La Dolorosa de Salzillo

Ficha técnica

Título: La Dolorosa
Autor: Francisco Salzillo y Alcaraz
Cronología: 1755-1756
Estilo: Barroco
Materiales: Madera, cáscara de huevo, cristal
Ubicación: Iglesia de Jesús-Museo Salzillo, Murcia
Dimensiones: 165 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA DOLOROSA DE SALZILLO

ANÁLISIS FORMAL

La imagen posee unas dimensiones menores que el natural, algo que es común a todas las tallas de Salzillo. Esto tiene relación directa con el sentido de sus esculturas: Están orientadas a la procesión, ya que la mayoría de ellas (caso específico de la Dolorosa) responden a los encargos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Murcia.

Es, por ello, una imagen de vestir. Esta concepción del tamaño permite que la figura, una vez entronizada y en el contexto de una contemplación en abierto, en la calle, pueda ser vista y asimilada por el ojo humano de forma holística, en una visión de conjunto.

La Dolorosa es «la Estrella de la mañana», ya que recibe el primer rayo de sol al amanecer y, tras ello, se inicia el cortejo del Viernes Santo.

La Dolorosa a su paso por la catedral de Murcia en la mañana del Viernes Santo.

Destaca su postura de brazos abiertos, en actitud declamatoria, con el rostro ligeramente elevado hacia arriba, enfatizando la mirada dirigida al cielo.

Puesto que es una virgen para vestir, observamos el ajuar que se diseñó para su vestimenta el día de su coronación canónica como Reina (22 de octubre de 2006): manto de terciopelo azul y túnica rosa, bordados ambos con espolines en plata.

La virgen queda cubierta con una mantilla granadina blanca y una corona, con doce estrellas también de plata y rematadas, cada una, por un brillante en el centro. Su tez es pálida, tanto en el rostro como en las manos; únicos elementos desnudos de la talla.




ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

La Virgen de la Dolorosa es una advocación mariana que representa los Dolores de María, en concreto, el sufrimiento de la madre de Cristo ante los designios de su pasión. Esta imagen es producto de la imaginería barroca, es decir, la escultura dedicada a la temática religiosa, cuyo género fue altamente prolífero en el Siglo de Oro español.

Como representación propia del barroco, la imagen de la Dolorosa tiene la finalidad de mostrar al espectador el acervo del dolor, la profundidad de un sufrimiento difícilmente acotado en la mente humana. En esta representación de Salzillo destacan, como elementos del dolor, la configuración y expresión de los ojos y los brazos.

Los ojos determinan la significación del rostro, que eleva la mirada al cielo en un halo de desolación. Los materiales empleados en su elaboración (cáscara de huevo y lágrimas de cristal) contribuyen al realismo de la mirada, que trasciende lo terrenal.

Por su parte, los brazos abiertos advienen la resignación de la pena, claman también al cielo y acogen el vacío que nunca más podrá llenar el cuerpo inerte del hijo.

Ambos elementos componen un “poema del dolor”, como lo calificó el marqués Ramón Chico de Guzmán (1843-1876, vinculado a la casa de la Real Piedad, en Cehegín, Murcia), al igual que una oda a la belleza, la belleza de la pena, algo que así reconoció en esta Dolorosa la escritora Emilia Pardo Bazán (1851-1921), quien era un ejemplo real de madre atravesada emocionalmente por la pérdida de un hijo.

La Dolorosa sustituyó a una “anticuada”, según Salzillo”, representación de la Soledad; advocación que también alude a la pena de la muerte del Señor, pero con una composición de la figura más hermética.

La apertura de los brazos en esta nueva Dolorosa aporta un significado mucho más dramático, más teatral y vivo, de tal modo que la imagen es más conmovedora.

De hecho, muchas de las Dolorosas del barroco español están representadas con la citada iconografía de la Soledad, que agarra en sus manos cerradas el corazón clavado con los siete puñales de la pasión. Sin embargo, Salzillo configura aquí un dolor abierto, tan amplio que desborda la proporción de lo que es tangible a las manos.

Otro de los aspectos de la iconografía de la Dolorosa y, en general, de toda la imaginería de Salzillo, es la plasmación de la juventud en los rostros. Esta tendencia habría sido desarrollada por el escultor de forma paulatina al calor de la experiencia en el taller de su padre (Sánchez-Rojas, 2006).

Realmente, no es esta una tendencia inconexa, pues rápidamente podemos pensar en las Inmaculadas de Murillo, las cuales poseen un rostro adolescente. En lo que a la impronta de Salzillo respecta, la representación de iconografías juveniles supuso una evolución respecto a sus primeros trabajos, y fue lograda gracias a una mejora técnica en el uso de las gubias y a una aclaración de las policromías.

La juventud del rostro de la Dolorosa, que debía traer consigo un color rosado lleno de vida, contrasta con la policromía blanquecina de su rostro, casi marmórea. De este modo, expresión y color congelan la imagen en el instante del dolor, perpetuándolo. Así, la Dolorosa de Salzillo cierra el cortejo del Viernes Santo murciano, actuando como colofón a la recreación de la Pasión.

Cabe destacar que no es este el único ejemplo de Dolorosa que esculpió Salzillo: la influencia del escultor, aunque único en Murcia, se extendió a provincias colindantes como Alicante y Albacete, en las que la mano del escultor sigue presente a través de la Virgen de los Dolores de la Villa Real de Dolores y la Dolorosa de Tobarra, respectivamente.

CURIOSIDADES

Salzillo se inspiró en su hermana para recrear el rostro de la Dolorosa y, en concreto, para plasmar la aproximación más real al dolor materno. Para ello, según cuenta la leyenda, abordó a su hermana fingiendo la desaparición del hijo de esta para comprobar, en vivo, la expresión de una madre ante el desasosiego de los hechos.

Cuando el colmo de la desesperación atisbaba su rostro, Salzillo la habría llevado a su estudio para plasmar, in situ, el desgarro emocional del modelo real. 

BIBLIOGRAFÍA

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