EL PRADO INADVERTIDO
El mencionar seguido de las inestimables doctrinas; Arte y Literatura a Estrella de Diego no es casualidad. Un servidor podría haber citado directamente el libro que tomará protagonismo en este encomio personal. Pero no. Al hablar de El Prado inadvertido hay que hablar de Estrella de Diego (incluyan el ‘Doña’ si lo creen imprescindible).
Sin pretender focalizar este artículo en una plena biografía (del griego Biós, vida y Grafé, describir o escribir), resulta necesario resaltar la labor catedrática, también en magnitud, como escritora e investigadora, así como su esmero en la docencia postobligatoria que Estrella de Diego ejerce actualmente en la Universidad Complutense de Madrid.
Para comprender de una manera liviana a Estrella de Diego de poco sirve empaparse de una trayectoria insuperable en el ámbito artístico-divulgativo tanto en España como fuera de la península. Para comprender a Estrella de Diego hay que escuchar a Estrella de Diego. Escuchar, que no oír. Pues la atención es clave entre su fugacidad parlante e ideas que brotan y mueren sin pausa.
Poseemos una cantidad verdaderamente ingente de charlas virtuales, que algún día, claro está, fueron más humanas, de la investigadora española. Pero se nos queda corto. Cuando Estrella de Diego habla de los pigmentos negros de Joaquín Sorolla y lo relaciona con Balenciaga, de repente queremos conocer más acerca de los pigmentos negros de Joaquín Sorolla y quién sabe si de Balenciaga.
Pero seguro es que queremos conocer más acerca de Estrella de Diego.
Por ello mismo, El Prado inadvertido y este mismo artículo no pretende sino acercar al espectador que descansa en el patio de butacas a una figura tan esencial en el ámbito susodicho.
Estrella de Diego tiene una amplia experiencia también en el abierto campo de la publicación. Algunos de sus títulos han sido conocidos y estudiados más allá del nivel nacional. Pero El Prado inadvertido es sin duda un punto y aparte en su faceta de escritora. Quiero intuir que también en lo personal.
Entre las páginas de este ensayo inducimos los epitelios de Estrella de Diego, que nos enseña a recorrer el Museo del Prado con sus ojos. Además de llevarnos ‘de la mano’ a otras pinacotecas que fueron y son importantes en la vida de la escritora.
Puede parecer labor sencilla, pues en nuestros momentos de adaptación post pandemia llegamos a conocer apabullantes páginas webs que ofrecían el recorrido virtual por los diferentes museos. Imaginar un artefacto capaz de captar a la perfección y detalle el pathos en la Sala 71 del Museo del Prado se hizo carne. O metal. Lo que se hiciese, ya no importa.
Ya no importa, pues nuestra historia relativa a dichos momentos está escrita. Escrita con un bolígrafo que no se borra (y el profesor, no nos deja utilizar tipex).
Estrella de Diego escribe El Prado inadvertido para reírse de nuestros recorridos virtuales y enseñarnos a valorar los pasillos del Museo Nacional. Aunque su propósito (entendiendo lo que se lee entre líneas), no es otro que contar. Hablar. Explicar. Compartir. Estrella es escritora, porque necesita compartir con el mundo lo que su alma ‘grita’. Nosotros, aliviamos tales alaridos con nuestra lectura.
La función de su ingenuo texto, que incita a la reflexión artística nos lleva a un punto amplio, al proceso de madurar (empezando), a los acordes previos al primer movimiento, justo después de la catarsis.
El Prado inadvertido es una bofetada en nuestras jetas. Una bofetada que nos lleva a estar ‘de pie’, delante de Las Meninas de Velázquez mientras retiran a Hermafrodito de la actual sala central (12) del Museo del Prado. Mientras la Infanta Margarita y Nicolasito Pertusato son trasladados. Somos fantasmas leyendo a Estrella de Diego, porque los técnicos del museo cambian el color de las paredes, acogen exposiciones, pasa tanta -tanta, tanta- gente entre nuestro espíritu, que ensimismados no nos damos cuenta de que pasa el tiempo, y el tiempo no pasa para nosotros.
Una pintura congela un momento, pero lo congelado, al ser sacado a temperatura ambiente se descongela poco a poco. Hasta reducir los cubitos de hielo a agua que gotea y que desaparece al tiempo.
Estrella de Diego es nuestra brújula, que por medio de sus vivencias y destreza académica nos explica el ciclo del agua en el Arte. Y como pasa durante el ciclo del agua; entre sus palabras perdemos el tiempo, el reloj se queda en la mesilla de noche.
Y lo agradecemos. Porque volvemos a saludar a los clásicos del Prado y conocemos a joyas olvidadas. Saludamos a las pioneras artistas de diferentes momentos, entre los bodegones de Clara Peeters y los animales de Rosa Bonheur, re-encontramos un destello de la infancia, aunque también de la juventud de Estrella de Diego que remueve a nuestros egos en diferentes edades.
El Prado inadvertido es un instante de luz entre la ensayística artística y entre nuestros motivos académicos (o vitales), entre nuestro apogeo. Es indescriptible, es recomendado, es complejo y a la vez sencillo. Nos hace adictos a una lectura, a una voz que irradia conocimiento por desbordar. -que no desbordado.-
Nos duelen los pies leyendo a Estrella de Diego, sí. El mocasín derecho hoy hace daño. Pero merece la pena, nos inspira. Cosa que ya dábamos por hecho, cosa que es tan devastador como habitual.
Si bien tengo cualidades en diferentes facetas relativas a la redacción y como no; a la específica en Arte, soy un pésimo escritor en el ámbito de la reseña literaria. De la reseña en general.
Este artículo no tiene más que un elemento que incita a leer un ensayo, el cual considero productivo y necesario para aquellos que traten de apreciar cada hora de nuestro Museo Nacional abierto. Pero también elogia a una historiadora del Arte que admiro en lo más profundo de mi ser y que enseña con su pericia su conocimiento más preciado.
En el Museo del Prado no sobran pisadas. Siempre caben más y ninguna se posiciona sobre otra. El memorial de Estrella de Diego nos desvela los secretos del Museo. Del Museo en general. Pues desde lo general hasta la particularidad anda la autora.
Ella anda, anda mucho. Porque para conocer -que es correr.- hay que andar.