COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE THE AMERICAN WAY OF LIFE DE JOSEP RENAU
La serie The American Way of Life son 69 fotomontajes realizados por Josep Renau entre 1952 y 1966 con la que plasmó una crítica mordaz sobre el capitalismo y sus efectos en la sociedad a través de los iconos generados por la publicidad: la alienación del pueblo ante mensajes destinados a este fin. Como el propio autor manifestó, su pretensión no fue realizar una crítica al pueblo estadounidense ni a la nación americana, sino evidenciar una postura combatiente frente al capitalismo, frente a la política y la economía imperialista.
Creó una especie de ficción publicitaria a partir de la propaganda capitalista, descontextualizando y mezclando un lenguaje universal de representaciones icónicas para darle un sentido totalmente contrario al de origen. Renau recogió estas imágenes conocidas y reconocidas por todo el mundo, y creó un nuevo mensaje, claramente crítico con la cultura popular americana, y para ello, empleó recursos como la paradoja, la ironía y la contradicción, generando juegos visuales impactantes de una lectura clara y mordaz.


La obra puede ser definida como una serie de fotomontajes de signo político, como una especie de relato ideológico “filmado” que cuestiona el estilo de vida de la sociedad capitalista centrándose en temas como el racismo, la lucha de clases, el materialismo, la doble moral de la sociedad, la cosificación de la mujer y la crítica a la Guerra Fría y al belicismo. Tienen una clara influencia del movimiento dada, especialmente de Hannah Höch y de John Heartfield, artistas del fotomontaje de origen alemán.


Las obras que componen la serie fueron escogidas entre cien realizadas entre 1952 y 1966 durante su exilio en México y en Berlín. The American Way of Life puede considerarse como el culmen del desarrollo técnico y artístico de su autor. Y aunque la publicación realizada por el propio autor en su momento, pasó más bien desapercibida, en 1976 fue presentada en la Bienal de Venecia con un gran éxito, a raíz del cual, le surgieron propuestas de trabajo en la República Federal Alemana.
Llama la atención lo fácilmente reconocibles, identificables y entendibles que siguen siendo hoy día. Pese al tiempo transcurrido, los fotomontajes nos impactan y afectan al no estar tan lejos de la realidad actual.

Josep Renau (Valencia, 1907-Berlín, 1982), cartelista y muralista del periodo de las vanguardias, consiguió con su obra crear un lenguaje directo, una propaganda eficaz con unos mensajes elaborados a partir de diseños que emigraron desde el art decó a un estilo influenciado por el constructivismo y el dadaísmo. Además escribió obra teórica sobre el cartelismo y el diseño, y realizó una obra acorde con su manera de pensar, donde antepuso su valor social al económico.



Josep Renau es de esos artistas que deberían estar en un lugar destacado en la Historia del Arte español, pero que no lo está. Aunque en círculos más especializados su figura es reconocida y valorada, ha tenido que ser rescatada del ostracismo. El fuerte carácter político de su obra, su exilio y su manifiesta afiliación al Partido Comunista, hizo que su obra y su personalidad quedaran olvidadas, incluso, en muchos casos, rechazadas por ser extremadamente políticas.
Maternidad en Hiroshima y Final feliz (serie TAWL) rebelan el compromiso de Renau de en mostrar la crueldad de la sociedad y su facilidad para mirar a otro lado mientras se vulneran los Derechos Humanos.
Además el carácter público de sus murales, que en muchos casos incluso han desaparecido, la técnica de su obra más subversiva, el fotomontaje, o sus diseños de carteles, tampoco han ayudado a tener una difusión suficiente en los estudios de las vanguardias españolas frente a grandes nombres como Picasso o Miró.
Además Renau nunca quiso ocupar las paredes de los museos ni entrar en el mercado del arte porque su pretensión siempre fue hacer un arte útil, un arte social. Quiso pintar murales gigantes en espacios públicos, crear portadas de revistas de grandes tiradas y carteles que empapelaran las calles. Quería llegar al pueblo; que fuera el arte quien buscara a la gente, y no al revés.


Pero si su obra no fuera motivo suficiente para su reconocimiento, deberíamos destacar su figura en la Historia porque como Director General de Bellas Artes, fue quien decidió y coordinó el traslado del Tesoro artístico nacional de Madrid a Valencia en septiembre de 1936.
Su conciencia de la importancia del patrimonio artístico cultural y su pertenencia al pueblo español, sin tener en cuenta ideologías ni signos políticos, hizo que mandara salvaguardar las piezas artísticas del Museo del Prado, de la Biblioteca Nacional y de El Escorial; las sacara de un Madrid acosada por los bombardeos, y las trasladara a Valencia donde fueron almacenadas con excelentes sistemas de conservación, en lugares como las Torres de Serrano o el Colegio de Patriarca de esta ciudad.


Además, desempeñando este mismo cargo, fue una de las personas de la delegación del Gobierno republicano, que encargó a diferentes artistas las obras que debía contener el pabellón de la República de España en la Exposición Universal de París de 1937: Picasso realizó, El Guernica. Gracias al contrato firmado con el pintor, el Gobierno español pudo recuperar la obra a principios de los años 80.


Josep Renau empapeló el edificio con efectivos fotomontajes para evidenciar a la comunidad internacional la situación en la que se encontraba el gobierno de la República española.
EL ARTISTA Y SU TIEMPO
Josep Renau nació en 1907 en Valencia. Su padre, profesor de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, detectó sus dotes artísticas y no le permitió ser marinero, algo que él ansiaba desde pequeño ya que se crió en el barrio de pescadores del Cabanyal.
Entró en la Academia donde se enseñaba un estilo clásico que a él no le interesaba. Su inadaptación y protestas, lo llevaron a la expulsión. Entonces comenzó a trabajar en Gráficas Ortega donde aprendió el oficio de litógrafo y enseguida mostró una gran talento realizando una serie de acuarelas en estilo art decó que tuvieron un gran éxito cuando las presentó en la Exposición Nacional de Madrid en 1928.
Este triunfo no le hizo sentir cómodo ya que estaba empezando a formarse su conciencia ideológica que marcará a partir de entonces el carácter, no solo de su personalidad, sino también de toda su producción artística. No concebía un arte encerrado en las salas de exposiciones donde, según él, “los banqueros hablaban de arte y los artistas de dinero”.
Diseños de carteles de Renau con estética art decó de 1931 y 1932.
Este fue un momento de crisis y de replanteamiento tanto estético como ético de su posición como artista, y lo plasmó en la obra El hombre ártico, el primer fotomontaje realizado por Renau a finales de 1929, que él consideró un autorretrato.

A partir de entonces, Renau buscó un arte útil, que tuviera una capacidad transformadora de la sociedad, que se implicara en la lucha de clases defendiendo los derechos de la clase trabajadora; un arte dirigido al pueblo, accesible para el pueblo, y la calle fue el lugar ideal.
En 1930 se afilió al partido comunista y un año más tarde se casó con la artista Manuela Ballester.
Siguió realizando carteles publicitarios que todavía, a principios de la década, seguían una estética art decó, pero los de carácter político, de fuerte mensaje social e ideológico, estaban más cercanos estéticamente al constructivismo. Su trabajo se difundió colaborando con diferentes publicaciones como las revistas Estudios, Cuadernos de Cultura, Taula de Lletres Valencianes, La República de les Lletres, Orto, Nostra Novel·la, Crónica y la cubana Bandera Roja. Su trabajo activo en el mundo gráfico le llevó a fundar su propia revista, Nueva Cultura. Ganó diferentes premios en concursos de carteles y su éxito fue tal que con menos de 30 años ya era profesor de dibujo de la Academia de Bellas Artes, ya en época de la República (1932-1936).

Pero su postura de artista testimonial y comprometido le llevó a realizar carteles que se caracterizaron por el empleo del dibujo, la tipografía y la policromía, ya que introdujo la novedad técnica del uso del aerógrafo para colorear los fondos y la fotografía como testimonio del hecho histórico que se vivía en España.
Su gran nivel intelectual lo puso al servicio de la “causa”. La influencia del constructivismo ruso y del dadaísmo, especialmente los fotomontajes de Heartfield y Höch, y de artistas de la nueva objetividad alemana como Haussmann, Otto Dix o George Grosz. Estos estilos le dieron las posibilidades expresivas y técnicas para ser voz de la masa trabajadora y de la Segunda República. En definitiva, tuvo una posición política con una producción artística de gran compromiso ético.
Su gran consideración en el ambiente político y cultural de la época hizo que en 1936 lo nombraran Director General de Bellas Artes y, mediante la creación de la Juntas de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, fue quien decidió el traslado de parte del patrimonio artístico como ya hemos comentado, y nombró a Picasso director del Museo del Prado.
Obreros, campesinos, soldados, intelectuales, Josep Renau, 1937. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

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Pese a su cargo de responsabilidad, continuó realizando carteles con intención de movilizar al pueblo, con unos diseños impactantes, concisos y con cierto tono pedagógico debido a la urgencia de la situación. De 1939 es la serie de fotomontajes Los 13 puntos de Negrín, que ilustraban el programa propagandístico del socialista Juan Negrín con la intención de buscar apoyos internacionales para la causa republicana.

También inició su labor teórica con la publicación de Función social del cartel publicitario en 1937, una novedad dentro del mundo del diseño gráfico. En él, Renau plasmó las innovaciones técnicas y la necesidad de expresar a través de un diseño un mensaje claro y contundente.
Al finalizar la guerra, pudo salir de España por Francia. Sobre él cayó una condena de muerte. Su periplo lo llevó a Burdeos, de aquí a Nueva York, y luego a México. El exilio, como a tantas personas que lo sufrieron, le marcó definitivamente. Su postura ideológica nunca cambió y su arte siguió siendo fuertemente subversivo.
Entre 1939 a 1959 sobrevivió en México realizando carteles de cine con los que tuvo un gran éxito. Estuvo relacionado con el ambiente artístico mexicano, muy comprometido también políticamente con las ideas comunistas.
Realizó numerosos carteles de cine. Un trabajo alimenticio pero no exento de un diseño innovador.
Junto a Alfaro Siqueiros llevó a cabo un mural encargado por el sindicato mexicano de electricistas para la central de esta entidad realizado entre 1939 y 1940, Retrato de la Burguesía. Renau aportó la técnica de yuxtaposición de los fotomontajes, la iconografía constructivista del techo y el acabado final, realizado junto a su esposa, Manuela Ballester. Aunque Siqueiros abanonó el país tras el asesinato de Trostski, la obra es comunmente atribuida al muralista mexicano. La mayor parte de la documentación fotográfica y las imágenes básicas del mural pertenecen a Renau.
Retrato de la Burguesía, 1939.
De hecho, poco después, el sindicato de electricistas le encargó otro proyecto, La marcha del proletariado.
Siguió también escribiendo y publicando para revistas de izquierdas, y en 1949 comienza los fotomontajes que más tarde conformarán el America Way of Life, con el que enlazó la tradición vanguardista del fotomontaje y el collage dada con el uso de recursos venidos de la publicidad y los medios de comunicación que posteriormente se nutrió el Pop Art.

En 1958 trasladó su residencia junto a su familia a la República Democrática Alemana. En Berlín continuó con una labor como cartelista, muralista y fotomontador. Trabajó también en la televisión donde realizó varias películas de animación de imágenes innovadoras e impactantes. Siguió con la serie de American Way of Life, y fue en este momento cuando realizó las obras más críticas y mordaces convirtiéndose en un referente en el arte pop español más comprometido.
También realizó murales que en algunos casos se han perdido o no pasaron de ser proyecto. Tuvo sus diferencias en la concepción de algunos de ellos, como en los de Halle-Neustadt (1964) pero siempre antepuso su concepción de arte democrático, libre e inmerso en la vida de las personas.
En 1967 la Asesoría para las Artes Plásticas y Arquitectónicas de Halle-Neustadt encargó a Renau un mural para decorar el nuevo Centro de Formación de la industria de la cerámica Debían realizarse cinco murales, pero Renau y su equipo de colaboradores sólo realizaron tres.
A partir de 1976 pudo regresar a España. Empezó a ser reconocido y prosiguió con su obra teórica y gráfica. Con su regreso a Valencia tuvo relación con intelectuales de primera fila como Joan Fuster. En estos momentos se planteó qué hacer con su legado, ya que él no quería estar en un museo, los consideraba cementerios, y aunque su idea no era la de hacer una fundación, finalmente fue la opción más adecuada, a la cual legó tanto su producción como su biblioteca personal cuando falleció en Berlín en 1982. En 1989, su legado fue recogido por el Institut Valencià d’Art Modern, IVAM. Desde entonces, esta institución ha trabajado para poner en valor su legado, realizando estudios y retrospectivas en diferentes ocasiones y así,seguir siendo mostrados a la sociedad, tal y como el artista deseaba.
El trabajador futuro en el comunismo, encargado a Renau en 1969 pero que nunca lo llegó a realizar. Gracias a los bocetos previos, ha podido hacerse realidad de manos del artista Javier Parra para una exposición sobre Renau en el IVAM en 2022.
Josep Renau fue un artista multifacético, pionero y precursor. Dominó diferentes técnicas artísticas, elaboró tratados teóricos de sus innovaciones técnicas y conceptuales. Fue pionero de la vanguardia artística en España, tanto técnica como estéticamente. Y fue precursor en el uso de iconos publicitarios, del movimiento del pop art, y en su carácter subversivo de su obra y su necesidad de colocarlo en lugares públicos, en la calle, lo hace antecesor del arte urbano, que, al igual que él, también emplea el mensaje directo, el juego de imágenes y se basa en lo popular.
Es de merecer también su labor política en el ámbito cultural y patrimonial, más allá de su ideología comunista, a la cual permaneció fiel hasta su muerte. Quien lo conoció dice de su carácter que era duro y que su personalidad era casi ascética. Destacó su gran lucidez intelectual, que lo convirtió en innovador y precursor, y sus reflexiones sobre el arte y la sociedad siguen hoy vigentes.
“ (…) nadie quiere que vuelva a pasar lo que pasó, entonces tampoco quisimos que pasara, por eso hay que tenerlo en la memoria y no olvidarlo”.
“El arte o es vida o no es nada. En la obra de arte, por encima de sus formas y contenidos, está la función social que cumple. […] El artista construye la mitad de la obra de arte. La otra mitad la hace la gente”.
BIBLIOGRAFÍA
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