COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA MUERTE DE SARDANÁPALO
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Nos encontramos ante una obra clave del romanticismo francés, en la que se reúnen prácticamente todas las principales características del movimiento. El tema, que con tanto lirismo y belleza trata Delacroix, es realmente de una tragedia enorme.
El autor, que tanto se inspiraba en los escritos de Lord Byron, desarrolla un tema oriental (tan de su agrado, así como de la mayor parte de artistas románticos), exótico para la Europa del siglo XVIII.
Existen dos hipótesis en cuanto a la identidad de Sardanápalo, el rey cuya historia queda reflejada en esta pintura. La primera, es que era el rey de Nínive (según muchos, una mitificación del rey Assurbanipal, quien realmente existió).
La segunda hipótesis sostiene que este rey sería precisamente el hermano de Assurbanipal, que pierde la guerra tras rebelarse contra su hermano. Sea como sea, la trágica escena no nos deja indiferentes: Sardanápalo, tras ver cómo su derrota en la guerra es inminente, decide acabar con todos los placeres terrenales que le acompañaron a lo largo de su vida, para que de esta manera sus enemigos no pudieran disfrutar de ellos.
Así, ordena asesinar a sus concubinas y esclavas preferidas, así como a sus perros y caballos. Podemos ver un cúmulo de objetos amontonados en el suelo que, pertenecientes al rey, esperan el momento de ser destruidos. Sardanápalo observa la escena, analizándola. Parece incluso supervisar el buen desarrollo de la matanza, así como sumirse en una profunda melancolía.
Este tipo de temas orientales, así como aquellos que tratan temas legendarios y tienen una amplia dosis de dramatismo son predilectos de la pintura romántica, que Delacroix lleva a una de sus máximas expresiones por medio de esta obra.
ANÁLISIS FORMAL

La escena sigue un esquema diagonal que culmina con Sardanápalo en la esquina superior izquierda. Da la impresión de ser una obra tremendamente barroca, algo que se contraponía drásticamente al neoclasicismo que se encontraba en boga en el momento y contra el que los artistas románticos se rebelaban.
Nuestros ojos se posan, especialmente, en la blancura de las esclavas que se encuentran siendo asesinadas, lo cual aporta una luminosidad enorme. A pesar de la tragedia y atrocidad de la temática, el autor consigue dotar a la escena de una belleza y de una sensibilidad absolutas.
El dramatismo, aun así equilibrado y armonioso, queda plasmado a través de unos aparatosos escorzos y un enorme movimiento, que Delacroix retrata como solo él sabe hacer: utilizando el color de una manera magistral.
La paleta de colores es enormemente cálida, recreando a la perfección ese ideal de ambiente lujoso, intimista y exótico del palacio oriental.
Mediante los contrastes, luminosidad y utilizando juegos de luces y sombras, el autor ayuda a focalizar los puntos claves del cuadro y dirigir la mirada del espectador. Precisamente por este gran colorido fue duramente criticada en el Salón de 1829, ya que no correspondía con el dramatismo de lo representado.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
BECKETT, W., ALIBERT-KOURAGUINE, D., Y PIERSON, G. (2002) Histoire de la peinture. Paris: Solar.
SEFRIOUI, A., GEOFFROY-SCHNEITER, B. Y JOVER, M. (2007) Le guide du Louvre. Paris: Musée du Louvre éditions