COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE UN MUNDO DE ÁNGELES SANTOS
Un mundo de Ángeles Santos es una de las obras fundamentales de la vanguardia española del primer tercio del siglo XX.
En ella se funden elementos del cubismo, el surrealismo y el realismo mágico, que conviven con el peso de la tradición escultórica castellana y la influencia de El Greco.
Está considerada la obra maestra de la pintora, que la realizó con tan solo 18 años.
La pintó tras una producción previa en la que ya mostró una gran valía técnica, una sensibilidad especial y una capacidad innovadora que la destacaban en el panorama artístico del momento.
La concibió durante un momento de frenesí creativo que le dejó una huella importante en su salud mental, tanto que, pocos años después, su deriva como pintora tomó un rumbo totalmente diferente.
Gracias al ambiente cultural conoció las diferentes tendencias artísticas de vanguardia que se desarrollaban en Europa y que cambiaron la concepción del arte.
A través de publicaciones como Meseta, Ddooss y A la aventura conoció el cubismo de Juan Gris y Pablo Picasso, el surrealismo de Joan Miró, la nueva objetividad alemana y el realismo mágico definido por Franz Roh en 1925.
La obra fue pintada en su lugar de residencia, Valladolid, pero fue presentada en el 9º Salón de Otoño en 1929.
Madrid era el centro neurálgico de la intelectualidad de la época, y por la exposición pasó la flor y nata del momento, Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Manuel Abril, … que elogiaron profusamente la obra y se mostraron interesados en conocer a la “niña prodigio” capaz de sintetizar varias vanguardias en una sola obra, y con la cual establecieron contacto a partir de ese momento.
De esta manera, Angelita, como era conocida por su juventud, entró por la puerta grande a formar parte del círculo intelectual de la época. Su fama subió rápidamente, y a principios de los años treinta empezó a realizar exposiciones internacionales (Pittsburgh, Copenhague, Venecia,…)
Durante el proceso de creación, Ángeles dormía junto al lienzo. La inspiración era constante y según relató ella misma años después, se despertaba en mitad de la noche y se ponía a pintar.
Mientras creaba Un mundo, también pintó una obra importante de su producción pero totalmente diferente, La tertulia, una escena en un interior en el que tres chicas se encuentran en actitud relajada mientras fuman y leen, y que está más conectada con la tendencia de la nueva objetividad.
Representa a las amigas de la autora y nos muestra cómo eran las chicas modernas de finales de los años veinte, vestidas a la moda, con el peinado corto y posturas desenfadadas mostrando la imagen de la nueva mujer.
Fueron unos años de un frenesí creativo en los que Ángeles produjo sus obras más significativas.
El estrés que le produjo pintar a ese ritmo e intensidad, la gestión de la fama alcanzada de manera tan rápida y la situación personal, mantuvo un amorío por correspondencia con Gómez de la Serna que su familia nunca aprobó, la llevaron a una crisis personal que la desestabilizó psicológicamente.
Acabó ingresada y más tarde volvió a Portbou, el pueblo de su niñez. En este momento conoció al pintor Emili Grau Sala, con el que poco después se casaría.
El estilo de Grau Sala tendía a un postimpresionismo desfasado, utilizaba una paleta viva y variada, que influyó tanto en Ángeles Santos que ésta se pasó a un estilo más convencional, una figuración amable y colorista, lejos de su estilo innovador y moderno.
Optó por la tranquilidad de la luz y abandonó el desasosiego de la oscuridad y de la imaginación desmedida.
Tiempo después, dijo que ya no había vuelto a pintar nada que no fuera real, no volvió a crear escenarios fantásticos, aunque su técnica siempre fue impecable.
El momento más álgido de su producción fue el que le causó más dudas y temores, y tomó una opción para ella, más llevadera. No dejó de pintar, solo un breve periodo tras su crisis, hasta cinco años antes de su muerte; falleció con 103 años.
Siempre sorprende la edad con la que esta autora fue capaz de crear grandes obras, especialmente la de Un mundo, por la madurez técnica y estética que suponen.
Pero debemos tener en cuenta que la adolescencia es un momento de extraordinaria capacidad, de hecho en esos años destacó otra joven, la escultora e ilustradora Marga Gil Roëset.
ANÁLISIS DE LA OBRA
La obra pictórica Un mundo es un gran lienzo totalmente cuadrado, de tres por tres metros, construido a partir de la unión de dos telas.
En él destaca, una especie de planeta flotante, anguloso y sin simetría que está invadido por escenas que recrean momentos, lugares y tiempos distintos.
No está totalmente centrado, se eleva ligeramente hacia el ángulo superior izquierdo, para dejar sitio, en la parte contraria a una escalera que recorre la pintura en su lado derecho, de arriba a abajo, iniciándose desde una esfera reluciendo y acabando en el borde inferior.
Estos dos elementos nos muestran el mundo físico, el terrenal representado por el cubo, y el cósmico, el celestial, a través de los ángeles que descienden la escalera con antorchas que transportan la luz del Sol a las estrellas.
La forma de este mundo está inspirada tal y como la propia autora declaró, en el cubismo. Nos ofrece distintos puntos de vista del espacio.
Podemos ver tres caras de lo que parece ser un cubo, una de ellas queda en el lado oculto a la luz, en penumbra; el superior queda iluminado levemente, y el derecho, recibe una luz directa que contrasta con las sombras que se proyectan; la noche, el atardecer y el día.
Sobre esta superficie se desarrollan diferentes escenas, llenas de detalle y misterio, una síntesis de todo un cosmos: un río, una playa, un entierro, una ciudad, el campo, el tren, los coches, el juego…y así hasta un sinfín de escenas.
Vemos el interior de las casas, con sus habitantes dentro, acudimos a una representación teatral y a un partido de tenis … todas las posibilidades de una vida.
La parte celestial está insìrada en un poema de Juan Ramón Jiménez
“…ángeles malvas
apagaban las verdes estrellas,
Un cinta tranquila
de suaves violetas
abraza amorosa
a la pálida tierra”.
La irregular escalera, la recorren unos personajes que descienden ingrávidos sobre ella trasladando luz desde la esfera solar hasta las estrellas que invaden la noche del lado oculto.
Su movimiento podría ser el baile del universo que suena al son de una sinfonía cósmica interpretada por la enigmática orquesta que toca en un primer plano.
Los personajes y ambientes que vemos están relacionados con una estética postexpresionista. También tiene influencia de los cuerpos alargados del Greco. Y hay quienes detectan la influencia del barroco castellano en el colorido, en lo tenebroso.
La obra es inmensa no solo en tamaño, si no en el detalle y en el nivel de lecturas que contiene.
Ángeles Santos construyó un mundo pleno, con sus luces y sus sombras, con su ritmo universal y sus hechos mundanos, un mundo emanado de la genialidad de una adolescente en plena efervescencia creativa.
Pero la edad de la autora no debe engañarnos. La madurez del planteamiento artístico es llamativa. No es una obra fruto del azar, sino que es una obra pensada, con un planteamiento mostrado en croquis y dibujos previos.
De ahí que la clasificación de surrealista no acabe de cuadrar con su estilo, ya que este, según Franz Roh describe lo imposible, mientras que el realismo mágico nos muestra lo improbable, más acorde con su esencia.
LA AUTORA
Ángeles Santos nació en Portbou, un pueblo de la costa de l’Ampurdà catalán en 1911, de donde era su familia materna y al cual estuvo ligada su infancia. Pero por motivos laborales de su padre, la residencia familiar se trasladaba con asiduidad de lugar.
En 1926 se mudaron a Valladolid, una ciudad tradicional y conservadora pero que tenía cierto foco de modernidad gracias a los hermanos Cossío y al pintor inglés Cristobal Hall.
La joven Ángeles llegó con una clara vocación artística que además era apoyada por su familia, especialmente por su padre. Sus pinturas llamaron la atención en seguida, y volcó sus estudios en la pintura.
Su obra fascinó a la intelectualidad del momento y su ascenso fue imparable. Esta etapa de gran productividad, como ya hemos comentado, le llevó a una fuerte crisis que le hizo cambiar de estilo. A partir de entonces, su obra nada tuvo que ver con lo anterior.
La guerra la separó de su esposo, y crió sola a su hijo. Fue profesora de dibujo y siguió pintando mientras su obra vanguardista fue siendo olvidada.
En los años 70 se le realizó una exposición, y en los 80 el Museu de l’Ampurdà de Figueres colgó varios de sus cuadros, entre ellos Un mundo, en sus paredes. De esta manera se reafirmó su pertenencia al grupo de los surrealistas catalanes. En 1992 la obra fue adquirida por el Museo Reina Sofía, iniciando así el camino hacia el merecido reconocimiento.
CONTEXTO CULTURAL
La pintora Ángeles Santos es una de esas mujeres pertenecientes a la Generación del 27 que, junto a sus compañeras, fue olvidada durante décadas.
Si abrimos cualquier libro o buscamos por internet quienes conformaron este grupo, nos aparecerá un listado de nombres de hombres, todos ellos talentosos y de enorme importancia para nuestra cultura, pero para encontrarlas a ellas, a las mujeres que también estuvieron, debemos recurrir a la búsqueda de una especie de subgrupo conocido como las Sinsombrero.
Este es el nombre que se le ha dado a aquellas mujeres poetas, artistas e intelectuales que fueron de la mano de personalidades tan importantes como García Lorca, Pedro Salinas o Jorge Guillem; y que se quitaron el sombrero para dejar fluir las ideas y para que nada encerrara su capacidad de pensar.
En el énfasis creador que surgió entre finales de la dictadura de Primo de Rivera y los años de la II República, las mujeres tuvieron un papel fundamental, pero tras la guerra, el exilio y la represión franquista fueron más que olvidadas; fueron sepultadas por un relato patriarcal de la Historia.
Tras la dictadura de Franco, las instituciones y la clase intelectual pusieron en el lugar que correspondía, a esos grandes literatos y pensadores injustamente vapuleados.
Sus obras fueron valoradas y su influencia reconocida pero ¿qué pasó con ellas? ¿Por qué nadie habló de María Teresa de León, de Maruja Mallo, de Josefina de la Torre, o de otras tantas?
Nadie, ni tan siquiera sus propios compañeros, con los que habían compartido ideas, creaciones, discusiones y pasiones, reclamaron su valía ¿Por qué razón se les olvidó nombrarlas?
Cuando ellos empezaron a ser reconocidos, a recibir honores y a ser tratados como grandes hombres de la cultura, nunca las mencionaron. No aparecieron en estudios especializados ni antologías, no las nombraron en ensayos ni colgaron sus obras en grandes museos.
En los últimos años se ha realizado una revisión histórica desde una perspectiva de género, para darle a Las Sinsombrero el lugar que les corresponde por derecho propio, en especial, tras el documental homónimo de Tània Balló, Serrana Torres y Manuel Jiménez Núñez de 2015. Ya no cabe duda de su valía e importancia, por eso ahora, se hace necesario que empiecen a aparecer en libros y manuales de estudio junto a sus compañeros.
La España de principios del siglo XX experimentó grandes cambios políticos y sociales, y por supuesto, intelectuales. Tras la pérdida de las colonias, se sufrió una fuerte crisis nacional, que provocó inestabilidad política.
Con la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) nada mejoró y pese a su conservadurismo, la clase intelectual rebosaba de optimismo y empezó a dirigir sus esfuerzos hacia una renovación cultural.
Era la época de las vanguardias, de la experimentación, de la transgresión de las normas. Un momento en que las ideas debían impulsar revoluciones, cambios positivos para las personas.
Con la llegada de la II República en 1931, vieron la política como un instrumento válido para llevar a cabo una tarea educadora de una sociedad con altas tasas de analfabetismo.
En este sentido, el papel de la mujer también fue interpelado. Las mujeres ansiaban participar en la vida pública, querían tener acceso a la educación y conseguir su propia autonomía como ciudadanas de pleno derecho.
Los movimientos feministas en España se afianzaron en esta etapa, cuando se consiguió un gran hito, el derecho al voto de las mujeres, gracias a la diputada Clara Campoamor.
Esta nueva mujer fue aceptada en los círculos intelectuales, y formó parte de esta renovación cultural, que si bien en la literatura y la poesía se llegó a cotas irrepetibles, artistas de otros ámbitos también participaron de este fervor, como el cineasta Buñuel o la pintora Delhi Tejero.
Si para ellos la Residencia de Estudiantes de Madrid fue el lugar de encuentro, para ellas, la Residencia de señoritas y el Lyceum Club femenino también en Madrid, fue donde intercambiaron ideas e intereses.
Con la Guerra civil del 36 este camino de prosperidad cultural fue truncado y el grupo dispersado; sus miembros sufrieron diferentes suertes, pero su ímpetu creador no fue acallado. Ellos, como ya hemos dicho, fueron devueltos a su lugar; ellas siguen de regreso.
«Quitarse el sombrero, los convirtió en rebeldes, especialmente a las mujeres. Para ellas, prescindir del sombrero implicaba abandonar el corsé de la época y, por tanto, no conformarse con el papel de esposas y madres.»
Tania Balló
BIBLIOGRAFÍA
Franz Roh (1925). Después del expresionismo: Realismo mágico: Problemas de la pintura europea más reciente.
Balló, T. (2016). Las sinsombrero: Sin ellas, la historia no está completa.
Frutos, D. A. (2010). Breve historia de la Literatura española (1.a ed.).
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Mangini, Shirley (2001). Las modernas de Madrid. Las grandes intelectuales españolas de la vanguardia..
Gómez Blesa, Mercedes (2009). Modernas y vanguardistas. Mujer y democracia en la II República.
Agenio Bosch, Rosa: La pintora Ángeles Santos y su obra anterior a la Guerra Civil española.
Capellas Molas, Anna: Ángeles Santos entre la vida i la pintura.