COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA CABEZA DE CIRO ENTREGADA A LA REINA TOMIRIS
CONTEXTO HISTÓRICO
Sin lugar a dudas, el distinguido artista conocido como «el pintor de Amberes«, es heredero de un contexto sumamente complejo y tumultuoso, donde la fractura religiosa y la inestabilidad política son antesala y augurio del ecuménico Concilio de Trento, fuente de la redefinición del dogma católico y, con ello, de su nueva estética.
Hijo de un burgués calvinista acaudalado, Peter Paul Rubens fue un espectador de excepción de este escenario, donde el protestantismo fue implacablemente perseguido por los Habsburgo.
Si bien su progenitor acabó adjurando de su fe, el joven Rubens quedó marcado por la confrontación de ambas posturas, hecho que despertó en él una conciencia que no dudó en plasmar en sus obras, como puede ser el ejemplo del antibelicismo presente en «los horrores de la guerra» (1637-1638), obra ya analizada en esta plataforma.
En su genio observamos la suma del ars nova de Europa septentrional, asimilado en su paso por los talleres de Tobías Verhaecht, Adam van Noort y Otto Veen, así como en el gremio de San Lucas de Amberes (1589); y, la buona pratica florentina, fruto de su formación en Italia bajo la tutela del Duque de Mantua, Vicente I, quien se distinguió como mecenas y valedor del artista, introduciendo a su aprendizaje el gusto por los grandes maestros italianos a los que conoció en sus viajes a Roma y Génova.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Fruto del mecenazgo de la infanta española Isabel Clara Eugenia, gobernante de los Países Bajos, la obra escogida tenía como objeto establecer una analogía entre sendas gobernantes: ambas mujeres, justas, viudas, cuya virtud ha de triunfar sobre los enemigos que las asedian, representados, en este caso, como el bárbaro Ciro II, Rey de Reyes, tirano cuya ambición desmedida le llevó a retar a Tomiris empleando argucias que, ya desde la Antigüedad, se consideraban éticamente cuestionables en relación a la concepción de «buena guerra» y «guerra justa».
Para conocer en profundidad este episodio rescatado por Rubens por su resonancia histórica como modelo de conducta (arquetipo de reina guerrera, también presente en otras figuras como Pentesilea, Artemisia o Zenobia) y su capacidad de ilustrar la imagen que quería transmitir la mecenas, deberemos recurrir a fuentes clásicas, dónde, entre otras voces como Estrabón, Polieno o Jenofonte, quienes postulan diferentes versiones del relato, destacaremos a Heródoto por su semejanza con lo representado.
El cronista anatolio nos transmite en sus Historias como, al enviudar Tomiris y asumir el trono de los masagetas, empezaron a asediarla sus enemigos. Ciro II, conocido como el Grande por las campañas militares que le llevaron a conformar el imperio más extenso conocido hasta entonces, no dudó en solicitar la mano de la viuda como una estratagema para obtener su corona de forma rápida.
La gobernante, airada por el atrevimiento, rechazó la propuesta, dando lugar a la campaña militar que se saldó con la muerte del monarca persa.
Los masagetas fue un pueblo nómada del siglo VI a. C, posiblemente de ascendencia escita, conformado por una confederación de tribus de Asia central ubicadas entre el mar Caspio y el Aral (actuales Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajastán).
Heródoto los describe como un pueblo monoteista que adoraba al sol, rindiéndole culto sacrificando caballos; vivían de la ganadería y la pesca, sin emplear la agricultura; carecían de metales como plata e hierro, pero poseían otros en abundancia como latón y oro, con los que hacían diversas armas, entre las que sobresalía el hacha de guerra.
Eran monógamos y no poseían una figura semejante al matrimonio, por lo que las mujeres solían vivir juntas, ostentando una posición social que les permitía gobernar, condición inusual en la Antigüedad, que, sin duda, ayudó a forjar la leyenda de la mítica reina guerrera.
Tras la derrota y anexión de otros pueblos limítrofes, como los lidios, medos y babilonios, Ciro II dirigió su atención al noroeste, marchando hacia el río Aras, barrera natural que protegía a los masagetas de sus ambiciones. No se hicieron esperar las maniobras hostiles, el ejército persa inició la construcción de un puente y de torres de asedio.
Ante estas acciones, Tomiris envió un emisario que comunicó al enemigo que debía abandonar en el plazo de tres días su territorio, de no desistir en su empresa, otorgaba a Ciro la opción de elegir campo de batalla, siendo cada lado del río las opciones de la gobernante.
Ciro reunió entonces a sus consejeros, que, por mayoría, preferían aguardar a las tropas de la reina en esa orilla del Aras. Sin embargo, fue la voz discordante de Creso de Lidia la que ganó la atención del monarca persa, dado que argumentaba que, de atravesar la barrera fluvial y salir victoriosos, los masagetas no se detendrían ahí, poniendo en peligro los territorios persas que tenían tras de sí.
Es por ello, que idearon un plan: tras cruzar el río, a medio camino de su objetivo, posicionaron a sus peores tropas con un gran número de suministros, marchando a la retaguardia con las demás. Entre esas provisiones se podían hallar gran número de manjares, entre ellos, un vino de gran graduación al que, los masagetas, como nómadas que no practicaban la agricultura, no estaban acostumbrados.
El ejército de Tomiris, comandado por Espargapises, su hijo y heredero, marchó contra la avanzadilla, deleitándose en tan fácil victoria con los víveres abandonados por los persas. Aprovechando la coyuntura, las tropas de Ciro cayeron sobre las tropas embriagadas, masacrándolas y haciendo multitud de prisioneros, entre ellos se encontraba el propio Espargapises.
Al enterarse de lo acontecido, la reina masageta mandó un emisario recriminando las tretas del tirano. Estas evidenciaban que, en su ambición ciega, prefería abandonar toda muestra de ética, toda muestra de comprensión de qué era la guerra, con tal de someter.
“No te ensoberbezcas, Ciro, hombre insaciable de sangre, por la grande hazaña que acabas de ejecutar. Bien sabes que no has vencido a mi hijo con el valor de tu brazo, sino engañándolo con esa pérfida bebida, con el fruto de la vid, del cual sabéis vosotros henchir vuestros cuerpos y, perdido después el juicio, deciros todo género de insolencias. Toma el saludable consejo que voy a darte. Vuelve a mi hijo y sal luego de mi territorio, contento con no haber pagado la pena que debías por la injuria que hiciste a la tercera parte de mis tropas. Y si no lo practicas así, te juro por el sol, supremo señor de los masagetas, que, por sediento que te halles de sangre, yo te saciaré de ella”
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Entretanto, Espargapises, abochornado por su derrota y captura deshonrosas a manos del enemigo persa, pidió a sus captores que le liberaran de sus ataduras, aprovechando un descuido de estos para suicidarse.
Muerto su general y heredero, Torimis acaudilló su ejército contra Ciro en una batalla sin parangón en torno al año 530 a. C., que se saldó con la muerte del monarca persa. La reina ordenó la búsqueda del cuerpo del Arqueménida entre los caídos, dando lugar con el hallazgo y mutilación del cadáver al suceso que Rubens representa.
En esta emotiva y teatral escena vemos a la monarca junto a su séquito, es un instante enormemente expresivo, dónde se muestra una gran fuerza plástica y monumental en las formas y composición.
Ante los testigos estupefactos, Tomiris, colérica por la pérdida de su heredero y por la herida que ha infringido Ciro a su reino, estado que se percibe en el color de sus mejillas y en la tensión de sus manos, ordena que sumerjan la cabeza del monarca caído en un odre lleno de sangre, mientras dice:
“Aunque estoy viva y te he vencido, me has destruido, pues has tomado a mi hijo con tu astucia: pero tal como te había amenazado, ahora te ahogaré con sangre”
Hdt I.214
ANÁLISIS FORMAL
En La cabeza de Ciro entregada a la Reina Tomiris subyacen los conceptos de justicia y castigo, la idea de quien por la espada vive, también muere por ella; el justo tributo a un monarca virtuoso es la victoria, y su venganza, haber saciado la sed de sangre del enemigo en su muerte.
La escena de La cabeza de Ciro entregada a la Reina Tomiris está enmarcada por dos columnas helicoidales o salomónicas que flanquean el vestíbulo, una clara alusión, aún anacrónica (dado que este, como nos narran las fuentes, fue destruido décadas antes, en 586 a. C), al templo del rey Salomón. Los soportes, junto al escorzo del sirviente que introduce la cabeza de Ciro en el odre, agudizan la sensación de profundidad.
El autor mediante pinceladas sueltas acentua la sensación de dinamismo, de capturar un instante fugaz; plasmando a su vez figuras claramente influidas por la corporabilidad de Miguel Ángel, mientras la pigmentación y el tratamiento de la luz evoca a una escuela veneciana que tanta admiración despertó en Rubens.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
AVERMAETE, R., “Rubens el Magnífico”, El Correo, año XXX, 1977, pp. 6-22
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UNIVERSITY: https://sourcebooks.fordham.edu/ancient/tomyris.asp
GOERLICH, Daniel Benito; PIQUERAS SÁNCHEZ, Norberto; BLAYA ESTRADA, Nuria: Espills de Justícia, Fundació General de la Universitar de València, 1998
INSTITUTO MOLL: https://www.youtube.com/watch?v=_x8XG2GAW3E
MAYOR, Adrienne: Fuego griego, flechas envenenadas y escorpiones: guerra química y bacteriológica en la Antigüedad, Madrid, 2018.
MUSEUM OF FINE ARTS. BOSTON: https://collections.mfa.org/objects/32755