Binissalem | Grand Prix del verano 2024

BINISSALEM: HISTORIA, PATRIMONIO Y CULTURA

INTRODUCCIÓN

Siguiendo la serie dedicada a los pueblos participantes del Grand Prix del verano de este año 2024, le llega el turno a Binissalem, un municipio ubicado en la isla de Mallorca, dentro del conjunto de la comunidad autónoma de las Islas Baleares. Se encuadra en la comarca de Raiguer, prácticamente en el centro, limitando al oeste con Consell y Alaró, al norte con Lloseta, al este con Inca y al sur con Sencelles, esta última localidad integrada en la comarca de Llano de Mallorca.

Binissalem cuenta con una población, al fin del año 2023, de 9172 habitantes, según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta se encuentra distribuida por un territorio con una superficie de 29,8 km2, a una altitud de 139 metros sobre el nivel del mar.

Atendiendo a datos proporcionados por el propio ayuntamiento en su página web, el municipio de Binissalem puede dividirse en tres zonas. La primera sería el norte, donde se encuentran algunos de sus más destacados accidentes geográficos, como los cerros de Bellveure y Morneta.

A continuación, está la zona central, en la que se ubica como tal el pueblo y las redes de comunicaciones. Finalmente, el sur alberga la aldea de Biniagual, caminos hacia otras localidades, como la mencionada Sencelles, y la autovía Palma-Inca.

HISTORIA DE BINISSALEM, VILLA DEL VINO Y DE ROBINES

Hechos unos breves apuntes sobre las cuestiones básicas del pueblo, es el momento de indicar otras pocas nociones sobre su historia. Con respecto a su antigüedad, podemos hallar unos primeros restos de construcciones humanas en la época talayótica, como el Talayot de Sa Terra Grossa.

Pero no es hasta la Edad Media que Binissalem comienza a ser nombrada como tal. El origen de su etimología, según los lingüistas, se remonta a la época islámica, barajando dos posibles teorías: podría derivar de Banu Ssálam, que significa “Hijos de la Paz”, o bien de Banu Ssálim, literalmente “Hijos de Ssálim”.

Sea cual fuere la raíz exacta del nombre de Binissalem, lo que está claro es que tanto la época islámica como la conquista de Mallorca por Jaime I, “el Conquistador”, en 1229, fueron dos de las etapas que más marcaron su devenir histórico.

Reintegradas las Baleares en el conjunto cristiano peninsular, Binissalem, formada por el conjunto de diversas alquerías, entre ellas la de Robines, que constituyó su centro de poder civil y eclesiástico, correspondió en el reparto de la isla al vizconde de Bearn, siendo algunas alquerías donadas a los judíos por la ayuda prestada a Jaime I durante la conquista (CAPILLA, 2017).

Con el progresivo aumento de la comunidad cristiana de Binissalem, pronto fue necesaria la construcción de una primera iglesia parroquial, origen de la actual Iglesia de Santa María de Robines, ubicada en la plaza de la Iglesia del pueblo. Esta primitiva edificación data el 1248, la cual sería primero reemplazada por una obra gótica y luego por la actual construcción barroca (POU, 2014, p. 166).

Ya desde el siglo XIV, concretamente en 1339, se constata la existencia de grandes extensiones de viñas, cultivadas por esclavos de la sociedad feudal propia de aquella época (CAPILLA, 2017). La pronta documentación de este hecho nos da ya prueba de uno de los elementos más característicos de la cultura binisalemera, como es la vitivinicultura.

Para entender en toda su complejidad el fenómeno vinícola del pueblo mallorquín, debemos dar un salto temporal hasta el siglo XIX. Favorecida por un clima mediterráneo idóneo para el cultivo de la vid, Mallorca se convirtió en productora potencial de un vino de alta calidad que gozó de amplia distribución internacional a raíz de la crisis de la filoxera acontecida en diversos países europeos (Francia, Portugal, Alemania, Suiza e Italia) entre 1863 y 1875 (CAPILLA, 2017).

Esta precisa coyuntura permitió el desarrollo de una política exportadora que brindó importantes beneficios económicos al conjunto isleño. Sin embargo, este momento de auge se vería truncado en cuanto los principales centros vinícolas europeos recuperaran los niveles de producción previos a la crisis filoxérica, y así fue.

A finales del siglo XIX esta recuperación, junto con la crisis de la filoxera de 1891 en Mallorca, provocaron un completo giro en las tornas: la demanda extranjera descendió y los precios se inflaron (MORRO, 2020, p. 342).

Habría de pasar casi un siglo hasta que en los años 80 la producción autóctona de vinos de Mallorca se posicionara nuevamente en la mira internacional. A lo largo de estos casi noventa años se experimentó con el cultivo de toda clase de uvas, siendo el objetivo lograr un equilibrio entre la extensión agrícola y la producción vinícola. Aunque se logró estabilizar el panorama en el cambio de centuria, el siglo XX supuso una crisis crónica para el sector debido a la bajada de precios ocasionada por el aumento de la producción mundial (MORRO, 2020, p. 343).

Con sus altibajos, lo cierto es que Binissalem, al margen del contexto mallorquín general, logró afrontar esta situación con éxito debido a su secular tradición mencionada arriba. La existencia de competentes viticultores y bodegas siguieron garantizando un buen vino en la comarca de Raiguer, y esa constancia tuvo sus ansiados frutos.

Con la puesta en marcha de iniciativas como la Festa des Vermar (MORRO, 2020, p. 344), el vino va a convertirse en el indudable protagonista de la tierra. Todas estas actuaciones le valieron al pueblo la concesión de la Denominación de Origen Binissalem a finales de 1990, primera de las denominaciones de origen del archipiélago balear.

De esta manera, el vino de Binissalem constituye, sin duda, uno de los valores capitales de su cultura y patrimonio. Es por ello que, gracias a un elaborado programa de enoturismo, anualmente miles de visitantes acuden al pueblo con el objetivo principal de catar su producto estrella. Un hecho destacado de esta política enoturística es el evento Wine Days, creado en 2014, el cual reúne durante nueve días de mayo a miles de amantes del vino en una serie de actividades.

Como curiosidad, el afamado escritor francés Julio Verne, en su novela Clovis Dardentor de 1896, incluye un pasaje en el que el barco donde montan los protagonistas, de camino a la ciudad de Orán, hace escala en Mallorca. Al final de su aventura isleña, tras un trepidante episodio, hallamos este diálogo:

“- ¡Señor Dardentor! -exclamó Juan Taconnat.

– ¡Ah, amigos míos!… -respondió el héroe del día.- ¡Buena carrera!

– ¿Está usted sano y salvo? -preguntó Marcel Lornans.

– ¡Completamente! ¡Y hasta me parece que nunca me he encontrado tan bien!… ¡A su salud, señores!

Y los dos jóvenes tuvieron que vaciar algunos vasos del excelente vino de Binisalem, cuya fama se extiende más allá del archipiélago de las Baleares.”

LA RIQUEZA PATRIMONIAL DE BINISSALEM

Aparte de su famoso vino, el patrimonio de Binissalem está constituido por una serie de elementos que conforman la imagen del municipio. Vamos a dividir este apartado en una serie de epígrafes, establecidos en función de las categorías de edificios más representativas del corpus arquitectónico del pueblo, remarcadas tanto por el propio ayuntamiento a través de su página web como por el catálogo de su patrimonio histórico urbano y rústico, accesible también desde la misma.

IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA DE ROBINES

Sin duda alguna, la iglesia parroquial de Binissalem (1666-1727) es el edificio más emblemático del conjunto del pueblo, su hito visual más destacado. Su torre-campanario puede verse desde la lejanía, indicando al viajero o al ciudadano que regresa a su tierra natal que está ya cerca de su destino. Si has llegado al punto de poder apreciar la silueta de esta iglesia, declarada Bien de Interés Cultural en el año 2005, definitivamente has entrado en el término municipal.

Vista de la fachada noroeste de la iglesia parroquial de Binissalem desde la plaza de la Iglesia, apreciándose el cimborrio y la torre-campanario. Imagen extraída de Flickr

Está considerada uno de los ejemplos más monumentales y representativos del Barroco mallorquín. Se trata de una iglesia con planta de cruz latina de una sola nave de tres tramos, con capillas laterales entre los contrafuertes y cubrición con bóvedas de crucería separadas por arcos fajones. Esta tipología tiene sus orígenes en el periodo gótico (SEBASTIÁN, 1973, p. 35), pero se mantiene a lo largo de los siglos en la arquitectura de la isla, convirtiéndose así en una solución autóctona.

La base de raíz gótica se combina con elementos característicamente barrocos. Esto es visible en el crucero, que se corona con un cimborrio octogonal con cúpula interna sobre pechinas rematado por linterna y sustentado por pilares fasciculados.

Avanzando hasta el final encontramos el ábside de testero recto, cubierto con una bóveda conquiforme, es decir, con forma de concha, constituyendo esto quizás un elemento alusivo al escudo de Binissalem. También se cubren así los dos brazos del transepto, separados del crucero por arcos torales.

Anexo al cuerpo principal de la iglesia está la torre-campanario, una construcción prismática de planta cuadrada conformada por siete cuerpos separados por sendas líneas de imposta. Los cuerpos quinto, sexto y séptimo, además del remate, son ya de estilo neogótico (1904-1910), como dejan ver los vanos geminados apuntados de los susodichos cuerpos y el chapitel.

La fachada principal combina valores propios del gótico y decisiones estilísticas barrocas. El núcleo gótico está en la portada, realizada en marés (arenisca local baleárica) y conformada por un tímpano y arquivoltas ojivales, flanqueada por pilastras con ornamentos florales.

La fachada se remata con un rosetón, recuerdo del gótico que va a mantenerse en la arquitectura mallorquina hasta nuestros días como uno de sus rasgos diagnósticos. La portada es uno de los pocos restos conservados de la iglesia parroquial de los siglos XV-XVI.

Por otra parte, más allá de la portada el resto del paramento de la fachada principal no contiene mayor ornamentación. Esta austeridad y desornamentación responden al denominado principio del amor vacui (“amor al vacío”), esquema que van a seguir las construcciones eclesiásticas isleñas desde el siglo XVII (SEBASTIÁN, 1973, p. 81), lo cual llama la atención si tenemos presente que el recargamiento decorativo es una de las características más conocidas del estilo barroco imperante.

Pasamos ya al interior, donde caben destacar, entre otros elementos, los retablos. El retablo mayor fue construido entre los años 1773-1790, partiendo de las trazas de Albert Borguny y contando en el apartado de imaginería con la destreza del escultor Pere-Joan Obrador, destacando su relieve de la Asunción de la Madre de Dios, tema central del retablo (ARCA, 2000, p. 505).

Además del retablo mayor, podríamos hablar de los retablos de los brazos del transepto y de las capillas laterales, no por ello de inferior calidad artística. Destacamos, de entre los del primer grupo, el retablo de San Juan Bautista, obra del escultor Joan Antoni Oms que sustituía otro anterior de Joan Sagarra dedicado a San Cristòfol, realizado entre 1605-1611 (POU, 2014, p. 171).

El retablo que observamos en la actualidad fue comenzado en 1656 y concluido en su parte arquitectónica y escultórica antes de la muerte de Oms, sucedida en 1667 (POU, 2014, pp. 172 y 174). Está formado por una predela, tres calles, un cuerpo y un ático, dominando en el conjunto la pintura sobre la escultura, la cual se centra sobre todo en la figura reposada central del santo bajo hornacina.

En el apartado pictórico, hallamos tres escenas hagiográficas en la predela, separadas por retratos de santos en los basamentos de las columnas. Flanqueando la figura del santo, dos paneles con San Juan Evangelista y San Francisco de Asís, enmarcados por columnas con el tercio inferior anillado, solución estilística de origen protorrenacentista debida al escultor Juan de Salas (SEBASTIÁN, 1973, p. 21).

Finalmente, en el ático encontramos otras tres pinturas, destacando la central, que representa el martirio de San Juan Bautista, coronado por un tímpano curvilíneo roto por un escudo que contiene el símbolo del santo, un ángel (POU, 2014, p. 175).

Retablo de san Juan Bautista de la iglesia parroquial de Binissalem. Imagen extraída de POU AMENGUAL, M., “Sobre la retaulística de Binissalem durant l’època moderna. Les intervencions de Joan Sagarra i Joan Antoni Oms”, en Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana: Revista d’Estudis Històrics, 70 (2014), p. 182

Como último elemento a destacar del interior de la iglesia parroquial, tenemos el gran órgano, que fue construido por el organero Antoni Portell y Fullana en la segunda mitad del siglo XIX (ARCA, 2000, p. 505).

PATRIMONIO ECLESIÁSTICO MÁS ALLÁ DE SANTA MARÍA DE ROBINES

Además de la iglesia parroquial, Binissalem cuenta en su término municipal con otras dos iglesias, si bien menos conocidas de puertas para afuera, no por ello menos interesantes en contenido. La primera es la Iglesia de Cals Agustins, del siglo XIX, que se encuentra en la calle del Canónigo Barceló. Ostenta una fachada neogótica de triple rosetón y con una portada bajo cuyo arco conopial se halla el tímpano apuntado, que contiene un relieve con el tema bíblico de la Transfiguración, realizado por el escultor Tomàs Vila (ARCA, 2000, p. 1128).

En el interior, responde a la tradicional tipología de nave única con capillas laterales cubierta con bóveda de cañón, combinada en el crucero con una cúpula sobre pechinas coronada por linterna. La pintura que preside el altar mayor, al igual que el relieve del tímpano, versa sobre la Transfiguración del Señor, obra del pintor Ricardo Anckerman (ARCA, 2000, p. 1128).

Ya en la aldea de Biniagual, que como hemos dicho al principio se ubica en el sur, hallamos el Oratorio de la Inmaculada Concepción, iglesia barroca bendecida en 1741 (ARCA, 2002, p. 295). La fachada principal, que da al camino de Muro, muestra la citada tendencia generalizada de austeridad y amor vacui propia de la arquitectura eclesiástica mallorquina, destacando tan solo la portada adintelada, sustentada por columnas con capiteles moldurados y rematada por frontón triangular con hornacina, y el reloj circular, enmarcado en piedra.

El interior, de nave única cubierta con bóveda de arista y capillas laterales con bóveda de cañón, nos conquista con sus pinturas. La primera que vemos al entrar es el cuadro del fondo, protagonizado por el motivo de origen bizantino de la Odighitria, identificable por el gesto de la mano izquierda de la Virgen Theotokos, que señala al Niño, el Camino de la salvación, el cual porta el rollo de la Nueva Ley en la mano izquierda y bendice con la derecha.

Aunque iconográficamente suele estar de pie, en este caso aparece entronizada, combinándose así con el motivo occidental de la Maestà, apreciándose un alto nivel de similitud con la pintada por Cimabue hacia 1290-1300 y que está expuesta en la Galería Uffizi de Florencia.

Además del cuadro principal, tenemos las pinturas de las capillas laterales, también de gran calidad artística. Para suplir la falta de espacio físico para instalar retablos, los cuadros de las capillas más cercanas al altar mayor han generado mediante recursos pictóricos falsas estructuras retablísticas de piedra en trampantojo.

Así, estos dos cuados se organizan con una parte baja a modo de predela, que contiene tres escenas, y luego un cuerpo y tres calles, las laterales concebidas como hornacinas con bóvedas conquiformes que auspician figuras de santos, y la central, más ancha y alta, con la escena principal.

Aunque como tal el Cementerio Viejo pertenece a la tipología funeraria, lo incluimos aquí tanto por su ambiente espiritual como por albergar una capilla neoclásica de gran valor patrimonial para Binissalem. Sito en el cruce de los caminos de Selva y de Lloseta, se ordenó su construcción en 1821, fue bendecido a finales de 1822 y funcionó como lugar de enterramiento hasta 1958, pocos años después de la edificación del Cementerio Nuevo en el camino de Biniali, que se bendijo en 1954 (ARCA, 2002, p. 191).

Cercado por un extenso muro, al cementerio se accede por un portal adintelado rematado por un frontón de trazas curvilíneas, con volutas a sus lados y coronado por bolas, y en cuya superficie está tallada la inscripción latina “ECCE NUNC IN PULVERE DORMIAM ET SI MANE ME QUASERIS NON SUBSISTAM”.

Una vez dentro, a mano derecha, cerrada por una verja de hierro, está la zona de las lápidas y las estelas, algunas de notable calidad escultórica, mientras que un camino frontal nos lleva hasta la capilla.

La capilla del cementerio es un edificio de planta rectangular con una sola nave, cubierta por una bóveda de cañón con lunetos de cuatro tramos separados por arcos fajones. Nada más entrar nuestra mirada se dirige a la zona elevada del altar, tras el cual se dispone un retablo con hornacina en el centro y un frontón ondulante coronado por la concha heráldica binissalemera (ARCA, 2002, p. 193).

CASALES DE ÉPOCA BARROCA

Un corpus patrimonial destacado de Binissalem lo conforman los casales de época barroca (siglos XVII-XVIII), que albergan un muy completo repertorio de fachadas tradicionales mallorquinas. Dado el amplio catálogo, solamente daremos unas pinceladas de algunas de las más destacadas.

La primera sería Can Llorenç (calle del Pou Bo, 3), que perteneció a una de las familias más antiguas de Binissalem. Se trata de un conjunto con casa y corral con paredes realizadas a base de piedras irregulares asentadas con mortero, proceso que en catalán se denomina paredat en verd. El acceso al interior se efectúa por medio de un portal de medio punto con jambas y dovelas de piedra viva, estas últimas con tamaño descendiente desde los salmeres a la clave. La fachada principal se completa con unas pocas ventanas de formato vertical, el típico de Mallorca, los superiores con alféizares moldurados (ARCA, 2000, pp. 1219-1220).

No muy lejos, en la calle de la Portella, está Can Gelabert de la Portella, una de las casas más importantes de toda Binissalem. Inaugurada como Casa de Cultura el año 2000, fue propiedad desde el siglo XVI de la acaudalada familia Gelabert, enriquecida por el cultivo de la vid hasta la crisis filoxérica de 1891, que mermó su patrimonio.

Por su interior han desfilado importantes escritores ligados al ámbito isleño, como Llorenç Moyà Gelabert o el nobel Camilo José Cela. Además del edificio en sí, cabe mencionar el pozo adosado al mismo.

Pasamos ahora a la calle de Bonaire, vía natural de comunicación entre la plaza de la Quartera y la carretera Palma-Inca. Aquí se ubica un conjunto de casales entre los que sobresale Can Sabater, Casa Museu Llorenç Villalonga desde 1999 en honor al escritor homónimo, que vivió en ella junto a su mujer.

El portal responde a la disposición ya comentada de medio punto con jambas, enjutas y dovelas de tamaño escalonado de piedra viva. La fachada principal logra su simetría con una colocación regular de las ventanas de los dos pisos, siendo reseñables las superiores, cuyos dinteles tienen muescas de estilización conopial, identificativas de la arquitectura local (ARCA, 2000, p. 1034).

De la calle de Bonaire nos trasladamos a la citada plaza de la Quartera, antiguo centro neurálgico del pueblo. Aquí hallamos Can Amengual, ya en el siglo XVIII, que tiene cuatro portales, tres de ellos adintelados y uno que responde a la típica disposición de medio punto. Cabe resaltar la presencia del porche en la parte superior, que alarga el alzado de la fachada y está horadado por tres ventanas cuadradas a eje con las inferiores (ARCA, 2000, pp. 954-955).

Salimos de la plaza de la Quartera para introducirnos de lleno en la calle de la Concepción, desde donde se puede acceder a la plaza de la Iglesia. En el conjunto de esta calle hallamos, entre otras, Can Tous, tipológicamente semejante a Can Amengual y de fechas parecidas. Destaca, además del portal de medio punto, el balcón del piso noble, a eje con aquel, con vuelo de piedra moldurado y cerrado por barandillas de hierro forjado (ARCA, 2000, p. 899).

En la misma calle hallamos Can Bissó, donde se instala el Ayuntamiento de Binissalem. Elevado sobre un zócalo, cuenta con una fachada muy diferente con respecto a las vistas hasta ahora: tiene tres pisos separados por impostas, el bajo con portal de arco escarzano asentado sobre jambas de capiteles moldurados y flanqueado por ventanas rectangulares verticales con motivos geométricos en dintel y alféizar; la planta noble, manteniendo ventanas laterales del mismo tipo, cuenta en su parte central con un balcón de vuelo lapídeo moldurado, cierre de hierro forjado y guardapolvos sobre ménsulas rematado por frontón triangular (ARCA, 2000, p. 921); finalmente, el porche superior cuenta con tres ventanas apaisadas.

Nuestra siguiente parada está en el 17 del paseo del Borne, uno de los principales ejes urbanísticos de Binissalem, donde hallamos Ca l’Ardiaca, también conocido como Can Pere Vallessa. De nuevo hallamos un ejemplo de arquitectura tradicional cuya fachada tiene una composición simétrica, alineándose armónicamente con el eje vertical el portal y el balcón.

Cerca de allí tenemos la calle de San Vicente de Paul, donde se ubica el Can Enric Sureda, cuyo hecho más destacable es el ritmo ascendente de las ventanas.

Subiendo por la misma calle encontramos Cal General Morante, que fue uno de los casales más monumentales de Binissalem a comienzos del siglo XVIII y, hoy por hoy, sigue siendo uno de los más destacados.

Compositivamente, los dos primeros pisos de la fachada muestran la disposición simétrica ya sabida, lo que llama la atención esta vez es el porche, formado por once columnas octogonales y un voladizo de madera que lo relaciona con las casas señoriales de Mallorca. Formaba conjunto con un pasadizo, torres y el Celler de Can Morante, hasta que hace más de 70 años fue vendido a otro propietario (ARCA, 2000, p. 659).

Unos números más arriba llegamos a Can Garriga, también conocida como Can Torró. Fue durante un siglo la casa más importante de Binissalem, tanto por la calidad de su arquitectura como por ser un destacado centro de actividad agrícola (ARCA, 2000, p. 646).

Manteniendo el portal redondo de piedra viva, en esta fachada la simetría se rompe debido al desplazamiento del balcón a un lateral y al irregular ritmo de los vanos. El elemento que más suele reseñarse es su patio cuadrangular, al cual se accede a través de un camino de entrada.

La calle de San Vicente de Paul conecta con la calle de Pere Estruch, conformando junto a ella una arteria que lleva a la estación de ferrocarril. En esta vía encontramos, para empezar, Can Tiró de ses Bolles, que luce una de las fachadas más emblemáticas y diferenciadas de Binissalem.

El portal, desplazado del eje de simetría, tiene sus partes construidas con sillares almohadillados; en la planta noble las tres ventanas cuentan con alféizar moldurado y resaltado, jambas con ornamentos geométricos labrados y dintel coronado por un frontón triangular con bolas en sus tres vértices; finalmente, una cornisa a modo de línea de imposta separa el primer piso con el porche, que tiene tres ventanas a eje, las laterales con decoración vegetal en el dintel (ARCA, 2000, p. 631).

Seguimos bajando hasta toparnos con Can Marc, donde nuevamente contemplamos el familiar portal de medio punto con dovelas de tamaño decreciente hacia la clave. Esta vez es el piso noble el que atrae nuestra mirada, pues cuenta con tres balcones, el central de mayor amplitud, los laterales con peana de perfil ondulado, y todos ellos cerrados con barandillas de hierro con motivos simétricos de estilo rococó (ARCA, 2000, p. 583).

El recorrido por los casales de época barroca finaliza con los que se ubican en la periferia de Binissalem. Baste citar como ejemplos Can Julianoi y Can Garrover, sitos en la calle de la Goleta, que une la plaza del Metge Borràs con la vía del ferrocarril.

CASAS DE POSESIÓN

Junto con los casales de época barroca, la otra tipología más arraigada en Binissalem son las casas de posesión. A diferencia de aquellas, estas no suelen contar con bodegas en su conjunto, sino con almazaras vinculadas a la producción económica que las caracteriza; además, se localizan en la zona rústica y sus propietarios están vinculados a casas del centro urbano, algunas de las cuales ya hemos comentado. Generalmente, cuentan con una morfología arquitectónica determinada y siguen conservando su faceta productiva (ARCA, 2002, p. 1).

La más visible de todas ellas es, sin duda, el Bellveure, cuya posición elevada lo convierte en el mirador natural del municipio y en el hito visual que cierra el camino de Bellveure, el cual parte del pueblo. El conjunto está formado, además de por las casas de posesión y de los señores, por almazara, establos, capilla, corral, aljibe, la típica clastra mallorquina (patio de distribución de espacios) y otras dependencias auxiliares.

La fachada se corresponde con el modelo visto en los casales anteriores, solo que con mayor extensión: planta baja con portal redondo de acceso, un portal lateral apuntado que da paso a la capilla y ventanas, planta noble con dos balcones y más vanos, y finalmente porche superior con nueve ventanas apaisadas (ARCA, 2002, p. 41).

De todas las estancias interiores, merece la pena destacar la capilla y la almazara. La capilla, de planta rectangular y que conserva el mobiliario de época, cuenta en la pared del fondo con un espacio cubierto con arco carpanel que contiene el altar, alzado sobre el nivel del suelo, y un cuadro de la Purísima atribuido al pintor palmesano Miquel Bestard.

En cuanto a la almazara, cuenta, además de con los instrumentos necesarios para la producción de aceite, con una puerta a mano derecha con estatuas-jambas y encima un cuadro de azulejos que representa a san Antonio (ARCA, 2002, p. 43).

Junto al camino de Bellveure, otra vía que alberga un importante conjunto de casas de posesión es el camino de Raiguer, paralelo a la sierra de Tramontana, donde hallamos, entre otros ejemplos, Cas Torratxo, Can Canyeret o la Torre de Can Marc.

Destacamos de entre todos la Torre de Can Moranta, que conserva una torre de defensa medieval, un antiguo corral hoy ajardinado y una doble hilada de tejas pintadas en el alero de la fachada principal con motivos variopintos (geométricos, vegetales, fantásticos, simbólicos…) y dos de ellas con las fechas “1541” y “1668” inscritas (ARCA, 2002, p. 144).

En el mismo camino está Can Cabrit, vecina de la anterior, con acceso principal a través del tradicional arco de medio punto, balcón central y, anexo al cuerpo principal, la almazara, con puerta adintelada, acabado realizado en paredat en verd, salvo la esquina, hecha de piedra viva, y coronado por una balaustrada.

En el ámbito interior sobresale la clastra, donde hallamos un cuello de cisterna y un arco escarzano de separación de espacios con capiteles moldurados y dovelaje bícromo, unas piedras con el color natural y otras rojas (ARCA, 2002, p. 154).

La segunda casa de posesión en monumentalidad de Binissalem, junto al Bellveure, es Morneta, ubicada en el camino de Selva, también llamado camino de Morneta. Perteneció a la caballería de los Torrella desde el siglo XIII hasta el siglo XVIII, y en los siglos XIX-XX fue propiedad de los Gual de Torrella, abarcando una gran extensión que entre 1913-1950 fue segregada en trece posesiones, pasando la actual Morneta de abarcar 236 cuarteradas (medida agraria que equivale a 7103 m2) a 57 (ARCA, 2002, p. 163).

El conjunto de Morneta es, sin duda, el más amplio de toda la localidad, se organiza en tres núcleos en torno a dos clastres y en el registro oficial del ayuntamiento se divide en dos fichas catastrales. La primera se centra en la casa de los señores y las dependencias auxiliares, mientras que la segunda está dedicada a la casa de los amos.

A través del arco de la fachada principal, con dovelaje bícromo como Can Cabrit, se accede a un paso que comunica con la primera clastra, la casa de los señores, la capilla y el depósito de aceite. La clastra, a su vez, distribuye entradas hacia la cocina, la antigua capilla y la almazara. Finalmente, en un semisótano se encuentran los establos, cubiertos con bóvedas de arista (ARCA, 2002, p. 165).

En cuanto a la casa de los amos, a ella se penetra a través de la segunda clastra, la cual también da acceso a los mencionados establos. Tras cruzar el umbral principal, se llega de nuevo a un paso de entrada que comunica con la clastra de servicios. Desde el paso se va a la cocina y a la casa de los amos (ARCA, 2002, p. 177).

Una excepción a la norma general que, con sus particularidades, hemos analizado en las fachadas principales de los casales de época barroca y las casas de posesión, la tenemos en la Cabana d’en Ferrer. En este caso, el acceso principal se efectúa por medio de un portal adintelado y no redondo, flanqueado por diversas ventanas y todo tejado por una cubierta a dos aguas.

OTRAS CONSTRUCCIONES DE INTERÉS

Junto a los edificios eclesiásticos, los casales de época barroca y las casas de posesión, hallamos en Binissalem otras construcciones y grupos patrimoniale sin los cuales este recorrido por la localidad mallorquina quedaría incompleto.

El primer conjunto es el de los pozos, entre los que podemos mencionar el Pozo Poal, que quizás sea de época medieval (ARCA, 2000, p. 41); el Pozo de Sa Creu (s. XVIII); el Pozo Salat, en el cual se hicieron trabajos de limpieza y acondicionamiento en 2019; o el Pozo d’en Torrens, ya datado en 1433 (ARCA, 2002, p. 345).

Vistas de tres de los pozos de Binissalem. De arriba abajo y de derecha a izquierda: Pozo Poal, Pozo de Sa Creu y Pozo d’en Torrens

Seguidamente tenemos los molinos de viento harineros, conformados por el molino en sí y la casa del molinero. Destacan el Molino de la Goleta, de sección cilíndrica; el Molino des Polls, ubicado en la zona rústica, cerrado por muro de piedra y reja de hierro; y el Molino des Cós en la carretera Palma-Inca, un cilindro descentrado con cubierta vegetal, recorrido interiormente por una escalera de caracol y complementado por la casa, una noria y un huerto.

Vista del Molino des Cós desde la carretera de Palma-Inca, con la casa del molinero abajo y la torre del molino arriba

De relevancia escultórica y arquitectónica son las cruces, dos de las cuales constituyen, junto a la Iglesia Parroquial de Santa María de Robines, los tres Bienes de Interés Cultural de Binissalem. Tenemos, en primer lugar, la Antigua Cruz de Can Gelabert, también denominada Cruz del Camino de Biniali, una cruz de término alzada sobre una plataforma escalonada octogonal y carente de decoración.

La otra sería también una cruz de término, situada en la confluencia entre la calle de sa Creu y la calle del Reg, de fuste octogonal e igualmente desornamentada. Ambas fueron declaradas BIC en 1998.

Hemos mencionado en algún punto la estación de ferrocarril, y ahora toca dedicarle unas líneas. Planificada por el ingeniero Eusebi Estrada Sureda e inaugurada en 1875, es una estructura simétrica de planta rectangular cuyas fachadas se repiten dos a dos, constando la principal de cuerpo central resaltado y dos niveles separados por línea de imposta, abriéndose una ventana doble con alféizares decorados con motivos geométricos en el piso central superior y coronándose con un pequeño frontón enmarcado por antefijas (ARCA, 2000, p. 1293).

Concluimos este pequeño viaje con el único ejemplo de arquitectura racionalista del pueblo: la Antigua Escuela Graduada, hoy espacio deportivo. Fue proyectada en 1928 por el arquitecto Guillem Forteza Piña, dentro del programa de construcción de escuelas iniciado en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).

Forteza, entre sus muchos cargos, tuvo el de arquitecto director de Construcciones Escolares del Estado y el de vocal técnico de la Junta Provincial de Primera Enseñanza desde 1921 (SEGUÍ, 1990, p. 142), levantando escuelas por diversas localidades de la isla, como Sa Pobla, Santanyí, Valldemossa o Sóller.

El conjunto del antiguo edificio escolar de Binissalem, conformado por escuela, jardines y campo de deportes, lo proyectó en un momento de su carrera en el que estaba asumiendo el lenguaje racionalista, hacia 1927, pero sin dejar de lado su aprendizaje del regionalismo mallorquín (SEGUÍ, 1990, p. 152).

Su apuesta por el racionalismo se aprecia, por ejemplo, en la horizontalidad lineal y en la reducción del ornamento. Por otra parte, la tradición isleña se aprecia en el uso de sillares de piedra viva en esquinas, jambas y dinteles, y en el empleo de tejado a dos aguas, ignorando así el principio corbuseriano de la terraza-jardín.

CONCLUSIONES

Aquí termina nuestro viaje virtual por el municipio mallorquín de Binissalem, el cual esperamos que incite a los lectores a viajar allí para conocer de primera mano todo el bagaje patrimonial comentado, más todo aquel que, para no saturar, no se ha incluido en el artículo. El pueblo binissalemero capta nuestros sentidos, para empezar, con su vino Denominación de Origen, abriendo el paladar y acompañando a los platos típicos de la localidad, como son los “Fideus des Vermar” y el “Arrós amb salseta”.

De esta manera, los ojos están ya calentados para dar una vuelta por el centro urbano y la zona rústica. En el primero hallará los numerosos casales de época barroca y, por supuesto, la Iglesia Parroquial de Santa María de Robines, que atrae nuestra atención con su imponente torre-campanario. No nos olvidemos, por supuesto, de la Iglesia de Cals Agustins.

Saliéndonos del centro, nos dirigimos ahora a las diversas casas de posesión dispersas por el resto del término municipal, dirigiendo la batuta Bellveure y Morneta. Finalmente, caminamos hacia la zona sur para realizar una visita exprés a la aldea de Biniagual, cuyo Oratorio de la Inmaculada Concepción nos invita a contemplar en profundidad sus pinturas.

Solo nos resta, desde La Cámara del Arte, daros a los habitantes de Binissalem muchos ánimos contra vuestro rival en eliminatorias, el pueblo guadalajareño de Villanueva de la Torre.

Aunque la competencia se va a dar sobre todo en el Grand Prix, aprovechamos este espacio para invitar al lector a que lea el artículo sobre este pueblo, y para que tome una decisión que sabemos que dividirá a la opinión: ¿os quedáis con el conjunto de la Iglesia Parroquial de Santa María de Robines de Binissalem, o preferís las trazas de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Villanueva de la Torre? La información está servida.




BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

ARCA, Catàleg del Centre Urbà de Binissalem, Palma de Mallorca, Realització ARCA, 2000

ARCA, Catàleg de la Zona Rústica de Binissalem, Palma de Mallorca, Realització ARCA, 2002

CAPILLA, R., “Binissalem, tierra de vino” [en línea], en El Mundo, 2017, https://www.elmundo.es/baleares/2017/04/24/58fcdfe322601db7388b4579.html [consultado el 27/05/2024]

MORRO I MARCÉ, M., “La Denominació d’Origen Binissalem i el turisme de la vinya i el vi”, en GOMILA JUANEDA, B. (ed.), MAYOL ARBONA, G. (coord..) y SERRÁ BUSQUETS, S. (dir.), Turisme cultural: Anàlisi, diagnòstic i perspectives de futur, 2 vols., Palma de Mallorca, Conselleria model econòmic, turismo i treball y Agència d’Estratégia Turística Illes Balears, 2020, vol. II, t. 2, pp. 339-344

POU AMENGUAL, M., “Sobre la retaulística de Binissalem durant l’època moderna. Les intervencions de Joan Sagarra i Joan Antoni Oms”, en Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana: Revista d’Estudis Històrics, 70 (2014), pp. 165-183

SEBASTIÁN LÓPEZ, A. y ALONSO HERNÁNDEZ, A., Arquitectura mallorquina moderna y contemporánea, Palma de Mallorca, Estudio General Luliano, 1973

SEGUÍ AZNAR, M., Arquitectura contemporánea en Mallorca (1900-1947), Palma de Mallorca, Universitat de les Illes Balears y Col.legi Oficial d’Arquitectes de les Balears, 1990

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