COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA PUERTA DEL CORDERO DE SAN ISIDORO DE LEÓN
CONTEXTO HISTÓRICO
Sancho I de León, llamado el Craso, hace erigir hacia el año 956 una iglesia para albergar las reliquias de san Pelayo, sobrino de un obispo de Tuy, que había sido apresado por los musulmanes junto a su tío y acabará siendo martirizado en Córdoba por el califa Abderramán III en el esplendor de su juventud el 925.
Esta iglesia, construida junto a otro pequeño templo dedicado a san Juan Bautista y custodiado por una comunidad monástica, será arrasado por Almanzor en el año 988, y la viuda del rey traslada las reliquias de san Pelayo a Oviedo.
Será Alfonso V quien reconstruya ambas edificaciones, y posteriormente su hija Sancha promoverá la reedificación de la iglesia palatina con su panteón regio.
Para dotar de importancia al flamante nuevo templo, se hacen traer las importantes reliquias de san Isidoro que estaban en Sevilla, donde se consideraba que corrían peligro, además de las de san Vicente de Ávila, que se encontraban en Arlanza, y la mandíbula de san Juan Bautista, que se había salvado del traslado a territorio astur.
La iglesia, dedicada a los tres, se consagra en 1063 bajo la advocación de san Isidoro.
Pero será la reina Urraca, su hija y sucesora, quien enriquecerá el edificio, no solamente su ajuar sino todo lo que hoy consideramos románico pleno en San Isidoro: la pintura del panteón regio y las tres portadas románicas más características: la norte, actualmente tapada por los claustros, y las dos del sur (la Puerta del Cordero y la Puerta del Perdón).
ANÁLISIS FORMAL
La Puerta del Cordero se ubica en el muro sur de la nave (por lo tanto, en la nave de la Epístola), y conforma el principal acceso al interior de la actual basílica.
El tímpano, magistralmente esculpido, se enmarca en tres contundentes arquivoltas con baquetones y ornadas con chambranas decoradas con palmetas, que en el caso de la última arquivolta se cambia por un ajedrezado.
A ambos lados, en las enjutas, se situaron sendas esculturas de san Isidoro, revestido, con báculo e identificado por una inscripción epigráfica (a la izquierda) y san Pelayo (a la derecha) ostentando un evangeliario entre los pliegues de su manto, ambos en posición frontal.
Otras imágenes hacen su aparición en este espacio, con seguridad reaprovechadas de la fábrica del templo anterior durante el Barroco: signos del zodiaco (en Santiago de Compostela, por el contrario, se incluye un menologio), músicos comandados por el rey David, animales…
La mayoría de las placas del zodíaco conservan restos de epigrafía y algo de policromía. Además, los capiteles incluyen personajes monstruosos que hacen referencia al pecado: una arpía, un demonio, un toro, una ser femenino devenido fiera con garras, o directamente el fuego alusivo a los tormentos del infierno.
Coronado por el Cordero Místico (de ahí su nombre), el tímpano incluye una serie de claves de lectura simbólica a través de diferentes personajes bíblicos.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
La zona central de la escena inferior de la Puerta del Cordero de San Isidoro de León detalla el sacrificio de Isaac:
Después de estas cosas sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: «¡Abraham, Abraham!». Él respondió: «Heme aquí.» Díjole: «Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga.» Levantóse, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios. Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos. Entonces dijo Abraham a sus mozos: «Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros.» Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. Dijo Isaac a su padre Abraham: «¡Padre!» Respondió: «¿qué hay, hijo?» «Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?» Dijo Abraham: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y siguieron andando los dos juntos Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó allí Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña. Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Entonces le llamó el Ángel de Yahveh desde los cielos diciendo: ¡Abraham, Abraham!» Él dijo: «Heme aquí.» Dijo el Ángel: «No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único.» Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a aquel lugar «Yahveh provee», de donde se dice hoy en día: «En el monte «Yahveh provee»» El Ángel de Yahveh llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos, y dijo: «Por mí mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu único, yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.»»
Génesis 22, 1-18
Es esta una escena profética, que prefigura el sacrificio voluntario de Cristo en la Cruz. Sobre el dintel, Abraham sujeta a su único hijo por el cabello con la mano izquierda mientras que con la derecha se dispone a hundir su cuchillo en el abierto hueco esternal buscando los grandes troncos vasculares de esa zona.
La mano derecha de Dios emerge de entre los arbustos y llamando su atención, lo detiene y él vuelve hacia ese lado la cabeza.
Este motivo, la Dextera Domini, aparecerá también posteriormente en las pinturas murales del interior del panteón regio de la actual colegiata, y simboliza la intervención misericordiosa y justa de Dios en la historia.
Cuando Dios se manifiesta salvando la vida del muchacho en la prueba definitiva a Abrahán, que por ello será llamado “padre de la fe”, según el relato bíblico que hemos recogido aparece un ángel para detener la acción.
En efecto, a nuestra izquierda un ser angélico de alas muy esquemáticamente geométricas muestra al patriarca un carnero con las patas anteriores enredadas en la maleza, para ofrecerlo como sacrificio en lugar del muchacho. Este «cordero» que Dios provee simbólicamente hace referencia al propio Jesús.
Pero el personaje que aparece a la derecha, descalzándose, es también Abraham, que realiza este signo de respeto antes de comenzar el ascenso al monte Moria. Más que un anacronismo, podemos considerar la contemporaneidad de las dos escenas como un recurso narrativo genuinamente medieval.
A la izquierda, sin embargo, hay otras dos figuras importantes: una que se da la vuelta para disparar el arco, representado al modo islámico, con otra a su lado, y una más a la derecha abriendo una puerta. Los principales iconógrafos (Williams y Moralejo) han interpretado esta escena en clave histórica y simbólica:
A la izquierda estaría Ismael, hijo de Abraham y su concubina Agar, de quienes la comunidad islámica toma su origen; los musulmanes también son llamados ismaelitas o agarenos, mientras que el linaje del pueblo de Israel se habría continuado a través de Sara e Isaac.
Se representa así, en este momento clave para los reinos cristianos del norte, a la Iglesia como nuevo Israel, para heredar la promesa de salvación hecha al pueblo elegido por la venida del Mesías.
La Biblia, en efecto, nos dice que Ismael fue un gran tirador de arco en el desierto:
«Dios asistió al chico [el hijo de Agar], que se hizo mayor y vivía en el desierto, y llegó a ser gran arquero.»
(Génesis 21, 20)
Conviene recordar, además, la historia particular del templo, con sus destrucciones precedentes a manos musulmanas y su condición de baluarte espiritual por causa de las reliquias que custodia.
En el extremo derecho aparece una figura saliendo de una tienda. Tradicionalmente se ha identificado con Sara, la mujer de Abraham. Sin embargo, otra hipótesis muy interesante sostiene que no se trata de una tienda sino de la representación de la sinagoga, con un personaje ignoto cuyo gesto de aceptación hace referencia al judaísmo que reconoce a Jesús como el Hijo de Dios en el contexto de la Parusía.
Esto completaría la representación de la tríada de las religiones monoteístas con presencia en la Península, con el cristianismo victorioso en el centro.
En todo caso, el Agnus Dei corona tímpano, en el interior de una mandorla perlada y sostenido por figuras de ángeles cuya posición acusa modelos bizantinos e incluso paleocristianos (sarcófagos romanos), con una indumentaria sumamente cuidada, que se adhiere al cuerpo y vuela de un modo muy vinculado al mundo clásico.
Alrededor de esta escena central, otros ángeles insisten en la idea de la Redención, portando una cruz y señalando al cielo.
Además, este Cordero Místico tiene un nimbo crucífero, identificable solamente con el propio Cristo; el Mesías, como Isaac, cumple la voluntad del Padre fiado de la fe y se dirige “como un cordero al matadero”:
«Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.»
(Is 53, 7)
El propio círculo de la mandorla alude a la eternidad, y es bajo esta imago clipeata que acontece el más dramático momento: Abraham listo para degollar al joven. Simbólicamente, la posición nos indica que Cristo se dispone a ello, presto al sacrificio.
Por lo demás, una serie de árboles y arbustos de tratamiento naturalista, con hojas de cuidados detalles, completan la ambientación del conjunto.
BIBLIOGRAFÍA
BANGO TORVISO, Isidro: Alta Edad Media: de la tradición Hispanogoda al Románico. Madrid, 1989
BANGO TORVISO, Isidro: El románico en España. Madrid, 1992.
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YARZA LUACES, Joaquín: La Edad Media (Historia del Arte Hispánico, II). Madrid, 1980.
YARZA LUACES, Joaquín (coord.): Arte medieval II. Románico y Gótico (Fuentes y documentos para la Historia del Arte). Barcelona, 1982.