COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE VIRGEN CON EL NIÑO Y ÁNGELES
CONTEXTO HISTÓRICO
Antes de comenzar a analizar Virgen con el niño y ángeles, hay que decir que a mediados del s. XV, el francés Jean Fouquet era todo un miniaturista medieval. De hecho, aún en nuestros días, se mantiene que fue el mejor de su época. Pero no quedó ahí la cosa.
La conocida popularmente como “Madonna de Fouquet” formaba parte de un díptico encargado por el comitente Etienne Chevalier (tesorero de los monarcas franceses Carlos VII y Luis XI).
La obra en cuestión estaba pensada para lucir en la colegiata de Melun, villa natal del propio mecenas. Algo tendría que ver que el mismo lugar fuera el que albergaba los restos mortales de su mujer, Catherine Budé, fallecida en 1452.
Así que, no sorprende que la otra parte del díptico y, por tanto, enfrentada a la María, esté protagonizado por el propio Chevalier. Se muestra arrodillado y con las manos dispuestas en actitud de rezo al lado de su protector San Esteban representando un género muy tradicional como el retrato de donante y actualmente visitable en el Gemäldegalerie de Berlín.
Sin embargo, basta una simple mirada para apreciar lo muy diferentes que son ambas representaciones aun formando parte de una misma obra destinada a exhibirse con sendas pinturas.
Si esta “Madonna de la leche” por sí sola ya es algo absolutamente excepcional para su época, la composición del díptico y su diferencia abismal de estilos, sobresaliente.
Si me permitís: un conjunto singular, excepcional y, también, ninguneado por las tropas francesas en su Revolución ya que lo dividieron y vendieron ultrajando el valor del conjunto.
ANÁLISIS FORMAL
Partiendo de un ambiente abstracto, futurista, vanguardista (absolutamente rompedor hace 500 años); Fouquet representa a blancas las carnes de los dos personajes principales de tal modo que, en algunos puntos, pueden parecer traslúcidas.
Blanco también es el manto de armiño que cubre a la Virgen y que contrasta con la fuerza de los azules y rojos utilizados para dar color a los ángeles que miran y protegen la escena entre madre e hijo.
Aludiendo a la composición, se aprecia un protagonismo geométrico que ayuda a armonizar el espacio un tanto abarrotado.
Círculos, hexágonos, octógonos…etc., de un lado y otro que regulan los elementos dispuestos en la tabla. En Virgen con el niño y ángeles, la propia Virgen, que acapara el espacio central y crucial de la obra, es el máximo exponente.
En composición piramidal, la representa con una construcción geométrica del espacio a partir de formas puras: una cabeza oval, unos senos trazados con el compás.
Una obra tan singular no puede pertenecer a un único estilo. Más bien es producto de la mezcla de esto y aquello. En el caso del pintor de Tours, un triunvirato de herencias artísticas de Francia, Flandes e Italia y su emergente Renacimiento.
Es posible que esos ángeles rojos (serafines) y azules (querubines) estén en deuda con la tradición nórdica francesa pero, al mismo tiempo, volviendo a la composición, evidencia un conocimiento profundo del arte flamenco y Quattrocento italiano.
El trato de las materias y los reflejos, como el que se aprecia en la superficie pulida de las bolas del trono de la Virgen, rezuman olor a van Eyck y un poquito a ‘Matrimonio Arnolfini’.
Incluso pareciera que su viaje a Florencia y el conocimiento del arte de la cerámica influyeran en la forma de tratar los cuerpos sagrados y celestiales. Un efecto de cerámica vidriada que, al aparecer, era del gusto del propio monarca Carlos VII.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO / CURIOSIDADES
Hasta aquí todo bien, apreciable a simple vista pero, ¿te habías fijado que el niño señala algo con su dedo fino y estilizado? ¿Recuerdas que a esta obra “le falta” otro cuadro al lado en el que puede verse a Etienne Chevalier? Pues sí, todo indica a que Jesús reclama la atención hacia el noble a pesar de estar en rodillas de su santa madre.
Ya hemos comentado que María luce piel blanca como el marfil signo sin ecuánime del ideal de belleza de la época: cejas casi inapreciables, nacimiento del cabello depilado que permite un protagonismo (un tanto excesivo para mi gusto) de la frente.
Es difícil afirmarlo porque esta Virgen va a la moda y bien podría representar a cualquier mujer de la jet set del momento pero, se dice se comenta que sus rasgos corresponden a los de Agnes Sorel, nada menos que la amante del propio rey Carlos VII.
Una bellísima amante real que, no hay que olvidar, fue la primera en la historia reconocida oficialmente. Curiosamente, Chevalier fue, además, su testamentario.
Lo que sí es seguro es que es una Virgen medieval muy moderna, futurista y rompedora. Provocadora a la vez que refinada al mismo tiempo que enigmática.
Así como la composición bebe de la geometría y las formas, la perspectiva se difumina en favor de un aura más etérea haciendo que las figuras terminen por amontonarse unas sobre otras, algo que hace que varios entendidos aseguren que Fouquet lo hizo a propósito para distinguir el mundo terrenal del divino.