COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA VOCACIÓN DE SAN MATEO DE CARAVAGGIO
CONTEXTO HISTÓRICO
A finales del XVI, las formas y herramientas del Manierismo se precipitaban a su inevitable estancamiento; este estilo había configurado un lenguaje intelectual dirigido a un pequeño ámbito cultural y social, que no encajaba con las nuevas exigencias de la Iglesia contrarreformista. P
ara movilizar la amplia devoción popular fue necesario proponer un nuevo lenguaje visual, un lenguaje que volverá a buscar su inspiración en la propia realidad visible: el naturalismo.
Fueron dos pintores del norte de Italia, Annibale Carracci y Michelangelo Merisi da Caravaggio, quienes encarnaron en la Roma de 1590 una profunda transformación figurativa, oponiéndose al manierismo y reivindicando la verdad pura que reside en la naturaleza.
En cierto sentido, con ello abogaban por la recuperación del concepto renacentista que veía en la imitación del natural el fundamento esencial del arte.
Pero, lejos del gusto por la tradición clásica de Carracci, para Caravaggio la verdad era el propio fin de la pintura, y debía alcanzarse sin intermediarios: no aceptó a ningún maestro que no fueran la verdad y naturaleza, y tras dos siglos de veneración de lo antiguo, casi como un gesto revolucionario, Caravaggio contestó la autoridad de las normas prefijadas.
Nacido en Milán, hacia 1571, su obra se ha caracterizado por el empleo de fuertes contrastes, convirtiendo el claroscuro en el protagonista de su poética: la luz modela las figuras, define los espacios e intensifica la acción dramática, por lo que enfatiza o deja en la sombra los elementos sobre los que quiere llamar nuestra atención.
Este empleo del claroscuro terminó germinando en una nueva corriente: el Tenebrismo, muy en boga durante las primeras décadas barrocas, y cuyo rasgo de identidad es este empleo extremo de las luces y sombras, que logran crear un efectismo sorprendente para el espectador.
Su gusto por utilizar como modelos a gente de a pie, por las atmosferas populares, y por representar lo natural en toda su crudeza, han dotado a toda su obra de una religiosidad humilde propia, tan acorde con la propagandística demanda en tiempos de la Contrarreforma.
Los exámenes radiológicos han revelado que pintaba directamente sin dibujo preparatorios, lo que le obligaba a hacer rectificaciones constantes; cada cambio afrontado le llevaba a realizar puestas en escena más teatrales y sorprendentes.
La obra que hoy nos ocupa, La vocación de San Mateo, fue un encargo de Matteo Contarelli para decorar la capilla de San Luis de los Franceses, llamada Capilla Contarelli en el momento de su construcción, y donde se conserva aún en nuestros días.
Forma parte de un ciclo de pinturas sobre la vida del santo, el cual completan El martirio de San Mateo y La inspiración de San Mateo.
Dos décadas antes, el cardenal Contarelli destinó capital e instrucciones para la decoración, la cual debía basar su temática en su santo patrón. Se comenzó por los frescos de la cúpula, manieristas, de la mano de Giuseppe Cesari, anterior maestro de Caravaggio.
Asimismo, encontrándose este artista demasiado ocupado con el mecenazgo papal y real, el encargo fue a terminar a manos de Caravaggio, alzándose así con su primer gran encargo eclesiástico.
Estos tres lienzos reafirman el inminente cambio decisivo del manierismo idealizante, del que Cesari fue el último gran practicante. Su éxito fue inmenso, al ser de las primeras pinturas expuestas al público en exhibir un realismo tan impactante; así, Caravaggio logró colocarse entre los principales pintores del nuevo movimiento naturalista italiano.
ANÁLISIS FORMAL
En esta pintura religiosa predominan la expresión, la teatralidad, y por supuesto, la inconfundible iluminación caravaggesca. Se ilustra el momento en que Cristo contacta con Mateo, un recaudador de impuestos con pésima reputación entre los judios, para que se una a él como apóstol.
La escena, lejos de situarse en su contexto histórico original, es situada en el tiempo contemporánea al artista, con todos los personajes debidamente ataviados conforme la moda de la época.
Se trata de una composición horizontal, estática, siendo la luz el elemento que define completamente la obra; la escena está iluminada por dos focos: el primero, que ofrece la iluminación general e incide de manera diagonal, y otro que parece proceder de lo alto de la estancia.
Los fuertes contrastes consiguen que las figuras resalten por sí solas, ayudando a acentuar el misterio de la escena y la expresividad de sus protagonistas.
En esta taberna, cuya parte superior está vacía a excepción de un tosco ventanal, se concentra a todos sus personajes en la parte inferior:
- Por la parte derecha, irrumpen Cristo y San Pedro, siendo los únicos personajes que no visten ropas de la época. Jesús, que alza su mano para señalar a Mateo, aparece coronado con un halo o círculo de luz, prácticamente imperceptible por la penumbra. Pedro, de espaldas, repite tímidamente el gesto de su maestro.
- En el centro de la mesa aparece nuestro protagonista, Mateo, que se señala desconcertado, preguntándose si él es el elegido. Dos jóvenes, sentados al inicio de la mesa, muestras su sorpresa al escuchar la oferta del Mesías.
- Para finalizar, en la izquierda, un muchacho se muestra ajeno a los acontecimientos, ensimismado contando monedas, mientras un anciano con gafas le controla infatigable en el proceso.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Narra el episodio del Evangelio según San Mateo (Mateo 9:9) en el cual Cristo llama a Mateo a sumarse al apostolado:
«Jesús vio un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme», y Mateo se levantó y le siguió».
Esta obra permitió al pintor enfrentarse por primera vez a un encargo de índole religiosa bajo los nuevos prefectos de la Contrarreforma, resolviéndolo con original soltura: su ambientación coetánea, en un entorno cotidiano y reconocible, era perfecto para impulsar la renovación iconográfica en clave realista tan demandada por la Iglesia Católica.
De esta manera, un hecho tan alejado temporal y estéticamente, se logra acercar al hombre contemporáneo, permitiéndole verse reflejado en él, y trasladando la idea de que en cualquier momento cotidiano e inesperado puede tener lugar la voluntad de Dios.
El rayo de luz que entra por la ventana lateral se convierte simbólicamente en el rayo de la salvación, proyectándose hacia las cabeza de Mateo y sus acompañantes.
Los personajes visten con hábitos contemporáneos, a excepción de Cristo y Pedro, subrayando con sus túnicas su carácter sacro y atemporal. De excepcional valor simbólico es el diálogo entre Cristo y Mateo mediante sus gestos, siendo fácilmente comparable el gesto de Jesús con el gesto de Dios en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.
De igual manera que Cristo parece invitar a Mateo a seguirle, Pedro repite el gesto, como símbolo de la Iglesia Católica que media entre el mundo divino y el humano. Los pies desnudos de Jesús contrastan con los engalanados recaudadores, simbolizando su santidad y humildad, mientras parece traer la luz verdadera de Dios a este espacio tenebroso.
Mateo es presentado como un recaudador de impuestos, notablemente confundido ante lo sucedido, y sentado frente a una mesa de trabajo llena de libros de cuentas y monedas, en un ambiente íntimo, desnudo y pobre, tan común en la pintura de Caravaggio, y que permite al espectador sentirse fácilmente identificado.
Frente a la sorpresa y curiosidad esgrimida por los dos muchachos sentados al principio de la mesa, y para ejercer de contraposición no solo expresiva, sino también espiritual, los dos personajes que cierran la composición se encuentran ajenos al acontecimiento central, ensimismados en el recuento de dinero: representan la avaricia, la desconfianza, la envidia… actitudes dañinas que Mateo debe dejar atrás.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
- CÁMARA MUÑOZ, Alicia; CARRIÓ-INVERNIZZI, Diana: Historia del Arte de los Siglos XVII y XVIII; Madrid, 2016.
- LANGDON, Helen: Caravaggio, Barcelona, 2010.
- GRAHAM DIXON, Andrew: Caravaggio, una vida sagrada y profana, Madrid, 2011.