SILIENCIOS Y SOLEDADES: DESDE EL JOKER HASTA HOPPER
– ¿Es cosa mía o el mundo está cada vez más loco?
-Hay mucha tensión. La gente está enfadada, lo está pasando mal. No hay trabajo: son tiempos difíciles…
Arthur Fleck, interpretado por Joaquin Phoenix (Puerto Rico, 1974) y protagonista de Joker (2019, Todd Phillips) mantenía esta conversación con su terapeuta a comienzos de la trama.
Paradójicamente, era un hombre que padecía un trastorno mental que le producía una descontrolada risa en los momentos más inoportunos y tensos, quien caía en la cuenta de ese sinsentido del mundo.
Un hombre, cuyo mayor anhelo era hacer feliz a la gente, resultaba sentirse muy solo y profundamente desgraciado. Mientras busca incansablemente su gran oportunidad como cómico, intenta salir adelante mediante su trabajo como payaso en las calles de Gotham, donde vive rechazado, humillado y marginado por la sociedad.
Volvamos al diálogo que abre este artículo. No, Arthur, parece que no es cosa tuya; ojalá lo fuera. Puede que el mundo se esté volviendo loco, si es que no lo ha hecho ya.
En época de globalización e hiperconectividad se exprime el potencial de un invento, el de las redes sociales, que irónicamente potencia el vínculo entre comunidades.
Pero resulta que el individuo de “la vida real”, el que camina por la calle, está cada vez más aislado. Nuestro universo vital cada vez es más pequeño…
Y es que gran parte de nuestros intercambios personales los hacemos de pantallas para adentro y no de puertas para afuera, porque no nos interesa implicarnos con “el de al lado”: en muchas ocasiones preferimos la ilusión de la vida ficticia, la online.
El gran Phoenix, pues, consiguió el Óscar a mejor actor por su interpretación en Joker. Una de sus escenas más brillantes llega cuando Murray Franklin (Robert de Niro, Nueva York, 1943) -su ídolo- lo invita a su programa. Ilusionado, acude, pero pronto se da cuenta de la trampa.
El día de su gran estreno en la “comedia en vivo” (como él lo llamaba) en el que interpretaba su monólogo estrella en el que no hacía muy buen papel, alguien lo grabó y el vídeo se hizo viral.
Murray lo invita entonces a su programa para, básicamente, mofarse de él. El clásico del poderoso sometiendo al débil.
Y es que esta escena es crucial porque se da algo realmente brutal. Arthur se encarga de resolver un caso de asesinato en el metro de Gotham: Fue él mismo el payaso que asesinó a los tres pasajeros de metro durante una madrugada, cuando ellos regresaban de fiesta.
Recordemos este momento: los tres hombres, suponemos que amigos entre sí, comienzan a burlarse de nuestro protagonista. Poco a poco estas humillaciones van subiendo de nivel y no tarda en llegar la violencia física. Arthur los dispara en defensa propia y estos mueren.
A partir de aquí algo cambia dentro de él. El resentimiento contra esa sociedad vapuleadora le pasará factura: estos asesinatos no serán sus últimos…
En el show de Murray, entonces, Fleck se declara culpable del crimen. Y no solo eso: se venga del conductor del programa por haberlo utilizado como carnaza para el show asestándole un tiro con su revólver.
Sin servir de justificación, estaba severamente deprimido, desesperado y desesperanzado. No tenía nada que perder, ni siquiera su propia libertad. Un estado psíquico peligroso para alguien que ya convivía internamente con ciertos desequilibrios mentales.
La película es toda una denuncia social y nos invita a pensar: si hubiese sido él a quien mataron en el metro, la pérdida no hubiese sido tanta para la opinión pública como la de aquellos hombres con futuros prometedores.
Y en caso de morir en plena calle ningún viandante se pararía, según él, a socorrerlo. Simplemente lo esquivarían, lo sortearían sin reparar en si estaba con vida o sin ella. Vemos ejemplos como este último continuamente, sobre todo en calles de grandes ciudades.
En ocasiones ha sucedido que una persona se indispone o llega a perecer a plena luz del día, en plena urbe, sin ser capaz de activar la alarma del prójimo. Enajenados en su propia burbuja, (cada vez más impenetrable) no llama la atención y el cadáver pasa a formar parte del paisaje urbano.
Así, habitamos lo que el antropólogo francés Marc Augé -fallecido el pasado julio con 87 años- denominó en 2017 como los “no-lugares”: espacios enormemente transitados -un centro comercial, una estación de tren…- pero no habitados de forma integral por el ser humano.
Son puntos comunes de paso en la marcha diaria pero que no dan apenas lugar a la interacción social. Lugares de trámites y transacciones comerciales donde la gente suele ir con prisa y ensimismada.
Así es nuestra realidad desde los progresos de la revolución industrial y el advenimiento del capitalismo, en la que nos cambiaron individualidad y singularidad por unicidad.
El estado nos resume en una masa, una sola cosa homogénea, a la vez número y mogollón, sacrificando la empatía y solidaridad entre seres.
Solo el marketing digital afina su lupa para encontrar diferencias -catalogables, eso sí- entre nosotros, y así ofrecernos productos comerciales adaptados a lo que estábamos buscando (a veces sin saberlo), de la manera más certera y exacta posible.
Todo cada vez es más mecánico y menos humano; circunstancias y síntomas del mundo moderno. Y hay datos concretos: la soledad ya es de las mayores lacras del siglo XXI.
La soledad está encarnada en la películamediante Arthur Fleck, que da vida a un personaje que aparecería por primera vez en 1966 en Batman: la película, interpretada por César Romero: el Joker.
Dicha actuación no fue tan siniestra y oscura como la de sus herederos, pero daría paso a un personaje que se convirtió en leyenda. Pasó por diversas versiones en películas y series como el interpretado por Heath Ledger.
La de Phoenix tendrá su secuela en octubre de 2024 con Joker 2: Folie a Deux y Lady Gaga participará en el reparto como Harley Quinn.
Origen iconográfico de payasos como Joker: el Pierrot
La figura del payaso ha constituido doble arquetipo: por un lado, como símbolo del terror. Por otro, de la tristeza. Y en ella existe otra dicotomía: la de intentar divertir al mundo mientras aflige y punza la propia soledad.
Pues es esta segunda vertiente la que encuentra su origen en el personaje del Pierrot de la Comedia dell´Arte italiana.
Este nace como bufón de la corte, de donde también parte mucha de la caracterización de otros personajes como el arlequín o la colombina. Tras haber experimentado numerosas variantes, se acabaría asentando en el mundo circense.
El Pierrot nace en Italia, pero se funde con el mundo francés, de hecho su nombre es el diminutivo en este idioma de Pierre (Pedro), que viene de Pedrolino, Pierro o Piero, en italiano.
Este personaje era uno de los personajes fijos de la Commedia dell´arte (teatro popular que arranca a mediados del XVI), el criado, y su caracterización consistía en un sombrero cónico, pantalones de color gris y alrededor del cuello, una bufanda blanca.
Podía llevar máscara o, en su lugar, la cara cubierta de harina, pues la Comedia italiana era un espectáculo carnavalesco donde los personajes llevaban el rostro oculto.
Más tarde se irían incorporando al maquillaje grandes rombos que rodean los ojos, nariz roja (que llega en cierto momento a ser de goma) y piel pálida, que se mantiene desde el inicio.
Ropas exageradas con pantalones anchos y colores estridentes. Grandes botones y zapatones enormes. ¿No te recuerda a Joker?
Pero, ¿qué era la Comedia del arte?
Se trata de un género de orden satírico que se improvisaba en plena calle por actores profesionales que siempre interpretaban a los mismos personajes y sin apenas variación en el argumento.
Bailaban y se valían de todo tipo de canciones, malabares y acrobacias para ganarse el afecto del público. Es en este ambiente donde nace el famoso pierrot.
La figura del bufón se origina para el espectáculo y conmoción del público; siempre al servicio de los demás. Irónicamente, aquellos personajes que buscaban la sonrisa del público fueron evolucionando, como decíamos, hacia un símbolo de la tristeza.
El Joker no es el paradigma, hay muchos ejemplos. Y no solo en el cine, también en la pintura. Edward Hopper (Nueva York, 1882), que es buen conocedor de las soledades, también se apoyó en la figura del payaso para transmitir esta sensación tan desgarradora.
Soledades y silencios de Edward Hopper
Una obra de arte se actualiza cada vez que alguien la ve de nuevo. Da igual que esa pintura sea de mitad del siglo XV o de hace un mes. Cuando aprecias una obra de arte la recuperas y le imprimes tu propia visión sobre el mundo.
De cierto modo te la adjudicas para llevártela a tu terreno. Ya depende de tu preparación y bagaje cultural y vital -incluso, a veces, la casualidad también interviene- si tu visión se ajusta a la que buscaba el propio artista.
Durante la pandemia del COVID -lamentablemente todavía vigente- y en pleno confinamiento, muchos se sintieron muy solos y aislados.
Es aquí cuando en muchas ocasiones se recuperaba en las redes sociales la obra de Hopper, experta en captar el aislamiento social y los momentos con uno mismo: creo que la mayoría de sus cuadros hablan más de solitudes que de soledades.
Y es que existe aquí una diferencia sustancial: se trata de la soledad escogida y no de la impuesta.
Pero Blue night nos acerca a aquella con la que te topas sin quererlo. Aquí, en la mesa de un bar, se nos va la mirada al protagonista del cuadro por los colores claros -en un blanco inmaculado resalta únicamente el maquillaje del payaso- y su posición estratégica, ligeramente desviada del centro.
Taciturno, lánguido y esquivo, baja la mirada mientras fuma un cigarro que sostiene con la boca. En una vida -suponemos- de desdicha y calamidad, a veces el hombre no hace otra cosa que entregarse a los placeres a los que puede acceder, como el alcohol y el tabaco.
El nombre original de la obra, óleo sobre lienzo, es Soir Bleu y pertenece al Museum of American Art de Nueva York. Parece ser que Hopper se autorretrató mediante la figura del bufón, aunque lo admitió tiempo después de su creación.
En esta misma mesa aparece representado un hombre pelirrojo que se vuelve hacia la derecha, que representa a Van Gogh. A la mesa se aproxima una prostituta, con escote y maquillaje pronunciados.
Su proxeneta se encuentra en la mesa de la izquierda. Ataviado con una boina, fuma mientras nos mira de frente.
Rodeado de gente y a la vez muy solo. ¿Se sentiría Hopper así? Hay otras obras que, sin embargo y como decíamos, nos hablan de silencio e introspección.
Una soledad no necesariamente buscada, pero si provechosa, disfrutada. Es el caso de esta, ubicada en el Museo de arte de Columbus, en Ohio.
Hopper tenía 69 años cuando Jo (Josephine), su esposa, posó para este cuadro. Desde la cama observa la ciudad a través de su ventana. Suavemente el sol templa la estancia, mientras ella parece absorta en sus pensamientos, dejando el tiempo pasar.
Me transmite sensación de calma y bienestar. Una tranquilidad que bien podría corresponderse con la de un domingo cualquiera por la mañana. Ese día en el que las responsabilidades y tiranías del día a día sí pueden esperar. Ese día sí.
Cierro el artículo como lo empiezo: “Silencios y soledades en el cine y en el arte”. Son temas profusamente tratados en toda manifestación artística y cada vez representan una realidad más acuciante.
Ya lo decía Zgustova en El País con un título que me gustó mucho:
“Edward Hopper y la soledad, pinturas que son profecías”.
La soledad generalizada era una amenaza hasta que se convirtió en un mal común.
Si me has leído en otras ocasiones, habrás comprobado que en general dedico en mis artículos, a partes iguales, un comentario sobre el film cuyo argumento actúa como cadena de transmisión a la obra del artista, al que pretendo llegar a través de la película.
Pero en esta ocasión, traicionando mi propia disciplina de comunicación y dejándome llevar por la apasionante trama de Joker, he acabado sacrificando casi todo el espacio y cuando llegué a la obra de Hopper, ya se me estaban acabando las palabras…
Me hubiese gustado extenderme más con el artista, -que me perdone Hopper, allá donde esté :)- como suelo hacer normalmente.
Pero no quería dejar pasar la ocasión de profundizar en la reflexión de temas tan importantes y de tanta actualidad como los que plantea la genial película de Todd Phillips.
WEBGRAFÍA
Universidad del Rosario. Revista Nova et vetera. De Pierrot y el Joker a la alienación en el Mundo Moderno: lo que la figura del payaso triste puede decirnos en la actualidad. (9 de febrero de 2020)
Once upon a freak. Las máscaras en la comedia del arte. Parte I (Mari Carmen, 27 de julio de 2016)
El país. Edward Hopper y la soledad, pinturas que son profecías. (Monika Zgustova, 28 de junio de 2020)
Pinturamadrid. Edward Hopper Sol de mañana 1952.
OTRAS ENTRADAS EN NUESTRA WEB QUE PUEDEN INTERESARTE
- Habitación de hotel, Edward Hopper
- El sol de la mañana, Edward Hopper
2 respuestas a «Silencios y soledades en el cine y la pintura»
[…] Silencios y soledades en el cine y la pintura […]
[…] y películas, series o videoclips se inundan de referencias a cuadros de Tamara de Lempicka, Edward Hopper, Georges de la Tour… Es increíble como en nuestro universo y cultura humanos está todo […]