COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE PINTOR EN EL ESTUDIO
En este articulo nos acercaremos a la primera etapa retratística de Rembrandt a partir de la obra Pintor en el estudio (1628). Más adelante, en siguientes artículos, hablaremos más a fondo de diferentes temáticas y perspectivas que el artista utilizó, convirtiéndolo así en el gran artista que hoy conocemos.
“Ningún artista estuvo nunca tan fascinado por el poder de crear personajes, hasta con el suyo mismo. Ningún artista miró nunca con una inteligencia tan lúcida y con una tan amplía compasión la entrada y la salida de escenas, el movimiento que se genera entre medio”
S. Schama, Los ojos de Rembrandt (p. 10)
El autorretrato es un concepto artístico que se encuentra en todas las artes, puesto que es una de las fórmulas más entrañables de demostrar al mundo un mapa conceptual del ser, en la pintura como en muchas otras artes, es una manera de dar dignidad, dotar de cierto poder al artista, reconocimiento para la posteridad como también de transmitir el ser más íntimo, un diálogo o una secuencia de cómo evoluciona a lo largo de su trayectoria.
La experiencia estética delante de un aturorretrato es un tanto cautivadora, puesto que te encuentras con tres mundos posibles que repasar: la imagen exterior, el ser interior verídico autobiográfico y el ser interior que el mismo autor puede crear, ficticio.
Contemplar un autorretrato conlleva enfrentarse a rasgos faciales, o pases que denotan un mundo de introspección y reflexión. Así, en ellos observamos como arqueólogas buscando esa historia que nos intriga, única, dantesca y emocionante que puede ser real o una simple invención. Buscando aquello que nos interpelará en su propia intimidad.
El virtuosismo es lo que tiene, un juego constante con nuestras mentes como receptores y meras observadoras.
Es inevitable caer en este juego de diálogos infinitos cuando nos encontramos ante tales retratos tan interesantes y tan llenos de vida e historia, que acabamos ensimismados delante de un rostro que un día fue pintura y hoy desborda narrativa.
Hoy haremos un primer contacto con el gran pintor holandés Rembrandt Harmenzoon van Rijn (1606-1669), autor que trabajo muchísimo la retratística y nos ayudará a comprender el poder que puede llegar a tener una expresión facial.
No hay mejor manera de acercarse a él que contemplando sus autorretratos, la huella de su legado autobiográfico a la par que ficticio nos ha dejado un relato enigmático y encantador del autor.
La retratística de Rembrandt es curiosa, y decimos que su legado es autobiográfico como ficticio porque encontramos retratos verídicos como fantasiosos, reflexivos y de introspección o como fuente de investigación sobre expresiones, convirtiéndose en un actor.
El artista fue un virtuoso pintor del momento y utilizó la retratística en parte para experimentar con las emociones que pudiera llegar a mostrar, mediante gestos y facciones, llegando a la excelencia en la representación de estas. Como dice Schama (2014), Rembrandt siempre buscó una solución original en cada retrato, dejándonos servida una variedad plástica distinta con cada pieza.
Los primeros retratos de Rembrandt los encontramos en su etapa formativa, en Leiden donde se hizo muy amigo de Jan Lievens, también pintor. Su amistad fue tal que hasta se dice que pintaron algunos de sus quedaros juntos, de esta primera etapa empezamos a notar ciertos rasgos que perduraran en la pintura de Rembrandt, más de carácter técnico: la luz, los encuadres, los ocre también típicos de la pintura holandesa, etc.
Más tarde, cuando el artista ya gozaba de cierto bagaje, se une al taller de Peter Lastman donde la personalidad artística de Rembrandt comenzó a coger más fuerza.
Lastman, un pintor flamenco del siglo XVII, era un gran ingeniero de temáticas. Como buen pintor calvinista que era, recurre a historias del antiguo testamento poco o nunca representadas con anterioridad con un carácter documentalista y narrativo. Ésta propuesta temática de Lastman fascinó a Rembrandt de tal manera que será algo recurrente a lo largo de su obra, incluido en sus autorretratos.
La obra de Pintor en el estudio (1628) es un gran ejemplo del salto al mundo de la retratística de forma desafiante, mostrando la gran capacidad inventiva del artistas, es una obra magnética en el que nos presenta el mismísimo ejercicio de crear arte.
Es la semilla de la creación, el inicio de algo que está por germinar, es la inspiración, el momento en que el artista absorto ante la iluminación se dispone a crear. Schama, en The Power of Art (2008), nos comenta que éste es el hito rembraniano, la capacidad del autor en mostrar un tema.
En el centro de la obra encontramos una diagonal que divide dos focos esenciales, por un lado nos reflejamos ante el personaje abrumado y por otro lado tenemos el lienzo, la obra de arte.
Él, absorto ante el lienzo, más pequeño que la misma creación artística, se convierte en nuestro propio reflejo perplejos ante la obra. La inquietante mirada del personaje, el rostro de Rembrandt, de la posición que coge en el cuadro nos interpela y nos quedamos absortas ante la espera de conocer o saber qué está sucediendo en esa parte del cuadro que no podemos observar.
Al otro lado del cuadro tenemos el lienzo de grandes proporciones, un lienzo que saca toda nuestra curiosidad a la luz. De este lienzo sale un foco de luz, podríamos decir que con un tono dorado ilumina parte de la pintura: seria el artista capaz de materializar el mismísimo concepto de la «iluminación de la idea» que empieza a germinar en el lienzo.
Es ahí donde la temática coge peso, y es que Rembrandt nos deja asombrados con la creación iluminando el espacio con un foco de luz ficticio, representando así lo que por fin ha conseguido o por fin está a punto de conseguir, la creación.
La habitación es sencilla, con el suelo agrietado y la pintura de la pared saltando, es un escenario austero y desprovisto de encantos que quiten protagonismo al rostro del artista, la pequeñez del retratado contra la imponente dimensión del lienzo, la luz de la obra.
Esta obra la podemos comparar tanto con El arte de la pintura (1668) de Vermeer, una obra de gran complejidad donde reluce la capacidad semántica de Vermeer, pero también donde encontramos esta necesidad de mostrar y dignificar la pintura, alegorizándola, mostrando fuerte densidad del concepto del arte, que dejará inquietos a los artistas con una férrea necesidad de representación y que Rembrandt ejecuta de manera magnífica.
También podemos pensar en Las Meninas (1656) de Velázquez: obra que representa un antes y un después en la representación dimensional de la pintura, un juego entre aquello interno y externo del arte, ya que el mismo autor se mostrará dignificándose y a la vez saldrá del mismo cuadro, dotándole de un valor tan potente como la misma creación.
En el próximo articulo abordaremos las posteriores etapas de la retratística de Rembrand, sus peculiaridades y su legado autobiográfico, puesto que es uno de los artistas que gracias a la gran cantidad de obra que ha dejado podemos apreciar notablemente su evolucionado junto su retratística.
BIBLIOGRAFÍA
WHITE, C. (1992) Rembrandt. Madrid: Destino.
SCHAMA, S. (2014) Rembrandt’s Eyes. Miami: Penguin Editorial.
SCHAMA, S. (2008) Te Power of Art. UK: BBC.
ALPERS, S. (1992) El Taller de Rembrandt. Madrid: Mondadori.
Una respuesta a «Pintor en el estudio»
[…] el anterior artículo sobre El pintor en su estudio (1628) planteamos un acercamiento a la retratística de la primera etapa de Rembrandt, una […]