Contexto histórico-artístico de la Iglesia y Convento de San Francisco de Quito
Tras la conquista española en 1534 Quito se estableció como la Villa de San Francisco. A lo largo de los años la villa toma importancia geoestratégica y en 1541 recibió el título de ciudad. Cuatro años después (1545) se conformó el obispado y en 1563, el rey Felipe II (1527-1598), dictó una real cédula por la cual Quito fue elevada a una Audiencia Real y fue el más alto tribunal de la Corona española dentro del Virreinato del Perú.
Desde la fundación de Quito se había previsto la construcción de un convento franciscano y en 1535, con la llegada de los frailes flamencos Jodoco Ricke y Pedro Gocial, se levantó una obra primigenia, “una rústica capilla de adobe y de paja, fue consagrada a San Pablo el 25 de enero de 1536”. La construcción de esta obra fue muy compleja desde un primer momento, puesto que la historiografía determina que el edificio terminó de construirse en el siglo XVI. Sin embargo, recientes investigaciones nos hablan de que la iglesia y la portada de la misma son construcciones concluidas en el siglo XVII. A continuación, explicaremos los momentos históricos de la iglesia, dando a conocer los procesos evolutivos de su construcción y estilos arquitectónicos, pero antes debemos entender el contexto político y religioso de la ciudad en ese entonces – además de la coyuntura religiosa en Europa -.
El Concilio de Trento (1545-1563) estableció evangelizar a la población a través de las imágenes y la constitución de iglesias por toda Europa y, por ende, en el llamado “Nuevo Mundo”. Por eso, tanto el arte como la evangelización y el adoctrinamiento de los indígenas por parte de los franciscanos, van de la mano en esta nueva etapa de conquista.
Algo muy característico durante el proceso de la conquista, colonización y cristianización española en territorio americano, es que las grandes edificaciones religiosas se construían en lugares y territorios que simbólica y estratégicamente representaban el poder religioso, político y administrativo de los habitantes aborígenes. Por ejemplo, en Quito, el terreno que actualmente conforma la plaza, convento e iglesia de San Francisco se construyó en lo que anteriormente fue la vivienda de los capitanes del Inca Huaynacápac.
La ubicación estratégica de San Francisco posibilitó la conexión entre la iglesia y la población y élites aborígenes. Anteriormente, la plaza era un mercado en cual se articulaba la vida de toda población preincaica e incaica y es por eso que este lugar fue destinado para la construcción del conjunto arquitectónico religioso más importante – y más grande – respecto a otras construcciones similares en América.
Además, el solar se ubica en las laderas del volcán Pichincha y esto permitió que se puedan extraer materiales como la piedra y la cal para la construcción del conjunto arquitectónico.
Según la versión historiográfica de San Francisco la construcción de la iglesia – y la vivienda provisional de los religiosos – se inició en 1535 y se concluyó quince años después (1550), con la construcción del segundo y tercer claustro; mientras tanto, la construcción del Convento se realizó por etapas: la primera constituye una edificación con materiales como la paja y el adobe y sirvió para la convivencia de los religiosos; la segunda etapa es la construcción definitiva del Convento y tardó veinte años ya que, tanto los materiales como la mano de obra, eran escasos.
La Casa o Claustro Principal se edificó más adelante pues ya se hace mención de ello en la Descripción de la ciudad de Quito del cronista Pedro Rodríguez Aguayo en la segunda mitad del siglo XVI. Además, la importancia de la construcción de la primera galería de las cuatro del Claustro Principal – la galería del dormitorio o de las celdas de los religiosos – se debe a que «los religiosos debían acudir varias veces al día a orar» y por eso se construyó al lado del coro, es decir en la parte oriental del Convento.
La monumentalidad del conjunto arquitectónico de San Francisco y la necesidad de adoctrinar por parte de la Orden dio lugar a que se construyan otras dos dependencias: el Colegio de San Andrés fundado en 1552 creado por iniciativa de fray Jodoco Rique e inicialmente conocido con el nombre del Colegio de San Juan Evangelista. Este colegio realizó labores y oficios relacionados con la edificación, la música y las labores artísticas. Y la capilla de la Cofradía de la Veracruz de Naturales – conocida también como la Capilla de Cantuña -.
Avanzado el siglo XVIII la iglesia sufrió una serie de reestructuraciones que tienen que ver con la adecuación de sus dependencias en los claustros y en la configuración de la iglesia, pues la longevidad de su construcción pone de manifiesto los distintos momentos y procesos de edificación que no responde precisamente a un plan arquitectónico unitario.
Ahora bien, las nuevas investigaciones realizadas por la historiadora, Susan V. Webster, establecen que existieron dos iglesias anteriores a la que conocemos actualmente, y que los documentos de archivo demuestran que «la iglesia actual y la fachada de San Francisco datan de la tercera y cuarta décadas del siglo XVII», debido a un contrato que renovaron los franciscanos con un albañil de origen portugués, Gaspar de Borjes.
Este documento demuestra que el claustro no se terminó hasta bien entrado el siglo XVII y lo mismo ocurre con las otras dependencias. Es por eso que debemos entender el complejo proceso de construcción de San Francisco, ya que algunas partes arquitectónicas datan del siglo XVI, esto es, “un tramo de los muros laterales, la portada vieja y el ábside que quedó encapsulado dentro de la nueva fachada y torres”. Por tanto, hubo una reorientación, expansión y reconstrucción de la iglesia, junto a su fachada, en la tercera y cuarta décadas del siglo XVII.
En la siguiente imagen del plano de la iglesia podemos apreciar una hipotética reconstrucción de la distribución original de la segunda iglesia y que se encuentra sobrepuesta en negro sobre el plano actual; mientras que los elementos representados en gris son aquellos espacios que se reconfiguraron y expandieron en el siglo XVII.
Una vez que se reconfiguró la nueva planta de la actual iglesia, hacia 1627, el convento contó con tres grandes portadas que se abrían ante la plaza, tal y como lo vemos en esta imagen.
Por tanto, debemos tener en cuenta que en el siglo XVI la segunda iglesia estaba orientada con el ábside hacia el este, es decir, hacia la plaza, en donde aún no existía ninguna portada monumental ni fachada. En el siglo XVII la iglesia sufre una reorientación, es decir, se invierte y se abre un portal que está dirigido hacia la plaza (este), mientras que se extiende la planta hacia el oeste con un nuevo ábside, sacristía y otras dependencias. Además, debemos señalar que en esta nueva orientación de la iglesia se trasladó la antigua portada de piedra para colocarla en el nuevo portal que da a la plaza.
Análisis formal e iconográfico
Debido a la distribución espacial de San Francisco se puede notar que sigue una tradición arquitectónica de los monasterios clásicos del medioevo. Por ello, la iglesia se constituye como el centro de todo el conjunto a partir de la cual se despliegan las cuatro galerías de los claustros, destacando dos elementos importantes de los monasterios de la Edad Media: el refectorio y el dormitorio. Además de estas dependencias existieron otras dedicadas a la salud, la educación, la huerta y otros oficios.
Fachada exterior
La portada principal y la fachada de la iglesia se instalaron entre 1618 y 1627. Para el diseño de las mismas, fray Benítez dispuso los modelos y grabados del tratado de arquitectura de Vignola (1507-1573) a los artífices – entre ellos el portugués Borjes – y como muestra de ello es la portada interior de la portería, pues es una réplica del portal del Palazzo Farnese en Caprarola, con un ligero cambio en la ornamentación «en los arcos del sotocorro de la iglesia».
La fachada se compone de tres cuerpos: el bajo labrado en piedra, el superior en mampostería de ladrillo revocado y blanqueado, rematado por un tercer cuerpo compuesto por dos torres campanario que a su vez están coronadas por chapiteles recubiertos de azulejos, con las esculturas de San Francisco y San Pablo. Se trata de una portada sobria en su primer cuerpo, en donde se rescatan los valores arquitectónicos clásicos del renacimiento italiano, como son las columnas de orden toscano que flanquean el acceso principal. El segundo cuerpo hecho también en piedra cobra más dinamismo debido a su decoración de diamantes en el centro y a su entablamento de que nos recuerdan a la arquitectura barroca, sobre todo, italiana. Los chapiteles que rematan en las torres recogen los elementos de la arquitectura española escurialense. Por tanto, estamos ante una fachada ecléctica que absorbe las tradiciones de la arquitectura europea, tanto renacentistas como barrocas, teniendo en cuenta que su elaboración data del siglo XVII.
De la misma manera, se destaca su escalera principal del atrio, que es cóncava, y que sigue el modelo y diseño de los libros tercero y cuarto de arquitectura de Bramante.
Interior de la iglesia
En las tres naves encontramos artesonado de origen hispanomusulmán, formas vegetales y figuras geométricas en la decoración de las columnas y retablos ricamente decorados con pan de oro. A esta decoración se suma las más de tres mil quinientas obras de arte colonial, la mayoría de ellas correspondientes con la famosa Escuela Quiteña.
Destacan, además, el coro, el presbiterio y las capillas de Villacís, la del Pilar de Zaragoza y la de Cantuña, obras que deben ser presentadas y ampliadas en otro momento.
Datos de interés
Así mismo, es importante destacar y señalar el Museo de San Francisco de Quito en donde se exponen obras de carácter religioso y las distintas dependencias del Convento, una visita recomendada y obligatoria cuando se visita la ciudad de Quito.
Bibliografía y Webgrafía
Abeldaño, C., Rodriguez, P., Zambrano, I., & Gavilanes Martínez, M. El Convento de San Francisco.
Halcón, F. (2003). La capilla de Villacís del convento de San Francisco de Quito. Laboratorio de Arte, 16, 465-480.
Pérez, E. (2016). El sitio del convento: San Francisco y el futuro de la ciudad. Revista 180, (38).
Webster, S. (2012). La desconocida historia de la construcción de la iglesia de San Francisco en Quito. Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, 37-66.