COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE PLANIFICACIÓN DEL GRAND TOUR
ANÁLISIS FORMAL
Nos hallamos ante una de las pinturas más hermosas del poco conocido pintor alemán Emil Brack (Naumburg, 8/12/1860-Munich, 5/11/1905).
Se trata de una obra ejecutada en formato vertical; con escena desarrollada en un lujoso interior; y dividida en cuatro planos compositivos bien diferenciados.
En el primer plano, sobre una alfombra de motivos arabescos, se alza una silla de madera; con asiento tapizado y respaldo labrado del que cuelga un bolso.
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En el segundo, tenemos una espléndida mesa redonda, sustentada por unas patas que asemejan aves con las alas desplegadas. Encima de ella, encontramos, a la derecha, un pequeño jarrón con flores frescas; un cesto del que sobresalen unos guantes; y, a la izquierda, observamos un enorme pliego de papel.
En el tercer plano, contemplamos una segunda silla de madera del mismo estilo que la primera y a los dos personajes: un hombre y una mujer en actitud confidencial y apoyados sobre la mesa.
El primero va ataviado a la moda con una chaqueta cruzada; moldeada en los hombros; cortada por encima de la cintura y decorada con botones. Debajo de la chaqueta abierta, distinguimos un chaleco; un pañuelo, elegantemente anudado; y el cuello almidonado de una camisa. Rematando el atuendo, unos pantalones de costura alta y ceñidos.
La segunda porta un vestido de seda; con escote en pico para remarcar el busto femenino; mangas cortas abullonadas; y falda larga cosida al cuerpo del vestido, en cuyo bajo se aprecia una sutil cenefa apenas perceptible.
Completa el vestuario con un liviano chal con flecos y las joyas que adornan sus muñecas y dedos. Su peinado es al estilo chinoise: un moño alto con rizos a los lados para enmarcar el rostro y raya al medio.
El último plano es el fondo de la estancia. En él, apreciamos, en la pared derecha, un mueble tipo bureau compuesto por: una cajonera y un compartimento que se abre para convertirse en una mesa; y una estantería con dos puertas decoradas con cortinillas.
Una de ellas está abierta y deja ver los lomos de los libros. El altillo se corona con un busto escultórico de mármol. En la pared izquierda, tenemos una chimenea con repisa, decorada con un espejo y un candelabro con velas anclado en uno de los laterales.
En la repisa se advierten un pequeño jarrón esmaltado y una figurita. Delante de la chimenea, hallamos un taburete tapizado y contiguo a la misma, se vislumbran tres cuadros de paisaje enmarcados. Bajo ellos, encontramos un fino aparador con cajones.
Es una obra muy luminosa, ya que el punto de luz es oblicuo y proviene del ángulo inferior derecho donde, posiblemente, exista un ventanal en esa zona de la estancia y que aporta el foco lumínico.
Dicha luz es bastante clara y el hecho de que las velas del candelabro no estén encendidas indica que la escena de interior es diurna.
Esta luminosidad lleva a que la paleta cromática también lo sea. Los colores escogidos son brillantes y vibrantes donde sobresalen: los amarillos, que van de la gama más pálida a la más dorada e intensa; azules, que oscilan entre los más oscuros a los más claros; grises jaspeados; pequeños destellos de rojo; rosas satinados; marrones; blancos inmaculados; y negros para recrear las sombras. Pero, destacando sobre todos ellos, se encuentra el verde en diversas tonalidades.
A priori, parece que el pintor representa una escena cotidiana de dos jóvenes enamorados en un salón, pero… ¿Es esta una mera escena cotidiana o nos habla de algo más?
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
“El placer de viajar consiste en los obstáculos, la fatiga e incluso el peligro. Qué encanto puede encontrar nadie en una excursión cuando está siempre seguro de su destino”
Theophile Gautier
Si el ojo del espectador es diestro a la hora de contemplar el cuadro, descubrirá que la respuesta a la cuestión planteada se halla en la mesa, en concreto, en el pliego de papel que contiene el mapa de Italia y sobre el que recae la atención de los personajes.
Este hecho modifica el tema iconográfico de la pintura, adquiriendo un matiz diverso, ya que los personajes están inmersos en la planificación del Grand Tour por el continente, viaje que fue crucial para la historia del arte y la literatura.
Pero, ¿Qué es el Grand Tour? Dando una somera definición ésta sería la del viaje que realizaban los jóvenes aristócratas británicos por el continente en el siglo XVIII. Sin embargo, es mucho más complejo y va mucho más allá de esta simple definición.
Para conocer el origen del Grand Tour, debemos remontarnos al siglo XV. Durante este siglo, comenzó a difundirse el ideario renacentista, pues, artistas e intelectuales europeos empezaron a ver a las repúblicas italianas como el lugar idóneo del desarrollo cultural.
Los primeros viajaron a Italia para formarse en los talleres de la Florencia Medicea, Venecia y la Roma vaticana. Los segundos prefirieron instalarse en las cortes de Urbino, Ferrara y Nápoles.
Por el contrario, artistas e intelectuales italianos fueron a las ciudades y universidades europeas. Este trasiego cultural hizo que Italia, a finales del siglo XV, se erigiera como el destino ansiado y predilecto por artistas y humanistas.
La fascinación por la península itálica siguió creciendo en los siglos XVI y XVII. Además de artistas y eruditos, la clase nobiliaria empezó a interesarse por il bel Paese, calando hondo entre los aristócratas ingleses. Los Condes de Arundel Thomas Howard y su esposa Alethea Talbot fueron los primeros tourists, al visitar Italia entre 1612-14 y sirviendo dicha estancia como una inmersión en la cultura y el inicio del gusto por coleccionar piezas escultóricas clásicas.
Estos tímidos pasos hicieron que, hacia 1670, Richard Lassels empezara a acuñar el término del Grand Tour. Este sacerdote y escritor inauguró la primera fase del gran viaje que se desarrollaría entre finales del siglo XVII y el XVIII.
Este viaje iniciático lo harían, como signo de refinamiento y buen gusto, los hijos de los aristócratas ingleses para adquirir conocimientos de cultura clásica y completar la formación de las publics schools británicas.
Acompañados por un preceptor (bear leader), iniciarían el itinerario saliendo del puerto inglés de Dover para llegar a la costa francesa, entrando o bien por Calais o por Boulogne.
De ahí, emprenderían el camino hacia París. En la capital francesa, adoptarían las maneras del continente, cambiando la forma de vestir y empapándose de las ideas de la Ilustración.
De camino a Italia, estos tourists ingleses recorrerían Francia, interesándose especialmente por el sur, visitando los vestigios romanos del país y la Provenza, para llegar, en última instancia, al puerto de Marsella y coger el barco que les llevaría o al puerto de Génova o al de Livorno. Otra opción de ir a Italia era por tierra bordeando la Riviera francesa.
Ya en suelo italiano, se ponían en contacto con otros compatriotas ingleses afincados en el país, quienes atendían las necesidades de estos viajeros. El itinerario empezaba en Florencia, con visita obligada a la Galería de los Medici (Uffizi), y la asistencia a las fiestas de sir Horace Mann o Bonnie Prince Charles.
Tras Florencia, se iba a Roma, para contemplar los monumentos romanos; los Museos Vaticanos; San Pedro; la Capilla Sixtina; y la colección escultórica del Papa Pío Clemente. Además, se realizaban excursiones a las villas de Adriano en Tívoli y D´Este.
Desde Roma el tourist se dirigía a Nápoles, para recorrer los yacimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano,descubiertos en la primera mitad del XVIII, y el paisaje del Vesubio. La última parada del viaje era Venecia.
El retorno a Inglaterra se hacía atravesando Suiza; Alemania; y, de nuevo Francia, para coger el barco en Calais con destino Dover.
Este recorrido cambió en el siglo XIX, dando paso a una segunda fase del Grand Tour. Dejó de ser un viaje de estudios para convertirse en uno de placer, donde no sólo viajaban los aristócratas ingleses, sino que también lo hacía la alta burguesía industrial tanto inglesa como americana, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo. Además de visitar Italia, ganaron adeptos otros países de Europa por sus múltiples atractivos.
Uno de ellos fue Suiza. En el XVIII, los tourists acudían al país para visitar a Voltaire, exiliado en el Lago Lemán, cerca de Ginebra, y a Madame de Stael en el Castillo de Coppet.
En el XIX, ejerció una fuerte influencia entre los paisajistas románticos y los literatos ingleses, siendo el país en el que nacería el Frankestein de Mary Shelley y el destino de invierno preferido después de que el Sherlock Holmes de sir Arthur Conan Doyle se enfrentara al Profesor Moriarty en la famosa cascada de Reichenbach.
Alemania ganó en visitantes, puesto que fue país de paso en el regreso de los tourists de Italia. El atractivo lo constituyeron los paisajes y castillos alemanes y las ciudades de Munich; Dresde; Heidelberg; Berlín y Postdam. A finales de siglo, se puso de moda ir a tomar los baños a los balnearios de Baden Baden.
La Grecia de Lord Byron, antes y después del conflicto greco turco, fue parada imprescindible, gracias al interés que despertaron los yacimientos griegos.
Turquía; Jesusalem y los países del norte de África también fueron motivo de visita. La traducción de Las 1001 noches despertó el interés de los occidentales, quienes comenzaron a viajar a estas zonas cautivados por la visión exótica, sensual y muy estereotipada de las costumbres de estos países.
Y, por último, España. En el siglo XVIII estuvo fuera del circuito del Grand Tour, pero cobró protagonismo en el XIX, concretamente, entre 1830-40.
El interés radicó en la riqueza histórica y en la visión pintoresca y estereotipada que presentaba el país a ojos de los viajeros, que buscaban la belleza de la Alhambra, lugar que sedujo al escritor estadounidense Washington Irving y que reflejó en Cuentos de la Alhambra (1832); la hermosura de las mujeres extremeñas y andaluzas; y el costumbrismo popular.
La decadencia y final del Grand Tour llegó a finales del siglo XIX y principios del XX. Italia, a causa de la aparición de otros destinos, perdió su fuerza y Roma, que hasta la fecha era la capital artística por excelencia, fue cambiada por París.
Por lo tanto, se ponía punto y final a 150 años a un viaje que sentó las bases de lo que es el turismo actual y tuvo un gran impacto en los ámbitos artísticos y literarios.
Para la literatura supuso la aparición de un nuevo género literario, al proliferar los libros de viajes en los que se daban descripciones de lugares y consejos sobre los mejores caminos para transitar y las posadas y postas para descansar.
Destacaron títulos como: Viaje a Italia (1670) de Richard Lassels, en el que se habla por primera vez del término Grand Tour; o Memorias de un turista de Sthendal, publicado en 1883.
Para el arte fue un periodo de esplendor:
Se creó un foco cultural en Roma en torno al Caffè degl´inglesi, congregando a la colonia de los británicos en la ciudad.
Dio fama a grandes artistas como Canaletto, cuyas pinturas fueron objeto de compra por los tourists; Piranesi, que realizó los grabados de las principales ruinas romanas; y Pompeo Batoni, quien se erigió como el retratista de mayor éxito, debido a que los tourists ingleses sólo eran retratados por él. Muchas obras de estos autores han acabado en las grandes instituciones museísticas.
Aparecieron los cicerone que guiaban a los viajeros por Italia como Thomas Jenkins o James Byre, que impartía cursos sobre antigüedades romanas.
Nació el Orientalismo como estilo artístico, gracias al interés por los países de Asia central y norte de África.
Y se incentivó la compra de piezas clásicas para crear las grandes colecciones de los tourists, constituyendo un sinónimo de prestigio para sus poseedores.
Esto conllevó que surgieran expertos en tasación y catalogación de arte grecolatino, ya que, en muchas ocasiones, los tourists eran engañados en sus compras de piezas antiguas, pues muchos marchantes les vendían piezas falsas.
Centrándonos en el pintor, Emil Brack es uno de los pocos autores que se atreven a plantearnos el Grand Tour como tema iconográfico. Con una maestría sensacional, nos muestra el paso previo a la organización del viaje, plasmando a la pareja ultimando los detalles.
Aquí, deja patente las características plásticas de su estilo, apreciándose los siguientes rasgos:
El detallismo cuasi fotográfico propio del Realismo, el cual conoce gracias a su estancia en París. La nitidez con la que se ven el estampado de la alfombra; los lomos de los libros; el cuadro de paisaje de la pared o el esmaltado del jarrón esmaltados, nos da cuenta de la destreza del pintor y nos hace plantearnos si estamos ante un cuadro o una fotografía.
Y el gusto por las escenas de interior de estilo imperio. Recrea con gran virtuosismo la moda; la decoración y el mobiliario con aires clásicos de principios del XIX, ganándose a pulso su fama de pintor de escenas de género cotidiano, que son su especialidad además del retrato.
CURIOSIDADES
El Grand Tour, a la hora de elaborar el contexto histórico de las tramas, se ha hecho hueco en la literatura. Ello ha conllevado que ciertos personajes, que tienen relación con el gran viaje, posean un matiz bastante interesante si en ellos convergen los parámetros de: Grand Tour, aristocracia y arte.
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Imagen 2: Colin Bridgerton, interpretado por Luke Newton, consultando los libros y mapas de viajes, junta a su hermano Anthony Bridgerton, interpretado por Jonathan Bailey. Fotograma de la serie Bridgerton (Chris Van Dusen, 2020).
Imagen 3: Lucy Honeychurch, interpretado por Helena Bonham Carter, visitando el monumento funerario de Dante Aligheri en Santa Croce en Florencia. Fotograma del film Una habitación con vistas (James Ivory, 1985).
El primer ejemplo lo encontramos en Benedict Bridgerton de la saga literaria Bridgerton de Julia Quinn. Realizando una breve biografía, gracias a los datos obtenidos de las lecturas de los tomos 3, 4 y 9 y a la licencia artística de la adaptación televisiva (Bridgerton, Chris Van Dusen, 2020), sabemos que este personaje es aristócrata, al ser el segundo hijo del Vizconde Edmund Bridgerton.
Ha estudiado en las publics schools inglesas y completado su formación con el Grand Tour por Italia. Sin embargo, este viaje adquiere un matiz diferente en él, debido a que ha podido influir en otra parte de su personalidad: la de pintor.
Representa, de hecho, el paradigma del pintor inglés decimonónico. De formación autodidacta, aunque frecuenta los ambientes artísticos de Lord Granville.
Su especialidad son los dibujos a carboncillo y las pinturas de temática de paisaje, teniendo dos expuestos en la National Gallery de Londres; los retratos, de los miembros de su familia sobre todo; y las escenas cotidianas, de índole familiar.
El segundo es Colin Bridgerton, hermano del anterior y perteneciente a la misma saga literaria. Biográficamente, tras la lectura del tomo 4 y la licencia artística de la serie Bridgerton (Chris Van Dusen, 2020), conocemos que este personaje es el miembro viajero de la familia Bridgerton.
Ha realizado el gran viaje, visitando el destino predilecto de los tourists: Italia. Además, ha recorrido Escocia, destino bastante atípico, Chipre y Grecia, país al que no puede ir debido al conflicto bélico greco turco, pues en 1824, año en el que transcurre su historia, se estaba produciendo la Guerra de Independencia Griega del Imperio Turco.
Colin ejemplifica el epítome del viajero romántico inglés. Sus ansias de viajar le han conducido, por un lado, a descubrir la magnificencia de lugares nuevos y, por otro, destacar una parte de su personalidad: la de escritor.
Pero no es un escritor cualquiera, sino que es un escritor de viajes reconocido, puesto que ha dejado constancia de sus periplos en sus diarios, y, animado por su esposa Penélope Bridgerton, los ha publicado bajo los títulos de: Un inglés en Italia, Un inglés en Escocia y Un inglés en Chipre, al estilo de los diarios de viajes de los tourists.
El tercer personaje es Nicholas St. John de la saga literaria Amor en cifras de Sarah Maclean. Aristócrata de nacimiento, al ser el hermano gemelo del marqués de Ralston: Gabriel St. John.
Su relación con el Grand Tour se debe a que es experto en antigüedades tanto orientales como grecolatinas, dedicándose a la catalogación y tasación de colecciones de piezas grecolatinas compradas durante el gran viaje. Además es miembro respetable de la Royal Society of Antiquites de Londres.
Gracias a su interés por la mitología clásica y a su estancia en los países de la ruta del gran viaje: Italia y Grecia, donde se forma como experto en arte, es contratado por la que será su futura esposa Isabel, para catalogar la amplia colección de estatuaria griega que ésta posee.
El último personaje es el de Lucy Honeychurch de Una habitación con vistas de E.M. Forster. Si bien se sale de los parámetros de Grand Tour, aristocracia y arte al ser Lucy burguesa y no aristócrata como los personajes anteriores, se incluye porque encarna al tourist inglés de finales del XIX.
En el libro, se observa el cambio operado en la realización del Grand Tour, que ha dejado atrás ese tono formativo y aristocrático que tenía en el siglo XVIII para convertirse en un viaje de placer burgués en el XIX.
El autor, a lo largo de la primera parte, realiza una magistral crítica social, plasmando una visión estereotipada de Italia y los italianos, presentando la decadencia del país y la ignorancia de los italianos, y de los ingleses, representados como personas clasistas, que miran por encima del hombro tanto a los italianos como a los compatriotas residentes en Florencia, y esnobs, al presumir ante sus conocidos de haber visitado il bel Paese.
Mediante Lucy y el resto de personajes, se ridiculiza al tourist inglés que acude a Florencia en busca de la belleza, aunque siguiendo las directrices establecidas bien por las visitas guiadas ofrecidas por otros ingleses; bien por las guías de viajes como la Baedeker, con recomendaciones de que ver en la ciudad a sugerencia de grandes personalidades como John Ruskin; o bien por los consejos de sus compatriotas residentes en Italia.
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-GALERÍA DE BELLAS ARTES ALTES KUNTS EN VIENA, EMIL BRACK: http://www.altekunst-vienna.com/frontend/scripts/index.php?groupId=0&productId=4676&setMainAreaTemplatePath=mainarea_productdetail.html (Consulta: 20/11/2021).
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