COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LADY GODIVA
CONTEXTO HISTÓRICO
A medio camino del arquetipo plasmado en las crónicas coetáneas y el folclore que ha surgido a través de los siglos en torno a su figura, la imagen de Lady Godiva ha sobrevivido al discurrir del tiempo, incorporando y adaptando nuevos elementos y significados al contexto que la invocaba con un hecho central que parece inmutable.
Se contempla en documentos como el Domesday Book (1087), el Liber Eliensis (s. XII) o el Flores Historiarum (1236), de una noble anglosajona que contrajo nupcias con Leofric, Conde de Mercia sobre el año 1040, aglutinando entre ambos un gran patrimonio en tierras que, a la muerte del esposo en 1057, recaerían en manos de ella convirtiéndola en la única mujer anglosajona de su tiempo que poseía tierras en propiedad.
El tema que se plasma en la escultura que analizamos vuelve a ponerse en boga en el siglo XIX gracias a la reinterpretación que hace Lord Alfred Tennyson en su poema Lady Godiva. Posiblemente de este siglo, la obra más relevante sobre esta figura debamos atribuirla al pintor John Collier.
Por su parte, la escultura de John Thomas fue donada por su esposa en el año 1862, convirtiéndose en una de las obras más emblemáticas del Museo Maidstone.
ANÁLISIS FORMAL

La tradición narra el sacrificio de Lady Godiva por su pueblo. Los habitantes de la aldea de Coventry, ahogados por los abusivos tributos instaurados por Leofric, Conde de Mercia, recurrieron a la esposa de este para que los amparara.
Después de numerosas negativas, el conde en un arrebato de tiranía prometió que, si su esposa cabalgaba a la luz del día desnuda por las calles de la ciudad, reduciría los impuestos que asfixiaban a los pobladores.
La imagen que esta obra evoca es nada más y nada menos que la humillación de Lady Godiva, quien, a pesar de su moral, valores y principios, se sacrificó desinteresadamente en una acción interclasista que se presenta como el arquetipo e ideal victoriano de feminidad y belleza.
Ante el padecimiento de la joven noble, los vecinos de Coventry cerraron puertas y ventanas para que la humillación no fuera tan severa. Si bien las primeras versiones de la historia no contemplan este personaje, hallaremos tras una balada anónima del siglo XIII la incorporación de un vecino indiscreto, un sastre llamado Tom (más conocido coloquialmente como «Peeping Tom»), quien se jactaría de no haber hecho caso a la súplica, habiendo contemplado a la señora desnuda en su humillación pública.
Esta acción le supuso la condena entre sus vecinos y la exclusión del grupo en algunas versiones, mientras que en otras se recoge castigos como la ceguera e, incluso, la muerte por haber faltado a su palabra.
La obra seleccionada está realizada en yeso policromado, donde las distintas tonalidades son empleadas para distinguir y diferenciar los diversos elementos del conjunto realizado en una única pieza. Mientras el caballo y el suelo empedrado presentan cierta tonalidad grisácea y verdosa, Lady Godiva es una figura marfílea que resalta sobre el resto de elementos.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
El escultor y arquitecto británico John Thomas representa a Lady Godiva desde la perspectiva impúdica de «Peeping Tom», el espectador indiscreto.
De tamaño real, la escultura se encuentra sobre un gran pedestal. El conjunto trata de provocar y transmitir al espectador la misma incomodidad que debió sentir la jinete; la intimidación y vergüenza de la joven en su sacrificio.
En un alarde de molestia visible en su postura, por ejemplo, en la curvatura de sus hombros y en la inclinación de su rostro, que trata de ocultarse de un posible espectador a través de la cortina que produce su cabello, Lady Godiva se presenta como una mujer joven y desnuda montando un équido de rasgos idealizados.
Tanto el tratamiento del cabello de Godiva, que se desliza por su espalda y la oculta parcialmente, como el del caballo, guardan cierta relación en las texturas y el tratamiento dado.
El corcel se retrata con la cabeza estirada, la boca abierta entre las riendas decoradas y las venas visiblemente marcadas en áreas específicas como rostro y patas en un intento de plasmar tensión y movimiento.
Una de sus pezuñas se encuentra elevada, apoyándose levemente en un adoquín con un monograma lateral con la letra «m» grabada y un anillo para sujetar las bridas del caballo.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
PRINCIPIA.IO: https://principia.io/2018/06/08/violencia-machista-en-la-historia-del-arte.Ijc3MCI/
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