Monasterio de la Cartuja de Sevilla

Ficha técnica

Título: Monasterio de Santa María de las Cuevas
Autor: Fundado por Gonzalo de Mena. Varios Autores.
Cronología: Iniciado en 1400
Estilo: Gótico-mudéjar-renacentista-barroco-contemporáneo
Materiales: Piedra, ladrillo, cerámica, azulejería, yesería
Ubicación: Sevilla
Escrito por: Álvaro Iglesias Galán

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL MONASTERIO DE LA CARTUJA DE SEVILLA

CONTEXTO HISTÓRICO

Lo primero que deberíamos analizar de todo este conjunto es el porqué del apodo “de la Cartuja”. Habría que remontarse a la fundación del monasterio de Santa María de las Cuevas, regentado inicialmente por la orden de los cartujos, de ahí el sobrenombre.

Este edificio tiene su origen a causa de una leyenda de los tiempos de la conquista cristiana de Sevilla en 1248 a manos de Fernando III, el Santo.




Esta zona era una buena tierra para trabajar en la alfarería, que posteriormente se trasladaría al barrio de Triana, y en la época almohade algún cristiano de la ciudad hispalense ocultó una talla mariana en una cueva.

Una vez tomada la ciudad, los castellanos encontraron la imagen y la titularon con la advocación de Santa María de las Cuevas, creando una ermita que posteriormente influiría con su devoción en el futuro monasterio.

La fundación de este complejo monástico se debe a una figura destacada de la Sevilla del siglo XIV, el arzobispo de Sevilla Gonzalo de Mena y Roelas.

El que fuera también creador de la Hermandad de los Negritos para acoger y dar protección a las personas de raza negra en Sevilla promovió el inicio del Monasterio de la Cartuja para la orden del mismo nombre en el año 1400.

Es más, el clérigo fue enterrado un año después de la creación del templo, ya que falleció en 1401, hasta que en 1594 fue trasladado donde reposa hoy día, en la capilla de Santiago de la Catedral de Sevilla.

Ya desde sus comienzos fue un espacio destacado de la ciudad, contando con obras emblemáticas de una de las familias más notables de Sevilla como eran Pedro Enríquez, Catalina de Ribera o Per Afán de Ribera, obras ejecutadas por Antonio María Aprile de Carona entre 1525 y 1531, ocupando la sala capitular del monasterio cartujo.

Se puede acceder al antiguo conjunto monástico a través de su portada principal, obra de Ambrosio de Figueroa de 1766 que, a su vez, nos permite llegar a la portada de las Cadenas, de estilo gótico del siglo XV, en el que se juega con el efecto de la profundidad generada por la continuidad de las arquivoltas y el simbolismo ascensional de los arcos apuntados. Todo esto enmarcado en un alfiz con la decoración que le da el sobrenombre.

ANÁLISIS DE LA OBRA

Monasterio de la Cartuja de Sevilla

La iglesia del monasterio fue ejecutada entre 1410 y 1419, aunque contó con una ampliación importante en el siglo XVI. Fiel reflejo de que el edificio siguió cobrando importancia con el paso del tiempo.

En planta es un edificio de una sola nave, habitual concepto en las iglesias monásticas, en las que el espacio del templo no debía quitar metros a lo habitable. Cubierto por bóvedas de crucería, hay que destacar la zona de presbiterio que se completa con una elegantísima bóveda en abanico.

Si hay que valorar la importancia social que tuvo un monasterio no puede ser de otra manera que a través de sus claustros. El de la Cartuja contó con hasta cuatro claustros. El primero, denominado como el claustrillo, se trata de una zona de pequeñas dimensiones de estilo mudéjar del siglo XV.

El Gran Claustro, debido a las necesidades de ampliar este importante espacio, se inició ya en el siglo XV, pero contó con reformas hasta bien entrado el siglo XVIII.

En esta zona se habilitó la zona de cementerio, donde, no hay que olvidar nunca esto, los franceses durante su ocupación utilizaron como cocina sobre los huesos de siglos de historia monástica sevillana.

En el siglo XV, con el impulso de tantas familias adineradas y el propio arzobispo, se realizó el claustro de Legos, hoy muy perdido por la construcción posterior de la fábrica de loza. Y el último de los claustros que nos quedan por mencionar es el de San Miguel, que se perdió por completo y no podemos disfrutarlo hoy día.

El monasterio contó con el patrocinio de grandes fortunas y del apoyo de la nobleza sevillana y castellana. Recibió la visita de las personalidades más importantes del momento. El propio Carlos V estuvo allí cuando vino a Sevilla por su boda con Isabel de Portugal en 1526.

Del mismo modo, su hijo, Felipe II, el que consiguió que en su imperio nunca se pusiera el sol al anexionarse Portugal y todas sus colonias por derechos dinásticos, residió durante tres días aquí en el año 1570. No sólo estuvieron los Austrias Mayores. De los Austrias Menores contaron con la visita de Felipe IV en 1642, quien tuvo como pintor de cámara al sevillano Diego de Velázquez.

Unos años bastantes movidos para el monarca que tuvo que soportar los levantamientos de Cataluña y Portugal en 1640, consiguiendo la segunda la independencia y el inicio de la lenta, pero imparable, pérdida territorial del imperio español. Mientras que el pintor dos años después perderá uno de sus grandes referentes profesionales y personales, su maestro y suegro, Francisco Pacheco.

Entre las personalidades no regias que visitaron el monasterio destacamos al humanista Benito Arias Montano y a la carmelita, Santa Teresa de Jesús o de Ávila, que sin duda no guardó nunca buen recuerdo de la ciudad del Guadalquivir de la que dejó constancia:

“Yo confieso que esta gente de esta tierra no es para mí y que me deseo ya ver en la de promisión, si Dios es servido”.

Santa Teresa de Jesús

Y es que la Sevilla del siglo XVI que conoció la santa carmelita tenía que ser un auténtico infierno. Mucha población acumulada con la esperanza de poder dar el salto a América en busca de un mejor futuro y mientras conviviendo en la miseria de una ciudad sin ley, ni mucha moral, desde su punto de vista. Sólo pensaba en regresa a su promisión, a su tierra, Castilla.

Aunque, sin duda, la figura más destacada que llegó a residir en el monasterio fue Cristóbal Colón. El navegante aprovechó su estancia en este punto para preparar su defensa de la propuesta que le iba a realizar a los Reyes Católicos en Salamanca, consultando la rica biblioteca monástica. Para Colón este monasterio fue muy importante en su vida.

Lo demostró de distintas maneras. Primero, escribió en 1502 al papa Alejandro VI indicándole sus nuevos descubrimientos y rogándole que era necesaria la presencia de distintas órdenes religiosas en las nuevas tierras, entre ellas, la orden cartuja.

Y después, pese a fallecer en Valladolid en 1506 y ser enterrado en el convento de San Francisco de la ciudad pucelana, dejó constancia a su familia de que quería que su cuerpo descansara en el monasterio sevillano. Así fue, que su hijo Diego Colón, consiguió trasladar sus restos en 1509 a Santa María de las Cuevas.

En cuanto a obras artísticas el monasterio de la Cartuja incluía una amplia selección de artistas de renombre como fue el pintor Francisco de Zurbarán, Francisco Pacheco, el imaginero Martínez Montañés o el retablista Pedro Duque Cornejo.

Destacaremos la pintura de la titular del templo, la Virgen de las Cuevas, de Francisco Zurbarán (1655), hoy ubicada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. En esta obra podemos ver una iconografía muy habitual en los espacios conventuales y monásticos, la Virgen acogiendo bajo su manto protector a toda la comunidad religiosa.

La figura mariana sigue el modelo que Francisco Pacheco estableció en su tratado “Arte de la Pintura” de cómo representar correctamente la iconografía de la Inmaculada, con túnica roja y manto azul.

Mateo Vázquez de Leca encarga en 1603 a Juan Martínez Montañés la hechura de un crucificado vivo para su oratorio personal en la collación de San Nicolás.

La obra fue policromada por Francisco Pacheco, ya que cada gremio tenía que realizar su propio trabajo, un imaginero no podía pintar sus obras y tenía que contar con otros profesionales como el caso de Montañés y Pacheco, que colaboraron en varias ocasiones.

En 1614, Vázquez de Leca donaría la imagen al monasterio de la Cartuja, situándose en la capilla de Santa Ana, donde estuvo hasta 1810 cuando sufrió la invasión francesa y se trasladó al Real Alcázar, sufriendo de nuevo la desamortización de 1836, terminando en su actual emplazamiento, la Catedral de Sevilla.

Como mencionamos, en 1810 las tropas francesas entrarán en la ciudad de Sevilla y el mariscal Soult, además de expoliar las obras más destacadas, entre ellas las pinturas de Murillo, decidió que el monasterio pasara a ser un cuartel de artillería, eliminando todo elemento religioso del complejo.

En 1812, una vez expulsados los franceses, los cartujos regresarían, pero las idas y venidas sufridas en la década de los 20 finalizaron en 1836 con la famosa Desamortización de Mendizábal con la expulsión definitiva de la orden religiosa y el fin del uso monástico del edificio.

Hoy tenemos desperdigadas la mayoría de sus obras artística, obras cumbres de la Historia del Arte Español, y por tanto, sevillano. Esculturas de Juan de Mesa como San Juan Bautista o la Virgen con el Niño que hoy se pueden contemplar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, al igual que la Virgen con el Niño de Mercadante de Bretaña (siglo XV) o las ya mencionadas imágenes del Cristo de la Clemencia (1603) de Juan Martínez Montañés y el sepulcro de Gonzalo de Mena (siglo XV) que hoy se encuentran en la Catedral de Sevilla.

No menos valioso el repertorio pictórico que hoy no se encuentra en el espacio para el que fueron ideados. Es el caso del programa iconográfico que dedicó Francisco de Zurbarán (mediados siglo XVII) a la orden cartuja como son San Hugo en el refectorio de los Cartujos, la Visita de San Bruno al papa Urbano II o la Virgen de los Cartujos, todas hoy en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Por no quedarnos “sólo” (como si fuera poco) en lo que ha sido desperdigado por Sevilla y valoremos la importancia que llegó a tener la Cartuja en su momento, en los Museos Estatales de Berlín podemos contemplar un Tríptico de San Juan Bautista (siglo XV) de Rogier van der Weyden, en el Museo de Bellas Artes de Budapest está el Descanso de la huida de Egipto, de Francisco de Zurbarán (mediados siglo XVII) y dos obras de Velázquez (1919-20), que fueron realizadas para la Cartuja de Sevilla, están en el Museo de Cataluña (San Pablo) y en el Museo de Bellas Artes de Orleans, Francia, (Santo Tomás).

El proceso desamortizador no sería el punto final de este complejo. Dos años después, Carlos Pickman, un inglés de Liverpool, adquirió el complejo que durante este periodo fue utilizado como cárcel. Finalmente, el comerciante transformó el antiguo monasterio en una fábrica de loza, que iniciaría su actividad en 1841.

Tal fue la importancia que tuvo esta empresa que en 1873 Carlos Pickman obtuvo el título de marqués. Ya en 1982 el edificio terminaría siendo expropiado marchándose la empresa a Salteras. Desde 1997, ocupa este espacio el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.

Como hemos visto este edificio fue muy importante para la vida de Cristóbal Colón, seguramente aquí es donde fue capaz de organizar sus expediciones. Y es por ello, que fue este espacio, el de la isla de la Cartuja, el que se eligió como sede de la Exposición Universal de 1992. La Expo 92, que precisamente se dedicó a la Era de los Descubrimientos en el V Centenario del Descubrimiento de América.

Este acontecimiento transformó la ciudad de Sevilla, que posiblemente no vivía una remodelación de este tipo desde la Exposición Iberoamericana de 1929. Se realizaron autovías, rondas de circulación nuevas, se amplió el aeropuerto de San Pablo, la conexión del AVE con Madrid, que fue la primera línea de Alta Velocidad de toda España.

También la restauración de muchos edificios de Sevilla que estaban en semiabandono, como el caso del propio monasterio de la Cartuja y la creación de elementos arquitectónicos como todos los pabellones que se realizaron para representar a las diferentes naciones que quisieron participar en el evento.

Muchos de ellos se perdieron, como es habitual en una exposición temporal, pero otros tantos se han conservado hasta nuestros días como es el caso del pabellón de Hungría, Italia, México… entre otros, además de haber sido reutilizados para albergar lo que hoy es el Parque Tecnológico de la Cartuja o facultades universitarias como las de Comunicación o la Escuela Superior de Ingeniería.

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