COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE JAQUES Y BERTHE LIPCHITZ
CONTEXTO HISTÓRICO ARTÍSTICO
Hablar de Amedeo Modigliani (1884-1920) no es moco de pavo. Personalmente, creo que es una de las vidas artísticas más interesantes del pasado siglo y eso que sólo vivió 35 tristes y penosos años. Pero, a veces, una personalidad como la suya hace que sean suficientes.
Mientras escribo estas líneas, Johnny Depp es noticia por presentar su segundo largometraje en el Festival de Cine de San Sebastián que relata 72 horas en la desenfrenada vida del pintor. Antes (2004), Andy García le dio vida en un film de Mick Davis y ‘Los amantes de Montparnase’ en 1958 está basada en el último año de vida del artista italiano. Y… libros, no te exagero, tienes a patadas. Quizá, uno de los mejores el que escribió el André Salmon, ‘La apasionada vida de Modigliani’. Y es que él bien le conoció.

Así que, como bien muestra el puñado de enlaces, la vida y obra de Amedeo tiene miga como para montar una cadena panadera. Llegó a Paris desde la Toscana en 1906 con 22 años, unos cuantos dibujos debajo del brazo y el consentimiento de una familia de comerciantes judíos que, todo hay que decirlo, le inculcaron el gusto por las artes desde «chequetito».
Dejadme que os diga que, en el mismo momento en el que este señor llega a la Ciudad de la Luz, Picasso daba los primeros trazos de sus ‘Señoritas de Avignon‘ una de las obras clave en la Historia del Arte al ser la puerta al cubismo. Al mismo tiempo, Cézanne y Manet habían hecho lo propio con la puesta a punto de las que se convertirían en nuevas vanguardias.
Dicho esto, mucho intelectualismo pero, no nos engañemos, Paris era la fiesta. Pero la fiesta madre, además. Para cualquier artista era inspiración pero, a la vez, desenfreno. Control creativo y descontrol personal. Buscando, precisamente, esta jarana, Modligiani vivió en Montparnasse y en Montmartre. Pero el pobre mío no partía en igualdad de condiciones porque, desde muy pequeño fue un chaval enfermizo y llevaba a cuestas episodios de tuberculosis nada alentadores.
Aunque se lo bebió todo y fue digno party animal desde el inicio, en lo que a arte se refiere, prefirió caminar sólo y no adherirse a ningún movimiento clasificado. De nada le sirvió ser un rebelde: fracasó en vida estrepitosamente y cayó en el tormento tras ver cómo sus exposiciones (su primera muestra la clausuraron por escandalosa) o intentos de vender cuadros redundaron en una decepción total que le empujó, irremediablemente, a la autodestrucción. Otras voces afirman que fue él mismo quien se negó a vender su obra por considerar este comercio un envilecimiento del arte.

A pesar de que este «ángel melancólico», «príncipe de los bohemios» o, simplemente, «Modi» cayera en picado; era descrito como ingenioso, encantador y apuesto. De cabello negro rizado, piel blanquísima y unos ojos negros penetrantes y hundidos.
“En París solo hay un hombre que sepa vestir, y es Modigliani”.
Pablo Picasso
ANÁLISIS FORMAL
Entre agua del misterio va y agua del misterio viene, pintaba cuadros (casi en exclusiva) basados en la figura humana. Y lo hacía bajo un mantra común que lo convierte en uno de esos pintores fácilmente reconocibles. Cuellos largos, ojos en forma de almendra y bocas diminutas. Y alrededor de eso, vidas, detalles, géneros, retratos y reivindicación de lo puro y primitivo como antesala del arte moderno.
Muy comprometido, también, en las artes escultóricas, Brancusi es su pastor. Siguiendo la tendencia del escultor rumano, el pintor llegó a afirmar que «lo que busco no es lo real ni irreal, sino más bien el inconsciente, el misterio de lo instintivo en la raza humana”.

Como en el cuadro que nos ocupa, la inspiración la encontró en sus amigos y amantes. Y esos característicos rostros ovalados XL, se relacionan con las máscaras africanas que tanto admiraba el artista y de las que, por cierto, Picasso también bebió de lo lindo.
La repetición de este patrón hace que puedan parecer monótonos y aburridos, sin embargo como (casi) todo tiene una explicación: puede que nuestro Modi, judío e italiano, pretendía homogeneizar a toda aquella marabunta de nacionalidades y etnias que confluyeron en el París de la época.
Jacques y Berthe Lipchitz era un matrimonio amigo del pintor. Las dos figuras se nos presentan en una composición honesta capaz de mostrar el magnetismo de personalidades contrastantes. El escultor Lipchitz aparece con su esposa Berthe Kitrosser, una poeta rusa, en su apartamento de París que anteriormente había sido, precisamente, el hogar de Brancusi.

La pose está inspirada en su fotografía de boda y la elección de colores terrosos contrasta con el punto más iluminado en la escena que, casualmente, coincide con el rostro de Berthe. El fondo, inspirado en un interior arquitectónico abstracto sirve de contrapunto con dos caras que, a pesar de seguir las mismas líneas, presentan diferencias muy evidentes. Él tiene pequeños ojos, boca y nariz algo retorcida, ella presume de grandes ojos y labios y su elegante cuello. La propia posición de la pareja apoya el argumento de que Lipchitz está por encima de su mujer y su mano resulta protectora a la vez que dominante.
Dos días tardó en pintar el cuadro. En los días previos, hizo hasta una veintena de dibujos. No paraba de trazar líneas y, el propio Lipchitz afirmó después que Amedeo sólo se tomaba un respiro para darle un lingotazo a la botella de absenta. Sin embargo…
CURIOSIDADES
Al encargo de retrato por parte de Lipchitz, Amedeo contestó:
«Mi precio es de diez francos la sesión y un poco de alcohol, ya sabes».
Lipchitz se sintió incómodo al aceptar el cuadro por solo diez francos y se excusó para que Modigliani continuara trabajando en el retrato. «Sabes, a los escultores nos gusta más sustancia«. «Bueno», respondió el pintor, «si quieres que lo estropee, puedo continuar«. El retrato terminó prolongándose durante casi dos semanas y, a buen seguro, puede que sea el tiempo más largo que trabajó en una pintura.
Me tomo la licencia de terminar este análisis hablando de, la también pintora, Jeanne Hébuterne. Que, desde que se conocieron en 1917 vivía por y para él. A pesar de su alcoholismo, delirios, traumas y enfermedades.

Modi termina muriendo a causa de su meningitis tuberculosa tras pasar varios días tumbado en el camastro de su estudio rodeado de botellas de vino y latas de sardinas. Jeanne está a su lado. Ese mismo día, la galería Devambez exhibe alrededor de 20 pinturas de Modigliani en la Place Saint-Augustin. Jeanne sigue a su lado.
Su funeral pasará a la historia por ser uno de los más impresionantes y los más importantes artistas siguen su féretro hasta el cementerio parisino de Père-Lachaise. Jeanne medita junto a su tumba.

Tres días después del óbito, y a punto de dar a luz al segundo hijo de la pareja. Quinto piso, la de su antigua habitación en casa de sus padres, y se lanza al vacío. Rue Amyot, 8 bis, distrito V de París. Tiene 21 años.
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