Lo siniestro y tétrico como nexo entre dos mundos artísticos o cómo Tim Burton se inspiró en un movimiento de vanguardia
«Vincent Malloy tiene siete años. Es un niño amable pero algo huraño. Es bueno, obediente y muy educado, pero él quiere ser como Vincent Prince: su ídolo soñado…»
Vincent Price
Estas son las primeras palabras que pronunció, como narrador del relato, el estadounidense Vincent Price para el primer trabajo de Tim Burton (Burbank, California, 1958): Vincent, de 1982.
El pequeño Vincent es un niño atormentado -y no será el último de los niños diferentes en el universo burtonesco– que sueña con parecerse a Price, leer a Edgar Allan Poe y hacer experimentos en un laboratorio con su perro Abercrombie. Es un pequeño solitario que disfruta de ese estado melancólico y profundo que tanto profesan sus más admirados personajes ilustres.
En este cortometraje de animación, Burton ya anuncia los que serán los rasgos más característicos de su obra, combinando el mundo real con un -a sus ojos, mucho más atractivo- mundo de fantasía, en la que no son pocos los elementos que evocan a la truculencia, lo oscuro, las dobles personalidades de sus atormentados protagonistas y lo dulcificadamente tenebroso y macabro (¿podrían sus trabajos definirse a veces como películas de terror infantil?) con pinceladas de humor negro y surrealismo.
La estética del cine burtonesco se nutre de múltiples fuentes de inspiración, como, entre tantas, el mundo gótico o el expresionismo alemán, así como grandes actores o genios de la literatura como los ya mencionados Vincent Price o Edgar Allan Poe (a quienes no pierde ningún tiempo en homejanearlos, puesto que su primer trabajo es un tributo hacia ellos), Charles Dickens o el gran productor y técnico en efectos especiales Ray Harryhausen.
El corto que encabeza este artículo está cargado de aire de expresionismo alemán,aunque tal vez expresado mediante el autor de una manera insensible y no pretendidamente inspirado en aquellas películas mudas germanas de principios del XX. Es decir, de una manera indirecta.
Sea como sea, si has visto, por ejemplo, Nosferatu en algún momento de tu vida (o alguna de las imágenes del mítico vampiro, que en español sería Drácula ) y te han impactado sus imágenes, es muy probable que al ver el corto de Vincent tu mente experimente un Déjà vu y te preguntes: “¿Esto no lo había visto yo antes?”.
En Nosferatu (1922), película de culto de F.W. Murnau, la sombra se utiliza en el momento en que el protagonista acecha a sus víctimas.
En Vincent se proyectan sombras desproporcionadas desde el cuerpecito del niño cuando se descubre su lado más oscuro. Pero en ambas se utiliza este juego de luces y sombras como un gran elemento de dramatismo y teatralidad (y algo fantasmagórico).


Otro elemento que Vincent comparte con la tétrica estética del cine expresionista alemán es la caracterización de los personajes, con un maquillaje que demacra el rostro y se potencia con el juego de los focos de luz, que pronuncian sus sombras naturales.
Esto da un efecto cadavérico a los personajes con los que se pretende impactar al espectador. Y creo que se consigue con éxito, ¿verdad?



En películas expresionistas como El gabinete del Doctor Caligari (1920, Robert Wiene) se juega con los diseños de los decorados, los planos y las perspectivas angulosas.
Vincent es una animación en stop-motion realizado con muñecos hechos de arcilla, pero permanece ese tipo de escenas enmarcadas en cuadros angulosos. Que esté hecho en blanco y negro es otro punto fundamental a la hora de recrear ese ambiente lúgubre del movimiento germano.
En las bases del gusto expresionista también se incluyen ciertos tintes góticos. Burton lo manifiesta en sus historias trágicas y su manera de retratar siempre al desconocido o al raro o solitario, destapar ciertos aspectos de la personalidad que no siempre se mantienen a la luz, todo con un sentido del humor algo macabro y siniestro, desde el dibujo y su poesía. Teatral y maquiavélico, pero algo romántico, suave y lírico.

A lo largo de toda la carrera de nuestro creador californiano se ha venido percibiendo en muchas ocasiones ese espíritu expresionista. En Eduardo Manostijeras (1990) confluyen dos mundos: el oscuro expresionista y el brillante y vibrante de la cultura pop.
La película, protagonizada por -el inseparable de Burton- Johnny Depp y Winona Ryder, narra la historia de un ser artificial que queda inacabado al morir su inventor. Un ser que por su aspecto “raro” y diferente es segregado de la sociedad y vive aislado y en soledad en su castillo.
Aquí ya existe otro paralelismo con las cintas alemanas. Cesare de El gabinete del Doctor Caligari también sufría la “losa” de la marginalidad. Además visten y se comportan de manera similar.
Sus caracterizaciones se asemejan: volvemos a la tez blanca, ojos muy marcados y expresivos.
En Eduardo Manostijeras se juega mucho con grandes espacios en los que interviene con mucho protagonismo la luz. Destacan los grandes ventanales asimétricos y las arquitecturas imposibles, rasgo típico de las películas que inspiran a Burton.

Pero…¿qué es exactamente el expresionismo alemán?
Para comprenderlo deberíamos remontarnos a la transición entre los siglos XIX y XX: su origen. Se trata de un movimiento que nace a raíz de que confluyeran varios factores: la segunda revolución industrial y la expansión del imperialismo; el recrudecimiento de los nacionalismos en Europa, especialmente en los territorios sometidos a imperios (como el otomano y el austrohúngaro) y el advenimiento, ya a principios del XX de la Gran Guerra (1914-1918).
Todos estos componentes cocinaban un cóctel explosivo que generaba una gran incertidumbre, inestabilidad y malestar generalizado en la sociedad europea. La gente percibía que algo no andaba bien y pasaban sus días en un clima tenso y agorero.
Con la caída de Alemania en la Primera Guerra Mundial, se sumó al estado de esta “psique común” la sensación de derrota, desesperanza y confusión. Y, una vez más, los artistas plasmaron todo este mejunge de sentimientos de caos, tristeza y amargura en sus trabajos.
Trabajaron desde todos los campos del arte para transmitir al mundo su desazón: desde las artes plásticas, la arquitectura, la literatura, la música, el cine (como ya mencionamos), el teatro, la danza, la fotografía…

Jugadores de cartas, de Otto Dix, ilustra perfectamente este movimiento. Auspiciado actualmente por el Musée d´Art Moderne de Paris, este no es un cuadro bonito. Es impactante, conmovedor. Pero no en el sentido tierno, claro. Te remueve algo por dentro, pero algo desagradable a lo que quizá no te apetezca prestar atención. Es crudo, impertinente.
Aquí figuran tres personajes, veteranos de guerra, jugando a las cartas dispuestos en torno a una mesa. Concretamente jugaban a Skat, juego de naipes que se viralizó por aquellos tiempos en Alemania y alrededores.
Dix los representa con sus mutilaciones y heridas de combate. Están hechos como por “partes” sostenidas mediante prótesis. A uno le falta un ojo y el otro lo tiene de mentira.
Muñones, miembros apuntados. Rostros deformados, alguna mano que se transforma en pie. Un oído que se apoya en un sonotone que desciende hacia la mesa como si de un gusano se tratase. Espanto y caos tras la guerra. Eso sí: no a falta de una condecoración por los méritos.
Es curioso que el espacio que deberían ocupar las piernas se mezcle con las de sus prótesis y la mesa. Parece que hiciese alusión a la inamación de los miembros, lo estéril o lo artificial.
En el centro y tras el personaje observamos tres periódicos que aluden a lo que se estaría viviendo entonces, con una Alemania en plena posguerra, caracterizada por la crisis económica y el ostracismo.
Todos los elementos están dispuestos a modo de “collage”: las cartas son de un auténtico mazo de Skat y las hojas de periódico son de uno real de Dresde.
Esta obra nos acerca desde la parodia irreverente de un grupo de soldados alemanes a la lamentable situación en la que se vio inmersa Alemania tras la Guerra. Dentro de este ambiente burlesco encuentra su deuda en el movimiento Dadá.

Otro ejemplo: este cuadro pertenece a una serie de una calle de Berlín de Ernst Ludwig Kirchner y se encuentra en el Museum Ludwig de Colonia, en Alemania.
El expresionismo recopila elementos de otros movimientos de vanguardia de principios del XX, como el futurismo, como se ve en los cuerpos “desdoblados” de los personajes para generar esa sensación de movimiento y espacio.
Propio del expresionismo es el plano abigarrado de elementos, ahogando el espacio, con un punto de fuga de la perspectiva hacia el fondo, donde confluyen las diagonales. Colores planos brillantes, aunque no tan estridentes como en otras obras del movimiento, donde se usan aleatoriamente, sin sentido.
Aunque el objeto que se retrata resulta mucho más agradable para los sentidos que el ejemplo de Otto Dix, esa sensación de hostigamiento tampoco se disipa. El caos y el revuelo siguen presentes.
Se trata de una escena costumbrista capturada en una calle con personajes sofisticados, vestidos a la moda con ropas, zapatos y sombreros caros. Sus cuerpos son estilizados y espigados y no muestran una gran calidez.
Al tratarse de un ambiente nocturno y de hombres y mujeres puede que Ludwig estuviese aludiendo a la sexualidad y el juego de la seducción; un tema muy tratado en fases ya maduras del movimiento expresionista alemán.
El descontrol y desenfreno en un mundo paralelo al de la destrucción y la masacre: entregarse a la lujuria y los placeres para evadirse de “la cara mala” (como cantaba Jarabe de Palo) del mundo.
También se ha barajado la posibilidad de que se tratase de la figura de prostitutas “camufladas” con artículos de vestimenta de lujo. Una posibilidad que también podría encajar en las temáticas preferidas del movimiento expresionista.
¿De qué fuentes bebió el expresionismo alemán?
El descontento con la modernidad en Occidente ya había aparecido a lo largo del Siglo XIX. Lo manifiesta Goya en sus Pinturas negras, pero es Edvard Munch quien es considerado como precursor del movimiento, así como Paul Gauguin y Vincent Van Gogh o los fauvistas y los pintores Ensor y Emil Nolde.


Ya casi nos vamos, pero no podemos despedirnos en este artículo sin volvernos a remitir a Tim Burton. Estudiando una de las múltiples fuentes de inspiración en las que habrá basado su trabajo, podemos decir que el director conecta con el diferente, lo extraño, lo tenebroso, espeluznante, original y mágico. Mundos de fantasía y sueño (o pesadilla).
Conectar con las pasiones ocultas y los secretos de la psique -tal vez en este caso de una manera mucho más adulta- fue una de las especialidades del expresionismo alemán.
De un grupo de obras (las del movimiento, especialmente, las del cine) a las de Burton existe un hilo conductor que abarca todo un siglo, desde principios a finales del S. XX, y que podemos dar fe de que siguen teniendo completa vigencia todavía en el siguiente, en 2023.
BIBLIOGRAFÍA
NATHAN, I. Tim Burton. The iconic filmmaker and its work; 1st ed. Potter Craft, 2013, 2019; Traducción de: Sandra de Lamo Ollero, 2016, 2019. Ed. Libros Cúpula; Barcelona, España, 2019. IBSN: 978-84-480-2605-9
WEBGRAFÍA
Youtube. Vincent Malloy, Tim Burton (Español). Affinity (24 de agosto de 2008).
Condé Nast Traveler. Lo que aprendimos de Eduardo Manostijeras y por qué es la película navideña por excelencia. (Clara Laguna, 18 de diciembre de 2020)
Cultura genial. Expresionismo. (Andrea Imaginario)
UFM. Universidad Francisco Marroquín. Otto Dix. “Jugadores de cartas” Óleo sobre tela, 1920
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