COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE MAMÁ
CONTEXTO HISTÓRICO ARTÍSTICO
Louise Bourgeois, además de una artista sobresaliente, fue una señora honesta sin miedo al miedo. Y me refiero a ese miedo atroz que te quita las ganas de comer y que, en su caso, le dio un hambre voraz.
Me explico: te recoges o te expandes. Dicho de otro modo: te quedas en el bucle o sales por la puerta grande. Louise fue una persona traumada (ya lo siento) pero consciente de ello (esto lo celebro).
Su padre resultó ser un pieza de cuidado que boicoteó la infancia de la artista. El estudio de las matemáticas fue la forma de poner orden e inmutabilidad a su vida pero la muerte del progenitor a sus solo 18 años, la impulsó a dejarse seducir por ese arte moderno que tanto odiaba papá en rol de galerista tradicional, encontrando la inspiración en las infidelidades continuas del macho alfa.
Y, a partir de entonces, una extensa producción artística que servía como terapia buscando, en palabras de la propia Louise, «un efecto curativo para el alma». Por eso, cada obra es auto expresiva, reflexiva, autobiográfica y pensada para mostrar la crudeza de las emociones.
Esta gigante y patuda araña que seduce a los visitantes del Museo Guggenheim de Bilbao a orillas de la ría, no es otra que la madre de Louise Bourgeois.
Murió cuando ella tenía 21 años y el vacío en el alma fue el germen capaz de crear una obra inmensa llena de significado.
De hecho, la escultura de 9 metros de altura, pertenece a una serie inspirada en este animal que apareció por primera vez en varios dibujos realizados por la artista en la década de 1940 ocupando un lugar central en su obra durante los 90 ya que «la araña es una oda a mi madre. Ella era mi mejor amiga«.
La araña es uno de los animales con peor fama. Protagonista de varias fobias, da repelús y dentera; susto y, a veces, muerte. Pero también es reflexiva, inteligente, paciente, delicada, sutil y útil.
Madre protectora y depredadora al mismo tiempo, se sirve de la seda para proteger a sus retoños y atrapar a sus presas dando muestra de su fragilidad amorosa y su fortaleza asesina. Y, además, es artista, tejedora (como la madre de Louise): «si desgarras la tela de una araña, ella la vuelve a tejer, la restaura sin alterarse«.
ANÁLISIS FORMAL
La «mamá» araña de Louise se sustenta elegantemente en ocho patas de corte y estilo gótico que hacen, al mismo tiempo, de jaula y guarida de una bolsa llena de huevos que se encuentran peligrosamente adheridos a su abdomen.
Una muestra, de nuevo, de esa dualidad constantemente presente que por una lado aterra y por otro conmueve. Su gran altura está equilibrada entre pesos y materiales esculpiendo un espacio interior que llama a entrar y percibir la grandiosidad en un espacio abierto de por sí. Otra vez la ambigüedad.
Los materiales fueron escogidos, también, con sentido. El bronce es una mezcla de cobre y estaño y la primera aleación artificial conocida; el material con más tradición en el arte. La pátina de la escultura es de nitrato de plata y consigue crear un efecto de claroscuro a la vez que representa valor.
El acero inoxidable sirve para dotar a la obra de su forma estructural. Por último, el único material natural y no alterado es el mármol. Ese que sirve para trasladar sentido inmaculado y virginal, ese que se utiliza para dar forma a los huevos, los hijos.
El resultado de la mezcla de materiales y técnicas es una superficie rugosa e imperfecta fruto de la multitud de placas ensambladas que pueden parecer un tapiz hecho a partir de retales de tela.
CURIOSIDADES
Ya hemos hablado del padre que, curiosamente, tenía prácticamente el mismo nombre: Louise Bourgeois. Resulta ser que era un tipo bastante subidito, engreído y cruel.
Al caer su mujer enferma, metió a la amante en casa adjudicándole el rol de institutriz de sus hijos y, por lo que sea…, se ve que a su hija muy bien no le sentó:
«de niña, me daba mucho miedo cuando en la mesa del comedor mi padre no dejaba de alardear y se jactaba una y otra vez de sus logros. Cuanto más grande quería volver su figura, más insignificantes nos sentíamos sus hijos. Mi fantasía era que le agarrábamos entre todos mis hermanos, le poníamos sobre la mesa, le troceábamos y le devorábamos…».
A lo Saturno devorando a sus hijos como Goya o Rubens lo pintaron.
Sin embargo, su madre tampoco era una pera en dulce aunque, igual, algo de justificación tenía la mujer con semejante ejemplar al lado. Parece ser que era cariñosa al mismo tiempo que controladora y posesiva.
Más allá de los asuntos familiares, «Mamá» hace también alusión al mito de Aracne, una osada jovencita que desafió a la todo poderosa diosa Atenea.
El reto era mostrar su maravillosa habilidad para el tapiz pero el tema escogido, los amores de los dioses, no muy apropiado. La vehemencia salió mal y terminó convertida en araña obligada a tejer eternamente. Velázquez y sus Hilanderas lo saben muy bien.