COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL PANTOCRÁTOR DEL SINAÍ
CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
El icono conocido como Pantocrátor del Sinaí se conserva en la colección del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí.
Según las fuentes de la época la primera edificación del lugar se remonta hasta el siglo IV, cuando el asceta Julián Saba mandó levantar una pequeña iglesia en honor a Santa María.
Hay que tener en cuenta que, según La Biblia, este es un lugar simbólico y sagrado, pues en él se produjo el pasaje de la zarza ardiente y la entrega de las Tablas de la Ley a Moisés, por lo que se convirtió en un lugar destacado de peregrinación para las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo).
A mediados del siglo VI algunos monjes acudieron a Constantinopla para reclamar al emperador Justiniano mayor seguridad en la zona, pues las constantes incursiones bereberes a menudo acababan en robos o asesinatos de peregrinos y monjes.
Justiniano, que entendía el valor religioso y estratégico de este asentamiento – era paso obligado de las caravanas comerciales – accedió a la petición, protegiendo el primitivo asentamiento mediante una ciudadela amurallada o castrum entre los años 556 y 557.
Desde este momento, el lugar pasó a conocerse indistintamente como laura de Santa María, laura de la Transfiguración o laura del Coloquio.
No será hasta el siglo IX cuando se adopte el nombre por el que actualmente se conoce: Monasterio de Santa Catalina, pues, según la tradición, en una cueva del lugar se halló el cuerpo de la mártir cristiana, cuyas reliquias se veneran en el templo.
Con la llegada del Islam a la península del Sinaí, la ciudadela y los monjes fueron respetados, pues el propio Mahoma se comprometió a salvaguardar la seguridad del monasterio, en agradecimiento a que los religiosos decidieron darle cobijo en una de sus campañas.
Del mismo modo, los posteriores califas y sultanes decidieron continuar con la tradición pues ir en contra de ella suponía ir contra los preceptos del propio profeta.
Por tanto, el lugar siguió formando parte de la ruta de peregrinación de los santos lugares, aunque el flujo de fieles mermó considerablemente.
Lo cierto es que la pronta dominación árabe de la península del Sinaí favoreció a la conservación de la mayoría de las obras de arte del lugar, especialmente a la de los iconos, pues cuando estalló la querella iconoclasta en el Imperio Bizantino el monasterio se encontraba ya en territorio árabe y, tal como dictó el propio Justiniano, según un escrito conservado en el monasterio y fechado en el 530:
A estos siervos del monasterio ordenó el emperador Justiniano que no tomasen ni rey que les gobernase, ni tributo, ni extorsión – ni mucha ni poca – jamás.
Por tanto, ante el fervor iconoclasta los monjes decidieron conservar todos los tesoros de este lugar sagrado, que en el año 2002 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El monasterio fue construido con los materiales de la zona y las decoraciones corrieron a cargo de los artistas proporcionados por Teodoro, gobernador de Egipto, sin embargo, todo apunta a que algunas piezas fueron donadas por el propio emperador Justiniano, por lo que se trajeron directamente desde la capital, Constantinopla.
Es el caso de la tabla del Pantocrátor que nos atañe, ya que la minuciosidad y calidad en la técnica de la encáustica señala directamente a la procedencia de los talleres regios.
ANÁLISIS FORMAL
El Pantocrátor, palabra que significa Todopoderoso o Todo el poder, es una de las representaciones pictóricas básicas del arte bizantino y románico.
El Pantocrátor del Sinaí es la representación más antigua de las de este formato que se conservan. Se trata de una imagen o icono que muestra a Jesucristo en Majestad, atendiendo a unas características formales muy particulares.
Cristo aparece representado frontalmente, mirando directamente al fiel, barbado y con pelo largo recogido en la espalda.
Los ojos almendrados, las cejas arqueadas, la nariz alargada y los labios carnosos responden a la imagen arquetípica del Pantocrátor. Además, la efigie se enmarca en un nimbo dorado que resalta el rostro de la divinidad.
La mano diestra se levanta para impartir la bendición, mientras que la izquierda sostiene las Sagradas Escrituras, profusamente decoradas. La figura porta una túnica purpura de tonalidad oscura, que se torna dorada en su interior.
El trascendentalismo divino pasa por el hieratismo y frontalidad de la imagen, que busca la concepción geométrica de la simetría que, en este caso, no es perfecta.
Esta manifiesta asimetría diferencia al Pantocrátor del Sinaí de otras representaciones perfectamente simétricas como la de la iglesia de San Clemente de Tahull.
Esta peculiaridad ha dado lugar a ríos de tinta. Algunos estudiosos sostienen que esta peculiaridad es producto del error del artista, ya que, la técnica de la encáustica exige mucha destreza, pues al enfriarse la cera no permite corregir imperfecciones.
Sin embargo, otras fuentes sostienen que esta asimetría es intencionada, ya que, Cristo con el ojo derecho observa el horizonte holísticamente, mientras que con el izquierdo mira directamente al fiel.
En cualquier caso la sensación de equilibrio, reposo e inmutabilidad es manifiesta.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
La representación iconográfica del Pantocrátor puede considerarse el súmmum del arte bizantino, ya que, debemos tener en cuenta que el cristianismo se había convertido en la religión oficial del Imperio Romano-Bizantino.
El culto a la Sagrada Liturgia era el eje vertebrador del misticismo y espiritualidad de la época, en la que la figura de Cristo se presenta como el centro del culto.
Los principales atributos que reconocemos son el nimbo, resplandor luminoso que se representa tras la cabeza como símbolo del aura divina del representado, y el libro de las Sagradas Escrituras.
El valor de la aparición del libro es de vital importancia, ya que, es un objeto venerable en sí mismo.
Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la población era analfabeta, sin embargo, todos reconocían en el libro el objeto depositario del texto de autoridad sagrada, a través del cual Cristo transmite su voluntad.
En una sociedad como la bizantina, en la que la liturgia era el centro de la vida religiosa, el libro se presenta como todo un símbolo trascendental, pues éste exige la veneración y obediencia propias de la Ley Divina.
Un reciente estudio del Doctor en Historia del Arte Jorge Manuel Rodríguez Almenar sostiene que la efigie del Pantocrátor del Sinaí deriva de la imagen de la Sabana Santa o Síndone de Turín, por lo que las características propias del rostro de Cristo no serían una idealización, sino que tendría como principal referente el propio rostro del Santo Sudario.
Otro estudio firmado por Alan Whanger sostiene que entre el Pantocrátor del Sinaí y la Santa Síndone hay hasta 31 rasgos comunes, por lo que el artista que realizó la pintura debía conocer la existencia de esta reliquia.
BIBLIOGRAFÍA
MAGUIRE, H.: The Monastery of Saint Catherine at Mount Sinai: The Icons. I: From the Sixth to the Tenth Century. Chicago, 1978.
MONFERRER SALA, Juan Pedro: Documento fundacional en árabe del monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí, Anaquel de estudios árabes, 1999. Nº 10.
PÉREZ MARTÍN, Inmaculada: El libro en Bizancio, compañero de viaje. Universidad de Castilla-La Mancha, 2007.
RODRÍGUEZ ALMENAR, Jorge Manuel: La Sabana Santa y sus implicaciones histórico-artísticas. Valencia, 2017.
WHANGER, Alan: “Polarized image overlay tecnique: a new image comparison method and its applications”, Applied Optics, 1985.