Sobre las edades del ser humano
Propuesta de un breve recorrido capitulado por las edades del ser humano a través de la colección del Museo del Prado.
Con el objetivo de demostrar cómo, a través de retratos de personajes sin identidad, de elementos decorativos con huella humana y fenómenos naturales figurando el paso del tiempo, la pintura ha sido capaz de representar el principio y fin de la vida.
Capítulo 1: concepción
El Origen
Mascarón con Flores por Gabriel de la Corte, realizado entre 1670 y 1680. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Mascarón con rosas y tulipanes por Gabriel de la Corte, realizado entre 1690 y 1694. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Dos caracolas se enroscan a cada lado del cuadro dando lugar a un conjunto de flores que se mezclan y se colocan paralelamente a un mascarón con rostros infantiles.
En el centro de cada caracola, un núcleo con pétalos blancos es el origen de la reproducción de todas las flores que crean casi un horror vacui lleno de vida.
Si agudizamos la vista podríamos compararlo con el interior de un aparato reproductor femenino, en el que rosas y tulipanes hacen referencia al momento de la concepción y que, al mismo tiempo, simbolizan la fertilidad y la abundancia.
Capítulo 2: nacimiento
La Bienvenida
Puesta de sol (Elche) por Carlos de Haes, realizado hacia 1861. Óleo sobre papel pegado en lienzo. Museo del Prado.
Puesta de sol por Antonio Muñoz Degrain, realizado hacia 1900. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Llega el alumbramiento y con ello, el nuevo día y la nueva noche.
El sol enciende las primeras horas de la mañana y el mismo que las despide. Da la bienvenida como una madre dando a luz, la gran estrella que alumbra en distintas partes del mundo.
Capítulo 3: infancia
La sencillez
Un estudio por José Nin y Tudó, realizado hacia 1866. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Retrato de niña en un paisaje por Carlos Luis de Ribera y Fieve, , realizado hacia 1847. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Retrato de un niño por Fernando Tirado y Cardona, realizado hacia 1889.Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Mestiza por Esteban Villanueva y Vinarao, realizado hacia 1875. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
La pureza del ser humano solo puede encontrarse en la mirada de un niño. Fijémonos hacia donde miran. A nosotros o hacia otro lado. Nos miran con la ternura y la inocencia que poco a poco se iría perdiendo con el paso de los años, los contratiempos y las relaciones.
Por eso, los retratos infantiles nos ayudan a recordar que la infancia y la sencillez ocupan pocos años de nuestra vida y que gracias a ellos podemos volver a sentir, aunque sea mínimamente, aquello que purificaba nuestra mirada del mundo.
Los pequeños naturalistas por José Jiménez Aranda, realizado hacia 1893. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Capítulo 4: juventud
El ideal
Retrato de hombre joven por Jan Mostaert, realizado en 1517-1520. Óleo sobre tabla. Museo del Prado.
Una gitana por Raimundo de Madrazo y Garreta, realizado en 1872. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Un mestizo español por Esteban Villanueva y Vinarao, realizado en 1875. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Joven de espaldas por Jean Baptiste Copia Greuze, realizado en la segunda mitad del siglo XVIII. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Siempre se ha identificado la juventud como el momento de la vida donde el hombre y la mujer alcanzan la plenitud en todas sus experiencias, el culmen de la belleza y la posibilidad de realizar todo lo que el corazón desea.
Un momento donde te sientes libre y en el querer experimentar cada emoción existente.
Creer que todo lo que ocurre en tu cuerpo y en tu mente es distinto a lo que antes sucedía en tu vida, dejándote llevar y encontrándote siempre en constante debate entre la razón y el sentimiento; en sí dejar que salga tu niño interior o comportarte como el adulto que esperan que seas.
La gallina ciega por Francisco de Goya y Lucientes, realizado hacia 1788. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Capítulo 5: adultez
Otros ideales
Retrato de una señora por Rogelio De Egusquiza Y Barrena, realizado en 1913. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
India del campo por Esteban Villanueva y Vinarao, Esteban realizado en 1875. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Retrato de caballero por Sir John Watson Gordon, realizado en 1828. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Retrato de un caballero por Adriaen Thomasz Key, realizado en 1577. Óleo sobre tabla. Museo del Prado.
Rondan otros ideales en la cabeza. Tenemos puestos los pies en la tierra y apenas podemos seguir soñando con lo que nuestra alma anhela. Las responsabilidades y preocupaciones comienzan a pesar, empiezan a hacerse presentes en las cuencas de los ojos, en la frente y las comisuras de los labios.
Cuesta un poco sonreír, porque los contratiempos una vez pensados como imposibles se han hecho realidad y hemos aprendido la lección. Esos fondos oscuros que cubren nuestras espaldas son un escenario muy diferente a todo lo que llevan visto nuestros ojos, cargados de momentos que han marcado nuestras vidas.
Aún nos queda muchísimo por vivir, pero viviremos con la certeza de que, todo aquello que se nos presente, sea malo o bueno, se nos quede marcado en el rostro o no, formará parte de nosotros.
Una huelga de obreros en Vizcaya por Vicente Cutanda y Toraya, realizado hacia 1892 . Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Capítulo 6: vejez
el recuerdo
Anciana (mujer mayor con un libro en las manos) atribuido a Massimo Stanzione, realizado en el siglo XVII. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Cabeza de viejo por Francisco Domingo Marqués, realizado hacia 1880. Óleo sobre tabla. Museo del Prado.
Cabeza de anciana por Salvador Sánchez Barbudo Morales, realizado en 1884. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Viejo desnudo al sol por Mariano Fortuny y Marsal, realizado en 1871. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Si colocásemos en una balanza todo lo vivido y lo que nos queda por vivir, los recuerdos protagonizarían el peso más cercano al suelo. Haremos uso de ellos para revivir todo lo que echamos de menos y todo lo que queremos educar.
Transmitir los valores que nos han formado como seres humanos, todos los “ensayo-error” que nos han hecho crecer y que nos han traído hasta aquí. Un fondo sin terminar, un rostros borroso, una mirada sombría o un toroso cálido, es lo que nos queda.
Dejamos a disposición del espectador considerar qué experiencias nos han dejado estos aspectos, pues sabemos, que los ojos que nos miran les quedan mucho por vivir.
Abuela y nietos por Fernando Álvarez de Sotomayor y Zaragoza, realizado hacia 1916 . Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Capítulo 7: muerte
la despedida
Vanitas por Jacques Linard, realizado entre 1640 y 1645. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado.
Nada. Ello dirá por Francisco De Goya Y Lucientes, realizado entre 1814 y 1815. Aguafuerte sobre papel avitelado, ahuesado. Museo del Prado.
La nada es lo único que habita dentro de nosotros cuando nuestra luz se apaga. Y lo que queda de nosotros. Dejamos para los más allegados nuestros recuerdo, pero ¿para el mundo?
Eso ha pasado con los retratados sin nombre, quienes quisieron en un momento de sus vidas dejar constancia de su existencia, sin ni siquiera tener la necesidad de decir sus nombres, diciéndolo todo con sus rostros, sus miradas.
Y aunque dejaran de existir, el mundo se acordaría de ellos, garantizando que una vez también vivieron lo que nosotros creíamos vivir lo imposible.
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