COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA MUERTE DE LA VIRGEN
CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
Sin duda, hablar de La muerte de la Virgen de Caravaggio, es hacerlo de la obra más polémica y controvertida del artista italiano. La censura de la obra de Caravaggio fue una constante durante su etapa de madurez.
Se pueden citar los célebres desencuentros entre artista y comitentes en algunos encargos, como el de su primera versión de San Mateo y el ángel, para la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma o La cena de Emaús, que se conserva actualmente en la National Gallery de Londres.
Lo cierto es que el lienzo que nos centra no solo fue rechazado instantáneamente por la esfera eclesiástica, sino que también despertó el rechazo y absoluta indignación de la alta sociedad romana.
Hay que tener en cuenta que durante los primeros años del siglo XVII estaban muy presentes las pautas del Concilio de Trento, es decir, el arte estaba totalmente al servicio de la doctrina católica y, por tanto, era examinado al más mínimo detalle.
Los fantasmas del Protestantismo, así como de las diversas sectas que pululaban por los núcleos urbanos despertaban constantes recelos en los censores de la curia, que abogaban por unas imágenes depuradas, claras y sin ningún atisbo de herejía.
Sin embargo, Caravaggio, insistió en crear obras excesivamente naturalistas, muy del gusto del pueblo, en las que apenas se hallaban signos de divinidad y en las que, a menudo, se podían reconocer los rostros de los santos representados, identificándose fácilmente con personajes populares de la ciudad.
El hecho que terminó desbordando la paciencia de los interventores fue el rumor, que pronto corrió por toda la ciudad, que relacionaba la figura de la Virgen con la de una prostituta que había muerto ahogada en el Tíber.
No en vano, algunos estudiosos del tema han apuntado que la evidente hinchazón en el vientre de María puede deberse al minucioso naturalismo con el que Caravaggio representó el cuerpo de esta mujer que, en definitiva, había fallecido de forma traumática en el rio.
Por tanto, el encargo realizado por Laerzio Cherubini, abogado de la Santa Sede, para su capilla de la iglesia de Santa Maria della Scala de Roma fue rechazado ipso facto, encomendándose un nuevo lienzo con la misma temática al pintor Carlo Saraceni.
Sin embargo, la extraordinaria calidad de La muerte de la Virgen de Caravaggio despertó inmediatamente el interés de Rubens, que por aquel entonces estaba en Roma con el encargo de adquirir obras relevantes para decorar el palacio de Vicenzo Gonzaga, Duque de Mantua.
No dudó en adquirirlo, por consiguiente, el cuadro pasó a formar parte de la colección de este ducado italiano, no sin antes exponerse en la Academia de San Lucas de Roma.
No obstante, años más tarde, la ruina de la casa de Mantua provoca la subasta de multitud de piezas artística – entre ellas La muerte de la Virgen – que fueron adquiridas por el rey Carlos I de Inglaterra, uno de los grandes coleccionistas de la época junta a Felipe IV de España.
El periplo del cuadro no finalizó aquí, ya que, tras la ejecución del rey inglés, debido a los avatares de la revolución inglesa, la colección artística de la corona se dispersó por diferentes cortes europeas, quedando el cuadro que nos centra en poder del banquero Everhard Jabach, quien la vendió al rey Luis XIV de Francia en 1671, pasando a formar parte de la colección del Palacio del Louvre, donde se sigue conservando.
ANÁLISIS FORMAL
Lo primero que llama la atención es el acentuado tenebrismo de la escena, santo y seña de la obra de Caravaggio, que podemos apreciarla gracias a que el cortinaje rojo de la parte superior se ha izado lo suficiente para permitir la vista del espectador.
Este recurso teatral es habitual en el barroco, sin embargo, esta vez no se muestra una imagen celestial o evocadora, sino que se presenta una escena austera y severa, en la que el protagonismo recae en una Virgen María yacente, sin ningún rasgo distintivo de divinidad, a excepción del tímido nimbo sobre su cabeza.
Se encuentra rodeada de los Apósteles y una figura femenina, identificada por algunas fuentes como María Magdalena, que llora desconsolada en primer plano la muerte de María.
La riqueza ornamental o exaltación celestial de otros lienzos de temática similar no se hayan presentes en este cuadro, ya que, los representados lucen ropajes muy sobrios y austeros, lo que nos recuerda a cualquier escena de duelo del pueblo llano, desarrollada en la extrema pobreza.
La gravedad de la escena se acentúa debido a la monumentalidad de las figuras, que están representadas casi a tamaño natural.
El halo de luz que ilumina la escena desde la parte superior izquierda nos deja ver el virtuosismo del artista con el claroscuro, destacando la representación de los rostros y manos.
En relación a esto último habría que advertir un detalle que no ha pasado desapercibido para la Historia del Arte: la mano izquierda de la Virgen apunta hacia la tierra y no hacia el cielo, como suele ser frecuente en este tipo de escenas, en las que el simbolismo se antoja clave.
Más allá de lo comentado, la atmosfera parece someterse a un silencio sepulcral, roto solo por los sollozos de los asistentes. No hay motivo para el gozo o la complacencia pues aquí reina la quietud, el desasosiego y la incertidumbre.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
A menudo, la iconografía de la muerte de la Virgen, se ha presentado de forma dulcificada por los diferentes artistas que han tratado este tema. Lo usual es abordar este pasaje desde la espiritualidad o misticismo a través del Tránsito o Dormición de la Virgen, en la que no se deja lugar a la duda de la santidad de María.
Aun así, es evidente la predilección del arte cristiano por mostrar el momento justamente posterior, es decir, la Asunción de la Virgen, proclamado dogma de la doctrina católica por el Papa Pío XII.
Además, hay que tener en cuenta que la fuente principal de inspiración de este pasaje es apócrifa, lo que choca frontalmente con el carisma contrarreformista.
En este sentido habría que citar el Libro de Juan, Arzobispo de Tesalónica, y la Narración de Pseudo José de Arimatea, aunque el escrito más difundido por Europa fue el Libro de San Juan Evangelista “El Teólogo”, que, de hecho, sirvió de base para muchas de las diferentes manifestaciones artísticas de esta temática.
Este evangelio apócrifo relata los últimos instantes de la Virgen María en Belén – otros escritos apuntan a que este hecho acaeció en Jerusalén – ciudad en la que vivía. Se cuenta que el arcángel Gabriel se le apareció con el anuncio de su inminente muerte y posterior subida a los cielos.
En ese momento, María imploró a Jesús que le concediera la gracia de estar rodeada de los apósteles en el momento del tránsito. Atendiendo a la petición, Jesucristo hizo llegar a los Apósteles sobre una nube desde los diferentes sitios en los que estaban predicando. Incluso algunos que ya habían muerto acudieron a la llamada divina.
Posteriormente, una corte celestial acudió para recoger el alma de María que ascendió a los cielos en presencia de todos.
Si bien, habría que aclarar que en las fuentes apócrifas no se menciona que María Magdalena estuviese presente en las últimas horas de la Virgen, por lo que la figura femenina podría representar a algunas de las tres doncellas con las que vivió en sus años finales: Séfora, Abigea y Zael.
Es evidente, que la representación de Caravaggio rehúsa de cualquier atisbo de trascendentalismo y ahonda en el naturalismo desgarrado de un duelo vulgar y cotidiano. Hecho que, por si mismo, hubiera bastado para justificar el rechazo que tuvo por sus coetáneos, a pesar de su incuestionable virtuosismo pictórico.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
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