COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA MUERTE DE LUCRECIA
CONTEXTO HISTÓRICO
Esta pintura tiene su auge en el siglo XIX y está muy vinculada al ámbito oficial, alejándose del ámbito eclesiástico, con mucha menor relevancia en este momento.
Detrás de estas obras hay una clara finalidad didáctica, ideológica y propagandística que en muchas ocasiones encajan con el principio de patriotismo y culto a la heroicidad.
También era una forma de mostrar el origen histórico de la nación española a través de sus principales periodos, como la Hispania romana o la Edad Media.
A través de la pintura, los gobernantes quieren mostrar el momento presente con escenas del pasado. La evolución de la pintura histórica viene desde el Neoclasicismo, con Jacques-Louis David, tendiendo la mayoría de sus autores una evolución hacia el Romanticismo a través de los temas, la pincelada y cierto gusto por lo sangriento, además del hecho de que el color va ganando espacio al dibujo.
La mayoría de fuentes de inspiración, además de visitar museos, las encuentran estos pintores en la literatura histórica.
Se documentan mucho para realizar las obras, basándose en textos históricos y en libros escritos expresamente para servir de inspiración a los artistas, como el del Padre Mariana “Historia de España”. Por otro lado, se pone muy de moda escribir novela histórica, siempre centradas en los hechos más llamativos.
A la hora de realizar estos cuadros, se propicia el formato horizontal, para que los personajes se desenvuelvan mejor y se pueda enmarcar la escena con un escenario con cuantos más detalles mejor.
La mayoría de estas monumentales pinturas se realizaban para concursos académicos y exposiciones de Bellas Artes.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
Esta historia moralizante que provocó la caída de la Monarquía romana y dio paso a la República, fue recogida por autores como Tito Livio, Ovidio, Virgilio o Dionisio de Halicarnaso y ensalza los valores morales, a al vez que despierta los sentimientos más patrióticos, magnificando una muerte trágica por honor.
Remitámonos a como recoge Tito Livio este hecho en su obra “Historia de Roma”:
Un día, los soldados cenaban y bebían en la tienda de Tarquinio, hijo del rey, mientras hablaban sobre la virtud de sus respectivas esposas. Colatino, esposo de Lucrecia, dijo que su mujer era la más virtuosa de toda Roma.
Entonces, decidieron ir a visitar a todas las esposas para comprobar personalmente el comportamiento de cada una de ellas. Tras visitarlas a todas, llegaron donde estaba Lucrecia, que trabajaba la lana rodeada de esclavas bien entrada la noche, ganando así la competición, pues el resto de esposas estaban entretenidas en fastuosos banquetes.
Al ver a Lucrecia, un fuerte deseo se apodero de Sexto Tarquinio, seducido por su belleza y su recatamiento.
Días después, Tarquinio volvió a casa de Lucrecia a espaldas de su esposo. Lo recibieron atentamente, invitándolo a cenar y a que pasase la noche allí.
Ya entrada la noche, Tarquinio aprovechó que todos dormían para dirigirse a los aposentos de Lucrecia, espada en mano. Se acercó a la mujer, que estaba en su lecho, y le dijo: “Silencio Lucrecia: soy Tarquinio; estoy empuñando la espada. Si das una voz, te mato”.
Tarquinio le confesó su amor y, entre súplicas y amenazas, intentó doblegar la voluntad de Lucrecia, cosa que no consiguió. Al ver que no cedía, le dijo que, si no accedía a sus deseos, junto a su cadáver colocaría el de un esclavo, desnudo y degollado, para que todos creyesen que había muerto en pleno adulterio. Ante el miedo a tal deshonor, Lucrecia cede y Tarquinio consigue lo quería; deshonrarla.
Abatida, Lucrecia envía un mensajero a su padre y otro a su marido para que acudan inmediatamente a Roma con un amigo de confianza, pues había sucedido algo terrible.
Al llegar a Roma, la encuentran en sus aposentos, llorando, y les confiesa que le habían arrebatado su honor. Sexto Tarquinio había sido el responsable, pidiéndoles que no quede sin castigo.
Acto seguido, saca un puñal que llevaba escondido entre sus ropas y se lo clava en el corazón, desplomándose moribunda entre los gritos de su marido y su padre.
Precisamente ese es el momento que Rosales representa en esta magnífica obra. En el interior de los aposentos podemos ver el cuerpo agonizante de Lucrecia, sujetado por su padre y su esposo, mientras Bruto, que ha sacado el puñal del cuerpo de la mujer, jura venganza. Otro personaje, envuelto en un manto azul, oculta su rostro con los brazos ante tal trágico final.
Rosales crea una escena íntima al situar la acción en los aposentos de los esposos, subrayando así el carácter humano del drama, casi restando importancia a la trascendencia que tendrá este hecho en la historia de Roma.
Es una composición sencilla, con pocos personajes y con apenas decoración, para que así el foco de atención se centre en el hecho en sí.
Vemos a Lucrecia, hermosa pese a estar en sus últimos momentos de vida, con la piel en tono cerúleo, preámbulo de la muerte. Se desploma en los brazos de su padre mientras su esposo sujeta su brazo en un gesto de total incredulidad. A la derecha, Bruto, que sostiene el puñal cubierto con la sangre de Lucrecia, jura vengar la muerte de una mujer tan virtuosa y honorable.
Los elementos que podemos ver en la sala se reducen a una escultura sobre un pedestal, apenas esbozados, la silla en la que hasta hace unos momentos estaría sentada Lucrecia, y la cama de los esposos, donde el personaje con manto azul se cubre el rostro.
Rosales trata este episodio de manera pasional, casi como un artista romántico. La libertad pictórica del artista se aprecia en el uso de la pincelada ancha y rápida con la que moldea las figuras y los ropajes, mostrando un absoluto dominio del volumen a través del dibujo y el uso exquisito del claroscuro para iluminar la escena.
El colorido es muy limitado, reducido a tonos fríos que aumentan aún más si cabe el dramatismo de la escena.
Esta obra fue presentada a la Exposición Nacional de 1871, en la que el pintor obtuvo la primera medalla.
Eduardo Rosales nació el 04 de noviembre de 1836 en Madrid. Formado en la Real Academia de Bellas Arte de San Fernando, fue discípulo de Madrazo y siendo muy joven marchó a Italia, donde concluirá su formación y desarrollará gran parte de su carrera artística.
Murió el 13 de septiembre de 1873 en Madrid y es considerado como uno de los grande nombres de la pintura española del siglo XIX.
GALERÍA DE IMÁGENES
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
BAZÁN DE HUERTAS, MOISÉS: Arte neoclásico y del Siglo XIX en España. 3º de Historia del Arte. Curso 2009/2010. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Extremadura.
VV.AA.: La guía del Prado. Madrid, 2014.
MUSEO DEL PRADO: https://www.museodelprado.es