COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA COLOSAL
CONTEXTO HISTÓRICO
Antes de adentrarnos a analizar a La Colosal, hay que decir que el Barroco fue el arte oficial de la Contrarreforma. En el siglo XVII asistimos a la primera época de masas de la Historia Moderna tras la aparición de una nueva sociedad surgida de varios procesos de cambios.
Esta nueva sociedad estará necesitada asimismo de una nueva cultura. En este sentido, el Barroco será la primera manifestación cultural que use recursos de acción masiva con fines propagandísticos, lo que se aprecia, entre otros, en las características del arte de la religión postridentina.
En general, el arte del Barroco pretenderá influir en la forma de actuar de la población para mantener una situación de orden social. Así pues, se buscaba persuadir y mover al espectador por medio de recursos psicológicos. No obstante, se le daba primacía a lo visual por su capacidad para influir en el comportamiento del ser humano.
De hecho, según Maravall, «son los ojos, entre los sentidos que sirven al alma, por donde entran y salen muchos afectos». En este sentido, la representación del mundo que ofrecía el pintor barroco tenía como objetivo que el público se sintiera admirado y conmovido.
Por su parte, las imágenes religiosas proliferaron como consecuencia de su finalidad didáctica. A su función propagandística contra la ideología protestante, se le sumaba otro objetivo: exponer figuras ejemplares y fácilmente reconocibles que debían imitar aquellos que las veían.
Las iconografías terminaron siendo bastante estereotipadas con el objetivo de facilitar la lectura que de ellas hacían los espectadores. Para que estos se sintieran más identificados con los personajes divinos y se mostraran más inclinados a imitar su conducta, tuvo lugar un proceso de humanización y secularización de las imágenes. Se pretendía que aquellos que contemplaran una obra pudieran ver reflejada en ella su vida cotidiana.
Para ello, se recurría a mecanismos tales como la representación de escenas en entornos con un marcado carácter familiar y la caracterización de los personajes como individuos con sentimientos.
En última instancia, se trataba de establecer un paralelismo entre la realidad superior representada en las obras y la vida real de la sociedad del siglo XVII a través de la humanización de la primera.
Asimismo, para conseguir que las imágenes fueran lo suficientemente atrayentes como para provocar en el observador el deseo de emularlas, se recurría a técnicas para embellecerlas y ofrecerle al público lo que deseaba.
ANÁLISIS FORMAL
Esta Inmaculada Concepción es una obra de Murillo realizada para la iglesia del antiguo convento de San Francisco de Sevilla. En esta pintura podemos ver a una Virgen que apoya el pie derecho sobre la luna y la rodilla izquierda sobre una nube rodeada de querubines y que mantiene las manos en posición orante.
Con respecto a la vestimenta, siguiendo las convenciones recogidas en el tratado de Francisco Pacheco, Arte de la pintura, porta una túnica blanca y un manto azul que sugieren dinamismo: la túnica ondea al viento y las mangas aparecen hinchadas.
Puesto que el lienzo estaba pensado para ser colocado a una altura elevada, Murillo ejecutó su obra teniendo en cuenta que el espectador la observaría de abajo a arriba. Con La Colosal, Murillo superó, por influencia de José de Ribera, las representaciones estáticas de la Inmaculada.
Siguiendo los principios establecidos por Pacheco en su obra, Murillo representa en La Colosal a una adolescente bella con una expresión dulce. La mirada gacha contribuye a crear una imagen de una mujer sumisa que parece aceptar sin más su destino.
Se puede establecer, por tanto, un paralelismo entre esta actitud y la sumisión que se esperaba por parte de las mujeres. Así pues, con esta iconografía se pretendía despertar en el público femenino sentimientos de obediencia, ternura y humildad.
En La Colosal percibimos una desvinculación de la Virgen de lo terrenal a la vez que se resalta su relación con el ámbito celestial. La naturaleza sagrada de María se subraya por medio del halo de luz celestial que rodea su rostro.
Además, se recurre a una representación idealizada en tanto que se trata de una Virgen que no presenta ninguno de los rasgos que denotan los dolores típicos del embarazo o el parto; ni siquiera se pueden apreciar evidencias del embarazo.
En esta Inmaculada Concepción se aprecia con claridad la influencia de las medidas promovidas por la Contrarreforma para realizar imágenes sagradas.
Es obvia la función pedagógica que se persigue con esta obra y, por consiguiente, la intención de influir en el comportamiento de la mujer de la época a partir de una Virgen que encarna los ideales morales de la Iglesia. Del mismo modo, la cuestión del decoro, tratada tanto por la Iglesia como por teóricos del arte como Pacheco, también se respeta en el tratamiento de esta imagen de la Virgen.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Para mantener el orden en la sociedad, uno de los objetivos que se marcaron las autoridades eclesiásticas fue el de regular la virginidad. A raíz de la actuación de Eva, la mujer y su cuerpo fueron considerados una tentación y un peligro para el hombre. Para librar a María de los rasgos negativos atribuidos al resto de mujeres, se formularía el dogma de su inmaculada concepción.
Existía la creencia de que a través de la abstinencia sexual era posible adquirir poderes sobrehumanos. Es por ello por lo que el catolicismo subrayaría la importancia del celibato de los sacerdotes y se le concedería especial relevancia al voto de castidad dentro de la vida monacal.
Con ello se marcaba con más intensidad la diferencia entre la clase religiosa y la clase laica de la sociedad, pues esta última tenía la posibilidad de recurrir al matrimonio para abandonar la abstinencia sexual.
No obstante, hay que tener en cuenta que a lo largo de la historia se había venido insistiendo en la sexualidad como algo pecaminoso de lo que se debía huir y, de hecho, esta solo estaba permitida cuando tenía como objetivo la proliferación de la especie humana.
Las Inmaculadas se venían representando en Sevilla desde principios del siglo XVII. Con el modelo de la Inmaculada se buscaba acentuar la importancia de la virginidad y lograr que las mujeres de la Edad Moderna vieran en ella un ejemplo a seguir. Conviene tener en mente el debate que se desarrolló en torno a dicha representación de la Virgen.
Así pues, mientras que los dominicos negaban la concepción inmaculada de María, los franciscanos eran defensores de esta creencia. En este contexto, las autoridades sevillanas optarían por solicitar a Felipe III que intercediera ante el Papa para que se aprobara el dogma de la Inmaculada. Finalmente, se consiguió que Pío IX proclamara la inmaculada concepción de la Virgen el 8 de diciembre de 1854.
En tanto que la Inmaculada termina entendiéndose únicamente como la receptora del hijo de Dios, se resalta la naturaleza pasiva de la mujer. Al mismo tiempo, el hecho de que la Virgen pudiera concebir a su hijo sin la colaboración de un sujeto masculino le permite a la misma cierto grado de independencia con respecto al varón.
Por una parte, se puede interpretar que esta realidad entra en contraste con la posición de subordinación de la mujer frente al hombre, que era el estado habitual en la sociedad del Antiguo Régimen.
Por otro lado, al tratarse de una mujer independiente que elige de forma voluntaria el camino hacia la maternidad y la reclusión en el ámbito doméstico, se pretendía hacer de la Inmaculada un ejemplo a seguir para todas las demás mujeres. No obstante, era difícil que este último objetivo se pudiera cumplir. Al público femenino se le presentaba la imagen de un ser con atributos contradictorios, a saber, el de la maternidad y el de la virginidad.
Así pues, se entendía que lo ideal sería poder llegar a ser madre, pero sin tener que recurrir para ello a la sexualidad y evitando todo aquello que tuviera que ver con el proceso que se debía desarrollar desde la gestación hasta el momento del parto, algo fuera del alcance de la mujer real.
Todo ello podía causar que, en comparación con la perfección de la Inmaculada, la mujer de la vida real fuera más consciente aún de sus defectos.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Murillo. I, Su vida, su arte, su obra. Madrid, 1981.
FERNÁNDEZ VALENCIA, Antonia: “La pintura, fuente para la historia de las mujeres. Siglos XV-XVII”, Creación artística y mujeres. Madrid, 2000.
IBERO, Alba: “Imágenes de maternidad en la pintura barroca”, Las mujeres en el Antiguo Régimen: imagen y realidad (s. XVI-XVIII). Barcelona, 1994.
MARAVALL, José Antonio: La cultura del barroco: análisis de una estructura histórica. Barcelona, 1998.
MUSEO BELLAS ARTES DE SEVILLA: https://www.museosdeandalucia.es/web/museodebellasartesdesevilla/obras-singulares/-/asset_publisher/GRnu6ntjtLfp/content/inmaculada-concepcion-la-colosal- (Consulta: 23/09/2022).
PACHECO, Francisco: Arte de la pintura. Francisco Pacheco; edición, introducción y notas de Bonaventura Bassegada i Hugas. Madrid, 2001.
PATRIMONIO DE SEVILLA: https://www.patrimoniodesevilla.es/la-inmaculada-la-colosal-del-museo-de-bellas-artes (Consulta: 23/09/2022).
VALDIVIESO, Enrique: Murillo: sombras de la Tierra, luces del cielo. Madrid, 1991.
OTRAS ENTRADAS EN NUESTRA WEB QUE PUEDEN INTERESARTE
- La iconografía de la Inmaculada Concepción
- El poder del amarillo en el arte
- El poder del azul en el arte
- Las Santas de Zurbarán
- Los niños de Murillo y la Peste de 1649
- La lactancia de San Bernardo según Murillo y Alonso Cano
- La representación del amor en el mundo católico
- Sagrada Familia del pajarito