Jesús de la Pasión

Ficha técnica

Título: Jesús de la Pasión
Autor: Juan Martínez Montañés
Cronología: 1610-1615
Estilo: Barroco
Materiales: Madera policromada
Ubicación: Iglesia colegial del Divino Salvador, Sevilla
Escrito por: Álvaro Iglesias Galán

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE JESÚS DE LA PASIÓN

Pasada la Semana Santa y celebrado en Sevilla el eventual Santo Entierro Grande, no queríamos pasar sin hacer una revisión sobre la importancia que tiene la iconografía a la hora de representar las imágenes de la Pasión y Muerte de Jesús, y detenernos también en el valor histórico artístico que tienen muchas de las tallas que han llegado a participar en esta magna procesión.

Nos centraremos en la imagen de Jesús de la Pasión, de la Hermandad de Pasión, que hace pocos años celebró el 400 aniversario de la hechura de su talla cristífera, obra del alcalaíno Juan Martínez Montañés.

Jesús de la Pasión
Martínez Montañés contemplando la salida procesional del Señor de Pasión. Joaquín Turina y Areal (1890). Hermandad de Pasión, Sevilla.

Bien es conocido por el público cofrade que el origen de esta imagen procede de la estancia de su hermandad en la sede canónica del convento Casa Grande de la Merced (hoy Museo de Bellas Artes). Existía ya desde 1535 bajo el título de “Los Martirios de Nuestro Señor Jesucristo” y cambió su denominación al tomar las Constituciones de una hermandad de Valladolid denominada “Pasión y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”.

La problemática viene en la fecha del contrato, el cual no posee la hermandad y se da por perdido, si bien contamos con fuentes literarias que nos sitúan en el periodo entre 1610 y 1615. El testimonio se basa en una cita del mercedario fray Juan Guerrero. El clérigo fue contemporáneo de Martínez Montañés y pudo ver la imagen en el convento, atestiguando lo siguiente:

“La imagen del Santo Cristo de la Pasión (…) es admiración el ser en un madero, aver esculpido obra tan semejante al natural, no encarezco, ni podré lo prodigioso de esta hechura, porque cualquier encarecimiento será sin duda muy corto, solo baste decir es obra de aquel insigne maestro Juan Martínez Montañés, asombro de los siglos presentes y admiración de los por venir, como lo declaran las obras que hoy se hallan de su mano tan celebradas y aplaudidas por todo género de gente”.

Podemos situar que la fecha tope de ejecución de la imagen fue en 1619, pues sabemos que en enero de dicho año, Blas Hernández Bello tuvo que realizar una corona de espinas para un crucificado de la población de Los Palacios bajo este mandato “… de la materia y hechura de la que tiene el Christo Nazareno de la Cofradía de la Pasión dentro de la Merced”.

Y es que el Señor de Pasión es el culmen de las obras de Juan Martínez Montañés, como nos indican los testimonios pasados y como pueden exponer las voces más autorizadas de hoy día, pero para llegar a esta gran obra el maestro de la imaginería realizó otras tantas que le han llevado al punto más álgido que hoy disfrutamos en la Sacramental del Salvador de Sevilla.

Jesús de la Pasión
Escena de la Adoración de los Reyes Magos. Retablo mayor del monasterio de San Isidoro del Campo, Juan Martínez Montañés (1613). Santiponce, Sevilla.

Destacando el retablo mayor del monasterio de San Isidoro del Campo (1613). El relieve del Patriarca San José nos muestra la misma expresión que el Nazareno del Jueves Santo, o de igual modo se podría comparar con el retablo de San Juan Bautista del convento de San Leandro de Sevilla, en un relieve se muestra la cabeza del Santo Precursor (1622) que sigue el estilo de Pasión, pues esta obra bien es posterior, pero nos sirve para asegurar su autoría por el gran parecido estilístico que tienen ambas obras.

“Et bajulans sibi crucem exivit in eum qui dicitu Calvariae locum ubi crucifixerunt eum”.

Esto es lo que pidió la hermandad en su encargo, una talla que representara el momento en que Jesús cargaba con la cruz al hombro al Calvario, donde lo crucificarán.

Montañés estaba imbuido del espíritu religioso que dominaba Sevilla. En una época convulsa en el resto de Europa por el auge protestante sus obras no hacían más que acercar al pueblo ese contagio de Fe que necesitaba la Iglesia Católica. Transformando en madera los versos del profeta Isaías:

“Cargó sobre si todos nuestros pecados y dolencias, cargó sobre sí todas nuestras iniquidades”

“Se ofreció su sacrificio porque quiso; no abrió su boca para quejarse, conducido a la muerte sin resistencia, va como oveja al matadero; y guardará silencio ante sus verdugos”.

Del profeta no sólo se queda con esta imagen del Cordero que se entrega por los pecados del mundo, sino también con la figura de realeza de Jesucristo como dicen sus palabras:

“Él lleva en sus hombros el principado o la divisa de su realeza, y se le dará por nombre el Admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo venidero, el Príncipe de la Paz…”.




Jesús abraza lo que llama “la divisa de su realeza”, es decir la cruz, el símbolo de su martirio, el triunfo sobre la muerte, como Él afirmó ante Pilatos “Tú lo has dicho”, es el hijo de Dios y por ello se le corona, de espinas, punzantes y dolientes, pero irreductibles como su propio reinado. Por eso fue tan importante cuando se refuerza todo este discurso con elementos simbólicos como cuando se coloca a sus pies la calavera, su túnica bordada, los cardos como exorno floral…

Todo es un mensaje iconográfico y teológico que nos muestra cómo el Señor de Pasión es el mejor ejemplo de Cristo Rey, que carga con la cruz de los pecados, superando los dolores de las espinas de su corona y los cardos, que morirá en el Calvario, tras ese duro transitar por la calle de la Amargura, culminando con el perdón de los pecados.

Esto para muchos es la base de su Fe, pero sin entender todo este contenido teológico, no podemos llegar a dar el valor artístico y el profundo proceso creativo y filosófico al que tuvo que llegar su creador, el artista Juan Martínez Montañés.

Siempre se ha denostado la imaginería por su funcionalidad procesional, pero viendo el trasfondo que tiene una obra como la de Jesús de la Pasión no nos puede temblar el pulso a la hora de catalogarla como una de las mejores obras de arte barrocas de la Historia del Arte Universal.

Por lo que los contemporáneos y, en concreto, los responsables de esta y muchas hermandades que cuentan con obras de este nivel histórico, artístico y devocional no pueden hacer con ellas lo que les venga en gana. Deben darles el valor que tienen, deben ponerlas a la altura de los artistas que las crearon.

Y en esta Semana Santa se pudo ver la diferencia en una imagen como la de Jesús de la Pasión cuando el Jueves Santo fue desprovisto de un elemento tan rico como es la de su túnica bordada, que sí portó en la procesión Magna del Sábado Santo.

Del mismo modo, podríamos hablar de otras imágenes que les ocurrió algo similar, caso del Santísimo Cristo de la Expiración, el Cachorro, que el Viernes Santo fue desprovisto de su corona de espinas y potencias, luciéndolas con todo lo que supone simbólicamente, e incluso, teatralmente, ya que hablamos de otra obra cumbre del Barroco sevillano.

Si bien no podemos terminar este artículo sin aclarar que sin Jesús de la Pasión no se puede entender todo lo que viene después, la iconografía del Nazareno en las cofradías de Sevilla previamente se reducía a la iconografía simbólica de portar la cruz sin sufrir por su peso, caso del Silencio (obra atribuida a Francisco de Ocampo 1609-1611) y de la Corona (finales siglo XVI) y la iconografía típica del Nazareno de cargar con la cruz, como podrían ser el caso del Señor de la Salud (hoy titular de la Candelaria, antes de la Antigua y Siete Dolores) obra también atribuida a Francisco de Ocampo entre 1612-1615. Martínez Montañés consagra este modelo iconográfico que influirá en la escuela sevillana e hispanoamericana.

Se sabe que la Hermandad de Pasión tuvo previamente otro Nazareno y bastan las palabras del conocido Abad Gordillo en 1630, “no había ni hubo en mucho tiempo delante obra alguna de semejante representación”, y es que hay documentos que demuestran que el 24 de abril de 1570 hubo una salida en rogativas con dicha imagen, que hoy desconocemos su autor.

La obra de Martínez Montañés será el espejo en el que todas las hermandades y artistas querrán reflejarse, desde sus discípulos Juan de Mesa y Alonso Cano, obras como el Gran Poder (obra de Juan de Mesa en 1620) no serían posibles sin la influencia del alcalaíno sobre su discípulo, hasta las obras más recientes como el Señor de las Penas de San Roque (Antonio Illanes de 1939) beben de la excelente talla de Nuestro Padre Jesús de la Pasión.

BIBLIOGRAFÍA

RODA PEÑA, José: La imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión: Un modelo para la iconografía del Nazareno en Sevilla. Universidad de Sevilla, 1991.

SEBASTIÁN Y BANDARÁN, José: Jesús de la Pasión, obra maravillosa de Martínez Montañés. Sevilla, 1939.

FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, José; GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico y MAÑES MANAUTE, Antonio: Anécdotas, leyendas y curiosidades inéditas de la Semana Santa de Sevilla. Sevilla, 2002. Volumen 6.

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