COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE SAN SEBASTIÁN ATENDIDO POR SANTA IRENE
ANÁLISIS DE LA OBRA
La obra que nos ocupa, San Sebastián atendido por Santa Irene, estaría comprendida en el llamado “segundo periodo” de De la Tour. Vendría a continuación de una primera etapa, entre 1620 y 1640, donde su obra tendrá un componente de retrato de las clases populares.
Refiere Soto Caba (2016:161) que Anthony Blunt establecerá la segunda etapa de De la Tour entre el 1640 y 1645 cuando da entrada a las escenas nocturnas y a un mundo claustrofóbico, en el que las figuras se mueven en un entorno sin puertas ni ventanas.
Las escenas religiosas que interpreta bajo esta solución adquieren la autenticidad de escaparate y en todas ellas, con una entonación cobriza, vislumbramos a duras penas las figuras en penumbra ya que sólo un perfil queda fuertemente iluminado.
El mismo autor señala como punto de partida la obra Job y su esposa (Epinal, Museo Departamental de los Vosgos). La vela, hachón o candela está presente en todas estas creaciones y quizás por ello, la escena se congela en una quietud solemne y mística.
Los temas son todos del Nuevo Testamento y aluden a los aspectos propios de la pedagogía de la Contrarreforma: martirio, arrepentimiento, penitencia, meditación, amén de pasajes de la Natividad o de la infancia del Jesús.

Estamos ante la pintura de la muerte de uno de los más antiguos mártires de la Iglesia, San Sebastián, atendido por su viuda Santa Irene.
Como único y potente punto de luz, De la Tour sustituye su habitual vela por una antorcha, que derrama su luz en primer lugar por el rostro de la santa y, después por las superficies prácticamente pulidas que la reflejan, como si la luz de la antorcha tuviese un eco en la piel incandescente de las figuras en serena estatuaria.
La diagonal ascendente de los personajes parte desde el cuerpo del santo hasta el último de los presentes sito en el ángulo superior derecho del cuadro.
El cuerpo de San Sebastián destaca como el terciopelo, suave y cálido. San Sebastián será una “prototipo” de belleza masculina en la pintura religiosa.
Los cuerpos dese presentan labrados por la luz que saca la forma desde la oscuridad. Es pura geometría cúbica donde observamos la esférica cabeza de la santa, con la frente fuertemente iluminada y su cabello, recogido en un moño pero con un tirabuzón como contraposición a esa tensión del pelo sumamente alisado.
También, en el caso de una de las mujeres que la acompañan, observamos la geometría de sus rasgos y los pliegues del tocado rojo intenso.
Esta puesta en escena en particular, nuevamente muestra rastros de Caravaggio, especialmente su escena de entierro.
Georges de La Tour evita el realismo crudo al que invita su temática. Es con la sobriedad de un Zurbarán, y el sentido de la iluminación de un Rembrandt.[1]
La indiscutible influencia caravaggesca, en este crudo, pero íntimo realismo, vendrá de la utilización de los dramáticos contrastes de luces y sombras que De la Tour utiliza con maestría, provocando en el receptor de la obra una sensación de intimidad y emotividad.
La música que nos propone oír el maestro de Lorena, sobre todo al comienzo de su carrera, es la desagradable y chirriante de la zanfona, conforme va avanzando en su producción, su obra se concentra no sólo en los fantásticos juegos de luces y sombras que venimos comentando, sino en una pintura en la que ruidos y músicas desaparecen.
Aparece entonces el La Tour silencioso de su última etapa, caracterizado por una imagen de la religión de especial intensidad y concentración[2].
El ensimismamiento de los personajes, teatralidad y drama silencioso en una inquietante penumbra donde, la mortal flecha proyecta en el cuerpo yacente una sombra como la aguja de un reloj de sol, como para subrayar el camino inexorable del destino en un símil de las vanitas.
Este santo era muy venerado, pues se le consideraba protector contra las epidemias, un mal frecuente en el siglo XVII. De la Tour era de la región francesa La Lorena, que había sufrido terribles epidemias a lo largo del siglo XVII, de ahí el fervor que los fieles y el propio pintor sentían por San Sebastián.
Como en San Sebastián atendido por Santa Irene, en la factura de La Tour no hallaremos la incipiente y barroca agitación, no habrá grandes pasiones. Por el contrario, nos ofrece calma, el silencio y la quietud es transmitida al espectador confiriendo a sus cuadros un carácter de clasicismo monumental.
Destacan por su sobriedad y apenas ofrecen motivos sagrados que den pistas sobre su contenido. Los ángeles de De La Tour no tienen alas, y sus santos carecen de halo.
Apunta Andrés Úbeda que la crítica francesa lo denomina “religiosidad laica” donde en sus obras el autor humaniza a los personajes divinos.[3]
En definitiva, fueron recursos de gran efectividad con los que creó un lenguaje muy personal e inconfundible. Se le reconoce enseguida por estos efectos y porque con ellos sabe dotar a sus composiciones de una quietud íntima de honda profundidad.
Blunt apunta la posibilidad de que Georges de la Tour estableciera contactos estrechos con la espiritualidad de los franciscanos que en estas fechas vivían un resurgimiento religioso en toda la Lorena (Blunt,1977:271).
Existen dos versiones casi idénticas de San Sebastián. La presente versión de la Gemäldegalerie de Berlín y la de la iglesia parroquial de Bois-Anzeray (Eure, NW Fr), adquirida por el Louvre en 1981.
BIBLIOGRAFÍA
BLUNT, Anthony. Arte y Arquitectura en Francia. 1500-1700, Madrid, 1977.
SOTO CABA, Victoria. Los Realismos en el Arte Barroco. Madrid, 2016.
WEBGRAFÍA
BERGER, Jacques-Edouard. Georges de la Tour. Ed. Fundación Jacques-Edouard Berger, 1959
https://www.bergerfoundation.ch/LaTour/GdelaTour.pdf (Consultado 24/03/2020)
CHECA CREMADES, Fernando. Realidad y silencio en Georges de La Tour. Ed. Revista de libros Segunda Época. 2016
https://www.revistadelibros.com/articulos/realidad-y-silencio-en-georges-de-la-tour (Consultado 24/03/2020)
Imagen libre de la obra, obtenida de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:StSebastian.jpg (Consultado 25/03/2020)
[1] BERGER, 1959:20.
[2] CHECA, 2016:6
[3] ÚBEDA DE LOS COBOS, Andrés, es director adjunto de Conservación e Investigación del Museo Nacional del Prado (Madrid).