiciones nacionales y de los procesos artesanos como medios de expresión artísticos, dando como resultado un nuevo estilo para definir el inicio del siglo XX.

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Alexandre Charpentier, Alexandre Bigot, Fontaine. Boiserie de salle à manger, entre 1900 y 1901. Musée d’Orsay de París.

EL CARTEL PUBLICITARIO A FINALES DEL SIGLO XIX

El cartel publicitario desde sus inicios, es una forma de comunicación y, por tanto, posee la capacidad de transmitir valores preexistentes en la sociedad. Al ocupar el espacio público, su mensaje llega a todo el mundo sin hacerse necesario entrar a un museo o galería como en el caso del arte. Estas características le confieren al cartel una gran influencia en la formación de la identidad sociocultural de una sociedad. 

Aunque el cartel comercial, es decir, la información pública de un mensaje con el fin de transmitir un mensaje claro y directo, se remonta a la época de la Antigua Roma, su desarrollo se produjo durante el siglo XIX, cuando se llevó a cabo la segunda revolución industrial, se mecanizaron definitivamente los procesos de producción y se generó una necesidad de expansión de los mercados en los que vender estos productos fabricados en serie.

Las características del cartelismo se definen como la reproducción masiva de una ilustración que se combina texto e imagen, de un tamaño considerable y expuesto en un lugar público para aumentar potencialmente el número de personas que lo visualiza ya que su fin es transmitir una idea de forma sencilla y directa para vender el mensaje, el producto, o el espectáculo que expone.

Para el desarrollo del cartel moderno fueron necesarios una serie de factores económicos, urbanísticos, estéticos y técnicos. Con una intención puramente comercializadora, el cartel adquirió un carácter no solo atractivo visualmente, sino también persuasivo; la imágen fue ganándole terreno al texto informativo. Para Eguizábal en “Estudio y análisis de los carteles “ (2002),  (…) apareció la primacía de la seducción sobre la noticia, la estética sobre la información.

La Plume, cartel-calendario, de Alphonse Mucha, 1897.

El desarrollo tecnológico de la impresión fue determinante en las capacidades expresivas del cartel. La litografía, desarrollada por el músico y dramaturgo austriaco Alois Senefelder en 1796, fue clave en la integración de imagen y texto en una misma estampación. Anteriormente la letra y la imagen a imprimir iban por separado, pero esta nueva técnica basada en el principio de indisolubilidad entre el agua y el aceite utilizando un soporte de la piedra, permitió además de imprimir a la vez, hacerlo en diferentes colores. Con su desarrollo, se fue aumentando el número de tirada abaratando los costes de producción.

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Máquina litográfica de principios del siglo XIX

Durante el siglo XIX París era la capital del arte. Muchos artistas combinaban su obra con el diseño de carteles e ilustraciones. Entre estos destacó Jules Cheret (1836-1933), considerado el padre del cartel moderno. La estética de sus diseños puede considerarse postimpresionista pero el carácter pictórico de estos, para John Barnicoat, hace que se le relacione más con el carácter opulento de la tradición muralista de Tiépolo. Es un autor bisagra entre dos formas de concebir el diseño del cartel y combinó la técnica más moderna con la interpretación tradicional de los murales y el lenguaje popular sacado de la imaginería circense. 

En 1858 realizó el primer diseño litográfico a color (Orphée aux Enfers). Introdujo en Francia nueva maquinaria inglesa que permitieron que esta técnica no fuera solamente un procedimiento de reproducción, sino, que al dibujar directamente sobre la piedra consiguió que se convirtiera también en un medio expresivo, creando así una conexión con grandes maestros como Goya o Durero.

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Orphée aux Enfers de Chéret.

La estética barroca, elegante y colorista, ya creó el estereotipo de mujer voluptuosa y sensual, que fue recogido también por Chéret al utilizar a la figura femenina como reclamo publicitario. Sus diseños fueron protagonizados por la imagen de una chica joven, vital, bella y risueña para disfrute de los ojos de los hombres que eran los potenciales consumidores. Las mujeres de la época, sin acceso directo al dinero, vieron en estos carteles la imagen de la mujer moderna, la cual se convirtió en un estereotipo a imitar.

Publicidad de tabaco protagonizada como una mujer bella y atrevida para la época.

Los carteles no solo empezaron a utilizar mujeres que no existían, también plasmaban mundos de lujo aunque anunciaran productos de uso domésticos, de esta manera otro de los mensajes que se empezó a forjar en esa época fue que la adquisición del producto que se anunciaba, relacionaba a quien lo compraba con la clase social que proyectaba.

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Anuncio del espectáculo de la famosa bailarina de la época Loïe Fuller.

Discípulo de Chéret fue Toulouse-Lautrec, que también hizo del cartel un medio artístico, definiendo su propio estilo. Se especializó en mostrar la vida nocturna de los cabarets de París, pero utilizando la imagen de mujer de forma muy distinta a Chéret, menos sexualizada y no como meros objetos de deseo.

Las grandes estrellas del cabaret como Jane Avril, protagonizaron sus carteles desde la óptica de la admiración; reflejaba las fuertes personalidades de actrices y cantantes que dominaban la escena nocturna del París de finales del XIX . El estilo de Toulouse Lautrec tuvo una fuerte influencia de la estampa japonesa en sus encuadres y colores planos, y marcó la era del postimpresionismo revelándose como uno de sus mejores representantes a pesar de destacar en lo que se considera un arte menor.

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Carteles realizados por Toulouse-Lautrec a principios de la década de los 90 del siglo XIX,
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Muchos otros artistas colaboraron a la evolución del cartel. Uno de los carteles más famosos de la época es Le chat noir de Rodolphe Salis (1881).

El París del Imperio de Napoleón III se transformó social y urbanísticamente. Tras el plan Haussmann (1852-1870) la ciudad se renovó. El proyecto urbano consistió básicamente en la destrucción de la ciudad medieval, el trazado de grandes avenidas radiales enmarcadas con grandes edificios, la creación del alcantarillado y el desplazamiento de las clases bajas al extrarradio. Esta reforma urbanística supuso un modelo de la ciudad moderna en Europa, erigida para la nueva burguesía cada vez más poderosa. Tras el siglo de revueltas y conflictos, el nuevo imperio se aseguró de que el espacio urbano no facilitara las barricadas populares, y aunque en aspectos de higiene y salubridad se mejoró la ciudad, el proyecto no estuvo exento de grandes especulaciones y corrupción política.

En esta nueva ciudad de boulevares grandiosos y magníficos edificios blancos, los carteles aparecieron para colorear las calles. La columna Morris fue un elemento de mobiliario urbano creado para agrupar toda la cartelería para no empapelar la ciudad sin ningún tipo de control. Se puede decir que el arte salió a la calle porque los estilos artísticos más novedosos se reflejaban en este nuevo modo de expresión.

Gismonda
Una columna Morris en una obra de Jean Béraud, 1885.

Como hemos visto en Mucha, el modernismo no fue menos. El artista checo ayudó a instaurar la imagen del nouveau que identificamos al momento con sus líneas curvas, su aire de ensoñación y esas mujeres idílicas ataviadas de manera sofisticada con poses elegantes pero antinaturales. La mujer en la obra de Alphonse Mucha también tuvo un peso importante. Al igual que este estilo utilizó elementos ornamentales basados en la naturaleza, hizo lo mismo con la imagen femenina que la empleó como un elemento decorativo.

Gismonda

En sus carteles de Sara Bernhart, la modelo fue la actriz ataviada como personajes teatrales, pero el resto de mujeres fueron alegorías como las de las estaciones o las artes, protagonistas femeninas de óperas como Tosca, imagen de marca como la conocida del champagne Möet Chandon; todas ellas son mujeres irreales.

Si Chéret había utilizado la sensualidad de la curva femenina para abstraerla, sexualizarla y convertirla en un concepto comercial, el modernismo de Mucha, crea una imagen femenina inexistente, mujeres oníricas, de gran belleza pero sin identificación de edad, época o nacionalidad; son estereotipos femeninos de rasgos idílicos, cabelleras imposibles y vestimentas teatrales.

Con el avance del capitalismo, el cartel publicitario junto con los anuncios y portadas de revistas, siguieron poniendo a merced del estilo estético de turno, a la mujer como reclamo publicitario; su cosificación, iniciada ya en el Arte desde tiempos antiguos, se transmitió de manera natural al diseño y a la ilustración que tuvieron como objetivo vender productos a un mundo de hombres compradores.

El rol pasivo de la mujer como consumista en los inicios del siglo XX, nos llevó a adoptar el papel de emuladoras de mujeres estereotipadas e inexistentes que llegaban como mensajes ante nuestros ojos, en la mayoría de los casos, poco críticos. 

Cartel publicitario de cigarrillos Job con fuerte carga erótica. Para vender el producto aparece una sensual y atractiva mujer fumando cuando en la época estaba muy mal visto.

EL ARTISTA

Alphonse Mucha (1860-1936) fue un artista checo proveniente de una familia humilde profundamente católica. Con 19 años se trasladó a Viena donde combinó su formación como pintor y su trabajo como ilustrador y decorador teatral. Gracias al mecenazgo de un aristócrata, pudo seguir estudiando y formándose en arte ya que le costeó los estudios y un viaje a Italia. Finalmente consiguió entrar en la Academia de las Artes de Múnich y siguió compaginando su formación con la colaboración en una revista ilustrando varias portadas.

Con 28 años se trasladó a París para seguir con su formación en la Academia Julien, que como otras de la capital francesa, eran una alternativa al conservadurismo de la Escuela de Bellas Artes. Tuvo como compañero a Paul Sereusier alrededor del cual se formó el grupo artístico de los nabis, artistas que pensaban que el arte estaba en igualdad con el diseño. 

Cuando Mucha dejó de recibir ayuda económica de su mecenas, tuvo que ponerse a trabajar como ilustrador tanto para publicaciones checas como francesas. Hacia 1890, el artista empezó a ser colaborador habitual de la revista La Costume au théâtre et à la ville además de ilustrar libros. 

En 1892 expuso por primera vez en el Salón de París donde recibió una mención de honor por una selección de obras que ilustraban Les contes des Grand-Mères de Xavier Marmier.

Ese mismo año empezó a impartir clases, los llamados cours Mucha que tuvieron gran acogida e hizo que empezara a colaborar con diversas academias como profesor.

En la Navidad de 1894 Mucha realizó el cartel de la obra de Sara Bernhardt, Gismonda, con el que como ya hemos comentado, revolucionó las calles de París. A partir de entonces, Mucha diseñó no sólo los carteles de esta estrella del teatro, también la escenografía y el vestuario, llevándolos a sus giras por el continente americano. La fama de Mucha se fue extendiendo y se convirtió en el diseñador más destacado del art nouveau hasta el punto que se llegó a hablar de estilo Mucha.

Su ideología nacionalista le llevó a dedicar su arte pictórico a representar el ideal paneslavo. Su apuesta de vida fue la realización de un programa pictórico de grandes dimensiones que representara los valores nacionales eslavos. Durante años estuvo buscando financiación para el proyecto Slav Epic.

La hija del pintor, Jaroslava, representada como eslava.

En Estados Unidos fue recibido como un gran artista y empezó a realizar retratos a la alta sociedad neoyorquina. En sus numerosos viajes a este país realizó muchos contactos que le permitieron realizar diversos trabajos como ilustrador y profesor. Por fin, consiguió que un multimillonario estadounidense patrocinara su gran proyecto. En 1890 comenzó los bocetos de Slav Epic. que fue pintando en grandes lienzos durante años. Empezó la obra hacia 1912 y en estos primeros paneles representó epopeyas y escenas legendarias que muestran el sufrimiento del pueblo eslavo.

Eslavos en su hogar original. Primero de los paneles.

Mientras, su trabajo como diseñador e ilustrador no cesó, realizando incluso diseños para billetes del Banco de Checoslovaquia. Llevó a cabo diferentes proyectos en Alemania, Moravia y Rusia, todos ellos con gran éxito.

En 1919, terminada una gran parte de su epopeya eslava, fue expuesta en Praga por primera vez. Después viajó a EE.UU donde cosechó un gran éxito en el Chicago Institute, con más de cincuenta mil visitantes en una semana. Este éxito se repitió en Nueva York tanto de crítica como de público.

Alphonse Mucha trabajando en su gran proyecto en 1920.

Pese a las exhibiciones, Mucha no dio por finalizada su gran obra. Sus investigaciones sobre la historia de su país, siguieron y en 1924, pintó tres lienzos más del ciclo epopéyico. En 1926 lo dio por finalizado con la incorporación de los tres últimos, haciendo un total de veinte.

La celebración de Svantovit, Alphonse Mucha, 1912

Finalmente el ciclo fue cedido a la ciudad de Praga en el décimo aniversario de la creación de la nación checoslovaca para el cual también diseñó el cartel.

En 1939, Europa estaba inmersa en la amenaza de la guerra, y Mucha inició otro gran proyecto, El tríptico de la tres edades, de la Razón, de la Sabiduría y del Amor. Con él quiso plasmar los tres pilares básicos que sostienen a la Humanidad. Realizó una gran cantidad de bocetos minuciosos para cada una de las tres composiciones. Elaboró ​​diseños monocromáticos completos para cada panel  lápiz y acuarela pero, lamentablemente no pudo completar el tríptico como resultado de su delicada salud.

« El objetivo de mi trabajo nunca ha sido destruir, sino construir, unir. Tenemos que confiar en que la humanidad se acerque entre sí, pues todo será más fácil cuanto más capaces seamos de entendernos. »

Aunque Alphonse Mucha es recordado por sus maravillosas litografías de mujeres atemporales y bellas, fue un artista completo. Su trabajo renovó el diseño de joyas, interiores, mobiliarios y carteles pero también fue un gran pintor de profundas convicciones políticas y humanísticas.

En su aportación al arte, la renovadora de la escena teatral Sara Benhardt fue una colaboradora necesaria, su fuerza interpretativa y su personalidad arrolladora inspiraron a Mucha en busca de nuevos modelos de mujer, pero que a diferencia de ella, fueron creados a imagen y semejanza de los deseos de una sociedad machista que siguió relegando a la mujer a mero objeto de deseo.

Sara Bernhardt
Aphonse Mucha

WEBGRAFÍA

Victoria & Albert Museum de Londres (colección art noveau) https://www.vam.ac.uk/collections/art-nouveau

Fundación Alphonse Mucha http://muchafoundation.org

MuseoVirtual de ArtePublicitario(MUVAP) https://cvc.cervantes.es/artes/muvap/default.htm

La épica eslava de Mucha completa https://es.wikipedia.org/wiki/La_%C3%89pica_Eslava

Museo Art Nouveau y Art Déco – Casa Lis  https://www.museocasalis.org/

Museo D’Orsay de París https://www.musee-orsay.fr/

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