Adoración de los pastores

Ficha técnica

Título: Adoración de los pastores
Autor: Giorgione
Cronología: 1505-1510
Estilo: Renacimiento
Materiales: Óleo sobre tabla
Ubicación: National Gallery of Art, Washington D.C.
Dimensiones: 90,8 x 110,5 cm.

COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES

ANÁLISIS FORMAL

Esta obra, también conocida como Natividad Allendale, representa el momento en que, según el relato bíblico, un grupo de pastores de los alrededores del pueblo cisjordano de Belén que pasaba la noche al raso para vigilar por turnos el rebaño marcha al lugar del nacimiento del Mesías anunciado por un ángel:

Cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: 

Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado». Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como se les había dicho.

Lucas 2, 15-20

La Sagrada Familia no se ubica en un establo o cobertizo, como en otras representaciones, sino en la entrada a una cueva. Este motivo, también de largo recorrido iconográfico, tiene su fuente en escritos apócrifos: el Protoevangelio de Santiago, así como el Pseudo-Mateo y el documento similar conocido como Liber de Infantia Salvatoris, sostienen que el nacimiento de Jesús se habría producido en una gruta.

Aunque es un tema popular en la historia del arte cristiano, lo cierto es que su pujanza no comenzó hasta el siglo XII, cuando la espiritualidad se inclinaba por una humanización del episodio de la Encarnación unido al redescubrimiento de la pobreza como valor evangélico. Hasta entonces, se representaba ampliamente la adoración de los Magos, con las connotaciones de poder y riqueza que ello implicaba.

El Niño Jesús aparece tumbado en el suelo, sobre una fina sábana y apoyando su rubia cabeza en una pequeña paca. Hacia él confluyen todas las miradas: la de María en actitud de adoración, con el gesto orante y arrodillada, la de su padre putativo san José y la de los dos pastores que descubren su cabeza ante el misterio del Dios hecho hombre.

El autor, Giorgione, es uno de los pintores más misteriosos de la Historia del Arte por la escasa documentación sobre su biografía y su prematura muerte (falleció a causa de la peste que asoló Venecia con solo 34 años), a pesar de su papel clave en la institución de la escuela veneciana de pintura junto con Tiziano y Giovanni Bellini.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

Si durante el Trecento y el Quattrocento los pintores muestran su dominio en el tratamiento de la luz en espacios, carnaciones y telas gracias al hecho de representar una escena nocturna, aquí Giorgione evidencia su maestría sin necesidad de esa ambientación: la acción transcurre a plena luz del día.

La iluminación simbólica baña la escena; se subraya con ello que el nacimiento de Jesús ilumina la historia de la humanidad, deteniendo el espacio y el tiempo en un «fulgor de luz».

Compositivamente, el paisaje articula la obra. Es el que define el espacio y las líneas de fuerza, combinando armoniosamente líneas estáticas (arquitecturas de la izquierda y el fondo, árboles), esquemas dinámicos con diagonales (figuras, paisaje de fondo) y juegos de volúmenes en las rocas.

En efecto, la representación de la gruta de Belén no busca ser realista sino describir el paisaje: árboles y arbustos exuberantes, un río serpenteante al más puro estilo leonardesco, las edificaciones de líneas precisas contrastando con la pincelada suelta de las nubes que cubren el cielo azul cromáticamente afín a las montañas en la gama de fríos azules… Todo se describe con gran lirismo: es un paisaje poético, virtuosamente ejecutado, que nos habla de la magistral preocupación de Giorgione por el detalle.

La acción tiene lugar a la derecha, en primer plano: el resto del lienzo se dedica al paisaje. La Virgen se arrodilla adoptando una posición de proskynesis, de adoración: reconoce así en la criatura que ha alumbrado a Dios mismo. Su rostro idealizado, de líneas suaves, deja traslucir los valores de belleza y virtud que se atribuyen a la Madre de Dios.

Detrás aparece su esposo, san José, apoyado sobre un saliente de la roca y físicamente apartado de la escena por una pequeña valla de cañas entrelazadas: se simboliza así que el carpintero no participó activamente en la concepción del Mesías, sino que es espectador del misterio. Él no es el padre biológico del Hijo de Dios, sino el custodio de él y de su madre.

De hecho, aunque su mirada está en el mismo eje que la del resto (orientada hacia el Niño Jesús), se contempla las manos en actitud de recogimiento, como reconociendo la imposibilidad de que tal acontecimiento sobrenatural hubiese salido de él a la par que manteniendo la actitud orante que se respira en toda la escena.

El tratamiento de las telas que visten María y José, y el de la indumentaria de los pastores es radicalmente diferente. Los mantos de los primeros brillan, recortándose sobre el fondo oscuro de la cueva en la que solamente se distinguen pequeños angelitos flotando de forma difusa, y ya dentro las cabezas de los animales que según la tradición calentarían al niño en cumplimiento de la profecía:

“Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no conoce ni el pueblo discierne.”

(ISAÍAS 1, 3)


En efecto, ante la negativa de los betlemitas de dar cobijo a José y María aun en la hora del parto, y habiéndose refugiado en el campo, no son los sacerdotes ni los rabinos ni los doctores de la ley quienes reconocen a Jesús, sino que son avisados y responden a la llamada los pastores, que son quienes sí reconocen en la pequeña criatura al Mesías.

Su ropa harapienta delata su condición humilde, que no parece importarles puesto que su gestualidad se vuelca en la contemplación del niño. Ambos se quitan sendos sombreros, descubriendo su cabeza ante el misterio.

El de la derecha está ya arrodillado, mientras que la posición del cuerpo del que aún está de pie nos indica que pronto caerá a tierra en la misma actitud de adoración que su compañero. Es una escena íntima pero de intensa emoción, que invita al espectador a sumarse al reconocimiento del niño como Salvador.

La perspectiva geométrica, gran obsesión del Renacimiento, se logra aquí en la parte rocosa, con el efecto de luces y sombras que crea corporeidad y volumen, pero sobre todo con la descripción del paisaje y las figuras, con proporciones estudiadas al detalle previamente.

No por ello predomina el dibujo sobre el color: al contrario, como buen iniciador de la escuela de Venecia, Giorgione potencia los cromatismos con pinceladas vibrantes de color, definiendo con ello las texturas contrastantes que aparecen en la tabla.

Sin embargo, no crea solamente volúmenes compactos sino que sabe combinar la densidad de las telas de los mantos con la ligereza de los velos, la solidez de las pesadas rocas con la leve ingravidez del agua que corre en el cuadrante inferior izquierdo.

Todo ello lo consigue mediante la adecuada aplicación de veladuras y brillos. Además, la pintura acusa en los rostros el empleo del sfumato, con el efecto vaporoso sobre la definición de los rasgos que aporta una deliciosa imprecisión del trazo que acentúa el misterio sobre las figuras.

La calidad poética del cuadro, en definitiva, responde a la suavidad de las líneas, la originalidad en el tratamiento del paisaje (matemáticamente ideado y artísticamente tratado en sus efectos ambientales), inundado de luz simbólica pero naturalista, así como a la riquísima gama cromática con función expresiva y el tratamiento de la atmósfera con un refinado empleo de las técnicas pictóricas del claroscuro y el sfumato, que nada tiene que envidiar al de las obras maestras de Leonardo da Vinci.

GALERÍA DE IMÁGENES

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

BERENSON, Bernard: The Venetian Painters of the Renaissance, Londres, 1894.

GONZÁLEZ HERNANDO, Irene: El nacimiento de Cristo, Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. II, nº 4. pp. 41-59.NATIONAL GALLERY OF ART: https://www.nga.gov/collection/art-object-page.432.html (Consulta: 23/12/2018)

NARDIDI, Claudio: Il natale. Arte e letteratura. Florencia, 2010.

VIRUS DA ARTE & CIA: http://virusdaarte.net/giorgione-barbarelli-a-adoracao-dos-pastores/ (Consulta: 22/12/2018)

ZAMPETTI, Pietro: The complete paintings of Giorgione. Nueva York, 1968




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