COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA VIRGEN DE LA LECHE
CONTEXTO HISTÓRICO
La vida y obra de Pedro Berruguete a día de hoy sigue siendo un tema de investigación debido a la escasa información que se posee sobre su trayectoria artística y, sobre todo, a su formación técnica dentro de la pintura renacentista en la Corona de Castilla entre los siglos XV y XVI.
De lo poco que se conoce sobre Berruguete, se dice que habría nacido en Paredes de Nava (Palencia) hacia mediados del siglo XV (ca. 1450-1455). Además, parece ser que procedía de una familia hidalga – lo cual le permitió llevar una vida holgada y a tener algunos contactos con la alta nobleza de la época – . Gracias al testamento de uno de sus nietos, Lázaro Díaz, sabemos que Pedro Berruguete falleció en Madrid hacia 1503.
Algunas hipótesis hablan sobre la formación de Berruguete en Castilla – y no en Flandes, como sostienen algunos estudiosos – con un maestro que le enseñó los valores estilísticos y técnicos de la pintura flamenca. Este aprendizaje se vio facilitado por la cercanía a Burgos y a toda la producción artística que se estaba desarrollando en ese momento.
Pedro Berruguete, probablemente, pudo observar de primera mano las obras que pertenecieron a grandes pintores flamencos, como el Tríptico de Miraflores, de van der Weyden.
A partir de ahí, pudo haber realizado obras que escenifiquen esas características de la pintura flamenca, como es el tratamiento del espacio, los detalles y arquitecturas, entre otros elementos. Así mismo, cabe destacar la capacidad del artista por absorber toda esa influencia y transformarla en obras únicas y complejas.
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Por ello, la historiografía española califica el arte de Berruguete como un arte ecléctico, puesto que acumula todo el bagaje cultural que fue aprendiendo durante toda su carrera artística: arte mudéjar, gótico, flamenco, italiano.
Otro de los aspectos importantes que debemos rescatar de la vida y obra de Berruguete es su paso por Italia. Las hipótesis señalan que el artista viajó hacia Roma, en un primer momento, hacia 1472 y que, posteriormente, se trasladó hasta la corte del duque Federico de Montefeltro para trabajar en su studiolo en la ciudad de Urbino.
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Debido a estas influencias que recibió el artista se pueden establecer dos momentos en la formación y producción artística de Berruguete: un antes relacionado con su formación en Castilla y un después relacionado con su estancia en Italia y posterior retorno a Castilla.
De su primer momento destacan algunas obras que se le han atribuido, como son dos tablas del retablo de la historia de la Vera Cruz (Museo de Santa Eulalia de Paredes de Nava) y La prueba del fuego (Museo del Prado). De su estancia en Italia (segundo momento), se le atribuyen obras como El doble retrato de Federico de Montefeltro y de su hijo Guidobaldo (Galleria Nazionale delle Marche, Urbino).
No obstante, debemos reconsiderar todas estas suposiciones y plantear nuevas vías de investigación a partir de las obras que han sido documentadas y que han llegado hasta nosotros, como el retablo mayor de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava (ca. 1490), la pintura mural del exterior de la capilla de San Pedro de la catedral de Toledo (1497), el retablo mayor de la catedral de Ávila (ca. 1499) y el retablo de Guaza de Campos en Palencia (ca. 1501).
ANÁLISIS FORMAL
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La Virgen de la leche o Virgen con el Niño (ca. 1500) es una obra atribuida a Pedro Berruguete realizada tras su vuelta de Urbino y, posiblemente, ordenada por Beatriz Galindo, conocida como La Latina por sus conocimientos en latín y por ser profesora de la reina Isabel la Católica.
Es importante entender que cuando Berruguete vuelve de Italia, las obras que realiza pierden calidad técnica y estilística, debido a que los gustos de la comitencia castellana son muy distintos a los del resto de Europa – sobre todo de Italia – y están arraigados a los valores tardo-góticos y mudéjares.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Probablemente, La Virgen de la leche formó parte de un pequeño tríptico que contiene una inscripción mostrate et mater (muéstrate que eres una madre).
La obra nos desvela la capacidad del artista a la hora de trabajar la pintura mural (técnica aprendida, posiblemente, en Italia y en la catedral de Toledo) y las influencias adquiridas en su compleja formación realizada tanto en España (los detalles de la pintura flamenca) como en Italia (elementos arquitectónicos de tradición clásica).
Berruguete conocía muy bien el trabajo de luces y sombras. Por ello, esta obra se presenta muy naturalista, no sólo por el tratamiento que recibe la figura de la virgen, sino también por cómo deja entrever una parte del paisaje en el fondo.
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Berruguete pinta como un científico que ha estudiado la incidencia de la luz sobre los personajes y objetos. Las vestiduras de la virgen nos hablan de ese influjo renacentista pues son plegados que nos recuerdan a Da Vinci, es decir, son plegados orgánicos, con movimiento y pesadez.
El rojo de su vestido y la mirada hacia abajo aluden a ese dolor que siente la Virgen, porque nos está anunciando la muerte de su hijo.
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La pose de la virgen está inspirada en los modelos de van der Weyden, con la diferencia de que Berruguete los adapta a su visión y estilo personalista en su pintura. La figura está dentro de una hornacina de estilo gótico. La representación de los elementos del arte mudéjar, gótico y renacentista en el marco arquitectónico forman parte de la tradición estilística que se mantenía en España y a la que Berruguete está sujeto.
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Por eso, coloca a la virgen en una especie de tabernáculo. Es decir, es una virgen entronizada que representa el poder de la creación divina; coronada porque es la reina de los cielos y porque la corona forma parte de los objetos que representan la Pasión de Cristo.
Sobre ella, se alza una techumbre de tradición hispanomusulmana, pues forma parte de la cultura visual del artista y, a la vez, enaltece la figura de la virgen y del niño.
Los elementos de la arquitectura gótica hacen referencia a la nueva ley del momento, por ello vemos la representación del nacimiento de Cristo a través de La Anunciación.
También, observamos los símbolos que hacen referencia a la virginidad de María: el ángel, la flor de lis, azucenas. Aunque Berruguete no es un experto en el manejo de la perspectiva lineal ortodoxa, sí podemos decir que el tratamiento del espacio y de la figuras responden a ese aprendizaje recibido en Italia (probablemente porque tuvo acceso a los modelos que en esos momentos se estaban viralizando por las cortes más importantes: Roma, Florencia, Nápoles).
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Así mismo, vemos la representación de Adán y Eva en el basamento que sostiene las columnas y arcos de medio punto. Es decir, la virgen es la representación de la nueva Eva, la cual limpia el pecado original. El tema de la Pasión también se representa a través del escudo con la cruz roja, que alude a la crucifixión y las flores con espinas a la corona de espinas de Cristo.
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Esta obra fue descubierta por el historiador del arte, Manuel Gómez-Moreno (1870-1970), en los almacenes del Ayuntamiento de Madrid. Actualmente, se encuentra en el Museo de San Isidro de la misma ciudad.
Como conclusión, podemos decir que el arte que se ha atribuido a Pedro Berruguete incidió de manera importante en la producción artística realizada en la Corona de Castilla.
La libertad con la que trabaja el artista es determinante pues crea un estilo propio y único, de composiciones complejas y con perspectiva estudiada – siempre y cuando no sean obras realizadas con su taller, ya que se nota la pérdida de calidad en cuanto a técnica, forma y estilo -.
Aunque no pudo plasmar todo el bagaje aprendido en su paso por Italia en las obras realizadas a su retorno, podemos igualmente advertir su talento, como ya hemos observado en esta obra, en la que no se pierde ningún detalle ni alusión a los gustos de la comitencia de la época.
BIBLIOGRAFÍA
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Peinado, L. R. (2013). LA VIRGE DE LA LECHE. Revista Digital de Iconografía Medieval, 5(9), 1-11.