COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA PASIÓN DE CRISTO
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO Y FORMAL
El pintor alemán Hans Memling pintó La Pasión de Cristo en la fase de transición de la Edad Media a la Edad Moderna. En ella podemos observar concepciones pictóricas medievales, como la inexistencia de una perspectiva científica o la falta de escrúpulos a la hora de no coincidir hechos que no son coetáneos.
La realidad temporal y espacial carece de sentido. Lo verdaderamente importante para el pintor era mostrar a los espectadores La pasión de Cristo estación tras estación.
El artista comienza la narración en el extremo superior izquierdo: Jesús, aclamado como Mesías, entra en Jerusalén y expulsa a los mercaderes del Templo. En el área oscura del cuadro se celebra la Última Cena con sus discípulos, mientras Judas lo denuncia a los sumos sacerdotes.
Después de la cena, ora en el huerto de Getsemaní; llegan los esbirros, Judas lo delata con un beso y Pedro intenta defender a su maestro con la espada. Posteriormente, cuando los soldados reconocen a Pedro, este niega ser uno de los apóstoles; el gallo situado sobre él recuerda la profecía de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces».
Hans Memling ilumina con una luz clara el lugar más importante de Jerusalén, dónde Jesús es acusado por los sumos sacerdotes ante Pilatos, el procurador romano. Este quiere liberarlo, pero el pueblo protesta.
Finalmente, Jesús es condenado y, de camino a la ejecución, desfallece ante las puertas de la ciudad y muestra su rostro al observador. En el margen superior y en el derecho se descubren las escenas de la Crucifixión, el Descendimiento de la cruz, el entierro, el descenso al limbo y la Resurrección.

Arriba, a la derecha, Memling sitúa varias apariciones del Resucitado a tamaño muy pequeño. La Pasión de Cristo representa más de 20 episodios, que eran conocidos en la época del pintor incluso por aquellas personas que no sabían leer ni escribir.
En la Edad Media se tenía un pensamiento de que la Tierra era un disco rodeado de agua. Por debajo estaba el infierno y, por encima del cielo visible, se encontraba el reino de Dios. En el centro del globo terráqueo se hallaba Jerusalén, el lugar donde había muerto el Hijo de Dios y desde donde había ascendido a los cielos al encuentro del Padre.
Memling compuso su Jerusalén con torres y tejados imaginarios, que tienen un aire más europeo que oriental. El interés por la reproducción realista de las ciudades estaba surgiendo en ese momento, y en muchos cuadros éstas se reducían aún a siluetas de fondo.
En la obra de Memling, los edificios están apiñados, los tejados transmiten una impresión tan dinámica y la ciudad presenta unos confines tan nítidos que producen el efecto de un organismo. Por aquel entonces estaba muy difundida la teoría de que una ciudad no solo era un conjunto de casas rodeada por una muralla, sino un ser vivo comparable a una mujer que ofrece protección.
Los edificios no son de grandes dimensiones ni suntuosos, pero todos tienen la solidez que les otorga la piedra. El artista pintó una ciudad ideal. Es posible que Memling quisiera situar los últimos días de Jesús en un escenario limpio, luminoso y adecuado.
Pero también cabe la posibilidad de que al representar esta ciudad estuviera pensando en otra Jerusalén: la celestial, la que, según el Apocalipsis de San Juan, bajará a la tierra al final de los tiempos. Si bien, el artista no pintó una ciudad dorada y no se ajustó a la detallada información de San Juan, su Jerusalén se corresponde con la idea de una ciudad que ha sido colocada en el paisaje, como una gran joya.
La prenda que viste el jinete de la derecha pone de manifiesto el gusto por los tejidos hermosos muy corriente de la época. Se trata de Poncio Pilatos, el procurador romano al que Memling representa en varias escenas.
De todas las figuras bíblicas, él es el único que lleva piel en el gorro y en el cuello; según las ordenanzas de indumentaria del siglo XV, solo podían lucirla los hombres, en particular los que ostentaban una alta posición social.
El personaje que está a su lado con una especie de capa y un tocado rojo podría representar a un fariseo, ya que se encuentran hombres vestidos de forma semejante entre los que gritan: ¡CRUCIFÍCALO! y hacen aspavientos con los brazos en alto cuando Pilatos quiere poner en libertad a Jesús. La Pasión de Memling fue llevada a Florencia y donada al hospital de San María Nuova.
Este hospital, fundado por un antecesor de un banquero, recibió donaciones de cada una de las nuevas generaciones de la familia Portinari en forma de dinero y obras de arte. Más tarde, la Pasión fue a parar a las manos del duque Cosme I de Médici, quien regaló la pintura al papa Pío V, que la cedió a su vez a un convento de dominicos fundado por él en Bosco, cerca de Alessandria.
En 1796, cuando las tropas de Napoleón entraron en Italia, saquearon y disolvieron monasterios, un monje escondió la tabla y no la sacó de nuevo a la luz hasta 1814, transcurrido ya el periodo de la hegemonía francesa.
El convento regaló la obra al rey Víctor Manuel I de Cerdeña-Piamonte, y él la cedió a la Galleria Sabauda de Turín, la institución artística, de titularidad pública desde 1832, donde se encuentra en la actualidad esta tabla flamenca. A finales del siglo XIX fue restaurada admirablemente.
Lo poco que le interesaba a Memling plasmar una imagen realista de Jerusalén se pone de manifiesto igualmente en las esculturas pintadas. Ni en la época de Jesús ni en el siglo de Memling, ni bajo soberanía hebrea ni durante el dominio musulmán, se permitió en Jerusalén la representación de la figura humana.
Memling se atuvo a lo que era habitual en su entorno y decoró los edificios de la gran plaza, es decir, de la zona gubernamental de la ciudad, con esculturas que contienen discretas referencias a la escena.
Allí donde Jesús es acusado ante Pilatos, Memling representó el juicio de Salomón: dos mujeres se disputan la maternidad de un niño y Salomón ordena dividirlo en dos mitades y repartirlo; una de las dos renuncia a su mitad y el rey la reconoce así como la verdadera madre. Tanto Pilatos como Salomón busca la verdad.
Sobre la puerta en la que Pedro niega a Jesús, se encuentra Adán y Eva ocultando su desnudez, es decir, después de haberse comido la manzana, haber perdido la inocencia del Paraíso y, según la doctrina cristiana, haber transmitido a la humanidad el pecado original. Se trata de una disculpa de la debilidad y la culpabilidad de Pedro, discípulo de Jesús.
Los hombres barbudos situados sobre la escena de la flagelación podrían ser Caín y Lamek. Caín lleva la quijada con la que mató a Abel y, según una tradición que no recoge la Biblia, Lamek mató a Caín con su arco y su flecha. Lamek era por entonces viejo y ciego, pero le gustaba cazar y su hijo le señaló la dirección en la que supuestamente había un animal.
No deja de llamar la atención que Memling represente a estos dos personajes desnudos y con cierto donaire. Memling representa a dos cuerpos masculinos bien proporcionados, según las reglas escultóricas del clasicismo griego, tal como en ese momento se estaba descubriendo en Florencia.
Tanto las formas como los colores de La Pasión de Cristo transmiten la impresión de que en la Jerusalén de Memling todo sigue un curso previsto, al igual que en el resto del mundo.