La consagración de Napoleón

Ficha técnica

Título: La consagración de Napoleón
Autor: Jacques-Louis David
Cronología: 1806-1807
Estilo: Neoclasicismo
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Musée du Louvre (París)
Dimensiones: 6,21 m x 9,79 m

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA CONSAGRACIÓN DE NAPOLEÓN Y MARÍA AUXILIADORA

CONTEXTO HISTÓRICO

Hemos elegido la Consagración de Napoleón como una obra que nos va a servir de hilo narrativo a por qué el emperador francés fue el causante de establecer el 24 de mayo como el día de la onomástica de María Auxiliadora, que hoy celebramos.

Un empedernido republicano que con sus acciones acabó impulsando, de forma involuntaria, una de las festividades destacadas del mundo católico.

La escena que contemplamos sucedió el 2 de diciembre de 1804 en la Catedral de Notre Dame de París, como podemos comprobar si miramos a la derecha. Se trata de la escultura de la Piedad de Nicolás Coustou (siglo XVIII) que preside la cabecera del templo, recientemente accidentado.

El espacio elegido no es casual, Napoleón quiere romper con la tradición de la monarquía Borbón en Francia que celebraba sus coronaciones en la catedral de Reims. También cambia el protocolo ya que, pese a ser una ceremonia religiosa con toda la pompa habitual en la realeza, se corona a sí mismo. Símbolo de que es el pueblo quien lo corona.

En dicho acto estuvo presente el papa Pío VII. ¿Cómo se prestó el Sumo Pontífice a dicho acontecimiento? Todo viene tras pactar el Concordato de 1801 entre Francia y la Santa Sede. Pactan una serie de puntos que al año siguiente Napoleón pondría en riesgo al aprobar unos artículos en los que la Iglesia francesa se quedaba más en manos del Estado que de Roma.

Napoleón quería al papa para su coronación, y el papa quería aprovechar el momento para convencer al emperador de que suprimiera sus artículos. Como veremos en la obra de David, el papa queda en segundo plano. El objetivo de Napoleón era ese, ser el protagonista por encima del mismo Santo Padre. El papa asume el papel y sólo bendice la autocoronación.




En cambio, al acabar la ceremonia, el pueblo aclamó al papa Pío VII. Lo que provocó el enfado de Napoleón. El papa vio que había aún esperanzas de recuperar la fe del pueblo francés que había dado de lado a la religión católica en los años de la Revolución.

Tras este acontecimiento las relaciones entre Francia y Roma se vieron muy dañadas. Se dieron tres situaciones muy graves:

  1. La petición de divorcio de Jerónimo Bonaparte, el hermano menor del emperador. Con la negativa de Pío VII.
  2. La demanda de Napoleón de ayuda militar a Roma para su lucha contra Inglaterra. El papa decidió mantenerse neutral.
  3. La represión como respuesta y la ocupación militar de Roma en 1808. El Santo Padre finalmente acabó excomulgando a todo aquel que actuó en dicha invasión.

Esto provocó la encarcelación de Pío VII en 1809. Es en este momento en el que el papa en sus oraciones reza y pide a la Virgen: “Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándose una nueva fiesta en la Iglesia Católica”.

No será hasta 1812 cuando será trasladado al palacio de Fontainebleau, tras un duro viaje donde cayó enfermo y se temió por su vida. Napoleón forzó al papa a firmar un nuevo concordato donde renunciaba al control de Roma y que aceptaría residir en París. Finalmente, se arrepiente y niega el concordato de Fontainebleau al haberlo hecho bajo presión.

La difícil situación por la que pasará Napoleón en 1814 provoca que libere al papa para que regrese a los Estados Pontificios, donde recupera su soberanía y es recibido con gran jubileo.

¿Por qué toda esta historia? Pues resulta que, una vez recuperado su trono en Roma, un 24 de mayo de 1814 el papa Pío VII cumple su promesa y decreta que a partir de entonces todos los 24 de mayo se celebrara la fiesta de María Auxiliadora.

Es decir, gracias a alguien que intentaba controlar la Iglesia y establecer que en Francia no hubiera religión oficial. A causa de que Napoleón encerrara al papa, que acabó pidiendo la intercesión de la Virgen para su libertad, provocó que finalmente se estableciera la festividad de esta advocación.

Devoción que viene de tiempo atrás pese a fijarse la fecha en el siglo XIX, ya que se sabe que se le rinde culto a María Auxiliadora desde época paleocristiana.

A lo largo de la historia tuvo grandes defensores como San Juan Crisóstomo que en el siglo IV ya habla del “Auxilio potentísimo”, o en los siglos VII-VIII con Juan Damasceno, que establece el “María Auxiliadora, rogad por nosotros” o San Germán que invoca a la Virgen como auxiliadora de los pobres.

ANÁLISIS DE LA OBRA

La consagración de Napoleón
La consagración de Napoleón

El tema ya lo hemos comentado, es la coronación de Napoleón en la iglesia de Notre Dame de París. Fue un encargo directo del propio emperador a Jacques-Louis David. Acabó en 1837 en el palacio de Versalles hasta que en 1889 es enviado al Museo del Louvre. Lo que podemos ver hoy día en la antigua residencia real es una copia.

El protagonista principal es Napoleón, al centro de la escena, de pie con la corona en sus manos. Mientras que todos los de su alrededor están o sentados o arrodillados ante él. Acto de total sumisión al emperador.

La primera en arrodillarse, su esposa, Josefina de Beauharnais. Es coronada por su marido y no por el papa. Es el pueblo, que reconoce a Napoleón como emperador el que la corona, y no la Iglesia.

El papa queda relegado a un segundo plano. Sentado y sin elementos identificativos como la tiara o la mitra. Elementos que si portan los otros miembros eclesiásticos que aparecen atrás y fueron designados por Napoleón tras la firma del Concordato de 1801. El único gesto que realiza es de bendecir la coronación.

No sólo se relega al papa sentándolo detrás del militar francés. David se toma una licencia artística, aunque muy simbólica. En la tribuna, lugar de preferencia, coloca a María Letizia Ramolino.

La madre de Napoleón no estuvo en la coronación, pero el pintor la sitúa en un lugar de importancia en la ceremonia, ya que para el emperador sin duda tenía más valor que la presencia del mismísimo Santo Padre.

En el extremo izquierdo podemos ver al resto de la familia Bonaparte. Luis, rey de Holanda y José, rey de Nápoles y España, y las hermanas de Napoleón. Al otro lado, miembros aristócratas y de la diplomacia con los símbolos principales del buen gobierno, el cetro, la mano de la justicia y el orbe.

Finalmente, el propio artista se hace representar en la parte superior de las tribunas, contemplando como uno más del público una de las escenas más importantes y simbólicas del que fuera general republicano durante la Revolución Francesa y que acabó siendo emperador de los franceses.

BIBLIOGRAFÍA

MANFRED, Albert: Napoleón Bonaparte. Madrid. 1995.

MORAL RONDAL, Antonio Manuel: Pío VII: Un papa frente a Napoleón. Madrid. 2008.

RAMÍREZ DOMÍNGUEZ, Juan Antonio: “Clasicismo y romanticismo en la pintura”. Historia del Arte. Madrid. 1986, pp. 711-715.

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