COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA DANZA DE LA VIDA
El famoso pintor noruego Edvard Munch (Løten, 1863 – Skøyen, 1944) caracterizó su trayectoria artística con el intenso dramatismo y la intensidad cromática que le convirtieron en un referente para el expresionismo a principios del s. XX.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
La danza de la vida nos muestra una escena estival, un baile de verano al aire libre en la costa de Noruega, con suaves líneas horizontales en las que se funde una paleta de delicados tonos pasteles con la fuerza de las tonalidades oscuras que tanto caracterizaban al pintor.
Munch consigue otorgar ritmo a la obra mediante la disposición de las figuras en el lienzo, plasmando dos planos narrativos. Las formas horizontales aparentan ser simples, pero están cargadas de una fuerza intensa que el pintor resuelve con líneas ondulantes, apenas sugeridas por el movimiento del pincel; el plano vertical está definido por los personajes y el reflejo de la luz. No se trata de un paisaje que habla por sí mismo, sino que lo protagonizan tres figuras femeninas que representan los estadios diferentes de la vida y el amor.
El autor centra la composición a partir de la pareja que aparece bailando en primer término. La vista se dirige hacia el sol como un punto brillante amarillo que destaca en el fondo de la obra; flanqueados por dos figuras femeninas, un hombre baila con una mujer vestida de rojo – color que simboliza la pasión -, ambos personajes están absortos en su propio mundo, sin que importe el entorno, y recurre a las líneas onduladas del vestido y el cabello que se se arremolinan alrededor de él fundiendo a los amantes en una sola figura, transmitiendo con ellos esa tensión propia del artista.
A la izquierda, se encuentra una joven con un vestido blanco, que realza su pureza; sonríe y destacan sus mejillas sonrosadas, delatando que tal vez está enamorada, pero, a diferencia de la mujer de rojo, ella representa la ilusión y la inocencia del amor.
En el lado derecho, una mujer madura, vestida de negro, tal vez de luto, con el rostro serio y las manos entrelazadas, observa a la pareja de bailarines con desaprobación, pero a la vez resignada a su propia soledad; simbolizando lo transitorio de la vida y el amor. Las dos figuras indican, más allá de la diferencia de edad, la yuxtaposición entre la ilusión amorosa y el desengaño: son las dos caras de la misma moneda.
Estos cuatro personajes principales están acompañados por otras figuras en el fondo, que parecen estar completamente entregados al disfrute del baile veraniego. De entra ellas destaca la figura del hombre que parece mirar al espectador con una mueca, arrebatado, casi caricaturesco.
Munch reconoció tiempo después de haber pintado el cuadro que la inspiración le llegó tras bailar un verano en Åsgårdstrand (Noruega) con su primer amor, por lo que se entiende que el lienzo es un homenaje a la mujer, aunque convierta un evento festivo en una escena con tintes fantasmales.
La danza de la vida también puede ser una versión posterior del cuadro Las tres etapas de la mujer (1894), que el pintor realizó como pieza central de la serie “El friso de la vida”, aunque fue el primero el que finalmente estuvo en la exposición de 1903. El tema central de Las tres etapas de la mujer se mantiene en La danza de la vida, aunque con significados más explícitos que se refuerzan con su imaginario simbólico y el uso del color. La obra no solo plasma tres etapas de la vida de la mujer, también revela el miedo que sentía el pintor hacia el amor, reafirmando una vez más la dualidad entre el terror y la pasión, que marcaron su vida sentimental y hacen que su obra trascienda más allá de lo autobiográfico.
GALERÍA DE IMÁGENES
BIBLIOGRAFÍA
EDVARD MUNCH IN THE NATIONAL MUSEUM:http://www.nasjonalmuseet.no/en/collections_and_research/our_collections/edvard_munch_in_the_national_museum/The+Dance+of+Life%2C+1899%E2%80%931900.b7C_wljW5c.ips (Consulta: 25/11/2018)
MUNCHMUSEET: https://munchmuseet.no/en/ (Consulta: 25/11/2018)