La primavera

Ficha técnica

Título: La primavera
Autor: Sandro Botticelli
Cronología: 1480-1481
Estilo: Renacimiento italiano
Materiales: Pintura al temple
Ubicación: Galería de los Uffizi, Florencia
Dimensiones: 2,03 m x 3,14 m

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA PRIMAVERA

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

Nos encontramos ante una obra pictórica realizada por uno de los pintores más destacados del Renacimiento italiano, Sandro Botticelli. Esta obra forma pareja con El Nacimiento de Venus, realizado un año más tarde.

Después de su vuelta a Roma en primavera de 1482, Botticelli creó durante la década siguiente una serie de pinturas de contenido mitológico.

Además del Nacimiento de Venus, que representa el desembarco de la diosa en la isla de Citeres (Chipre), la Primavera es una de las pinturas más conocidas y, sin lugar a dudas, la más discutida de todas las creadas por el pintor, dado que sus múltiples significados se resisten hasta hoy. 

Esta pintura era propiedad de Lorenzo di Pierfrancesco encontrándose en una de las habitaciones de su vivienda en la ciudad de Florencia y posteriormente fue trasladada a la villa de los Médici en Castello.

Esta pintura tiene unas medidas de 203 cm de alto y 314 cm de ancho. Este tipo de formato tan grande eran muy usuales en las residencias privadas de las familias poderosas.

En “La primavera” se representan a dioses clásicos casi desnudos y a tamaño natural, con un complejo simbolismo filosófico cuya interpretación requería un hondo conocimiento de la literatura y sincretismo renacentistas.




Es una obra impregnada de cultura humanística y neoplatónica de la corte de Lorenzo el Magnífico. Se presenta una atmósfera de fábula mitológica en la que se celebra una especie de rito pagano. Se debate sobre su significado y por su título.

Algunas teorías sostienen que el dios Mercurio (el personaje situado más a la izquierda) representa a Julio, el hijo de Lorenzo de Médici, y que la gracia que mira al dios, representa a la amante de Julio.

ANÁLISIS FORMAL

La primavera
La primavera

Botticelli opta aquí por un formato monumental, con figuras de tamaño natural, y lo compagina con una gran atención al detalle. Esto puede verse en las diversas piezas de orfebrería, representadas minuciosamente, como el casco y la empuñadura de la espada de Mercurio o las cadenas y los broches de las Gracias.

El cuadro, que debe ser leído de derecha a izquierda, es una escena narrada tanto en el Natura Rerum del poeta epicúreo Lucrecio, como en las Metamorfosis y en los Fastos de Ovidio.

En esta última obra el poeta del amor relata el origen mitológico de la Fiesta de Flora (las Floralia), en Roma, durante el mes de Mayo: Flora fue la ninfa Cloris, la Pureza, que exhalaba Flores al respirar.

Cefiro, el Dios del Viento, se enamoró apasionadamente de ella, la siguió y la convirtió en su esposa por la fuerza. Arrepentido, la transforma en Flora y le entrega como regalo un hermoso jardín en el que reinará eternamente, la Primavera.

En el centro de un jardín rodeado de naranjos se encuentra Venus, la Diosa del Amor, que domina el pasado, el presente y el futuro. En la parte superior, coronando la obra se encuentra Cupido, quien aparece con los ojos tapados y lanzando flechas con pasión. 

A la derecha de la obra se encuentra el viento Céfiro, quien baña en rocío las praderas y las envuelve de dulces aromas. Este dios posee apariencia de un ser con alas de plumas verde azulado y sopla con todas sus fuerzas lanzando su cálido aliento.

Hay que decir, que las intenciones de Céfiro no son tan pacíficas como parece a primera vista: irrumpe con tanta violencia en el jardín que dobla los árboles. En realidad, persigue a la ninfa Cloris que, amedrentada, vuelve su vista hacia él.

A continuación, encontramos a Flora. Florecida y derramando sus bendiciones al mundo. Botticelli se inspiró en una estatua romana antigua de la Diosa Flora que se conserva en los Uffizi. Simboliza al alma humana que despierta al mundo espiritual.

Las tres jóvenes que danzan con los dedos entrelazados y envueltas en velos semitransparentes son las Tres Gracias: La Belleza, a la derecha, la Castidad, en el centro y el Placer a la izquierda.

A la izquierda de la obra, encontramos a Mercurio, el guardián del bosque y mensajero de los dioses, quien aparece representado con su caduceo (el centro con las dos serpientes enroscadas), túnica corta roja y espada. Mercurio protege el umbral del recinto entero ahuyentando las nubes que amenazan con irrumpir en el jardín.

Mientras algunas de las figuras estaban inspiradas por esculturas antiguas, estas no eran copias directas sino adaptadas al lenguaje formal propio de Botticelli: figuras de elevada estatura, delgadas, ligeramente alargadas, muy idealizadas, muy dibujadas con unas limpias líneas que marcan los perfiles, cuyos cuerpos a veces parecen artificiosamente estirados y presagian el estilo elegante y cortés del manierismo del siglo XVI. 

Las figuras destacan contra el fondo por la claridad de su piel y sus ropajes, de colores claros e incluso transparentes. Esta palidez en los colores muestra la anatomía del desnudo, que da más volumen a la representación, esta técnica recuerda a la de los paños mojados de Fidias. La luz unifica la escena, incluso parece emanar de los propios cuerpos.

La composición participa del fondo arbolado, con un bosque ordenado y vertical para servir de fondo, casi plano y severo, a la danza y al corro. El suelo es una capa de hierba muy oscura en la que están detalladas flores típicamente toscanas que aparecen en el mes de mayo.

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