La caída de Faetón

Ficha técnica

Título: La caída de Faetón
Autor: Peter Paul Rubens
Cronología: 1605
Estilo: Barroco
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: National Gallery of Art (Washington, United States)
Dimensiones: 98.4 x 131.2 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA CAÍDA DE FAETÓN

ANÁLISIS DE LA OBRA

La caída de Faetón, cuya versión más lírica encontramos en la Metamorfosis de Ovidio, ha tentado con frecuencia a los artistas, por lo que tiene este relato legendario de enérgica advertencia, contra la devastadora fuerza del orgullo y la embriaguez del poder.

Faetón, joven y virtuoso, obtiene permiso de su padre (Febo, el cochero divino del carro del Sol), para tomar las riendas durante todo un día. Sordo a los reproches de Febo sobre los peligros, lanza su vehículo al asalto de los cielos, pero enseguida pierde su control, amedrentado por los monstruos del Zodiaco. Como resultado, el carro prende fuego a la Tierra, y no deja más remedio a Zeus, rey del Olimpo, que destruirlo con sus rayos.

La caída de Faetón
La caída de Faetón

Desde el fondo de las simas cósmicas, el soberano de los dioses acaba de desencadenar el fuego que, dispersando a todos los miembros del cortejo de Faetón, asegura la supervivencia de la Tierra, que se presentía ya incendiada.

En su tétrica gama de colores oscuros grises azulados, las nubes se abren en cavidades de las que emergen los ratos destructores. La luz rebota tanto en las carnes vivas como en la materia inerte, provocando la atroz desarticulación del incauto cortejo.

El fondo, atravesado por tenebrosas inmensidades, sirve de espejo a la tragedia, haciendo resaltar la rica paleta, dominada por el rojo, el amarillo y el azul y de los tejidos.

Lo más alarmante de esta pintura es que abre a la pintura horizontes tan nuevos como inesperados. En los albores del siglo XVII, La caída de Faetón rompe con los ecos del renacimiento y del manierismo para proclamar los inicios del reinado barroco con el arremolinado dinamismo de los movimientos, la teatralización dramática de la luz, la torsión patética de las anatomías, la apertura de vacíos cósmicos, el óvalo que dibujan los cuerpos al precipitarse bajo el inmenso arco del firmamento iluminado…

Es cierto, que estos elementos, ajenos al espíritu del clasicismo italiano, ya estaban anunciados en La batalla de Anghiari de Leonardo, el Juicio Final de Miguel Ángel e incluso El incendio del Borgo de Rafael, sobre todo en el dibujo de los rostros aterrados, espejo de una condición humana situada bajo el signo de la precariedad y fragilidad.

Esta obra pictórica, manifiesto de la modernidad barroca, no oculta su deuda con los grandes maestros del renacimiento, a los que Rubens descubrió durante su larga estancia en Italia, que lo llevó por Roma, Venecia, Génova, Mantua…Gracias a ello pudo realizar una síntesis genial de todas las escuelas del otro lado de los Alpes, hasta Caravaggio.

Es por ello que el cuadro conserva intacto su misterio, ya que, por mucho que lo analicemos, seguimos sin poder averiguar qué vínculo secreto une entre ellos todos los motivos de una composición que es puro vértigo, confiriéndole una unidad orgánica indestructible, y haciendo de ella un modelo insuperable para las generaciones venideras.

La caída de Faetón
La caída de Faetón: Detalle de las mujeres

Repartidas al azar, una multitud de figuras femeninas con alas de mariposas no han logrado escapar del fatal ciclón de la caída, como una especie de danza macabra pasada por el filtro del barroco.

En la parte izquierda de la pintura, el pintor desvistió intencionadamente para proceder a una serie de brillantes variaciones sobre el tema de la anatomía femenina, motivo inmemorial cuyas nuevas e inagotables posibilidades acababa de descubrir en Italia.

La caída de Faetón
La caída de Faetón: Detalle de las mujeres

Estas mujeres-mariposas, personificaciones del paso del tiempo, e imágenes ensalzadas de las estaciones y las horas, son ya puro terror e incomprensión ante la formidable turbulencia que trastoca el ciclo del día y la noche. Desnudas o veladas, dan fe de un sorprendente vigor en plena catástrofe, bien sea porque maldicen al sol asesino, bien porque lo desafían en el propio instante en el que se consuma su derrota.

«Al permitírselo todo, (Rubens) te lleva más allá del límite al que a duras penas llegan los mayores espíritus; te domina y te aplasta con tanta libertad y atrevimiento».

Eugéne Delacroix
La caída de Faetón: Detalle del caballo

Es evidente que, al cuidar especialmente el grafismo expresivo de los caballos, Rubens tenía en mente los bocetos preparatorios de Leonardo Da Vinci para su Batalla de Anghiari. Las monturas con el arnés, y liberadas del carruaje, corcovean enloquecidas con la misma angustia y desconcierto que los otros integrantes del cortejo solar.

A ello le añade el artista un curioso matiz de furia exagerada que, al enturbiar los ojos de los caballos, podría hacer pensar que están tan poco dispuestos como el hombre a aceptar sin resistencia los dictados impuestos por un destino hostil.

La caída de Faetón
Bocetos preparatorios de Leonardo Da Vinci para su Batalla de Anghiari

Es prodigiosa la violencia de los movimientos a lo largo y ancho de la pintura. Así, en primer plano, a la derecha, asistimos a la caída del infortunado Faetón, víctima de su despreocupada temeridad, mientras que el caballo que lo domina parece propulsarse en dirección contraria, hacia la bóveda celeste de la que está manando una poderosa luz.

Cubierto apenas por una parte de la toga roja, y virtuosamente descoyuntado, el cuerpo del joven da fe de un asombroso manejo del dibujo, así como de un gran conocimiento de la anatomía.

La caída de Faetón: Detalle de Faetón

«Faetón, con los rubios cabellos devastados por las llamas, cae dando vueltas hacia el abismo y describe en el aire un largo trazo del mismo modo que a veces una estrella, aunque no llega a caer, puede parecer que ha caído del cielo sereno»

Ovidio, Metamorfosis
La caída de Faetón
La caída de Faetón: Detalle del zodíaco

El círculo astrológico que se perfila por detrás de la catástrofe materializa la ruta seguida en el cielo por el carro de Faetón, pasando por los doce signos del zodíaco.

CURIOSIDADES

Si Rubens cumplió con creces el desafío de visualizar el trágico final de Faetón, el gran compositor Camille Saint-Saëns no le fue a la zaga al reproducir su lúgubre desolación sin otra magia que la de las notas en su poema sinfónico Faetón, estrenado en 1873.

Evocación del galope de los caballos a través del obsesivo ritmo de las cuerdas, traducción del temerario ímpetu del joven protagonista mediante el sonido de las trompetas, estridencias y disonancias para traducir el aumento del peligro…

Es tan admirable el dominio de los medios, que el oyente experimenta de modo casi físico la angustia y el pavor del desdichado corcel al perder cualquier apoyo tras la destrucción del carro, catástrofe a la que le sigue el triste lamento de las ninfas del río.




OTRAS ENTRADAS EN NUESTRA WEB QUE PUEDEN INTERESARTE

¿COMPARTIR ESTE ARTÍCULO?

Share on facebook
Compartir en Facebook
Share on twitter
Compartir en Twitter
Share on linkedin
Compartir en Linkdin
Share on pinterest
Compartir en Pinterest

Deja tu comentario

Deja una respuesta

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para fines de afiliación y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad