COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA CONDESA DE VILCHES
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Posiblemente estemos ante el más conocido de los más de 600 retratos que realizó Federico de Madrazo durante su trayectoria. En él se nos muestra a Amalia de Llano, condesa de Vilches.
Una de las personalidades más importantes de la Madrid decimonónica, amante de la literatura, la música y las artes escénicas, y que llegó a organizar importantes eventos culturales con los grandes intelectuales de la época.
Fue además gran amiga personal del pintor, cosa que conocemos por las agendas de Federico de Madrazo, de ahí la cercanía de esta obra que romperá con los cánones que se practicaban en la retratística española del siglo XIX.
ANÁLISIS FORMAL
Para retratar a la Condesa de Vilches, Federico de Madrazo rompe no sólo con la manera de retratar en la España del momento, sino con su propio estilo.
Al tratarse de un retrato especial, del retrato de una persona de su confianza, le otorga un tratamiento distinto, mucho más cercano. Para lograr esa cercanía recurre a la influencia de la retratística francesa del XIX, más concretamente de Ingres.
Frente a la lejanía, la quietud y el hieratismo de los retratos aristócratas del momento, la Condesa se nos presenta cercana y sensual, con una pose impropia en la España de ese tiempo.
Para contribuir a esa sensualidad, Federico remarca las curvas por toda la composición. El sillón se nos presenta girado, para permitir que la Condesa se apoye sobre el brazo del mismo y nos pueda brindar esa postura tan característica.
Las mismas formas del rostro y cuerpo de la Condesa se nos muestran curvas, remarcando en todo momento esa sensualidad que se quería transmitir. Incluso las formas del mismo sillón son curvas.
Para rematar, los únicos puntos que debían ser rectos a la fuerza, los ángulos, son curvados por el propio pintor, para dar así ese carácter unitario a toda la composición del lienzo.
Si decíamos que Jean-Auguste-Dominique Ingres había influido a la hora de afrontar la composición del retrato, para el dibujo no iba a ser menos. Observamos una gran pureza de líneas en todo momento, algo que también se iba a convertir en característico del autor.
El color también tiene un papel importante en este retrato. Frente a la paleta oscura que Madrazo solía utilizar para otros lienzos de este género, aquí observamos el uso de colores vivos, que contribuyen a exaltar el carácter sensual de la retratada.
Si a eso sumamos la maestría del pintor para el tratamiento de los ropajes, tenemos como resultado unas calidades textiles que casi nos permiten adivinar el tacto que podían tener las vestimentas de la Condesa en el momento en que se ejecutó el retrato.
Ese colorido del vestido contrasta radicalmente con la palidez del rostro de Doña Amalia, cuya mirada capta toda la atención del espectador gracias al brillo que Federico de Madrazo le otorga.