COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA OLA
CONTEXTO HISTÓRICO
La obra que vamos a tratar se ubica cronológicamente entre las postrimerías del siglo XIX y los albores del XX, un periodo de cambios tanto en el plano cultural como en lo social, político y económico.
Del mismo modo, la revolución científica y tecnológica experimentada en estos tiempos, va a sacudir los cimientos del conocimiento. Efectivamente, se habían producido avances y descubrimientos valiosísimos en el último cuarto de siglo y, por ello, todos los campos de la creación humana comenzaron a aplicar los métodos de las ciencias.
A esto se le añade – con el impacto de las teorías darwinianas – la aparición de un nuevo concepto de progreso que no es continuo ni camina hacia un punto definitivo; es un progreso basado procesos, flujos y cambios discontinuos y multidireccionales.
Las artes darían testimonio de la crisis espiritual de Occidente entre finales del XIX y la Primera Guerra Mundial.
El mundo es entonces un lugar inestable en busca un nuevo orden; el capitalismo se está implantando definitivamente como modelo económico y social, mientras decaen los antiguos imperios, se reinventan las monarquías en toda Europa y EE. UU. Se convierte en una superpotencia económica y culturalmente.
ANÁLISIS FORMAL
La ola es una escultura figurativa, de bulto redondo, exenta y de punto de vista múltiple. En ella se emplea la talla de mármol y ónice y el fundido en bronce. Representa una poderosa ola marina que se cierne sobre tres figuras femeninas.
Ellas, son de un tamaño diminuto en contraste con las dimensiones de la abrumadora ola. Sus cuerpos se presentan desnudos y flexionados. Sus cabellos, semi recogidos en la parte baja de la cabeza, se escapan de sus moños y caen ondulantemente sobre sus cuellos y espaldas.
Las tres sostienen sus manos en lo alto y miran hacia las alturas mientras están a punto de ser engullidas por las aguas. Una de las mujeres se encuentra más próxima al valle de la ola y las otras dos, se sitúan más cercanas entre sí y en una posición más encogida.
El trío de mujeres parece haber estado disfrutando de un alegre baño – su actitud es desenfadada y jovial – pero acaban de cerciorarse de lo que se avecina.
La gran ola parece haber alcanzado una altura tal que es inminente su precipitación; las aguas romperán contra la orilla y sacudirán a las tres mujeres, que ya se encuentran completamente sitiadas.
El estudio anatómico es brillante, pues se reproducen de modo exquisito las torsiones de los cuerpos y sus partes mediante un tratamiento casi pictórico, cercano al impresionismo.
El dinamismo se intensifica mediante la textura cruda, sin pulir, desdibujada y profundamente vívida. Este efecto orgánico, se observa tanto en los cuerpos como en el acabado de la ola, que adquiere la apariencia de un elemento natural y enérgico gracias a una talla irregular, rugosa y vigorosa.
El principio de unidad se expresa a través del protagonismo que alcanza la gran ola y de su conexión con el grupo femenino al que está a punto de absorber. Ellas, muy similares entre sí en tamaño y apariencia, siguen un patrón visual que equilibra el conjunto rebajando la tensión de la composición gracias a la simetría radial.
Predomina la línea curva, presente en la ondulación de la ola y en cada una de las partes del cuerpo, así como las posturas de las tres mujeres. Ello otorga gran dinamismo, espontaneidad e inmediatez. Se intensifica así la instantaneidad del acontecimiento, representado de modo casi fotográfico.
En cuanto al color, vemos que predomina el verde con matices cobrizos, propio del ónice, y la oscuridad del bronce, que presenta tonalidades pardas y verdosas. Es importante considerar que los materiales y sus colores, oscuros y fríos, tienen una intencionalidad expresiva.
El contraste del color entre la ola y las bañistas, hace que dicho elemento se convierta en un foco de atención principal. Ellas se representan en un color oscuro que tiene connotaciones psicológicas; expresa tragedia.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
El tema representado en la obra es de gran originalidad y de un innegable sentido autobiográfico y expresivo, que encuentra en el mito de las Moiras o Parcas grecolatinas su hilo conductor.
La propia autora habló explícitamente en sus cartas y diarios de la relación entre las tres mujeres de La ola y las Moiras, figuras mediante las cuales expresó la idea de la predestinación. Así, la obra habla de las distintas posibilidades de vida a las que se enfrenta cualquier ser humano y de cómo la fatalidad o la buena fortuna nos afectan sin que nosotros podamos controlarlo.
Según la tradición clásica, las Moiras eran las deidades tejedoras que “hilaban el destino” de cada recién nacido, dictando tanto la fecha de principio y fin de cada vida como los acontecimientos que la marcarían.
Las tres diosas hermanas, representadas a veces como ancianas lúgubres y otras como jóvenes doncellas, se llamaban Cloto (“tejedora”), Láquesis (“la repartidora”) y Átropos (“la inevitable”).
Cabe destacar que, antes de crear La ola, Claudel realizó otra famosa escultura denominada Cloto. En ella, la escultora ya había comenzado a trabajar el concepto de destino, fatalidad y muerte mediante la iconografía de la moira.
Autores como Callahan, enlazan estas referencias iconográficas con la vivencia personal de Claudel, cuya vida cambió al concedérsele el privilegio de ingresar en una escuela de artes que aceptaba a mujeres.
Gracias a ello pudo conocer, convivir y formarse con otras artistas, antes de que el destino le convirtiese en discípula de Rodin. En efecto, Auguste Rodin, llegaría a ser la mayor de las suertes para Claudel, al mismo tiempo que el origen de muchas de sus desgracias.
Es igualmente necesario recordar la importancia del elemento natural, no solo el humano. En este sentido, el diseño de la gran ola está claramente inspirado en el grabado japonés y, especialmente, en las estampas de Hokusai. La plástica nipona era entonces profundamente admirada por los artistas europeos, algo que originó toda una tendencia artística conocida como “japonismo”.
CURIOSIDADES
La conexión entre la obra que hemos analizado y la dramática vida de la artista, es inevitable. Camille Claudel, como pocas mujeres de su tiempo, gozó de una formación artística en París, pero también fue infravalorada y olvidada bajo la sombra de su aclamado mentor.
Siendo aún muy joven, la brillante Claudel entró a formar parte del taller del gran escultor Rodin, para quien primero fue discípula, después musa y finalmente amante. Pese haber aprendido del mejor y de formar parte, por mérito propio, de la élite artística, Claudel tuvo que enfrentarse a críticas y recelos.
Siempre fue considerada por sus contemporáneos como poco más que una alumna aventajada cuyo trabajo, sin la ayuda de Rodin, no era nada. De hecho, sus colegas veían imposible que una mujer fuera capaz de realizar esculturas de tal magnitud y fuerza expresiva como las suyas.
La obra que hemos tratado data de la época en la que Claudel decidió terminar con su relación sentimental y profesional con Auguste Rodin.
Él nunca abandonó a su pareja oficial pese a mantener una relación muy estrecha con la escultora, quien incluso en una ocasión llegó a estar esperando un hijo de Rodin y a verse coaccionada por él para interrumpir el embarazo. Hechos como estos hicieron que la escultora definitivamente optara por seguir su propio camino.
Pero la vida para una mujer artista no era nada fácil en esta época. No solo hubo de luchar por su reconocimiento a nivel público, sino también ante su propia familia, de la cual nunca recibió el suficiente apoyo. Al morir su padre, quien sí le prestó su ayuda en vida, su madre y su hermano hicieron internar a Camille en un sanatorio mental.
Ambos estaban convencidos de la inestabilidad de la escultora y de su incapacidad para llevar una vida independiente y moralmente correcta. Cierto es que la difícil relación sentimental y artística con Rodin había provocado una depresión profunda y un grave resentimiento en ella, pero en aquel sanatorio ingresó bajo el diagnóstico de “delirios de grandeza” y “manía persecutoria”.
Sin confirmarse si las observaciones de la familia o de los médicos eran totalmente ciertas, la única verdad es que Claudel permaneció privada de su libertad y su oficio durante largos años, hasta su muerte.
BIBLIOGRAFÍA/WEBGRAFÍA
AA. VV.: La escultura. La aventura de la escultura moderna en los siglos XIX y XX. Skira/Carroggio. Barcelona, 1986.
CALLAHAN, Shannon R.: Beyond Rodin: Revisiting the Legacy of Camille Claudel. The Cupola. Scolarship at Gettysburg College. Student Publications. 2015.
DELBÉE, Anne: Camille Claudel. Circe. Barcelona, 2008.
GORDEJUELO, Miguel Ángel: Correspondencia: 28 (El espíritu y la letra). Síntesis. Madrid, 2006.
LASO, Enrique: El abismo de Camille: La terrible historia de Camille Claudel. CreateSpace. Scotts Valley, 2014.