COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA
ANÁLISIS FORMAL
La producción artística de Fernando Yánez de la Almedina (ca.1475-1537) – cuya biografía es escasa – se desarrolló en determinados focos artísticos de la península, en concreto en Valencia, Barcelona, Almedina (Ciudad Real) y Cuenca.
Gracias al estudio de algunos tratadistas, como Vicente Carducho, Palomino, Ceán Bermúdez o Justi, sabemos que este pintor español – conocido como «Ferrando Spagnolo dipintore» – pudo haber trabajado como ayudante en el taller de Leonardo Da Vinci hacia 1505, y que muchas de las técnicas, estilo y fórmulas del célebre maestro las aprendió durante su estancia en Italia.
No es casualidad que Yánez de la Almedina haya realizado un viaje de formación a uno de los centro renacentistas más importantes del momento – como es el caso de Florencia – puesto que algunos artistas españoles como Diego de Siloé, Pedro Machuca, Alonso Berruguete, Bartolomé Ordóñez, entre otros, también llegaron a las cortes italianas y consolidaron su propio estilo.
De la etapa valenciana es la decoración de las puertas del retablo de la Catedral de Valencia – empresa que llevará a cabo junto a Fernando LLanos en 1507 – en donde podemos apreciar toda esa influencia leonardesca acentuada de manera absoluta en las tablas del retablo.
Esta enorme labor será el principio de toda una serie de encargos que recibirá Yánez de la Almedina en esta ciudad y, posteriormente, en otras localidades.
Asimismo, entre 1526 y 1531, se sabe que trabajó en la catedral de Santa María y San Julián de la ciudad de Cuenca sobre todo en el retablo de la Adoración de los Pastores.
Por último, existen noticias de que Fernando Yánez volvió a su lugar de nacimiento en donde trabajó para el retablo mayor – hoy desaparecido – de la iglesia de esta misma localidad.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Santa Catalina recibió el título de virgen y mártir y podemos situarla hacia el siglo VI. Los acontecimientos más importantes de su historia se recogieron y se difundieron por Santiago de la Vorágine en la Leyenda Dorada (S. XIII).
La leyenda cuenta que la santa procedía de una familia real y que había recibido una educación culta.
Catalina era una fiel defensora del cristianismo y llegó a enfrentarse al emperador Maximino cuando se enteró de que este había amenazado a la comunidad cristiana con castigarlos si no adoraban a los ídolos paganos.
Gracias a su educación filosófica Catalina había mantenido un debate intenso con el emperador para convencerle de la existencia de Dios.
«El emperador, disminuido ante la inteligencia de la santa, mandó posponer la discusión y continuarla después de las celebraciones paganas».
Posteriormente, Catalina, fue encerrada en su palacio y durante ese tiempo sucedieron todo tipo de milagros y acontecimientos, como la conversión de la propia emperatriz y la de un soldado llamado Porfirio. Maximino ordenó un nuevo martirio para la santa con ruedas dentadas, que dejarían su cuerpo maltratado.
La joven doncella pidió a Dios y, en el momento en el que iba a ser torturada, las ruedas se rompieron y saltaron en pedazos. Entre las virtudes de la santa destacaban la sabiduría, la elocuencia, la fortaleza y la castidad y es por eso que el emperador quería que Catalina sea su esposa y así convertirla en su nueva emperatriz.
Sin embargo, Catalina jamás aceptó las propuestas de Maximino y, finalmente, fue decapitada. Según la versión de Santiago de la Vorágine se dice que de las heridas que se le hicieron a la santa no emanó sangre sino leche y que su cuerpo fue portado por los ángeles al monte Sinaí.
En esta obra de Fernando Yánez de la Almedina podemos ver la imagen de la santa que aparece representada como una princesa real – puesto que sus ricas vestimentas denotan su importancia y elegancia – y, detrás de ella, podemos observar la corona (a la derecha de la imagen) y el libro (a la izquierda de la imagen) que evidenciaría su procedencia principesca y culta.
Sus otros atributos son la palma, símbolo del martirio, que se encuentra sobre el libro; la rueda dentada – en este caso rota por el milagro acontecido enfrente del emperador y otros espectadores paganos – que se encuentra debajo de los pies de la santa, y la espada que hace referencia a su decapitación.
La figura de Santa Catalina no deja de ser un ejemplo de todo ese bagaje histórico y artístico que confluían en los centros culturales más importantes del reino de España, al cual se añade el aprendizaje de las escuelas italiana y flamenca.
Todas estas características podemos apreciarlas en la lujosa vestimenta de la santa, la cual porta una capa roja que está por encima de un vestido azul y cuyos pliegues retorcidos y en espiral conforman el primer plano de esta pintura realzando la capacidad del artista por conseguir un efecto de masa y movimiento.
Además, el gusto por el detalle se evidencia en el tratamiento de las joyas que recubren el cuello de la joven doncella y en el cinturón.
Otro de los aspectos importantes que hay que tener en cuenta es esa identidad local – en este caso proveniente de la tradición y cultura islámica – que el artista ha querido mantener y reflejar en esta composición utilizando la escritura cúfica y nesjíe en el vestido interior de la santa, así como un cuidado especial en el estampado, el bordado, los brocados con diseños complejos, el brillo en determinadas zonas de la imagen, etc.
Evidentemente, se trata de un estudio de la luz que deja en un primer plano a la figura iluminada de la santa, con ese rostro fino y delicado, casi angelical que nos recuerda a los prototipos leonardescos, concretamente a La Gioconda.
Asimismo, observamos todos esos elementos provenientes de una cultura visual de la que el artista no es ajeno y que resultan interesantes a la hora de entender el gusto de una determinada comitencia, y sobre todo, de una determinada localidad.
Probablemente, esta tabla formaba parte de algún retablo mayor – de ahí la monumentalidad y solemnidad con la que es tratada la figura -.
En ese sentido, el artista no ha querido enfatizar en un fondo arquitectónico concreto, pues su intención es que la santa sea el centro de todas las atenciones y oraciones.
No obstante, la utilización de materiales, como la piedra y el ladrillo de la arquitectura del fondo, no deja de ser una alusión a esa tradición hispanomusulmana, que se conecta con ese clasicismo de la decoración marmórea del interior.
Sin duda, la obra de Yánez de la Almedina es el paradigma de la pintura renacentista en la Península Ibérica, pues se atreve a buscar y a experimentar los modelos y las técnicas aprendidas en Italia, sin olvidarse del valor fundamental que caracteriza toda su producción e identidad artística y cultural hispanomusulmana.
BIBLIOGRAFÍA
-Bosque, A.De, Artisti italiani in Spagna: dal XIVº secolo ai Re Cattolici, Alfieri & Lacroix, Milano, 1968.
-Checa Cremades, Fernando, Pintura y escultura del renacimiento en España: 1450-1600, Cátedra, Madrid129, 1983.
-González Hernando, Irene (2010), «Santa Catalina de Alejandría», Base de datos digital de iconografía medieval.
Universidad –Complutense de Madrid. En línea: https://www.ucm.es/bdiconografiamedieval/santa-catalina-de-alejandria
–Los Hernandos: pintores hispanos del entorno de Leonardo, Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, Valencia, 1998, pp. 166-169.
Una respuesta a «Santa Catalina de Alejandría»
[…] Santa Catalina de Alejandría […]