COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA MEZQUITA DE CÓRDOBA
CONTEXTO HISTÓRICO, POLÍTICO Y ARTÍSTICO
En torno al 750, Abd Al-Rahman I, terminó huyendo del conflicto y masacre que se produjo en Oriente por parte de la nueva dinastía abbasí y logró hacerse con el control de las tropas bereberes y árabes del norte de África y Al-Ándalus (756-788), y cuando llegó a la Península Ibérica conformó la dinastía Omeya y puso como capital de la misma a Córdoba.
Inmediatamente después, Abd al-Rahman I, se proclamó emir (soberano que contiene el poder político y militar), y esto supuso que su emirato fuese independiente y ajeno a la autoridad político-religiosa abbasí, cuya capital era Bagdad.
Con el paso del tiempo, el emirato cordobés pasará a ser califato pues en el año 929, Abd al Rahman III, se proclamó califa. Es decir, se proclamó soberano no solo del poder político y militar, sino también del poder religioso.
En Al-Ándalus se levantaron conflictos que el califa Abd al Rahman III supo solventar centralizando el poder de su gobierno en la península y en el norte de África. Asimismo, llegó a controlar las rutas comerciales de oro y marfil y acrecentó los ingresos económicos durante su mandato.
Las primeras grandes obras que se construyeron en la península, en capitales como Zaragoza, Toledo, Mérida o Córdoba, fueron de fundación romana, con grandes monumentos que aún se conservan actualmente.
Estos monumentos se fueron amortizando a lo largo del tiempo y se reutilizaron algunos edificios y espacios de los lugares públicos para darles nuevas funciones. Asimismo, muchos otros monumentos sirvieron de cantera para la construcción de algunas estructuras.
Gracias a los estudios e investigaciones arqueológicas se sabe que estas ciudades tenían pequeñas iglesias – que posteriormente se convirtieron en sedes episcopales – debido a que los antiguos reyes visigodos adoptaron el cristianismo como religión y fundaron estas instituciones en estos territorios.
Eso quiere decir que no solo habían iglesias, sino también sedes palatinas, en donde los obispos controlaban la recogida de los impuestos. Así, cuando llegaron los musulmanes, se sirvieron de estos hábitos y pactaron con las iglesias para seguir recaudando estos impuestos.
De esta manera, tanto los monasterios como las iglesias, siguieron ejerciendo sus funciones, pues se les permitió que siguieran celebrando las liturgias y cultos cristianos. No obstante, aquellos que no querían pagar impuestos se convirtieron al islam.
Evidentemente, todo este proceso se desarrolló paulatinamente dando lugar al esplendor de una producción artística y cultural sin parangón en la historia del arte de España y Europa.
ANÁLISIS DE LA OBRA
La Mezquita de Córdoba es en muchos aspectos el paradigma de los motivos esenciales del arte islámico. Entre ellos está la sensación de ver un edificio monumental que es austero en su aspecto exterior, pero que se contrasta con la exuberante decoración que hay en su interior.
Esto a su vez se relaciona con aspectos consustanciales que tiene el islam respecto a la arquitectura, como es en este caso, y también con la sociedad, la cultura, y la vida misma, es decir, se trata de buscar la preservación de lo íntimo y de lo personal.
Es importante señalar que la Mezquita de Córdoba es el resultado de la sucesión de diversas fases constructivas: la primera fue la de Abd al Rahman I (784-786). En realidad lo que ha llegado a nosotros – y cómo nos ha llegado a causa de las ampliaciones – es una reducida zona desvirtuada.
Según los estudios arqueológicos e investigaciones, también sabemos que esta primera mezquita se construyó tras una serie de acuerdos con la comunidad mozárabe en los que, finalmente, Abd al Rahman I pudo obtener un espacio propio – casi a finales de su vida – para la construcción de un edificio completamente islámico.
Anteriormente, habían compartido con los cristianos uno o varios edificios – como la iglesia de San Vicente – y no es hasta el 786 cuando empezaron a utilizar la nueva construcción como mezquita.
El edificio no se orienta a La Meca -y desconocemos el motivo de esta falta de orientación canónica – pues la desviación en la mezquita es más que notable y lo hace hacia el sur.
Cuando Abd al-Rahman I dio la orden para la construcción de esta mezquita fue muy consciente de toda la cultura visual que le rodeaba, es decir, supo que la tradición romana y visigoda eran dos fundamentos de legitimación importante para exaltar su autoridad como emir.
El arquitecto de la Mezquita de Córdoba conoció estas técnicas clásicas y supo adaptarlas a las nuevas necesidades contemporáneas de los musulmanes y a las exigencias rituales del emir.
La primera mezquita presenta una tipología hipóstila – es decir, su cubierta está sostenida por numerosas columnatas – un patio, una sala de oración dispuesta en once naves perpendiculares al muro de quibla y un primer mihrab arquitectónico del que solo sabemos que presentaba un exterior cuadrado y un interior semi o ultra circular.
Los materiales que se utilizaron para las columnas y capiteles de la Mezquita de Córdoba fueron materiales de acarreo y todo lo que aparece en el diseño de las arquerías es una combinación de influencias romana, visigoda, bizantina y omeya oriental.
Para el sistema de alzado de las arquerías se recurrió a dobles arcos: el superior de medio punto y el inferior de herradura, es decir, incorpora la tradición local de la arquitectura romana y visigoda.
Además, introduce otro elemento que proviene directamente de la arquitectura bizantina: la alternancia de las dovelas de piedra y ladrillo.
Se trata de la primera evidencia del uso del ladrillo como material constructivo y decorativo – y conformará lo que posteriormente se ha denominado «mudéjar» – ya visto en oriente desde fechas tempranas y que proviene del opus mixtum romano.
El techo original estaba conformado por madera de pino y el sistema de cobertura está formado por unos tejados a doble vertiente que garantizan que el agua de las lluvias sean conducidas hacia el patio o a otro lugar fuera de la mezquita.
Esta idea ingenieril proviene del sistema constructivo que se utiliza en los acueductos romanos, como por ejemplo, el acueducto de los Milagros en Mérida o el de Segovia (no se inspiran en un modelo concreto).
La llegada de Abd al-Rahman II (833-848) al poder supone la primera ampliación de la mezquita en ocho tramos (con las citadas once naves) para dar cabida a la cantidad de fieles.
Esta ampliación no presenta grandes cambios respecto al modelo original de las arquerías y columnas, salvo por algunos aspectos de carácter estilístico: las columnas carecen de basas, se sustituye el modillón de rollos (herencia clásica) por unos lisos (tradición islámica) y, de manera puntual, se incorporó el llamado “capitel avispero”.
La decoración de estos capiteles están bajo el filtro del tratamiento de la decoración vegetal del arte islámico. Otro de los elementos arquitectónicos que debemos tener en cuenta es la famosa Puerta de San Esteban – anteriormente conocida como Puerta de los Visires – porque era la puerta por donde entraban las autoridades más importantes y porque al frente de ésta se encontraba el Alcázar.
Esta puerta presenta dos partes: la parte primitiva y la parte remodelada en el año 855, es decir, después del gobierno de Abd al-Rahman II.
De esta puerta podemos destacar algunas de las características propias de la arquitectura hispanomusulmana que se repitieron de manera sistemática en todas las construcciones andalusíes: arco de herradura más cerrado, alternancia de las dovelas en piedra y ladrillo, y enmarcamiento del estradós del arco, también conocido como alfiz.
Con Abd al-Rahman III (951-958) al poder asistimos a uno de los momentos más importantes para la historia de Al-Ándalus pues bajo su mandato Córdoba pasó de ser un emirato a ser un califato y, por ello, estamos ante cambios importantes dentro de la estructura de la mezquita: la ampliación del patio, la construcción del nuevo alminar y la construcción de la nueva fachada de la sala de oración del patio.
Además, cabe señalar que los materiales que se utilizaron para estas construcciones ya no fueron de acarreo sino que fueron producidas en los talleres de Medina Azahara.
El alminar es una de las estructuras más controvertidas porque quedó visualmente desaparecido cuando – en conexión con la construcción de la catedral en el siglo XVI – se construyó un campanario.
Se sabe que este alminar era muy alto y potente en comparación de otros alminares y la razón podría esta en la necesidad del califa de evidenciar y potenciar su poder político, militar y religioso frente a los otros dos califatos del norte de África (fatimí) y Oriente (abasí).
En la fachada de la sala de oraciones también observamos ciertos elementos arquitectónicos innovadores, como son los arcos lobulados y los arcos entrecruzados que – como veremos posteriormente – también se encuentran en el interior de la mezquita.
Debemos tener en cuenta que las ideas y proyectos que Abd al-Rahman III formuló para la mezquita se concretaron bajo el gobierno de su hijo, Al-Hakam II (961-971).
En este periodo se ordena la segunda ampliación de la sala de oración hacia el sur y es la parte más fastuosa de todo el conjunto religioso pues había dinero y todas las posibilidades económicas para llevarlo a cabo.
Se dice que esta construcción es una mezquita dentro de otra mezquita y hay un deseo de que así sea, porque se construye una fachada interior que marca una diferencia de un espacio a otro a través de unos arcos de herradura.
Por tanto, cuando entramos a la Mezquita de Córdoba vemos esa zona diferenciada y un doble muro de quibla: uno interior y otro exterior. La razón de ese doble muro es porque la ampliación se acerca al río y se hace sobre un terreno que va en declive hacia el mismo.
Por tanto, se hace fundamental el construir, literalmente, un gran muro de contención.
Otro de los aspectos fundamentales que hay que destacar de este momento es la sofisticación en los aspectos de la construcción y de la decoración, porque nos encontramos ante una maqsura y un mihrab únicos en el mundo islámico.
La maqsura es aquel lugar que sirve de protección al califa en las oraciones de los viernes y es un lugar destacado por su decoración y por la utilización de los arco lobulados y de herradura que conforman los llamados arcos entrecruzados y que nos advierten que estamos ante un lugar sacro.
Al frente de la maqsura apreciamos el mihrab decorado por mosaicos con teselas doradas (pan de oro) y azuladas (lapizlázuli) desde el espacio central hasta el techo y en sus laterales.
La razón de esta decoración – ajena a las decoraciones tradicionales de la Península Ibérica y de occidente- tiene que ver con esa vinculación con los orígenes del califato omeya de Damasco, pues todos ellos decoraron sus construcciones con esta misma técnica, como la Cúpula de la Roca o la Mezquita de Damasco.
Son mosaicos de tradición y técnica bizantina hechos con teselas de vidrio. La inclusión de esta decoración por Al-Hakam II es porque solicitó al emperador bizantino de un experto musivara con el material necesario para esa decoración, no es sorprendente esta petición puesto que el Imperio bizantino tenía buenas relaciones políticas con Al-Andalus.
Gracias a las investigaciones de la profesora Susana Calvo, además de la decoración de los mosaicos, se advierte una decoración vegetal islamizada e inscripciones de versículos coránicos que están aparentemente seleccionados con una intención precisa de reivindicar los posicionamientos políticos y religiosos del califa Al-Hakam II.
La cubierta del nicho es una pieza en forma de gran venera hecha en yeso y de tradición clásica, abundante dentro de la mezquita. Fuera de este espacio, nos encontramos con el remate de la cúpula central que es una de las más llamativas por su diseño pues también presenta una decoración de mosaicos dorados y azulados con inscripciones coránicas.
De alguna manera esta exuberancia refleja la importancia y la grandeza del promotor y promotores de este lugar pues se trata de la conmemoración personal del propio califa y del nacimiento de su hijo.
Esto no solo quiere decir que se aseguraba la continuación del control del poder político y religioso en Córdoba, sino también el reconocimiento de su pueblo y de la historia.
Al-Hakam muere en el año 976 y esto supone la sucesión del poder que debía quedarse en manos de su segundo hijo – puesto que el primero murió nada más nacer en el 863 -.
Sin embargo, el sucesor sólo tenía once años y sabemos que existió una conspiración para evitar que el niño sea nombrado califa. Los que conspiraban creían que era mejor que le sucediera el hermano menor de Al-Hakam II, pero fue asesinado.
El conflicto estaba planteado entre los que apoyaron la sucesión y entre ellos se encontraba el general de la corte califal Al-Mansur (Almanzor), quien posteriormente usurpó el poder califal.
El príncipe (el segundo hijo de Al-Hakam II) será encarcelado, mientras que Al-Mansur será el nuevo califa. La ciudad palatina que construye Al-Mansur será Madinat Alzahira – hoy llamado el Polígono de las quemadas – y aunque existen algunas de las obras que proceden de este lugar, como restos palaciegos, se sabe muy poco de él. Al-Mansur (988-998) ordena la tercera ampliación de la sala de oración y la ampliación del patio.
En esta construcción se añaden 8 naves en el lateral oriental más la parte correspondiente al patio abriendo arcos de comunicación desde la sala de oración.
Actualmente, se pueden ver las puertas exteriores de la mezquita y una de ellas es especialmente particular, se trata de la llamada Puerta del Chocolate, la cual sirvió de ejemplo y de estudio a la hora de definir cuáles fueron los modelos estilísticos y formales de las puertas en la época califal.
Las diferencias novedosas son los arcos geminados y repite también el diseño de las galerías del patio. Lo que es nuevo es el gran aljive del subsuelo y es importante para el patio ajardinado pue recogía y conservaba el agua, generalmente, de las lluvias.
La sala de oración es la más impersonal de toda la mezquita y la que menos aporta. Se limitan mucho de los aspectos sofisticados que se llevaron a cabo en el periodo de Al-Hakam y es en el único espacio en que los arcos no alternan ladrillo y piedra, porque solo se imita este estilo pintando la propia piedra.
La historia islámica de la mezquita acaba hacia el año 997 (diez años después de iniciarse la ampliación de Al-Mansur) y aunque hay sospechas de que decayó a principios del siglo XIII, que es cuando Córdoba perdió su protagonismo, es probable de que tal vez hubiera alguna otra intervención, pero no se ha podido demostrar esto porque no parecen haber elementos que así lo evidencien.
Tras la reconquista cristiana en 1236, Fernando III de Castilla convierte la mezquita en una catedral y actualmente la conocemos también como la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora.
BIBLIOGRAFÍA
– Momplet Míguez, Antonio E., El Arte Hispanomusulmán, Encuentro, 2004 y 2008.
– VV.AA., Al-Andalus. Las Artes Islámicas en España, La Alhambra-Metropolitan Museum, 1992.
– Torres Balbás, Leopoldo, El Arte Hispanomusulmán hasta la Caída del Califato de Córdoba, en Historia de España Menéndez Pidal, tomo V, Madrid, 1955.
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