EL PLÁTANO QUE ESTÁ EN BOCA DE TODOS
Hace unos días, en la primera semana de diciembre, el artista Maurizio Cattelan realizó su primera contribución a una feria de arte en quince años. Expuso en la feria de Art Basel de Miami un plátano pegado a la pared con cinta americana, algo tremendamente ordinario pero que tuvo un enorme éxito, según como se mire.
Desde el primer momento la obra acaparó las miradas de todos, tanto de los visitantes y participantes de la feria como la de los medios y redes sociales. Nadie entendía absolutamente nada del fin y sentido de la misma y mucho menos su coste valorado en 120.000 dólares, aunque todo estaba por llegar…
Pasaron los días en la feria y en el fin de semana «el plátano» terminó vendiendose a un coleccionista francés. Las alarmas saltaron alrededor de dicha compra, a algunos expertos les parecía hasta barato mientras otros lo veían como una exageración. Muchos comenzaron a especular sobre si existían propiedades que sumaran valor a una obra de arte e incluso cuáles eran las fronteras entre el arte y el no arte. Parecía que en mitad de esa masa escandalizada y confusa podíamos encontrar al cliente satisfecho, sin embargo este no disfrutó de su adquisición por mucho tiempo ya que otro artista de la feria, David Datuna, se le ocurrió la genialidad de comérselo delante de todos a modo de performance y publicarlo después en su Instagram. Fue todo un espectáculo, algo inaudito, y causó aun más revuelo entre los espectadores que no paraban de hacerse preguntas y más preguntas, incluso el suceso llegó a ser trending topic.
De repente, como si una ficha de dominó hubiera caído, comenzaron a ocurrir todo tipos de reacciones en cadena. En ausencia de la obra un espontáneo pintó en la pared «Epstien no se suicidó», refiriéndose a un financiero estadounidense que fue condenado por tráfico de menores y que murió en agosto de este año. Y aunque la seguridad de la feria acudió rápidamente para taparlo y evitar más agitación, ya se había extendido por todos los medios. La pieza y todo lo que sucedía entorno a ella estaba en boca de todos, y se generó un debate no menos interesante: La gente se cuestionaba sobre qué es verdaderamente el arte, por qué se busca provocación en la contemporaneidad, opiniones sobre el mal gusto, dónde queda la estética de un plátano, y el motivo de su exposición por parte de Cattelan.
Hasta Burguer King (R) quiso desafiar al artista y lanzó un anuncio en el que proponía una patata frita pegada con cinta a la pared con un coste de 0,01 euros. Una idea de la agencia parisina Buzzman aludiendo a la polémica obra.
¿Con qué objetivo expuso Cattelan aquel plátano titulado «The Comedian»? ¿Quería el artista incitar a su público bajo alguna intención? ¿Es posible que una simple fruta adquiera connotación artística? ¿Por qué muchos consideran una obra de arte esta pieza?
Para entender todo este escandoloso fenómeno es fundamental conocer y comprender la figura de Maurizio Cattelan, un conocido artista italiano de principios del siglo XXI que empezó realizando muebles de madera y ha terminado creando originales esculturas e instalaciones llenas de sátira que han llegado a los ojos de casi todo el mundo. Se define por transmitir un «arte absurdo» lleno de humor, pero a la vez sin perder su sentido y simbología aunque parezca contradictorio. Detrás de extraños montajes e imágenes plásticas, Cattelan busca poner en evidencia a la sociedad y todo su sistema impartido. Se podría decir que bajo la provocación, da al espectador la oportunidad de cuestionarse sobre cuáles son los fines y los límites del arte.
Su estilo recuerda a muchos al dadaísmo, el antiarte, un movimiento que iba en contra de las leyes de la lógica y rompía con los modelos tradicionales del siglo XX; con el que se podía hacer arte con lo más cotidiano, fruto de un acto no racional y casual. Marcel Duchamp, que destacó con sus ready-mades, escogía objetos comunes al azar y los dotaba de condición artística por su simple contribución y el contexto en el que los situaba, como hace ahora Cattelan. Porque lo que interesa es el gesto, no la obra; siempre dicho gesto irónico y absurdo, tratándose de una provocación contra el gusto tradicional y acompañado del escándalo.
Así, esta «broma» de Cattelan recibe el nombre de «The Comedian» (El comediante), y no es un simple plátano adherido a una pared vendido por 120.000 de dólares, la idea va más allá.
Muchos han señalado toda la reacción desde la exposición y venta de «The Comedian», como una estrategia de marketing, pero el artista ya es conocido en el mercado artístico por numerosas instalaciones y algo notable a saber es que la obra se podía reemplazar. En efecto, según el director de la feria y el propio Cattelan, la pieza por hecho de ser ingerida no implicaba la desaparición de la misma ni la pérdida de su valor artístico. Atendiendo al dato de que Datuna se la comió una vez vendida al coleccionista francés, la obra de arte era más que una fruta, y cobra aún más sentido la idea del «gesto» porque lo que importaba era todo el conjunto alrededor de aquel plátano, lo absurdo, la provocación, la performance, y la reacción del espectador ante los hechos que le llevaron a todo tipo de especulaciones y debates.
Algunos ejemplos de las polémicas obras de Maurizio Cattelan son «La Nona Ora», en el que se representa un meteorito aplastando al Papa Juan Pablo II, «América» un váter totalmente funcional de oro de 18 quilates, o «Him» una gran escultura de cera de Hitler arrodillado como si suplicara, rezara, o guardara respeto a alguien superior.
De la misma forma que la sociedad cayó en el juego de las anteriores obras, con «The Comedian» vuelve a pasar lo mismo. Cattelan nos pone en evidencia, nos provoca, nos confunde, hasta el límite de no saber discernir entre la ilusión y la realidad, dudar entre que es arte y que no. Y nos crea incertidumbre al no encontrar una respuesta clara, como si pudiera existir la respuesta correcta…
Parece que esta idea de hacer partícipe al espectador en una obra de arte basada en lo cotidiano y dando más importancia a las consecuencias que genera ya la adelantó Piero Manzoni. Otro artista italiano y que la mayoría sabe reconocer por su obra «Mierda de Artista». Pues con motivo de su participación en la galería Azimut de Milán en 1960, preparó «Huevo con huella». Que se trataba de 150 huevos duros marcados con su huella dactilar para añadirles un significado artístico y que ofreció al público haciendo partícipe de la obra de arte a aquel que comía.
Todavía queda abierto entre curiosos y especialistas el debate sobre «The Comedian», y en lo único en lo que se coincide es que no ha dejado a nadie indiferente. Todo fenómeno en torno «al plátano» forma parte de la obra de arte, y dentro de dicho fenómeno está la sociedad como principal protagonista con su reacción. René Huyghe escribía: «No hay arte sin hombre, pero quizá tampoco hombre sin arte»