COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA BAÑISTA DE VALPINÇON
CONTEXTO HISTÓRICO
Esta pintura es obra de Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780 – 1867), encuadrado dentro del Neoclasicismo francés; a pesar de ello, no fue un defensor acérrimo de este movimiento.
Su interés principal residía en el dibujo, y con su obra llegó a acercarse al Romanticismo, alejándose de los cánones más puros del Neoclasicismo. Asimismo, preciamos una gran influencia de la pintura renacentista italiana y prerrafaelita.
Su producción pictórica podría dividirse en tres categorías: por un lado, la pintura histórica, donde es evidente la influencia de su maestro David (pintor predilecto de Napoleón Bonaparte); a continuación, los retratos, destinados a la nobleza de la época, los cuales gozaron de gran popularidad; y por último, sus desnudos, únicamente femeninos, y en los que apreciamos ciertos rasgos orientales y exotismo.
El desnudo femenino va a consolidarse como uno de los temas más populares y recurrentes dentro de la pintura de este período.
ANÁLISIS DE LA OBRA
La bañista de Valpinçon supone un salto radical en la producción del artista, ya que dos años antes, en 1806, realizó la célebre obra Napoleón I en el trono imperial (1806), con una temática y composiciones completamente alejadas de la obra que nos ocupa.
En sus desnudos aparecen dos elementos esenciales: el primero de ellos es el gusto por lo oriental, por los ambientes exóticos, algo que se corresponde con la lógica europea del siglo XIX de buscar nuevos ambientes, que puedan resultar incluso fantasiosos; y el segundo, la deformación de los cuerpos, con el fin de buscar el equilibrio entre el componente estético y el erotismo.
Podemos ver la figura de una mujer desnuda, de espaldas al espectador, cuya postura despierta su curiosidad. En cuanto a esa deformidad del cuerpo, Ingres alarga la espalda, con el fin de poder recrearse en el aspecto más puramente pictórico.
Se trata además de un momento de intimidad, y efímero. En esta obra, de dimensiones naturales (146 x 97 cm) destaca igualmente el empleo de la luz y de un ambiente algo saturado.
La mujer se convierte en un motivo de fascinación entre los artistas del Romanticismo, tomándola como un objeto de estudio en la práctica pictórica.
De igual modo, se produce la repetición de un mismo motivo, ya que la individualidad no es un asunto primordial; esto ocurre en la obra Baño turco (1862), donde observamos de nuevo la misma figura femenina. Este hecho responde a la importancia otorgada al propio ejercicio de la pintura, siendo una idea absolutamente moderna, replicada posteriormente en el Impresionismo.
BIBLIOGRAFÍA
TOMAN, R. (ed.), Neoclasicismo y romanticismo: arquitectura. escultura. pintura. dibujo: 1750-1848. Colonia, Könemann, 2000
National Gallery: https://www.nationalgallery.org.uk