COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA SACRISTÍA DEL MONASTERIO DE GUADALUPE
CONTEXTO HISTÓRICO
En plena sierra de las Villuercas, en la provincia de Cáceres, se alza el Monasterio de orígenes medievales de Santa María de Guadalupe, que alberga una larga e importante historia, innumerables piezas de orfebrería, bordado, pintura, escultura y construcciones artísticas.
Entre ellas destacan las estancias dedicadas a la sacristía, una obra que por suerte desde su inauguración no ha sufrido apenas cambios ni daños, algo que ha hecho que junto a todo el Real Monasterio fuera considerado como un conjunto excepcional y único, pasando a engrosar la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1993.
La sacristía guadalupense se construye dentro de un contexto concreto y con varias motivaciones de distinto ámbito.
Hay que tener en cuenta que en el siglo XVII el monasterio ha perdido el prestigio que poseía anteriormente cuando tenía el patrocinio regio de los Tratámara, puesto que la construcción del cenobio también jerónimo de El Escorial y la centralización de la corte en Madrid, poniendo los Habsburgo como protectora a la Virgen de Atocha, relegó la devoción regia a la Virgen de Guadalupe a un papel secundario, dándose incluso la circunstancia de que Felipe IV fue el primer monarca en no peregrinar hasta Guadalupe.
Con ello, y unido a la necesidad de dotar al monasterio de una sacristía acorde a las necesidades, se decide por parte especialmente del prior Diego de Montalvo en 1638 su construcción por dos motivos: realizar una sala a la altura del resto de obras del cenobio y que a la vez sirviera de reivindicación de la historia del monasterio al haberse quedado relegada ante El Escorial.
De esa forma, el 5 de agosto de 1638 se pone la primera piedra de la nueva construcción, habiendo realizado las trazas para la sacristía y la capilla contigua el carmelita fray Alonso de San José, encargándose de edificarla Gabriel Penteiro y Sebastián Prieto, decidiendo finalmente que la ornamentación mural corriera a cargo de un desconocido Manuel Ruiz y que los lienzos que la completaran fueran obra del pintor Francisco de Zurbarán, natural de Fuente de Cantos y con obrador en Sevilla.
Las obras culminaron con la inauguración en 1647, aumentando con posterioridad el espacio arquitectónico con la realización de la antesacristía, obra de los milaneses Juan Francisco y Vicente Semería, quienes realizaron junto a Alonso García Dueñas una gran portada en mármol, habiendo trabajado éstos también en obras para la monarquía, como en el Panteón de El Escorial o en el Buen Retiro.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
La sacristía del Monasterio de Guadalupe constituye un espacio arquitectónico de corredor con tres estancias: la antesacristía, la sacristía en sí y la capilla de San Jerónimo.
Se trata de un espacio clasicista pero que a la vez huye de la severidad que se estaba instalando en construcciones cercanas al patrocinio regio, destacando el doble ámbito que constituye la capilla de la cabecera, cubierta por cúpula sobre pechinas y la larga nave de la sacristía, rectangular, con bóveda sobre lunetos, siguiendo todo ello el orden clásico toscano, apropiado por su robustez para una orden como la jerónima cuyo fundador fue un eremita, pero cubierta toda ella con decoración, la cual también sigue los cánones clásicos.
Esta decoración mural, dirigida por Manuel Ruiz, cubre las paredes y la bóveda a base de elementos ornamentales vegetales, geométricos y con grutescos cristianizados inspirados en estampas flamencas e italianas y en el tratado de Serlio, del cual se sabe que una copia del mismo se encontraba en la importante biblioteca guadalupense.
En los compartimentos de la bóveda se insertan cinco escenas con San Jerónimo a modo de sacras conversaciones y con diversas figuras alegóricas, apareciendo el santo siempre inserto en labores intelectuales. Así se puede ver, entre otras, a San Jerónimo presentando la traducción latina de la Biblia al papa San Dámaso; San Jerónimo con la Caridad; o San Jerónimo recibiendo lecciones de hebreo por parte de un rabino.
La decoración pictórica mural de la capilla destaca por la cúpula con cuatro virtudes: Fe, Esperanza, Caridad y Fortaleza; y por los Padres de la Iglesia de Occidente representados en las pechinas: San Gregorio, San Agustín y San Ambrosio, junto a San Isidoro de Sevilla, de quien cuenta la leyenda que fue el encargado de llevar desde Roma hasta Sevilla la imagen de la Virgen de Guadalupe, donde permaneció hasta la invasión musulmana. También es destacable el fanal que cuelga de la cúpula, pues es de una nave turca de la Batalla de Lepanto, donada a Guadalupe por don Juan de Austria.
Pero sin duda, si por algo es conocida la sacristía del monasterio de Guadalupe es por el ciclo pictórico de venerables padres de la propia casa, obras autógrafas de Francisco de Zurbarán que realizó entre 1638 y 1639, lo que hace suponer que también, debido al escaso margen de tiempo y por los numerosos encargos que en esas fechas tenía, con participación de oficiales de su taller, como Ignacio de Ríes.
Para su realización se entrega al artista un memorial escrito por el Padre Montalvo siguiendo las Vita Patrum anteriores del monasterio, a través del cual el pintor con su ingenio crea las iconografías propias de estos monjes, bebiendo también, como se aprecia en toda la obra del autor, de estampas y grabados para la realización de sus composiciones.
Con este programa iconográfico los jerónimos de Guadalupe pretenden, como se ha señalado más arriba, mostrar la grandeza pasada de la Casa a través de venerables hombres que en ella habían vivido (en un momento en el que El Escorial todavía no tenían nada de eso, algo señalado incluso por el cronista escurialense fray José de Sigüenza al comparar ambos monasterios), y a la vez persuadir con el ejemplo de las vidas de aquellos personajes el camino de perfección a modo pedagógico a los hermanos jerónimos noveles que se iniciaban en sus labores precisamente por el trabajo de sacristía, teniendo ante su mirada composiciones con temas como la humildad y el desprecio a las glorias terrenas, la obediencia, la caridad, el silencio, el recogimiento… todo propio de las ideas contrarreformistas.
Los ocho lienzos, de gran tamaño, muestran las características formales de la época de plenitud de Zurbarán, como el tratamiento escultórico de las texturas y vestimentas de los personajes, desde los pesados hábitos de los monjes, a ricas telas de otras figuras, alfombras, encajes, dalmáticas… la presencia de bodegones y vanitas de excelente factura junto a retratos propios del realismo barroco, siendo un compendio de todo ello el lienzo en el que se muestra al Padre Illescas; así como visiones y apariciones como la de fray Andrés Salmerón, donde el resplandor dorado propio de los pinceles de Zurbarán inundan toda la estancia de la celda, destacando también la representación de arquitectura clasicista en algunos de los lienzos, sacada de grabados flamencos, algo habitual en el artista.
Pero la obra de Zurbarán no está solo en esta estancia, sino que también trabaja en la capilla de la sacristía, donde se insertan otros tres magníficos lienzos de su factura. La capilla la preside un retablo de traza clasicista con una hornacina central flanqueada por tres columnas a cada lado, lo que sugiere una factura toledana.
En la hornacina se presenta una imagen de San Jerónimo tradicionalmente atribuida a Pietro Torrigiano, al indicarlo las propias fuentes del monasterio desde antiguo y que señalan que fue realizada por el mismo escultor que la imagen homónima del monasterio sevillano, y que actualmente se halla en el Museo de Bellas Artes de la capital hispalense. En el ático del retablo se inserta un pequeño lienzo de gran calidad con la Apoteosis de San Jerónimo, elevado hacia la Gloria en una nube de angelotes derivada de modelos de Rubens, apreciando en el lienzo el característico color dorado de Zurbarán.
En las paredes laterales de la capilla se encuentran dos grandes lienzos, también obra de Zurbarán, que potencian el mensaje anacoreta de la vida del monje en contraposición con las pinturas que lo presentaban como intelectual en la bóveda de la sacristía, ofreciendo de esa forma la doble vertiente que quería expresarse del Padre de la Iglesia.
Así, en Las tentaciones en el desierto el santo aparece apartando a las tentaciones representadas en forma de un cortejo de jóvenes damas de elegantes formas con instrumentos musicales que contrastan con la naturaleza muerta del improvisado escritorio del santo.
Por su parte, la escena de la Flagelación de San Jerónimo muestra el rapto o aparición con el castigo que se dice que tuvo el santo por preferir la lectura culta de Cicerón y Plauto a la de los profetas, siendo ésta una iconografía extendida en el barroco hispano como recurso para la lectura de la Biblia, extendiéndose también a obras de literatos del Siglo de Oro como Quevedo o Lope de Vega. Esta capilla, y su programa pictórico amplía el mensaje de la sacristía a los jóvenes jerónimos, pues les indica que la vida en comunidad puede ayudarles en sus tentaciones, algo que indicó el propio San Jerónimo en su vejez.
CURIOSIDADES
Aunque generalmente al hablar de la sacristía del monasterio de Guadalupe se vienen a la mente los lienzos de Zurbarán, hay que tener en cuenta que se trata de un espacio para entenderlo de manera global, puesto que es un ejemplo único de conjunto barroco que sigue teniendo todas sus obras in situ, algo que no se ve en ningún otro sitio de España, y por ello su mensaje ha permanecido inalterable en el tiempo frente a numerosas pinturas que cuelgan de grandes pinacotecas españolas e internacionales y en las que, aunque puedan mostrarse en todo su esplendor y en un estado de conservación impecable, permanecen descontextualizadas variando incluso el mensaje que en origen quisieron ofrecer sus autores o mecenas con ellas.
BIBLIOGRAFÍA
ALEGRE CARVAJAL, Esther y GÓMEZ LÓPEZ, Consuelo. Órdenes y espacio: sistemas de expresión de la arquitectura moderna (siglos XV-XVIII). Madrid, 2017.
DELENDA, Odile y BOROBIA, Mar. Zurbarán, una nueva mirada. Madrid, 2015.
PALOMERO PÁRAMO, Jesús Miguel. La sacristía de Guadalupe. Sala digna de los cielos. Guadalupe, 1998.
PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E. (ed. actualizada por NAVARRETE PRIETO, Benito): Pintura barroca en España (1600-1750). Madrid, 2010.