Jennie Olechovsky, más conocida como Janet Sobel, nació en Ucrania en 1894. A los 15 años, la violencia antisemita la obligó a emigrar a Estados Unidos junto a su madre y sus dos hermanos, tras el asesinato de su padre en un pogromo.
Sus inicios en el mundo de la pintura fueron autodidactas y tardíos. En 1937, a los 43 años, Sobel tomó prestados los pinceles y pinturas de su hijo Sol y comenzó a pintar. Su estilo era rápido y espontáneo, y ella explicaba que simplemente pintaba lo que sentía.

Su nieto, en 1942, describía las técnicas innovadoras de Sobel:
“Soy un niño sentado en el suelo junto a la abuela. Está trabajando en un largo lienzo. Vertió pintura en el lienzo y sacó una aspiradora … usó la manguera negra para soplar la pintura alrededor el lienzo. Nadie lo había hecho antes.”
En estas afirmaciones vemos los impulsos innovadores y originales de una artista autodidacta que disfruta de libertad para pintar. Al no estar aún inmersa en el mundo del arte, desconocido para ella en ese momento, carecía de presiones y podía experimentar libremente y aprender del proceso creativo.

Su hijo Sol impulsó la carrera artística de su madre enviando cartas a artistas y marchantes como Max Ernst, John Dewey y Sidney Janis. Este último quedó impresionado por su obra y, en 1942, organizó la primera venta de una de sus pinturas. Además, empezó a buscar espacios donde exponer su trabajo al público, realizando su primera muestra en 1943 en el Art’s Club of Chicago, bajo el título «American Primitive Painting of Four Centuries».

El estilo de Janet era difícil de encasillar en las categorías artísticas dominantes de Nueva York en los años 40, pues abarcaba diversas influencias. Su obra fusionaba elementos del folclore ucraniano con aspectos surrealistas y del entonces emergente expresionismo abstracto. Sin embargo, la crítica optó por simplemente etiquetarla como «primitiva», una categorización que, aunque le abrió las puertas al mundo del arte, también limitó su desarrollo artístico.

Probablemente Janis dirigió la atención de Fernando Puma, artista y marchante, hacia la obra de Sobel. En 1944, este acogió en su galería la primera exposición monográfica de la artista, lo que le abrió aún más las puertas al mundo del arte debido al éxito y a las buenas críticas.
Comenzó a relacionarse con varios artistas, especialmente con los surrealistas europeos exiliados durante la Segunda Guerra Mundial, como André Breton y Max Ernst. Este último la presentó a Peggy Guggenheim, quien la incluyó en su galería Art of this Century, primero en una exposición colectiva en 1945 y después en una individual en 1946.

Las críticas de estas exposiciones transformaron su percepción como artista: ya no era vista como una pintora primitiva, sino que se empezaba a reconocer su estética surrealista y sus sofisticadas abstracciones. Si bien su obra comenzó a tomarse más en serio, también se cuestionó el supuesto primitivismo de sus primeros trabajos, y a pesar de que Sobel se identificaba como surrealista, sus planteamientos artísticos no fueron suficientes para que la vanguardia la aceptara plenamente.
Hacia 1945, sus pinturas comenzaron a expandirse por todo el lienzo, otorgando la misma importancia al centro y los bordes, en un enfoque conocido como all-over painting. Además, continuó incorporando la técnica del goteo de pintura, explorando sin descanso nuevas formas de expresión.

Aquellos años fueron reveladores para Sobel, ya que su incursión en el mundo del arte recibió buenas críticas y mejoró la calidad de vida de su familia. Sin embargo, en 1947 se trasladó a Nueva Jersey, alejándose del epicentro artístico de Nueva York, lo que provocó que su figura comenzara a desvanecerse en el olvido.
Janet Sobel volvió a cobrar relevancia como artista clave del arte moderno del siglo XX cuando Clement Greenberg escribió lo siguiente en su ensayo «American-Type Painting» de 1955:
“Había uno o dos cuadros curiosos expuestos en la galería de Peggy Guggenheim de una pintora primitiva, Janet Sobel (que era, y sigue siendo, un ama de casa que vive en Brooklyn). Pollock (y yo mismo) admiramos estos cuadros de forma bastante furtiva”.

Este testimonio, proveniente de uno de los críticos de arte moderno más influyentes del siglo XX, sitúa a Sobel como una precursora del expresionismo abstracto, desafiando la historia reciente del arte estadounidense. Sin embargo, Greenberg se encargó de preservar el estatus de Pollock al encasillar a Sobel con etiquetas como «primitiva» y «ama de casa», minimizando así su importancia como artista.
Otro momento importante ocurrió cuando William Rubin compró dos cuadros suyos para el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1968. Meses antes del fallecimiento de Sobel, Rubin viajó personalmente a Nueva Jersey para comprar las obras, entre ellas una de sus piezas más emblemáticas: Milky Way (1945).

Sin embargo, tuvieron que pasar más de cincuenta años para que su originalidad e innovación fueran verdaderamente valoradas y se le reconociera como una verdadera artista.En la década de 1990, Jeffrey Weschler fue pionero en rescatar su legado al estudiarla dentro del arte estadounidense e incluirla en una exposición revisionista sobre el Expresionismo Abstracto. Este hito marcó el inicio de un análisis más profundo de su obra. Desde la década de 2010, su trabajo ha sido reivindicado en numerosas exposiciones de referencia, restaurando su lugar como una de las figuras clave del arte moderno del siglo XX.

BIBLIOGRAFÍA
- Levin, Gail. “Janet Sobel: Primitivist, Surrealist, and Abstract Expressionist.” Woman’s Art Journal 26, no. 1 (2005): págs. 8-14.
- Trivilegio, Michelle, coord. Janet Sobel. 20th century woman. Londres: Everything Ltd, 2024. Publicado tras una exhibición del mismo título, organizada y presentada en The Gallery of Everything, 10 de octubre al 14 de noviembre de 2021.
- Zalman, Sandra. “Primitive Modern and the Origins of Abstract Expressionism.” Woman’s Art Journal 36, no. 2 (2015): págs. 20-29.