COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE QUINTA DA REGALEIRA
ANÁLISIS HISTÓRICO
La Quinta de Regaleira constituye una de las construcciones más paradigmáticas de todas las edificaciones que se hicieron para revivir el manuelino portugués durante el siglo XIX.
A su encanto hay que añadirle su riqueza iconográfica y paisajística, que hacen que sea uno de los iconos del pueblo de Sintra, solo comparable al Palacio da Pena. Las trazas del palacio se deben a un arquitecto-escenógrafo italiano llamado Luigi Manini.
El nombre oficial del conjunto es Quinta da Regaleira, aunque también puede ser llamado Palacio da Regaleira o Palacio do Monteiro dos Milhões, en alusión a su primer propietario: Antonio Augusto Carvalho Monteiro.
En un primer momento se encargó la construcción del mismo al arquitecto-paisajista francés Henri Lusseau, que presentó un proyecto neogótico que no terminó de gustar a Carvalho Monteiro. Estuvo a cargo de las obras desde 1896 hasta 1900, cuando Luigi Manini cogió el testigo de las mismas.

El italiano construyó un palacio con lujosos jardines, lagos, grutas y edificios enigmáticos, que se relacionan con la alquimia, la masonería, los templarios y la Hermandad de la Rosa-Cruz. En el edificio se pueden encontrar alusiones a la arquitectura románica, gótica, renacentista y manuelina.
En cuanto a la información relativa a la Quinta da Regaleira, anterior a los tiempos de la compra de Carvalho Monteiro es escasa. En 1697, se documenta que José Leite fue el propietario de una vasta finca, en los alrededores de Sintra, que hoy integra la Quinta.
Unos años más tarde, en 1715, Francisco Alberto Guimarães de Castro compró una propiedad conocida como Quinta da Torre, que se encontraba en subasta pública.
En 1830, la propiedad pasó a manos de Manuel Bernardo, adoptando el nombre que se mantiene en la actualidad. Diez años después, la propiedad fue adquirida por la hija de un importante comerciante de Oporto, llamada Allen y que años después terminaría por recibir el título de Baronesa de Regaleira.
Sin embargo, el momento de esplendor para la Quinta de Regaleira llegaría en 1892, cuando Antonio Augusto Carvalho Monteiro, un millonario nacido en Rio de Janeiro, compró la Quinta y realizó la mayor parte de las construcciones.
El periodo constructivo del palacio duró desde 1892 a 1910. En 1942, la finca volvió a ser vendida a Jara d’Orey quien desvirtuó algunas estancias para acoger a su gran familia.
En el año 1987, la Quinta dejó de tener función residencial, pues la compañía japonesa Aoki Corporation la compró y mantuvo cerrada hasta que en 1997 el Ayuntamiento de la ciudad de Sintra decidió comprarla y recuperarla. Desde entonces se mantiene abierta al público.
El principal constructor de la Quinta, Carvalho Monteiro, tuvo el deseo de construir un espacio grandioso, que estuviera repleto de símbolos que reflejaran sus inquietudes, intereses e ideologías. Nunca ocultó sus idearios, era conservador, monárquico y cristiano gnóstico.
El gnosticismo fue un conjunto de corrientes sincréticas filosóficas-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo. En algunas épocas, esta creencia fue tachada de herejía.
Esta connotación explicaría la aparición de temas simbólicos sobre asuntos esotéricos, relacionados con la alquimia, la masonería, los templarios o la Hermandad de la Rosa-Cruz.
El fruto de todo esto fue un sorprendente conjunto, producto del espíritu del siglo XIX, donde se ensalzaban las fuerzas de la naturaleza y la fragilidad del hombre. El gusto por lo exótico y lo misterioso es lo que predomina en toda la construcción.
ANÁLISIS ARTÍSTICO
El edificio principal de la Quinta es el palacio. Solo con una primera vista a su fachada podemos ver sus fuertes influencias del estilo manuelino.
La decoración del palacio se concentra en los balcones, las columnas, las puertas y las ventanas, en los que podemos ver elementos como la esfera armilar, cuerdas, nudos, perlas, escudos o motivos de raigambre vegetal.

Entremezclados con esta exuberante decoración se pueden identificar algunos santos cristianos. Hay que advertir que el encargado de esta decoración escultórica fue el portugués José da Fonseca.
Si nos centramos en el interior del palacio, merece especial mención la Biblioteca y el Laboratorio Alquímico, ambos situados en una torre de planta octogonal, lo que nos evidencia un símbolo masónico.
Además, el palacio cuenta con varios salones, de los que se puede resaltar el Salón de Caza, presidido por una impresionante chimenea atestada de elementos decorativos de un blanco impoluto. Quizás, la figura más popular sea la de un cazador acompañado de su perro que se sitúa en el centro de la chimenea.
La decoración de los techos se resuelve con múltiples nervios, que nos recuerdan a las bóvedas de abanico inglesas. Del mismo modo, los remates de las puertas y ventanas se suelen adornar con cabezas de animales.
Separada del núcleo principal del palacio, se encuentra la Capilla de la Santísima Trinidad, construida en piedra blanca y estilo manuelino.
En el interior destaca la cabecera, que se encuentra decorada con un mosaico que representa la Coronación de la Virgen, que aparece vestida de blanco, rojo y azul, lo que para muchos estudiosos vuelve a ser motivo de misterio, pues estos son los colores alquímicos.
Las vidrieras de las ventanas sirven para representar otros pasajes como la leyenda de la Dama de Nazaré, el Nacimiento de Cristo o una serie de ángeles rodeando un triangulo.
Es de destacar la proliferación de cruces por toda la capilla. Podemos ver reproducidas la cruz patada o cruz orbicular y la cruz de la Orden de Cristo, entre otras.
Pero sin duda, el lugar que más interés ha despertado de la Quinta es el llamado Pozo iniciático, una galería subterránea con escalera en espiral, sustentada por columnas esculpidas que descienden hasta el final del pozo a través de nueve rellanos.

Todos los rellanos están separados entre sí por quince peldaños, que evocan las referencias de la Divina Comedia de Dante de los nueve círculos del infierno, del paraíso y del purgatorio.
En el fondo del pozo se presenta en mármol una rosa de los vientos sobre una cruz templaria, el emblema heráldico de Carvalho Monteiro, que coincide con el emblema de la Hermandad de la Rosa-Cruz.
Se sabe que el lugar era utilizado para celebrar rituales masónicos. Toda la simbología alude a la creencia masónica de que la tierra es como un útero materno, de donde proviene la vida, pero también la sepultura donde todos volveremos.
En torno a la escalera, se disponen 23 nichos de los que se desconoce el significado. El pozo esta comunicado con varias galerías subterráneas que conducen a otros lugares de la Quinta.