La Posada del caballo del alba

Ficha técnica

Título: La Posada del caballo del alba
Autor: Leonora Carrington
Cronología: 1937/1938
Estilo: Surrealismo
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Metropolitan Museum of Art, Nueva York
Dimensiones: 65 x 81,3 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA POSADA DEL CABALLO DEL ALBA

CONTEXTO HISTÓRICO 

Antes de comenzar a analizar La Posada del caballo del alba, hay que decir que, la pintora, escultora y escritora Leonora Carrington es una de las artistas más destacadas dentro de surrealismo, movimiento que plasma lo onírico, lo irreal, aquello que habita dentro de la mente inconsciente y que es fuente de la propia imaginación. 

Nacida en 1917, en el seno de una familia adinerada inglesa, muy pronto la imaginativa y fantasiosa joven haría notar su carácter rebelde, saboteando todos los planes que su estricto padre había anticipado para ella.

En la década de 1930 se traslada a París, donde ingresa en el grupo surrealista encabezado por André Breton, y donde convive con el gran amor de su juventud, el también exponente del movimiento, Max Ernst.




Esto la ayudó a comenzar sus andanzas artísticas, pero siempre con más dificultad que sus camaradas; en aquellos años, la mujer en el arte solo podía ejercer como musa, una realidad que siempre estuvo dispuesta a romper:

“No tuve tiempo de ser la musa de nadie… estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser artista”.

Será en esta corta pero feliz etapa cuando Carrington realiza la obra que nos ocupa: su propio autorretrato, donde pondrá en práctica de manera magistral todos los aspectos estéticos y compositivos que han caracterizado la corriente surrealista, fusionándolos con su propio mundo interior, lleno de misticismo y elementos de reminiscencia mitológica, especialmente celta, cultura que descubrió a muy temprana edad gracias a su abuela irlandesa.

Como gran amante de los animales, especialmente de felinos y caballos, estos formaran una parte importante de su obra, relacionándose con lo onírico, lo esotérico y, sobre todo, con su propia experiencia vital. Leonora vive un momento de soñada libertad, lejos de toda imposición o reproche, y con este cuadro pretende plasmar dicha conquista.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y la detención de Ernst, Leonora se exilia a España, donde es injustamente ingresada por su padre en un psiquiátrico, alegando un grave deterioro mental.

Años más tarde, aprovechando un traslado, la artista logra escapar, iniciando un largo viaje que la llevará, en 1941, hasta México, tierra que la adoptará y le permitirá desarrollar por completo su obra y potencial, convirtiéndose en una referente del surrealismo mexicano junto a Remedios Varo, con la que mantendrá una profunda amistad.  

ANÁLISIS FORMAL

La Posada del caballo del alba
La Posada del caballo del alba

En La Posada del caballo del alba, la artista se retrata en una solitaria habitación de tono añil grisáceo con un suelo pavimentado con baldosas rojizas, con la única compañía de una extraña hiena con protuberantes ubres y rasgos asimilables a los de un equino.

Leonora aparece sentada en un sillón azul, con mirada alzada y desafiante, vestida con pantalones blancos de equitación, chaqueta verde y botines victorianos, todo ello coronado con una salvaje y exuberante melena.

El misterioso lugar, que distribuye los elementos compositivos casi como en un sueño se tratara, cuenta con un único ornamento, una mecedora de juguete en forma de caballo blanco, cuya remarcada sombra hace difícil distinguir si se dispone en la pared, o sobre el mencionado sillón.

Al fondo, enmarcada por dos cortinajes amarillos, una ventana abierta nos presenta un paisaje boscoso y nebuloso, donde destaca un dinámico corcel blanco que galopa hacia la lejanía.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

La Posada del caballo del alba nos enseña, desde varios puntos de vista, su voluntad de rebelarse contra lo establecido, conjugando sus experiencias vividas con su propio imaginario surrealista, cargado de referencias animalescas, mitología y magia.

No es casualidad que el misterioso lugar que nos presenta se encuentre completamente vacío, pero a la vez, nos muestre detalles que rememoran a su infancia, como el juguete del caballo o el bosque que asoma tras las cortinas, similar al del lugar donde creció.

Ambos hechos, unidos a la época en la que realizó esta pintura (mientras exploraba su potencial con total libertad en el circulo surrealista parisino), hacen pensar que la pintora quería reflejar la independencia ganada frente a su estricta familia, quienes se habían opuesto en todo momento a que la joven Leonora desarrollase su carrera como artista.

El caballo blanco es considerado por la pintora como uno de sus álter ego, un símbolo de la libertad conseguida, que galopa incansable hacia la niebla, hacia el futuro y lo desconocido.

No es casualidad que este animal aparezca repetidamente en muchas de sus obras; su inspiración parece sacada de la cultura celta, con la que Carrington estaba tan familiarizada.

Los celtas asimilaban al caballo blanco con Epona, “la yegua divina”, diosa de los caballos, seres que a su vez eran asociados como la representación del Sol y la luz que vence a la oscuridad; constituyendo así una simbólica manera de recalcar su triunfo en la lucha contra lo establecido. 

Pero no es esta la única lectura de rebeldía que la inglesa incluyó en esta obra. Y es que otro importante rasgo en su vida, fue la constante lucha para reivindicarse como mujer artista, algo todavía visto con extrañeza por muchos de sus contemporáneos, incapaces de visualizar a la mujer en el mundo artístico si no era para cumplir el rol de musa.

Aquí cabe mencionar a otro de los álter ego comunes en sus obras: la hiena, cuyas abultadas ubres, más humanas que animales, simbolizan la rebeldía y la lucha femenina por ocupar el lugar correspondido; la hiena pudo ser elegida por su fiereza, pero más sentido tendría pensar en que fue por su naturaleza matriarcal, con manadas lideradas por hembras.

Por otro lado, la actitud con la que la artista se representó a sí misma, deja leer entre líneas significado.

Su pose, erguida y con las piernas abiertas en clara connotación masculina, el cabello alborotado, impensable en una joven señorita procedente de una familia acomodada, su mirada, seria y mantenida, desafiante; son detalles que materializan esa actitud rebelde, ese sentimiento de hacerse notar, de ser una más dentro de su propio oficio, de su mundo. Algo que, sin duda, Carrington logró.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

CARRINGTON, Leonora: Memorias de Abajo. Ciudad de México, 1979.

THE MET MUSEUM: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/492697 (Consulta: 01/10/2022)

LEONORA CARRINGTON MUSEO: https://www.leonoracarringtonmuseo.org/leonora-carrington (Consulta: 01/10/2022)

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