COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE NIÑO
ANÁLISIS DE LA OBRA
Una de las miradas más profundas que se han podido representar en fotografía, penetra hasta atravesarte de extremo a extremo, y regresar vibrante, como una onda electromagnética incesante, para transmitirte sus pensamientos.
Es una mirada de extrema frontalidad, directa al espectador, que nos paraliza en un diálogo interno con él, frente a frente, te sujeta firmemente.
En esa mirada, parece que el niño reta al futuro, porque se atisba una necesidad de superar el pasado que se cierne casi amenazante a condenarlo a múltiples resignaciones, un pasado que acecha en la forma de esas siluetas negras fusionadas en un negror compacto, aunque afables, como oscuras masas que se resisten de ser depuestas sobre la línea del tiempo, de su tiempo, de sus deseos por vivir.
La vivacidad de su mirada se vierte al futuro, se alinea con sus esperanzas y anhelos de desvelar la vida. La mirada no se desprende de la inocencia de un niño, pero la intensidad es dura, paralizante, compuesta en un rosto absolutamente en suspense armónico.
Mientras que las cuencas de los ojos de la mujer del garrote parecen vacías, las de el niño permanecen bien abiertas, pudiendo simbolizar una contraposición del cierre de una vida frente a una atónita curiosidad naciente.
Además, en otras fotografías de la serie se puede ver al niño en actitud más despreocupada, pero igualmente se observa esa particularidad en la mirada que emana este niño de cabeza rapada y camisa abotonada blanca sobre la oscuridad de los vestidos de las ancianas de un negro opaco de vacío.
El niño resalta sobre el fondo oscuro de los vestidos, para hablarnos, por si cupiere duda, de quién es el protagonista, para no distraer a nadie, incluso el foco solo insta la atención sobre el primer plano, la profundidad es difusa más allá del primerísimo plano. Incluso un halo perimetra a las dos ancianas de luto que engloban con su contorno al niño.
La camisa blanca le irradia luz, en un ambiente rural, es el uniforme para una salida de la rutina, representa la oficialidad, la presentación digna. Al difuminarse la escena detrás su espalda, las siluetas de las ancianas adquieren un tono de ambigüedad, primeramente, podrían parecer que expresan compasión y la otra alegría, en conjunto protección, o por momentos transformarse en autoridad e histrionismo malicioso, como símbolo de un pasado que atenaza, en la señora de la derecha e izquierda conforme se mira en ambos casos, respectivamente.
Curiosamente una puerta se abre metafóricamente tras todos ellos, un simbolismo que no escapa de la casualidad de la composición, y el margen blanco de la casa remarca la imagen con más seña. El contexto de la escena se produce en una España atávica en subdesarrollo, en ese ambiente degradado a la par que cordialmente tradicional y de bienestar, pero que no termina nunca de encalarse de luces y progreso.
Hay una tensión de fuerzas sostenidas entre dos tiempos, en esa transición temporal radical que se observa entre las dos etapas de la vida, la niñez viene representada por el niño de blanco acorde a cierta tradición, y la vejez de abismo. El otro extremo, la vejez, viene representado por la señora más alta, y a la izquierda del observador, por la otra señora, en mayor grado, la extrema vejez.
La fotografía pertenece a una etapa inicial intimista, englobada en el conjunto de obras denominado Mi Mediterráneo (La meva Mediterrània) realizada en una Ibiza ajena al turismo prácticamente, llena de original esencia ebusitana.
Un campo potencial este para el vigente neorrealismo desarrollado a mediados de la década de los cincuenta en España que constituyó el movimiento más genuino de renovación y modernidad en la fotografía española.
Él pertenece a la generación continuadora de esa nueva línea de captación de la realidad ancestral del momento, como uno de los relevos de la anterior generación propiciadora (desde el grupo Afal en Almería que irradiaba influencia y con representantes diseminamos por diferentes puntos de España abarcando el periodo de 1956-1963, o desde La Palangana en Madrid y la nova avantguarda surgida en Barcelona), la de un tiempo que se esfumaba paulatinamente, y que algunos fotógrafos tomaron conciencia y partido de su naturaleza efímera, exclusiva para inmortalizar, y que ofreció tantas posibilidades artísticas.
Destacando en Toni Catany una capacidad creativa que le permitió generar un camino propio. Este trabajo se publicó en el número de diciembre de 1967 de la revista Serra d’Or, formaba parte de un monográfico realizado por escritores e historiadores isleños dedicado a Eivissa.
Otras vertientes de su trabajo destacables señalan a su obra de retrato, con un tratamiento único del sujeto y del color, así como con las naturalezas muertas. Experimentó con la incorporación de procedimientos en desuso como la técnica del calotipo (originaria del siglo XIX), así como el heliograbado y el tiraje al carbón platino-paladio, hasta con técnicas más modernas como las polaroids transportadas, y también supo adaptarse e integrar las nuevas técnicas digitales.
Lo que aporta un toque pictorialismo a su obra, pero también son los propios motivos escogidos los que poseen esta propiedad inherente. Es un fotógrafo que traspasa todo tipo de técnicas fotográficas que han definido a la fotografía en su evolución histórica, para indagar en profundidad en la disciplina, y sobre todo llegar a la invención de una marca personal como autor.
Una manera de ver la belleza exterior desde su interior, intercomunicándose. El leitmotiv de su obra, que ha sido objeto de múltiples exposiciones monográficas en honor a su trayectoria, de la mano de sus propias palabras, era fotografiar «para traducir mis emociones, mis sentimientos y las reacciones de mi sensibilidad en imágenes», «a veces parto de un sentimiento, y determinados elementos me sirven para reflejarlo».
Su formación fue autodidacta, que parece muchas veces la mejor opción de aprender las cosas, y además su obra es autobiográfica, fuera lo que fuese lo que representó, hablaba de él. De modo que esta fotografía habla de su infancia, pero también de la obsesión subyacente en toda su obra acerca del tiempo, y de lo intemporal, dado que sus fotografías parecen suspendidas indeterminadamente en la secuencia espaciotemporal.
Nacido en la isla de Mallorca, en Llucmajor, pareció sentirse siempre abrazado por toda esencia que reposara en las orillas del Mediterráneo, donde realizó por su perímetro otros trabajos, incluso un objeto o motivo de su vida cotidiana podrían tener las mismas remembranzas que otro al otro lado, en la orilla opuesta, y viceversa, como una ola que llega y se retrotrae.
Su estilo viene marcado por la poética, aquella que reposa en casi todos los planos de la vida, por ese descubrimiento de una belleza intrínseca que sustrae de la misma realidad, no la inventa, para conseguir transmitirnos la evocación de unos sentimientos que siempre hacen del vivir algo más liviano.
Todo ello destilado de la observación detenida, de la estimulación de la imaginación, que tanto de ese placer nos puede proporcionar, para lo cual es indispensable poseer algo de esa mirada de niño impertérrito. ¡Miremos con esa intensidad nuestro mundo!
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
FUNDACIÓ TONI CATANY
https://fundaciotonicatany.cat/?page_id=52 (Consulta 27/12/2023)
LÓPEZ MONDÉJAR, Publio. Historia de la fotografía en España. Fotografía y sociedad desde sus orígenes hasta el siglo XXI. Círculo de Lectores, 2005. ISBN: 978-84-672-2681-2