COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA IGLESIA DE SAN LUIS DE LOS FRANCESES
CONTEXTO HISTÓRICO
Ejemplo del poder que llegó a tener la Compañía de Jesús e incluso fiel reflejo de cómo la orden fue expulsada de España en diversas ocasiones. San Luis de los Franceses, el templo y noviciado de los Jesuitas en Sevilla, aunque la historia de la Compañía en la ciudad hispalense tiene su origen mucho más atrás en el tiempo.
Habría que irse a 1554 para situar la llegada de los jesuitas a Sevilla, pocos años después de su fundación en 1534 de la mano del vasco, San Ignacio de Loyola en la colina parisina de Montmartre. No sería hasta 1540 cuando el papa Pablo III los reconoció como orden religiosa a través de una bula papal.
En Sevilla crearían su casa profesa en lo que hoy día es la Facultad de Bellas Artes, de la que se conserva el claustro y el templo, la actual iglesia de la Anunciación.
Este sería uno de los centros principales de la Contrarreforma, que tan bien acogieron los Jesuitas, y que permitió que esta Orden se expandiera también por las colonias de Ultramar a la hora de evangelizar.
La Compañía de Jesús empezó a crecer y, con ello, aumentó su poder económico y político.
Un ejemplo de ello es la cesión de los terrenos que recibió en el siglo XVII de Luisa de Medina en la que hoy es calle San Luis, con la habitual condición de poder ser enterrada en el templo que erijan en este espacio y que se dedicara al santo al que honraba su nombre, San Luis, el que fue rey de Francia bajo el nombre de Luis IX y fuera primo hermano del rey castellanoleonés y conquistador de Sevilla, Fernando III, el Santo.
El poderío que llegaron a alcanzar los jesuitas también les trajo cosas negativas, como fue la mala relación con los poderes absolutistas.
Es por ello, que vieron la ocasión ideal a la hora de elevar este templo para conseguir mejorar la vinculación con la casa de los Borbones, ya que la construcción coincide con la llegada a España de la dinastía francesa, de la mano de Felipe V y así acabar con los rumores que corrían de la posible expulsión de la Compañía de Jesús.
En 1699, será cuando el edificio empiece a construirse. Unas obras que se prolongaron hasta 1730.
Poco tiempo tuvieron los jesuitas para disfrutar de su magnífico seminario, ya que en 1767 el rey Carlos III ordena su expulsión de España, lo que conllevó al abandono de la Compañía de este edificio y de todas sus posesiones.
En este periodo, el templo pasó a manos de los franciscanos, siendo residencia de sacerdotes ancianos en los años de la ocupación francesa (1810).
Los jesuitas no retornarían hasta 1817, restaurando en San Luis de los Franceses su noviciado, para volver a ser expulsados en 1835. A partir de esta fecha, el conjunto pasó a ser un hospicio, ya que el templo fue desacralizado tras la Desamortización de Mendizábal.
Con la llegada de la II República, en 1931 pasó a ser una residencia con fines educativos para los más necesitados, así continuó su funcionamiento hasta 1968, en que vuelve a ser abandonado.
Pasó finalmente a manos de la Diputación Provincial de Sevilla, que ha ido destinando fondos para darle uso como Sede del Centro Andaluz del Teatro, aunque finalmente, se optó en 2017 por recuperar el templo y noviciado como un espacio musealizado.
ASPECTO FORMAL
El edificio fue diseñado por el arquitecto Leonardo de Figueroa. Destacamos su fachada retablo en la que se juega alternando materiales como la piedra y el ladrillo.
Inicialmente, estaba proyectada una plaza, que nunca llegó a realizarse, frente a esta imponente portada que no se puede disfrutar plenamente por la estrechez actual de la calle San Luis.
Aquí podemos ver el escudo de España, con la intención de ganarse los favores de la monarquía borbónica, aunque de poco sirvió finalmente para evitar la expulsión de la Compañía de Jesús. Coronan el conjunto las figuras de los tres arcángeles.
Visto en planta, es un templo barroco único en Sevilla, ya que forma una cruz griega, coronada por una gran cúpula en la que destacan interiormente las pinturas de Domingo Martínez, gran pintor del siglo XVIII sevillano.
Todo es un gran programa iconográfico en el que se alaba a la Compañía de Jesús.
Hay que recordar que la función inicial del edificio era de seminario, por lo que los nuevos integrantes de la orden tenían que conocer de primera mano las bondades que le ofrecía el ingresar y formar parte de la familia jesuita. Podemos ver precisamente las virtudes que deben de tener los seminaristas:
- Amor al prójimo.
- Amor de Dios.
- Castidad.
- Humildad.
- Mortificación.
- Obediencia.
- Oración.
- Pobreza.
- Religión.
A la entrada del templo podemos ver pinturas en las que aparecen las bulas papales de Pablo III, en la que aprueba la Compañía de Jesús o la de Alejandro VII en la que se da el visto bueno a los Ejercicios Espirituales, que básicamente establecen las normas a seguir por los jesuitas.
Frente a estas pinturas, otra que representa a las Tres Gracias, un tema mitológico y que en un principio nos puede parecer poco religioso, salvo si acudimos a la interpretación del cordobés, Séneca en las que atribuye a cada figura las virtudes de “dar”, “aceptar” y “devolver” los dones de cada uno.
El templo genera 7 espacios en los que cada uno alberga un retablo. El principal es el altar mayor y el resto resalta la figura de algún santo de la Compañía de Jesús.
Todos son obras de Duque Cornejo, tanto en retablística como en escultura, mientras que la mayoría de las pinturas son de Domingo Martínez.
El retablo mayor está presidido por un cuadro de San Luis, titular del templo, atribuido a Zurbarán. Cuenta con una escultura de la Inmaculada de Duque Cornejo y una pintura anónima de la Virgen con el Niño. Todo adornada con juego de espejos y escenografía barroca.
Si nos situamos en el centro del templo a ambos lados están dos retablos dedicados a San Francisco de Borja y a San Estanislao de Kostka.
El primero, representa al santo que fuera encargado de acompañar el cuerpo de Isabel de Portugal de Toledo a Granada para ser enterrada en la capilla de los Reyes Católicos.
En una parada, no pudo retener la curiosidad de abrir el féretro y ver el cuerpo descompuesto de la que había sido emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico.
Se dice que el santo declaró que “nunca más serviré a señor que se pueda morir”, por ello entregó toda su vida a Dios. Se le representa portando la calavera coronada de la reina.
Frente a este retablo, el de San Estanislao, que fue una persona enfermiza desde joven y uno de los milagros que padeció fue que se le apareció la Virgen y le entregó al Niño en sus brazos, tal como se le representa, le curó y decidió integrarse en la Compañía de Jesús.
Se le ubica frente a San Francisco de Borja ya que nacieron en la misma fecha y fueron coetáneos. De hecho, se conocieron en persona y Francisco acogió a Estanislao en el seminario de Roma.
En los retablos más cercanos al altar mayor tenemos a San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. El fundador de la orden se le representa en el momento que se refugia en la cueva de Manresa tras peregrinar a Montserrat. Allí es donde empezó a redactar los Ejercicios Espirituales.
A San Francisco Javier se le muestra en el conocido como “milagro del cangrejo”. El jesuita fue misionero en las islas Molucas y en uno de los traslados de isla a isla, en barcazas muy humildes, le sorprendió una tempestad.
Temiendo que no sobreviviría, tiró su crucifijo al agua. En ese preciso instante cesó la tormenta y pudo llegar a la orilla, donde un cangrejo sostenía en sus pinzas el crucifijo que había lanzado previamente.
A los pies del templo tenemos los retablos de San Luis Gonzaga y San Juan Francisco Regis. San Luis fue hijo de un marqués al servicio de Felipe II, su padre hizo todo lo posible por retenerlo y evitar su vida religiosa, pero no dejó de lado su Fe y acabó ingresando en la Compañía de Jesús.
Un ejemplo de vocación y entrega ideal para los seminaristas, ya que estuvo atendiendo a los enfermos de peste en Roma, contagiándose y muriendo a los 23 años. Aunque como ejemplo a seguir, el santo del retablo que nos queda por mencionar.
Juan Francisco Regis fue uno de los misioneros más destacados de la Compañía de Jesús, se acercó a pobres y prostitutas, a las que les ofrecía refugio, formación y una oportunidad para no tener que vivir de sus cuerpos.
Bajo el templo se encuentra la cripta, que imita exactamente la planta de cruz griega de la iglesia que ocupa el espacio superior.
Aunque, lo más interesante que nos queda por mencionar es la capilla doméstica, la que utilizaban los seminaristas habitualmente y a la que no tenía acceso el público general hasta hace más bien pocos años.
Volvemos a contar con los trabajos de Duque Cornejo, Domingo Martínez y, en este caso, la pintura de la bóveda del altar realizada por Lucas Valdés y que representa la Asunción de María.
Es una capilla dedicada por completo a la advocación de la Virgen y en la que se podía disfrutar hasta su expolio de la pintura de la Epifanía realizada por Velázquez.
El barroco de la Contrarreforma alcanzando su máximo esplendor de manos de la Compañía de Jesús en plena calle San Luis de Sevilla. La iglesia de San Luis de los Franceses.
BIBLIOGRAFIA
DE LA BANDA Y VARGAS, Antonio: La iglesia sevillana de San Luis de los Franceses. Sevilla. 1977.
RAVÉ PRIETO, Juan Luis: San Luis de los Franceses. Diputación de Sevilla. 2018.