La Virgen de Gustav Klimt

Ficha técnica

Título: La Virgen
Autor: Gustav Klimt
Cronología: 1912 – 1913
Estilo: Simbolismo
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Museo Nacional de Praga, República Checa
Dimensiones: 190 x 200 cm.
Escrito por: Patricia Luis Ruiz

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA VIRGEN DE GUSTAV KLIMT

CONTEXTO HISTÓRICO

Gustav Klimt (1862 – 1918) trabaja en un momento marcado por el ansia de innovación, de romper el corsé del clasicismo que tanto había retrasado la llegada de la modernidad en Austria. Todas las influencias recibidas a lo largo de su carrera están presentes en La Virgen.

Constituye una de las figuras más importantes de la Secesión Vienesa, un movimiento que permitió a Europa vislumbrar un vertiginoso cambio a nivel cultural y dar comienzo a tiempos completamente nuevos.

El arte, a partir de este momento, lucha por lograr total autonomía y, además, poder desenvolverse sin ataduras en su contexto. Lo que Kandinsky afirmará en las primeras líneas de De lo espiritual en el arte, “todo arte es hijo de su tiempo”, los artistas austriacos lo llevan por bandera: “A cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad”.

La obra debe responder a las necesidades y anhelos de quien la crea: ninguna institución o grupo social debe encorsetar la creación. De este modo, es imprescindible dar un giro radical a la práctica artística, partir de la tradición para destruirla en pro de la libertad y, por supuesto, la propia realización personal.

En cuanto a la fusión de propuestas artísticas, el austriaco pretende dar lugar a obras con personalidad propia, con una importante carga expresiva.

A su vez, estas creaciones deben adaptarse a sus tiempos, marcado por la revalorización de otras disciplinas consideradas inferiores: el Art Nouveau pretende dotar a la artesanía del mismo valor y respeto que las tradicionalmente llamadas bellas artes.

Se trata de la unión entre arte y vida reivindicada durante todo el siglo XX, la búsqueda de una síntesis de todas las artes: la creación de un arte total.




La pintura de Klimt había pasado por varias fases, en las que la influencia impresionista es evidente. Es cierto que un viaje a Rávena marca un antes y un después dando comienzo a la más que icónica Etapa Dorada.

Sin embargo, las reminiscencias de los mosaicos bizantinos e iconos paleocristianos y el oro comienzan a desaparecer poco a poco hacia 1910. En este caso, el artista viaja a Berlín y París y bebe de las ultimísimas novedades de la vanguardia.

Conoce la obra de Oskar Kokoschka y contacta con el joven Egon Schiele, a quien apoya y admira profundamente. En su constante afán por la innovación, por no quedarse atrás y por pertenecer fielmente a su tiempo y su arte, Gustav Klimt se adentra en una nueva etapa en la que el color se convierte en vehículo absoluto de expresión. La Virgen es la prueba de ello.

La Virgen de Gustav Klimt
Conversión, Egon Schiele (1912)

ANÁLISIS DE LA OBRA

La Virgen de Gustav Klimt
La Virgen de Gustav Klimt

Las mujeres son el motivo central en una buena parte de la obra de Gustav Klimt. No deja escapar ni una sola oportunidad de convertir a la figura femenina en una alegoría, en una femme fatale o en un retrato de su visión particular del mundo.

No obstante, la manera en que la representa varía según atraviesa las distintas etapas en su pintura. En períodos anteriores, él mismo considera que la figura humana había contado con una apariencia demasiado estática, rígida, y es momento de un cambio.

Obras tan famosas como El beso están dotadas de una quietud con la que el artista quiere romper. Por tanto, la línea recta desaparece.

La Virgen de Gustav Klimt
El beso, Gustav Klimt (1907 – 1908)

Como consecuencia, encontramos en sus últimos años de vida piezas como La Virgen. Cuenta una composición caleidoscópica, con la protagonista en el centro, envuelta en todo tipo de tejidos y rodeada de otras mujeres dejándose llevar por la espiral.

Unas miran al espectador, otras cierran los ojos, pero todas ellas participan de este nuevo movimiento serpenteante. Se trata nada más y nada menos que de una representación del devenir, del ciclo de la vida, de la propia existencia humana.

Con una sensualidad extraordinaria, en esta pieza conviven influencias recibidas de todo tipo de lugares, estilos y artistas. La más evidente son los tejidos japoneses y las xilografías, que Gustav Klimt colecciona y reproduce en una gran cantidad de obras.

Plasma en este caso patrones y motivos orgánicos, mezclando espirales y flores. Le otorga una sensación de mosaico con la que, una vez más, fusiona el arte figurativo y realista con el ornamento.

En segundo lugar, está más presente que nunca la influencia de Edvard Münch y el Expresionismo; de Henri Matisse y el Fauvismo. Está más presente que nunca la influencia de la carga dramática del primero y de los colores luminosos del segundo.  

Por último, Sigmund Freud y el psicoanálisis, que desarrolla la idea de las pulsiones sexuales ocultas, y que llevará al pintor a dotar su arte de un aspecto más oscuro, siniestro, sensual. La obra de Klimt avanza en este momento con pasos agigantados de la mano de la vanguardia internacional.

Por tanto, sobre un fondo negro, se deslizan e irradian luz un grupo de mujeres envueltas en tejidos con estampados diversos. En el centro, La Virgen permanece quizás más quieta que el resto, pero se despereza e inclina la cabeza.

Por ende, podemos concluir que está despertando y pronto formará parte de las mareas a su alrededor.

BIBLIOGRAFÍA

HODGE, Susie: Breve Historia del Arte. Barcelona: 2017.

NENTWIG, Janina: Gustav Klimt. París: 2016.

ROCAMORA GARCÍA-IGLESIAS, Carmen: El secesionismo austriaco. Consultado en https://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/view/950

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